"Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava tu cara para no parecer a los hombres que ayunas, sino solamente a tu Padre, que está en lo escondido: y tu Padre, que ve en lo escondido, te galardonará". (vv. 17-18)
Glosa
Enseñó Jesucristo lo que no debía hacerse, y ahora enseña lo que debe hacerse, diciendo: "Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza, etc.".
San Agustín de sermone Domini, 2, 12
Suele preguntarse el significado de lo que aquí se dice. No es posible creer que Jesucristo mandase que aunque lavemos la cara todos los días, cuando ayunamos debamos untar nuestros cabellos, lo cual todos consideran como muy impropio.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Por lo tanto, si manda que no estemos tristes, para que por medio de la tristeza no manifestemos a los hombres que ayunamos, ¿por qué manda ungir la cabeza y lavar la cara? Con todo, la unción de la cabeza y el acto de lavarse la cara, si los que ayunan los observan siempre, concluirán por ser señales de ayuno.
San Jerónimo
Pero aquí se habla de la costumbre que había en Palestina de ungirse la cabeza en los días de fiesta. Así, el Señor mandó que cuando ayunemos, nos manifestemos contentos y alegres.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
La interpretación sencilla de esto es que no debe entenderse literalmente, así como lo demás que antecede, como si dijese: "Debes estar tan lejos de la ostentación del ayuno, que si es posible (lo cual no es muy oportuno), debes hacer aun lo que, por el contrario, parece ser indicio de lujuria o de comida", y por eso sigue: "Para no parecer a los hombres que ayunas".
San Juan Crisóstomo homiliae in Matthaeum, hom. 20,1
Hablando de la limosna no dijo sencillamente esto, sino que dijo que la limosna no debe hacerse en presencia de los hombres, añadiendo: "Para ser vistos por ellos". Pero en el ayuno y en la oración no añadió esto, porque la limosna es imposible que esté oculta en absoluto, pero la oración y el ayuno sí. No es pequeño fruto el menosprecio de la gloria humana. Es entonces cuando uno está libre del yugo de los hombres. Y obrando no por ellos sino por la virtud, se ama realmente esta última y se obra por ella misma. Así como nosotros estimamos la afrenta cuando la sufrimos, no por nosotros sino por otros a quienes amamos, así no conviene practicar la virtud para que otros lo vean, ni obedecer a Dios por los hombres, sino por el mismo Dios. Y por ello sigue: "Sino solamente a tu Padre que está en lo escondido".
Glosa
Esto es, a tu Padre celestial, que es invisible o que habita en el corazón por medio de la fe. Ayuna para Dios el que se mortifica por su amor, y el que da a otro aquello de lo que se priva a sí mismo.
Prosigue el Salvador: "Y tu Padre que ve en lo escondido, etc."
Remigio
Es suficiente para ti que quien conoce tu conciencia sea el mismo que te ha de premiar.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Espiritualmente se entiende la conciencia por cara del alma. Así como en presencia de los hombres es agradable una cara limpia, así ante los ojos de Dios es hermosa una conciencia pura. Los hipócritas que ayunan para agradar a los hombres destruyen estas dos caras, queriendo engañar a la vez a Dios y a los hombres. Todo pecado lacera la conciencia. Si habéis limpiado vuestra alma de pecado y habéis lavado vuestra conciencia, ayunáis como debéis hacerlo.
San León Magno, in sermone 6 de Quadragesima, 2
Es preciso realizar el ayuno, no privándose solamente de los alimentos, sino procurando evitar el pecado y los vicios. Dado que no nos mortificamos sino para extinguir en nosotros la concupiscencia. Y el resultado de la mortificación debe ser el abandono de las acciones deshonestas y de las voluntades injustas. Esta manera de entender las exigencias de la fe no excusa a los que están enfermos de practicarlas, pues en un cuerpo lánguido puede encontrarse un alma sana.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
En sentido espiritual, Cristo es vuestra Cabeza. Dad de beber al sediento y dad de comer al hambriento, y así habréis incensado con perfumes a vuestra cabeza, a saber, a Cristo que dice en el Evangelio: "Lo que habéis hecho con uno de estos pequeños lo habéis hecho conmigo" ( Mt 25,40).
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,6
Dios aprueba aquel ayuno que hace quien da limosna a los demás. Todo esto de lo cual te privas a ti mismo, lo entregas a otros, para que por lo mismo por lo que tu carne es afligida, se fortifique la carne de tu prójimo pobre.
San Agustín, de sermone Domini, 2, 12
Consideramos a la cabeza como la razón, porque se encuentra en la parte superior del alma y gobierna los demás miembros del cuerpo. Luego el ungir la cabeza es tanto como alegrarse. Alégrese interiormente porque ayuna, el que ayunando se separa de las aspiraciones del mundo para quedar sometido a Dios.
Glosa
He aquí por qué en el Nuevo Testamento no todas las cosas pueden entenderse al pie de la letra. Es ridículo creer que debemos derramar aceite sobre nosotros cuando ayunamos. Lo que debemos hacer es ungirnos con el espíritu del amor de Aquél de cuyos sufrimientos debemos participar, mortificándonos y ungiendo nuestras inteligencias.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Propiamente hablando, debe lavarse la cara, pero no la cabeza que debe ser ungida. Todo el tiempo que vivimos en este cuerpo, nuestra conciencia está manchada por los pecados. Pero Jesucristo que es nuestra cabeza, no cometió pecado alguno.