Así el Señor Jesús, después de haberles hablado varias veces, fue elevado al cielo por su propia virtud; y está allí sentado a la diestra de Dios. Y sus discípulos fueron y predicaron en todas partes, cooperando el Señor, y confirmando su doctrina con los milagros que la acompañaban. (vv. 19-20)
Pseudo Jerónimo
Es Jesucristo, Señor nuestro, quien sube a los cielos, habiendo bajado de ellos para curar de su enfermedad a nuestra naturaleza. "Así el Señor Jesús, después de haberles hablado, fue elevado al cielo", etc.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 3,16
Aquí se ve ostensiblemente que ésta fue la última vez que les habló el Señor en la tierra, aunque parezca que no estamos obligados absolutamente a creerlo así, puesto que dice el Evangelista: "Después de haber hablado así". Si fuere necesario, podemos suponer pues que no fue aquélla la última vez que les habló, sino que pueden referirse a todo lo que les dijo en aquellos días las palabras: "Después de haberles hablado fue elevado al cielo". Pero como lo expuesto ya hace ver más claro que aquél fue el último día de Jesús sobre la tierra, es preciso creer que después de las palabras que cita San Marcos, junto con las referidas en los Hechos de los Apóstoles, se realizó la ascensión del Señor al cielo.
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29
En el Antiguo Testamento vemos que Elías fue arrebatado al cielo ( 2Re 2). Pero el cielo etéreo no es el cielo aéreo, porque éste se halla próximo a la tierra. Elías, pues, fue elevado al cielo aéreo para ser conducido súbitamente a cierta región desconocida de la tierra, en donde vivirá en un gran reposo de cuerpo y espíritu, hasta que al fin del mundo vuelva a pagar su tributo a la muerte. Es de notar también que Elías fue arrebatado en un carro de fuego, para demostrar abiertamente que, aún siendo puro, necesitaba como hombre de la ayuda de otro. Pero nuestro Redentor se elevó sin necesidad de un carro de fuego ni del auxilio de los ángeles, porque el que todo lo hizo podía elevarse sobre todo por su propia virtud. Es de observar que añade San Marcos: "Y está sentado a la diestra de Dios", mientras que San Esteban dice: "Estoy viendo ahora los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios" ( Hch 7,55). Pero el estar sentado corresponde al juez, y el estar de pie al combatiente o al que ayuda en el combate. San Esteban ve de pie en el combate a Cristo que le ayuda, y San Marcos dice que está sentado, después de la ascensión, porque después de la gloria de ella se verá al fin como Juez.
San Agustín, de symbolo ad catechumenos, 7
No debemos considerar esta postura como la que toma el cuerpo humano, ni que el Padre estaba sentado a la izquierda ni el Hijo a la derecha. Se debe entender por la derecha la potestad que recibió de Dios aquel hombre para juzgar cuando venga, después de haber venido para ser juzgado. Estar sentado es lo mismo en latín que habitar, y por eso se dice de un hombre que ha pasado tres años en un país: In illa patria sedit per tres annos. De este modo, pues, debemos creer que está Cristo a la derecha de Dios Padre; porque es bienaventurado y habita en la bienaventuranza, que es la derecha del Padre, con quien todo es derecha, porque no hay nada allí que sea miserable.
"Y sus discípulos, concluye, fueron y predicaron en todas partes", etc.
Beda, in Marcum, 4,45
Observemos que San Marcos extiende su Evangelio hasta un tiempo tan avanzado, cuanto más tardío es aquel anuncio con que le dio principio. Porque lo comenzó desde el principio de la predicación evangélica hecha por San Juan, y le terminó al llegar el tiempo en que los mismos Apóstoles sembraron por todo el orbe la palabra del Evangelio.
San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29
¿Qué es de considerar, pues, en esto, sino que la obediencia siguió al precepto, y los milagros a la obediencia? Había mandado el Señor: "Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a todas las criaturas", y en los Hechos de los Apóstoles, se lee: "Me serviréis de testigos hasta el cabo del mundo" ( Hch 1,8).
San Agustín, Ad Hesych., epís. 80
¿Por qué decir que esta predicación ha sido cumplida por los Apóstoles, cuando hay naciones en las que empieza ahora y otras en las que aún no ha empezado? Pero este precepto no fue dado a los Apóstoles, como si fueran los únicos que debieran cumplirle; porque así como las palabras que les dirigió a ellos solos: "Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos" ( Mt 28,20), son una promesa hecha a la Iglesia, siempre viva en las generaciones que se suceden unas a otras, ¿cómo es posible dejar de entender que alcanza esta promesa hasta la consumación del tiempo?
Teofilacto
Pero debemos tener presente que la palabra se confirma con la obra, como en los Apóstoles, cuyas palabras confirmaban los milagros que las acompañaban. ¡Oh Jesús! Dignaos hacer que las palabras de santidad que pronunciamos, sean confirmadas por nuestras obras y actos, para que, con vuestra cooperación, seamos perfectos en todas nuestras palabras y obras, porque vuestra es la gloria de las palabras y de las obras.