Y aconteció que, estando en una de aquellas ciudades, vino un hombre cubierto de lepra; y cuando vio a Jesús, se prosternó contra tierra y le rogó, diciendo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Y Jesús, extendiendo la mano, le tocó, diciendo: "Quiero, sé limpio". Y luego desapareció de él la lepra. Y le mandó que no lo dijese a ninguno: "Mas ve, le dijo, y muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, en testimonio a ellos". Y tanto más se extendía su fama: Y acudían muchas turbas para oírle y para ser curados de sus enfermedades. Mas El se retiraba al desierto y oraba. (vv. 12-16)
San Ambrosio, in Lucam lib. 5
El cuarto milagro que hizo el Señor desde que vino a Cafarnaúm fue sanar al leproso. Si en el principio alumbró el día cuarto por medio del sol, y lo hizo más claro que los demás, debemos considerar que este cuarto milagro es más evidente que los otros, del cual se dice: "Y aconteció que estando en una de aquellas ciudades, vino un hombre cubierto de lepra", etc. No se expresa el lugar donde fue curado el leproso, para demostrar que no es un sólo pueblo de una ciudad particular, sino que todos los pueblos habían sido sanados.
San Atanasio, in Cat. graec. Patrum
Adoró el leproso al Señor Dios existente en un cuerpo; y no por la carne creyó que el Verbo de Dios fuese creatura, ni porque era Verbo despreció la carne que vestía; sino por el contrario, se postra contra tierra, adorando en un templo creado al Creador de todas las cosas; pues sigue: "Y viendo a Jesús, se postró, el rostro contra tierra y le suplicó".
San Ambrosio
El acto de arrodillarse delante del Señor da a entender su humildad y su pudor, con el fin de que cada uno se avergüence de los pecados de su vida; pero la vergüenza no detuvo su confesión, sino que mostró su herida y pidió la curación, diciendo: "Señor, si quieres puedes limpiarme". No dudó de la bondad del Señor porque desconociese su gran caridad, sino que, siendo consciente de su propia iniquidad, no presumió, pues rica es de religión y de fe la confesión, que se entrega a la voluntad de Dios.
San Cirilo
Conocía que la lepra no cedía a los experimentos de los médicos; pero vio que los demonios eran arrojados por la Majestad divina -y que todos los demás enfermos se curaban de otras enfermedades- y conjeturó que la diestra de Dios era la que hacía aquellas cosas.
Tito, Bostrense
Aprendamos también de las palabras del leproso a no buscar el remedio de las enfermedades sino por medio de la voluntad de Dios, a quien todo está sometido, que conoce el tiempo oportuno, y lo dispone todo en justicia.
San Ambrosio
Lo cura en la forma que había pedido; y prosigue: "Y el Señor, extendiendo la mano, le tocó, diciendo: Quiero", etc. La ley prohibía tocar a los leprosos; pero como el Señor era el autor de la ley, no estaba sujeto a ella. No lo tocó precisamente porque no pudiese curarlo sin tocarlo, sino para demostrar que no estaba obligado a la ley ni temía contagiarse como los hombres. No podía contaminarse quien curaba a los demás. Antes al contrario, la lepra, que ordinariamente mancha al que la toca, desapareció al contacto del Señor.
Teofilacto
La carne del Señor purifica y da la vida por el sólo hecho de ser la carne del Hijo de Dios.
San Ambrosio
Y en las palabras que añade: "Quiero, límpiate", puedes conocer la bondad del Salvador y el efecto de su piedad.
San Cirilo, ex Thesauri, lib. 12, cap. 14
El mandato supremo procede de la Majestad: ¿cómo, pues, se computa el Hijo Unigénito, que, con sólo querer, lo puede todo? Se dice de Dios Padre: "Que hizo todas las cosas que quiso" ( Sal 113,3). Y el que goza de la potestad del Padre ¿cómo podrá distinguirse de El en la naturaleza? Todo lo que tiene el mismo poder suele ser de la misma sustancia. Además, admirad a Cristo, obrando divina y humanamente. Porque querer y hacer al punto todas las cosas es divino, pero extender la mano es humano. Pues bien, Cristo uno consta de ambas cosas, porque "el Verbo se hizo carne" ( Jn 1,14).
San Gregorio Niceno, Orat. 1, in Resur. Christi
Y como la divinidad se había unido a la pequeñez del hombre (esto es, con su alma y su cuerpo) en una y otra se manifestaban indicios de la naturaleza celestial. El cuerpo revelaba la divinidad oculta en El porque, con sólo palpar, prestaba los remedios; y el alma mostraba la virtud de Dios por medio de su voluntad omnipotente. Así como el sentido del tacto es propio del cuerpo, así la voluntad es propia del alma: el alma quiere, el cuerpo toca.
San Ambrosio
Dice pues "quiero", a causa de Fotino. Manda, a causa de Arrio. Toca, a causa de Maniqueo. No hay distancia alguna entre la obra de Dios y su mandato, para que conozcas el afecto del que cura y el poder de la obra. Y prosigue: "Y luego desapareció de él la lepra". Y para que la lepra no pueda pasar a otra cosa, cada uno debe tomar ejemplo en la humildad del Salvador, para evitar la vanagloria; porque sigue: "Y le mandó que no lo dijese a ninguno", enseñándonos que no debemos divulgar nuestros beneficios; sino que debemos abstenernos no solamente de obtener la recompensa del dinero, sino también la de la gracia. Puede que le mandase el silencio, porque estima que los que creen con una fe espontánea son mejores que los que creen por la esperanza de los beneficios.
San Cirilo
Aun callando el leproso, bastaba la voz del acontecimiento para contar a todos los que lo conocían el poder del que le había curado.
Crisóstomo, hom. 26, in Matth
Y como de ordinario cuando los hombres están enfermos se acuerdan más de Dios, y cuando se curan ya se olvidan de El, manda que tenga siempre presente a Dios, dándole gloria. Y prosigue: "Mas ve, muéstrate al sacerdote", para que el leproso, una vez curado, se presentase al sacerdote, y así, por medio del certificado de aquél, fuese contado entre los sanos.
San Ambrosio
Y para que el sacerdote entendiese también que aquel hombre no había sido curado en virtud de la ley, sino por la gracia del Señor que está sobre la ley. Ordenando ofrecer el sacrificio prescrito por Moisés, el Señor mostró que no disolvía la ley sino que la cumplía, de donde sigue: "Y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés".
San Agustín, de quae. evang. 2, 3
Parece que aquí aprueba el sacrificio establecido por Moisés, a pesar de que la Iglesia no lo acepta. Se entiende que lo ha mandado, porque el sacrificio del santo de los santos, que es Su Cuerpo, no había empezado aún; pues los sacrificios figurativos no debían ser abolidos antes que Aquel que figuraban no se estableciese por el testimonio de la predicación de los apóstoles y por la fe de los pueblos fieles.
San Ambrosio
También puede decirse que como la ley era espiritual, debía establecer un sacrificio espiritual. Y por esto dice: "Como mandó Moisés". Y a continuación añade: "En testimonio a ellos".
Tito
Los herejes interpretan esto mal, diciendo que fue dicho en menosprecio de la ley. ¿Cómo podía mandar que se ofreciese un sacrificio por la curación según había establecido Moisés, si esto lo mandaba en contra de la ley?
Crisóstomo, in hom 26, in Mat
Por tanto dice: "En testimonio a ellos", porque en este hecho se manifiesta que Jesucristo es muy superior en excelencia a Moisés; pues como Moisés era insuficiente para curar a su hermana de la lepra, pedía al Señor que la curase; pero el Salvador, haciendo uso de su divino poder, dijo: "Quiero, sé limpio".
San Cirilo
O de otro modo, "En testimonio contra ellos", esto es para reprender a aquéllos, y para probar que respetaba la ley. Cuando yo te haya curado, te mando a la presencia de los sacerdotes, para que atestigües que no he pecado contra la ley. Y aun cuando el Señor, a la vez que aplicaba el remedio decía que no se lo contase a nadie -enseñándonos a huir de la soberbia-, su fama volaba por todas partes, llevando aquél las noticias de sus milagros para que fuesen conocidos de todos. Y prosigue: "Y tanto más se extendía su fama", etc.
Beda
La perfecta curación de uno sólo excita a muchas turbas a seguir al Señor. De aquí prosigue: "Y acudían muchas turbas para ser curados", etc. Para dar a conocer que el leproso había sido curado interior y exteriormente, le mandó que ocultase el beneficio recibido, pero como dice San Marcos él no calla.
San Gregorio, Moralium 6, 17 super Job 5, 26
De día nuestro Redentor hace milagros en las ciudades, y dedica la noche a la oración. Prosigue: "Mas El se retiraba al desierto a orar"; para dar a entender a los buenos predicadores que no abandonen enteramente la vida activa, por amor a la contemplativa; y a no despreciar los goces de la contemplación por una actividad excesiva, sino que beban en la quietud de la contemplación lo que derramaron hablando, ocupados en el prójimo.
Beda
Cuando se retira a orar, no lo atribuyas a la naturaleza, que dice: "Quiero, sé limpio"; sino a aquélla que, extendiendo la mano, toca al leproso. No porque, según Nestorio, haya dos personas del Hijo, sino que en El se dan dos operaciones en una misma persona (porque consta de dos naturalezas).
San Gregorio Naz., Or. 28.
De ordinario hacía sus obras en poblado y sus oraciones en el desierto, para autorizarnos a tomar algún descanso, a fin de que hablemos a Dios con la sinceridad de nuestra alma. El no necesitaba ni de retiro ni de soledad porque, siendo Dios, no tenía ni qué expiar ni por qué recogerse, sino que quería mostrarnos la hora de las obras y la de la contemplación, y enseñarnos el tiempo oportuno de la acción y el de otra ocupación más sublime.
Beda.
El leproso representa típicamente al género humano debilitado por los pecados, lleno de lepra "porque todos pecaron y necesitan de la gracia de Dios" ( Rom 3,23); para que extendida la mano (esto es, tocando el Verbo de Dios la naturaleza humana), se purifiquen de sus viejos errores y ofrezcan por la purificación la hostia viva de su cuerpo.
San Ambrosio.
Si, pues, el divino Verbo es la medicina de la lepra, el menosprecio del Verbo es la lepra del alma.
Teofilacto.
Considera que, cuando alguno es purificado, entonces es hecho digno para ofrecer este sacrificio, esto es, el Sacrificio del Cuerpo y la Sangre del Señor.