Y les decía también una semejanza: "¿Acaso podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? No es el discípulo sobre el maestro; mas será perfecto todo aquel que fuere como su maestro. ¿Y por qué miras la mota en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que tienes en tu ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Déjame, hermano, sacarte la mota de tu ojo, no viendo tú la viga que hay en tu ojo? Hipócrita, saca primera la viga de tu ojo, y después verás para sacar la mota del ojo de tu hermano". (vv. 39-42)
San Cirilo
El Señor añadió a lo ya dicho una parábola muy necesaria; por lo que dice: "Y les decía también una semejanza". Sus discípulos habían de ser maestros de las generaciones venideras, por lo que convenía que ellos supiesen el camino de la conducta correcta, como teniendo la inteligencia iluminada por el brillo divino, a fin de que unos ciegos no guiasen a otros ciegos; y por esto añade: "¿Acaso podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el foso?". Mas si acontece que algunos llegan al mismo grado de virtud que los que la enseñan, deténganse en la medida de los que la enseñan y sigan sus huellas; de donde sigue: "No es el discípulo sobre el maestro". Por esto dice San Pablo: "Imitadme como yo imito a Jesucristo" ( 1Cor 4,16). No juzgando Jesucristo, ¿por qué juzgas tú? No vino al mundo a juzgar, sino a tener compasión.
Teofilacto
Si tú juzgas a otro, pecarás con los mismos defectos, ¿y entonces no te parecerás al ciego que guía a otro ciego? ¿Cómo enseñarás a obrar bien, si tú obras mal? El discípulo no es mejor que el maestro. Porque si tú, que te consideras como maestro y como guía, pecas, ¿cómo obrará el que es enseñado y guiado por ti? Será perfecto el discípulo, cuando se parezca a su maestro.
Beda
El sentido de esta sentencia pende de las precedentes, en las cuales se manda dar limosnas y perdonar las injurias. Si te cegó -dice- la ira, contra el violento y la avaricia contra el que pide, ¿acaso con tu mente viciada podrás curar el vicio de él? Si Cristo nuestro Maestro -que como Dios pudo vengar sus injurias- prefirió amansar a sus perseguidores con la paciencia, preciso es que sus discípulos -que son puros hombres- sigan la misma regla.
San Agustín, de quaest. evang. 2,9
O lo que dice: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?", lo añadió para que no esperasen recibir de los levitas aquella medida, de la cual dice: darán en vuestro seno; pues pagaban décimas a aquellos que llama ciegos, porque no seguían el Evangelio. Y también lo añadió, a fin de que el pueblo comenzase a esperar más bien aquella recompensa de los discípulos del Señor, a quienes quería señalar como imitadores suyos, diciendo: "No es el discípulo sobre el maestro".
Teofilacto
También el Señor dice otra parábola sobre esto, añadiendo: "¿Y por qué miras la mota (esto es, una leve falta) en el ojo de tu hermano? ¿Y la viga que está en tu ojo (esto es, tus grandes pecados) no la observas?"
Beda
Esto se relaciona con lo que precede, donde nos dice que un ciego no podía guiar a otro ciego (esto es, que un pecador reprenda a otro). De donde se dice: "¿Cómo puedes tú decir a tu hermano: Déjame, hermano, sacarte la mota de tu ojo, no viendo tú la viga que hay en el tuyo?". Como diciendo: el que comete pecados graves (a lo que llama viga), ¿cómo condena a otro que comete pecados leves, y en ocasiones no comete pecado alguno? Pues esto es lo que la mota significa.
Teofilacto
Esto conviene a todos, y especialmente a los doctores, que castigan los pecados más leves de sus súbditos, dejando impunes los suyos; por esto el Señor los llama hipócritas, porque juzgan los pecados de otros, para aparecer ellos como justos. Y prosigue: "Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y después verás para sacar la mota del ojo de tu hermano".
San Cirilo
Esto es, purifícate tú primero de tus grandes pecados, y después verás el modo de salvar a tu hermano, que sólo comete pecados leves.
San Basilio
Parece, en verdad, que el conocimiento de sí mismo es el más difícil de todos. Ni el ojo que ve las cosas exteriores se ve a sí mismo, y hasta nuestro propio entendimiento, pronto para juzgar el pecado de otro, es lento para percibir sus propios defectos.