"Ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o al uno sufrirá y al otro despreciará. No podéis servir a Dios y a las riquezas". (v. 24)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 16
Había dicho el Señor antes que el que tiene una inteligencia espiritual podrá conservar su cuerpo sin pecado, pero el que no la tiene no puede. La razón de esto la añade cuando dice: "Ninguno puede", etc.
Glosa
Se ha dicho arriba que una intención terrena hace malo lo que es bueno, de donde alguno ha podido deducir: "Yo haré obras buenas con fines temporales y con fines celestiales". Contra lo cual dice el Señor: "Ninguno puede servir a dos señores".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 21,1
Ya había el Señor refrenado la tiranía de la avaricia con muchas y grandes razones pero ahora añade otras más amplias. Las riquezas no nos dañan precisamente porque arman a los ladrones contra nosotros y porque oscurecen nuestra inteligencia, sino porque también nos separan de Dios. Y esto lo prueba con una razón muy fácil de comprender: "Ninguno puede servir a dos señores". Dice dos, porque mandan cosas contrarias. Si se entendiesen no serían dos sino uno, y manifiesta esto por lo que añade en seguida: "Porque aborrecerá al uno y amará al otro, o al uno sufrirá y al otro despreciará". Pone dos para demostrar que es fácil el tránsito a otra cosa mejor, diciendo: "Me he hecho esclavo del dinero" (amando las riquezas). Y demuestra que es posible llegar a otro estado, a saber, no sufriendo la esclavitud, sino despreciándola.
Glosa
O bien se refiere el Señor a dos clases de sirvientes: unos sirven con gusto y por afecto, y otros servilmente y por temor. Cuando uno sirve por cariño a uno de dos señores enemigos, es necesario que aborrezca al otro. Pero si le sirve por temor, se hace necesario que mientras obedece a uno aborrezca al otro. Si las cosas terrenas, o Dios, dominan en el corazón del hombre, éste se halla atraído por fuerzas contrarias. Dios, atrayendo a su siervo hacia las cosas sublimes, y la tierra que le inclina hacia las cosas inferiores. Por esto, como poniendo fin, añade: "No podéis servir a Dios y a las riquezas".
San Jerónimo
La palabra mammona en siríaco quiere decir riquezas. Oiga esto el avaro que se honra con el nombre de cristiano: no se puede a la vez servir a Dios y a las riquezas. Y sin embargo no dijo: "El que tiene riquezas", sino: "El que sirve a las riquezas". El que es esclavo de las riquezas las guarda como esclavo, pero el que sacude el yugo de su esclavitud, las distribuye como señor.
Glosa
Por mammona se entiende también al diablo, que preside a las riquezas; no porque pueda darlas, a menos que Dios se lo permita, sino porque engaña a los hombres por medio de ellas.
San Agustín, de sermone Domini, 2, 14
El que sirve, pues, a la mammona (esto es, a las riquezas) también sirve a aquel que, puesto a la cabeza de todas ellas por razón de su perversidad, es llamado por Dios príncipe de este mundo. O de otro modo, manifiesta quiénes son estos dos señores cuando dice: "No podéis servir a Dios y a las riquezas", o lo que es lo mismo, a Dios y al diablo, porque el hombre aborrecerá a éste y amará al otro (esto es, a Dios), o sufrirá al uno y despreciará al otro. Sufre un duro dominio todo el que sirve a las riquezas. Cegado por su codicia, vive sometido al diablo, y no lo quiere. Como aquel que está unido a la sierva de otro por la concupiscencia, sufriendo una dura esclavitud, aun cuando no ame a aquél cuya sierva ama. Obsérvese que ha dicho: "Y despreciará al otro", y no: "Le aborrecerá", porque apenas hay conciencia que pueda aborrecer a Dios. Mas se le puede despreciar, esto es, no temerle a causa de la confianza que inspira su bondad.