"Mas volviendo sobre sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen el pan de sobra, y yo me estoy aquí muriendo de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, pequé contra el cielo y delante de ti; yo no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose se fue para su padre. Y como aun estuviese lejos, le vio su padre, y se movió a misericordia; y corriendo a él le echó los brazos al cuello y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y delante de ti, ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Mas el padre dijo a sus criados: Traed aquí prontamente la ropa primera, y vestidle, y ponedle anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed un ternero cebado y matadlo, y comamos y celebremos un banquete. Porque éste mi hijo era muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado. Y comenzaron a celebrar el banquete". (vv. 17-24)
San Gregorio Niceno
El hijo más joven había despreciado a su padre marchándose de su lado y había disipado su patrimonio; pero cuando hubo pasado tiempo y se vio abrumado por los trabajos, viéndose convertido en un criado y alimentándose de lo mismo que los puercos, volvió castigado a la casa de su padre; por esto dice: "Mas volviendo sobre sí dijo: ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen el pan de sobra y yo me estoy aquí muriendo de hambre!"
San Ambrosio
Muy oportunamente se dice que volvió en sí, porque se había separado de sí; y el que vuelve a Dios, se vuelve a sí mismo, como el que se separa de Jesucristo también se separa de sí.
San Agustín De quaest.Evang. 2, 33
Volvió en sí, porque se separó de aquellas cosas que exteriormente agradan y seducen y volvió su atención a lo interior de su conciencia.
Gregorio Nacianceno orat. in sanct. lavcr
La obediencia puede verificarse de tres modos diferentes. Porque nos separamos de lo malo por temor del castigo y nos colocamos en una disposición servil; porque obedecemos lo que se manda por alcanzar el premio ofrecido -y en este caso nos asemejamos a los mercenarios-; o porque servimos por amor al bien y por afecto a aquel que nos manda y entonces imitamos la conducta de los buenos hijos.
San Ambrosio
El hijo que tiene en su corazón el don del Espíritu Santo, no ambiciona el premio mundano, sino que conserva su derecho de heredero. Hay también mercenarios buenos, que son llevados a trabajar a la viña ( Mt 20); pero éstos no se alimentan de algarrobas, sino que abundan en pan.
San Agustín, ut sup
¿Pero cómo podía saber esto aquel que vivía tan olvidado de Dios, como todos los idólatras, sino porque su pensamiento era el de los que habían de convertirse cuando se predicase el Evangelio? El alma podía ya conocer que muchos predicaban la verdad, entre los que se encontrarían los que fuesen llevados, no por el amor de la verdad, sino por el deseo de procurarse bienes materiales; tales son los herejes que anuncian lo mismo. Por esto se llaman con razón mercenarios, porque viven en la misma casa y comen el mismo pan de la palabra; pero no son llamados a la herencia eterna, sino que se dejan llevar de una recompensa temporal.
Crisóstomo
Después que sufrió en una tierra extraña el castigo digno de sus faltas, obligado por la necesidad de sus males, esto es, del hambre y la indigencia, conoce que se ha perjudicado a sí mismo, puesto que por su voluntad dejó a su padre por los extranjeros; su casa por el destierro; las riquezas por la miseria; la abundancia por el hambre, lo que expresa diciendo: "Pero yo aquí me muero de hambre". Como si dijese: yo, que no soy un extraño, sino hijo de un buen padre y hermano de un hijo obediente; yo, libre y generoso, me veo ahora más miserable que los mercenarios, habiendo caído de la más elevada altura de la primera nobleza, a lo más bajo de la humillación.
San Gregorio Niceno
No volvió a la primera felicidad, hasta que volviendo en sí conoció perfectamente su desgracia y meditó las palabras de arrepentimiento que sigue: "Me levantaré".
San Agustín, ut sup
Porque estaba echado; "e iré", porque estaba lejos; "a mi padre", porque estaba bajo el dominio del dueño de los puercos. Las demás palabras son propias del que piensa arrepentirse y confesar su pecado, pero que aun no lo ha llevado a cabo; no habla aún con su padre, sino que ofrece hablarle cuando vaya a él. Entiéndase aquí, que ir al padre quiere decir entrar en la Iglesia por la fe, en donde ya puede hacerse una confesión legítima y provechosa de los pecados; dice, pues, que hablará así a su padre: "Padre".
San Ambrosio
¡Cuán misericordioso es Aquel que, después de ofendido, no se desdeña de oír el nombre de padre! "He pecado"; ésta es la primera confesión que se hace ante el Autor de la naturaleza, Padre de misericordia y Arbitro de nuestras culpas. Pero aun cuando Dios todo lo sabe, sin embargo, espera oír nuestra confesión, porque la confesión vocal hace la salud ( Rom 10,10), puesto que alivia del peso del error a todo aquel que se carga a sí mismo y evita la vergüenza de la acusación en el que la previene confesando su pecado; en vano querrás engañar a quien nadie engaña. Por tanto, confiesa sin temor lo que sabes que es ya conocido. Confiesa también para que Jesucristo interceda por ti, la Iglesia ruegue por ti y el pueblo llore por ti. No temas no alcanzar gracia; tu Abogado te ofrece el perdón, tu Patrono te ofrece la gracia, tu Testigo te promete la reconciliación con tu piadoso Padre. Añade, pues: "Contra el cielo y contra ti".
Crisóstomo hom, ut sup
Diciendo contra ti, manifiesta que debe entenderse a Dios por este padre; sólo Dios es el que todo lo ve y de quien no pueden ocultarse ni aun los pecados meditados en el corazón.
San Agustín, ut sup
Pero este pecado contra el cielo es el pecado contra ti, de modo que llama cielo a la elevada majestad del padre; o dice más bien: he pecado contra el cielo delante de las almas santas y delante de ti en el secreto de mi conciencia.
Crisóstomo hom, ut sup
O bien en la palabra cielo se entiende a Jesucristo, porque el que peca contra el cielo -que aunque está muy alto, es un elemento visible-, es el que peca contra la humanidad, que tomó el Hijo de Dios por nuestra salvación.
San Ambrosio
O quiere decir que el pecado significa la disminución en el alma de los dones celestiales del Espíritu, o que no conviene separarse del seno de esta madre, que es la Jerusalén celestial. O bien: el que ha caído no debe exaltarse. Por esto añade: "Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo". Y para merecer ser ensalzado por su humildad añade: "Hazme como a uno de tus jornaleros".
Beda
No se atreve a aspirar al afecto de hijo aquel que no duda que todo lo que es de su padre sea suyo y así desea servirle como mercenario por una retribución. Pero declara que ni aun eso merece ya si no es por la bondad de su padre.
San Gregorio Niceno
El Espíritu Santo nos dio a conocer la parábola de este hijo pródigo, para que comprendamos cómo debemos llorar los extravíos de nuestro corazón.
Crisóstomo hom 10 in epist. ad Rom
Después que dijo: "Iré a mi padre", -lo que le hizo digno de todos los bienes- no se detuvo, sino que anduvo todo el camino. Sigue, pues: "Y levantándose se fue para su padre". Así debemos hacer nosotros y no nos asuste lo largo del camino; porque si quisiéremos, el regreso será ligero y fácil con tal que abandonemos el pecado, que fue el que nos sacó de la casa de nuestro Padre. El Padre es clemente para los que vuelven a El, porque añade: "Y como aún estuviese lejos", etc.
San Agustín, ut sup
Antes que conociese a Dios, de quien estaba lejos, como ya le buscaba piadosamente, su padre le vio; se dice con razón que no ve a los impíos ni a los soberbios, porque no los tiene a la vista.
Crisóstomo, ut sup
Conoció el padre el arrepentimiento y no esperó a oír las palabras de su confesión, sino que salió al encuentro de sus ruegos obrando con misericordia. De aquí prosigue: "Y se movió a misericordia".
San Gregorio
El pensamiento de la confesión calmó al padre respecto de él, hasta el punto de salirle al encuentro y besarle abrazado a su cuello. Sigue, pues: "Y corriendo a él le echó los brazos al cuello y le besó". Lo cual significa el freno espiritual impuesto a la boca del hombre por la tradición evangélica que destruyó el cumplimiento de la ley.
Crisóstomo hom. de patre et duobus filiis
¿Qué significa eso de salir al encuentro, sino que no podíamos llegar hasta Dios sólo por nuestro esfuerzo, por impedírnoslo nuestros pecados? Pero pudiendo El llegar a los imposibilitados, baja El mismo y besa los labios, porque había salido de ellos la confesión que había nacido de un corazón penitente que, como Padre, recibió lleno de alegría.
San Ambrosio
Te sale al encuentro, pues, porque conoce lo que meditas en lo secreto de tu alma; y aun cuando estés lejos sale a recibirte para que nadie te detenga; te abraza también -en el acto de salir al encuentro se indica la presciencia y en el de abrazar la clemencia- y se arroja a tu cuello impulsado por cierto afecto de amor paternal para levantar al que está caído y para encaminar hacia el cielo al que, cargado por sus pecados, se encuentra postrado en la tierra. Quiero más bien ser hijo que oveja; la oveja es encontrada por el pastor, pero el hijo es honrado por su padre.
San Agustín De quaest.Evang. 2, 33
O bien: corriendo, se arroja sobre su cuello; porque no abandonó el Padre a su Hijo Unigénito, en el cual recorrió hasta el fin nuestra larga peregrinación ( 2Cor 5,19); porque Dios estaba en Jesucristo reconciliando para Sí al mundo. Arrojarse a su cuello para abrazarle, equivale a humillar su brazo, que es Nuestro Señor Jesucristo. Consolar con la palabra de la gracia de Dios para hacer esperar el perdón de los pecados, equivale a volver a merecer el ósculo de caridad paterna cuando se vuelve de un largo viaje. Una vez ya dentro de la Iglesia empieza a confesar sus pecados, pero no dice todo lo que se había prometido decir. Sigue, pues: "Y el hijo le dice", etc. Quiere obtener por la gracia lo que confiesa que es indigno de merecer por sus obras; no añadió lo que había dicho en aquella consideración. "Trátame como a uno de tus jornaleros", porque cuando no tenía qué comer deseaba ser sólo un jornalero, pero desdeñó serlo una vez que hubo recibido el beso de su padre.
Crisóstomo
El padre no dirigió ninguna exhortación al hijo, sino que habla a sus ministros; porque el que se arrepiente, ruega, pero no recibe en verdad respuesta a su palabra y reconoce eficazmente la misericordia en el afecto. Sigue, pues: "Mas el padre dijo a sus criados. Traed aquí prontamente la ropa más preciosa y vestidle".
Teofilacto
A sus siervos que, o son sus ángeles como administradores de lo espiritual, o son los sacerdotes que por el bautismo y la palabra docente revisten su alma en el mismo Jesucristo y todos los que somos bautizados en Cristo nos revestimos en El ( Gál 3,27).
San Agustín, ut sup
O el vestido primero es la dignidad que se perdió en Adán y los siervos que la traen son los predicadores de la reconciliación.
San Ambrosio
También el vestido es el amito de la sabiduría, con el que los apóstoles cubren la desnudez de su cuerpo; recibió la primera sabiduría, pero aún existe otra para la que no existe misterio. El anillo es la señal de la fe sincera y la expresión de la verdad, acerca de lo que prosigue: "Y ponedle anillo en su mano".
Beda
Esto es, en sus acciones, para que su fe brille en sus obras y éstas sean confirmadas por la fe.
San Agustín, ut sup
El anillo colocado en la mano es el don del Espíritu Santo, por la participación de la gracia que se representa muy bien por el dedo.
Crisóstomo hom. de patre ed duobus filiis
Manda que se le dé el anillo, esto es, el símbolo de la salud, o más bien, un signo de promesa y una prenda de las bodas, por las que Jesucristo se une con la Iglesia, cuando el alma, reconociéndose, se une a Jesucristo por el anillo de la fe.
San Agustín, ut sup
El calzado en los pies es la preparación a la predicación, para no tocar las cosas de la tierra. Acerca de esto prosigue: "Y calzado en sus pies".
Crisóstomo, ut sup
Manda que se ponga calzado en sus pies, bien para cubrir las huellas y que pueda marchar con firmeza por las asperezas de este mundo, o para mortificación de sus miembros. El curso de nuestra vida se llama pie en las Sagradas Escrituras y los zapatos significan la mortificación, porque se confeccionan con pieles de animales muertos. Añade que se debe matar un ternero cebado para celebrar el convite. Sigue, pues: "Y traed un ternero cebado", esto es, a nuestro Señor Jesucristo, a quien llama ternero porque es el holocausto de un cuerpo sin mancilla; dijo también que cebado, porque es tan bueno y rico que basta para la salvación de todo el mundo. Pero el padre no inmoló él mismo al becerro, sino que le entregó a otros para que le inmolasen; porque permitiéndolo el Padre y consintiéndolo el Hijo, fue crucificado por los hombres.
San Agustín, ut sup
También se entiende por becerro cebado el mismo Señor, que, según la carne, fue saciado de oprobios. Cuando manda que le traigan, ¿qué otra cosa quiere decir sino que le prediquen y anunciándole hagan revivir las entrañas extenuadas del hijo hambriento? Pero manda también que le maten, esto es, que anuncien su muerte, porque será muerto para quien crea que lo ha sido.
Prosigue: "Y comamos".
San Ambrosio
En realidad es la carne del becerro porque es víctima sacerdotal ofrecida por los pecados. Anuncia luego el festín diciendo: "Y celebremos un banquete", para dar a conocer que la comida del Padre es nuestra salvación y que su alegría es la redención de nuestros pecados.
Crisóstomo, ut sup
El padre se regocija en la vuelta del hijo y le convida con un becerro; porque el Creador, alegrándose por el fruto de su misericordia en la inmolación de su Hijo, considera un festín la adquisición del pueblo creyente. Y prosigue: "Porque éste mi hijo era muerto y ha revivido".
San Ambrosio
Murió el que fue. Por lo tanto ya no existen los gentiles, sino sólo el cristiano. También puede tomarse esto por el género humano; fue Adán y en él fuimos todos; pereció Adán y todos perecieron en él; el hombre, por tanto, fue restaurado en aquel hombre que había muerto. También puede entenderse esto del que hace penitencia, porque no muere sino el que ha vivido alguna vez; y así como los gentiles, cuando llegan a creer, se vivifican por la gracia, así también el que ha caído revive por la penitencia.
Teofilacto
Por la índole de sus vicios había muerto sin esperanza; pero en cuanto a la naturaleza humana, que es mudable y puede muy bien volver del vicio a la virtud, se dice que estaba perdido; porque menos es perderse que morir. Cualquiera que se convierta, se purifique de sus culpas y participe del festín del becerro cebado, será causa de alegría para el Padre y sus domésticos; esto es, para los ángeles y los sacerdotes. Y prosigue: "Y todos comenzaron a celebrar el banquete".
San Agustín, ut sup
Este convite y esta festividad también se celebra ahora y se ve en la Iglesia, extendida y esparcida por todo el mundo; porque aquel becerro cebado, que es el cuerpo y la sangre del Señor, se ofrece al Padre y alimenta a toda la casa.