"¿Mas a quién diré que se parece esta generación? Es parecida a los niños, que sentándose en la plaza, y gritando dicen a sus compañeros: hemos cantado por vosotros, y no bailasteis; nos hemos lamentado y no llorasteis; vino, pues, Juan, y no come ni bebe, y dicen: tiene el demonio: vino el Hijo del hombre, come y bebe, y dicen: ved aquí al hombre voraz y bebedor, al amigo de los publicanos y de los pecadores. Mas la sabiduría ha sido justificada por sus hijos". (vv. 16-19)
San Hilario, in Matthaeum, 11
Todo este pasaje nace del sentimiento de indignación del Señor ante el oprobio de la infidelidad del populacho, que no se había instruido con las diversas palabras del Señor.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,3
De aquí es, que haciendo ver que no había omitido medio alguno para que ese pueblo tuviera la salud, pregunta: "¿A quién compararé yo esta generación?"
Glosa
Como si dijera, Juan es un hombre extraordinario; pero vosotros no quisisteis creer ni en él ni en mí y por lo tanto "¿a quién diré que os parecéis?" En la palabra generación, comprende a todos, a los judíos, a Juan y a El mismo.
Remigio
En seguida se contesta a sí mismo, diciendo: "Es semejante a los niños que, sentándose en la plaza y gritando, dicen: Hemos cantado para vosotros y no bailasteis; nos hemos lamentado y no llorasteis".
San Hilario, in Matthaeum, 11
En los niños, están representados los profetas, que a causa de la sencillez de su corazón son parecidos a los niños. Predicaron y argumentaron en medio de la sinagoga, como si estuvieran en una plaza pública, pero sus oyentes no armonizaron sus acciones con los cánticos de los profetas y no obedecieron a sus palabras. El baile acompaña al compás de la música y los profetas, como se ve en el cántico de Moisés, de Isaías y de David, llamaban al pueblo para confesar a Dios, por medio de salmos.
San Jerónimo
Dicen, pues: "Os hemos cantado y no bailasteis; esto es, os hemos llamado para excitaros, por medio de nuestros cánticos, a que hagáis buenas obras y no quisisteis; nos hemos lamentado y os hemos llamado a la penitencia y ni aun esto quisisteis hacer". Desprecian toda clase de predicación, tanto la que tenía por objeto exhortaros a la virtud, como la que os incita a hacer penitencia después de haber pecado.
Remigio
¿Y por qué dice a los compañeros? ¿Acaso judíos infieles eran iguales a los profetas santos? Dice esto porque habían nacido de un sólo tronco.
San Jerónimo
Los niños son aquellos de quienes habla Isaías: "Vedme a mí y a los hijos que me concedió el Señor" ( Is 8,18). Estos son, pues, los niños que se sientan en la plaza, donde hay puesta a la venta multitud de cosas y dicen: "Hemos cantado por vosotros y y no bailasteis".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,4
Es decir, os demostré la vida licenciosa y no os quisisteis convencer. Nos hemos lamentado y no llorasteis. Esto es que Juan tuvo una vida dura y no le hicisteis caso. No dice: "Aquel ha hecho aquellas cosas y éste ha hecho éstas", sino que nos habla de los dos igualmente, porque los dos tenían la misma intención. En este sentido añade, "vino Juan y no come ni bebe y decís, tiene el demonio; viene el Hijo del hombre, come y bebe, etc".
San Agustín, contra Fausto, 16, 31
Quisiera que me dijeran los Maniqueos, ¿qué comía y bebía Cristo, que en comparación de Juan, que no comía ni bebía, se dice que comía y bebía? No se dice que Juan no bebiese absolutamente nada, sino únicamente no bebía vino y cerveza. Bebía consiguientemente agua; tampoco se estaba sin comer nada, porque se alimentaba de langostas y de miel silvestre. ¿Por qué se dijo, pues, que no comía ni bebía, sino porque no usaba de los alimentos que comen los judíos? Si no hubiera usado, el Señor de estos alimentos, no se podría decir que en comparación de Juan el Señor comía y bebía. Cosa admirable: nos presenta como que no come ni bebe aquel que come langostas y miel y se dice que come aquel que se contenta con pan y verduras.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,3
Viene el Señor. Esto equivale a decir: "Juan y yo hemos venido por caminos diferentes y hemos hecho lo mismo, del mismo modo que unos cazadores que para caer sobre un solo animal lo persiguieran por caminos diferentes. Todo el mundo se admira del ayuno y de la vida penitente de Juan y porque quiso desde sus primeros años alimentarse de esta manera. No fue otro su objeto, que el que todos dispensaran confianza a sus palabras. También marchó el Señor por este camino cuando ayunó cuarenta días. Pero sin embargo, se valió de otro medio para atraer al pueblo a su fe. Porque era más digno que Juan, que había andado por este camino, diese testimonio de El, y no el que el mismo Señor lo hiciese. Juan no hace más que manifestar dos cosas: la vida y la justicia. Cristo tiene el testimonio de sus milagros. Dejando, pues, que brillase Juan en el ayuno, El siguió otro camino, asistiendo a la mesa de los publicanos, comiendo y bebiendo con ellos.
San Jerónimo
Si os agrada el ayuno, ¿por qué os desagradó Juan? Si os agrada la vida ordinaria, ¿por qué os desagradó el Hijo del hombre? ¿Por qué decís que el uno tiene el demonio y el otro es comilón y borracho?
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,4
¿Qué excusa tendrán, pues? Por eso añade: "La Sabiduría está justificada por sus hijos". Esto es, si no os habéis convencido, no me culpéis a mí, que es lo que dice el Profeta, acerca del Padre: "A fin de que seas justificado en tus palabras" ( Sal 50,6). Aunque para vosotros no satisfaga la providencia de Dios, que vela por nosotros y colma en nosotros cuanto está de su parte, a fin de que no quede a los impíos ni la más pequeña sombra de duda.
San Jerónimo
La sabiduría, esto es la providencia y la enseñanza de Dios, ha sido justificada por sus hijos. O el mismo Cristo, que es fuerza y sabiduría de Dios, ha sido acreditado como justo por los Apóstoles, sus hijos, al obrar justamente.
San Hilario
Es, pues, El, la sabiduría, no como efecto, sino por naturaleza. Muchos pretenden eludir las palabras de los Apóstoles, que llaman a Jesucristo la sabiduría y el poder de Dios ( 1Cor 1,24). Se llamó a sí mismo sabiduría, dando a entender que, no solamente poseía El la virtud de la sabiduría, sino que era la sabiduría misma. No es lo mismo la obra de la virtud, que la virtud, porque los efectos se distinguen de sus causas.
San Agustín, quaestione evangeliorum, 2,11
"O la sabiduría fue justificada por sus hijos", porque los Santos Apóstoles comprendieron que el reino de Dios no consiste en la comida y ni en la bebida ( Rom 14,17), sino en la paciencia, que no orgullece con la abundancia, ni desalienta con la escasez. Por eso decía San Pablo: "sé vivir en la abundancia y sé sufrir en la miseria" ( Flp 4,12).
San Jerónimo
Se lee en algunos libros, que la sabiduría fue justificada por sus obras; porque no busca la sabiduría el testimonio de la voz, sino el de las obras.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,4
No nos debe admirar la vulgaridad de la comparación de los pequeños, porque Jesús hablaba a un pueblo necio. También Ezequiel ( Ez 4,5), se sirvió de muchas comparaciones dignas de los judíos pero indignas de la grandeza de Dios -esto es, de comparaciones adaptadas a la condición de los judíos, pero no convenientes a la grandeza divina-. A no ser que se diga, que lo que responde a la utilidad del ser humano, es en gran manera digno de Dios, etc.
San Hilario, in Matthaeum, 11
En sentido místico. La misma predicación de Juan no pudo convertir a los judíos, a quienes se hizo pesada, difícil y molesta la ley, a causa de ciertas prescripciones sobre la comida y la bebida. Les era imposible no pecar en la ley a causa de la dificultad que tenían en observarla y por eso la ley los sometía al demonio. La predicación del Evangelio en Cristo tampoco les pudo agradar, a pesar de lo libre que les hacía la vida y a pesar de habérseles suavizado las dificultades y pesadez de la ley. Sólo los publicanos y los pecadores creyeron después de tantas y tan grandes amonestaciones. Pero los judíos no fueron justificados por la gracia y fueron abandonados por la ley. La sabiduría fue justificada por sus hijos, es decir, por aquellos que arrebatan el reino de los cielos, mediante la justificación de la fe, confesando la obra justa de la sabiduría, que ha llevado a los fieles todos sus favores.