Y otro día, bajando ellos del monte, les vino al encuentro una gran tropa de gente. Y un hombre de la turba exclamó, diciendo: "Maestro, te ruego que atiendas a mi hijo, porque yo no tengo otro: y he aquí que un espíritu le toma, y súbitamente da voces, y le tira por tierra, y le quebranta haciéndole echar espuma, y apenas se aparta de él, despedazándole. Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron". Y respondiendo Jesús, dijo: "¡Oh generación infiel y perversa! ¿hasta cuándo estaré con vosotros, y os sufriré? Trae acá tu hijo". Y cuando se acercaba, le tiró el demonio en la tierra y le maltrató. Mas Jesús increpó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se le volvió a su padre. Y se pasmaban todos del gran poder de Dios. (vv. 37-43)
Beda
Los lugares tienen cierta relación con las cosas. El Señor ora en el monte, se transfigura y da a conocer a sus discípulos los secretos de su majestad. Cuando baja al llano, las turbas le salen al encuentro. De donde se dice: "Y al siguiente día, bajando ellos del monte, les vino al encuentro una gran turba", etc. En lo alto se da a conocer la voz del Padre, en el llano expele los demonios. Por ello sigue: "Y he aquí un hombre de la turba clamó, diciendo: Maestro, te ruego mires a mi hijo", etc.
Tito Bostrense
Me parece que este hombre era sabio, porque no dijo al Salvador: "Haz esto o aquello"; sino solamente, "mira". Y esto es lo bastante para conseguir la salvación, como decía el profeta: "Mírame, y ten compasión de mí" ( Sal 85,16). Y dijo "a mi hijo", para demostrar como razonable su atrevimiento de levantar la voz entre aquella turba. Añade: "Porque yo no tengo otro". Como diciendo: No tengo otro que me consuele en mi vejez. En seguida explica lo que padece, para excitar la compasión del Salvador, diciéndole: "Y he aquí que un espíritu le toma", etc. Después parece que acusa a los discípulos, pero es más bien para excusar mejor su atrevimiento. Lo que añade diciendo: "Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron". Como si dijese: No creas que he venido a ti ligeramente. Estupenda es tu dignidad y por eso no te he molestado inicialmente. Antes me acerqué a tus discípulos y ahora, como no lo han podido curar, me veo precisado a venir a ti. Por lo que no lo reprende el Señor, sino al espíritu de incredulidad. Prosigue, pues: "Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación infiel y perversa!", etc.
Crisóstomo in Mat. hom. 58
La Escritura Evangélica da a entender que este hombre tenía una fe débil, como lo demuestra de varias maneras, al decir: "Ayuda mi incredulidad" ( Mc 9, 24), y: "Si puedes" ( Mc 9,22); y porque dijo Cristo: "Para el que cree todo es posible" (Mc 9,23).
San Cirilo
Por lo que me parece mejor que el que debe reputarse incrédulo es el padre del endemoniado. El atacó a los apóstoles diciendo que no podían mandar a los demonios. Sin embargo mejor era, honrando a Dios, pedirle gracia, puesto que la concede a los que lo honran. Mas el que dice que el poder sobre los espíritus malignos se debilita en aquellos que lo recibieron de Cristo, calumnia más bien a la gracia que a aquellos por medio de los cuales opera Cristo. Así se ofende a Cristo, acusados los santos a quienes ha confiado la palabra sagrada de la predicación. Por eso el Señor lo reprende a él y a los que concuerdan con él, diciendo: "¡Oh generación infiel y perversa!". Como si dijese: la gracia no ha producido su efecto a causa de tu infidelidad.
Crisóstomo ut sup
No se dirige a él solamente, sino a todos los judíos, para no hacerle vacilar; porque debían escandalizarse muchos.
Teofilacto
Cuando dijo perversa, dio a entender que no eran malos desde el principio ni por naturaleza. Porque por naturaleza eran buenos, puesto que descendían de Abraham, pero se habían pervertido por su propia malicia.
San Cirilo
No sabían andar por buenos caminos. El Señor no gusta de habitar con aquellos que obran de esta manera. Por lo que dice: "¿Hasta cuándo estaré con vosotros?", sufriendo las molestias propias de su trato, cuando eran tan perversos.
Crisóstomo ut sup
Por esto manifiesta el deseo que tiene de abandonarlos. Y que le era menos pesado el patíbulo de la cruz que el trato de ellos.
Beda
No porque le hubiese vencido la tristeza, cuando era manso y humilde; sino que a semejanza de un médico, el cual, si viese al enfermo obrar en contra de sus prescripciones, diría: ¿Hasta cuándo vendré a tu casa, mandando yo una cosa, y tú haciendo otra? No se disgustaba con el hombre, sino con el vicio, como lo manifestó diciendo: "Trae acá tu hijo".
Tito Bostrense
Podía curarlo con solo mandarlo. Pero constaba su enfermedad, haciendo presentar al enfermo ante la multitud. El demonio maltrató al niño, tan luego como vio al Señor; y prosigue: "Y cuando se acercaba, le tiró el demonio en tierra, y le maltrató"; para que así constase antes la enfermedad, y luego se aplicase el remedio.
Crisóstomo ut sup
Y esto no lo hace el Señor por ostentación, sino por causa del padre para que, cuando viese que el demonio se perturbaba con sólo llamarlo, fuese así llevado a la fe del futuro milagro. De lo cual sigue: "Mas Jesús increpó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se le volvió a su padre".
San Cirilo
Antes no era el padre sino el demonio que lo poseía. Expone también el evangelista el asombro de la gente en presencia de la magnificencia de Dios, diciendo: "Y se pasmaban todos del gran poder de Dios". Esto lo dice por el don de Cristo, que confirió también a los santos apóstoles la potestad de hacer milagros y de mandar a los demonios.
Beda
Místicamente, el Señor asciende a los unos diariamente según la cualidad de sus méritos; y, glorificando a los perfectos -cuya morada está en los cielos, ensalzándolos más sublimemente-, los instruye en las cosas eternas y les enseña lo que no pueden oír las turbas. Desciende también a otros, que son terrenos e ignorantes, para fortificarlos, instruirlos y castigarlos. San Mateo ( Mt 17) dice que este endemoniado era lunático y San Marcos ( Mc 9) dice que era sordo y mudo. Se refiere a aquellos que se trastornan en las fases de la luna ( Ecle 27,12), creciendo y disminuyendo en cuanto a sus diferentes vicios. Ellos son mudos porque no confiesan la fe, y sordos porque no quieren oír la palabra de la fe. Cuando el joven se acerca a Jesús es maltratado. Esto sucedió porque los que se convierten al Señor son ordinariamente tentados con más fuerza por el demonio, ya sea para inculcarles odio a la virtud, o para vengar la injuria de su expulsión. Así sucedió en los primeros siglos de la Iglesia, en que tuvieron lugar tantas luchas, con las que dio a entender cuánto le dolía la desmembración de su reino. No increpaba el Señor al joven que sufría la violencia, sino al demonio. Porque el que desea que el pecador se enmiende quiere que destierre lejos de sí el pecado, aconsejándole y reprendiéndole; pero alienta con amor al hombre, hasta que, sanado, pueda devolverle a los padres espirituales de la Iglesia.