Y le decían: "Tú ¿quién eres?" Jesús les contestó: "El principio, el mismo que os hablo. Muchas cosas tengo que decir de vosotros, y que juzgar. Mas el que me envió, es verdadero: y yo, lo que oí de El, eso hablo en el mundo". Y no entendieron que a su Padre llamaba Dios. (vv. 25-27)
San Agustín, in Joannem, tract. 39
Como el Señor había dicho ya: "Si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados", le preguntaban para saber en quién deberían creer, para no morir en su pecado. Por esto sigue el Evangelista: "Y le decían: ¿tú quién eres?". Porque cuando has dicho "si no creéis que yo soy", no has añadido quién eres. Sabía el Señor que allí habría algunos que habían de creer, y por esto, cuando le dijeron: "¿tú quién eres?", para que supiesen que debían creer en El, les contestó: "Yo soy el principio, que os hablo". No como diciendo soy el principio, sino creed que soy el principio, como aparece terminantemente en el texto griego, en donde la palabra "principio" es del género femenino. Por lo tanto, creed que soy el principio, no sea que muráis en vuestros pecados; porque el principio es inmutable, subsiste por sí, y renueva todas las cosas. Y además parece que es un absurdo llamar principio al Hijo y no al Padre; no puede haber dos principios, como no hay dos dioses. El Espíritu Santo es espíritu del Padre y del Hijo, y no es ni el Padre ni el Hijo. Sin embargo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son un solo Dios, una sola luz, un solo principio. Y añade el Salvador: "El mismo que os hablo", porque habiéndome humillado por vosotros, he descendido a hablar en estos términos. Por tanto, creed que soy el principio. Porque para que creáis esto no sólo soy el principio, sino quien hablo con vosotros. Porque si el principio, tal y como es, permaneciese con el Padre y no hubiera tomado la forma de siervo, ¿cómo le habían de creer, siendo así que las almas débiles no pueden percibir la palabra, sin el eco sensible de la voz?
Beda
Y en verdad que se encuentra escrito en algunos ejemplares: "Y el que os hablo". Pero es más conveniente leer de otro modo, para que sea éste el sentido: "creed que yo soy el principio, y que por vosotros he descendido a hablar en esta forma".
Crisóstomo, in Ioannem, hom.59
Pero debe verse aún la necedad de los judíos, quienes, después de tanto tiempo, tantos milagros y tanta predicación, aun preguntan: "¿Tú quién eres?" ¿Y qué les contestó el Salvador? "Desde el principio os lo vengo diciendo", como si dijera: "No sois dignos de escuchar mis palabras; ¿merecéis, acaso, que os diga quién soy? Vosotros todo lo decís con el fin de tentarme, y yo podría argüiros sobre ello y castigaros". Por esto sigue: "Muchas cosas tengo que decir de vosotros, y que juzgar".
San Agustín, in Joannem, tract. 39
Antes había dicho el Salvador que El no juzgaba a nadie. Así aparece cierta contradicción entre "no juzgo" y "tengo que juzgar". "No juzgo", lo dice refiriéndose al tiempo presente, y cuando dice que tiene que juzgar se refiere al porvenir. Que es como si dijera: "seré verdadero en el juicio, porque como soy hijo del que es veraz, soy la misma verdad". Por esto sigue: "Mas el que me envió es verdadero". El Padre es veraz, no por participación, sino engendrando la verdad. ¿Acaso podemos decir, más es la verdad que el que es veraz? Si dijéramos esto, empezaríamos por decir que el Hijo era mayor que el Padre.
Crisóstomo, ut sup
Y dice esto, para que no crean que a pesar de oír tantas cosas Nuestro Señor, no castiga porque no puede o porque no conoce las intenciones y los insultos que contra El se dirigen.
Teofilacto
Como había dicho Jesús: "Muchas cosas tengo que decir de vosotros y que juzgar", da a entender que se reserva su juicio para la otra vida, por lo que añade: "Mas el que me envió, es veraz", como diciendo: "Y si vosotros sois infieles, mi Padre es verdadero y tiene prefijado el día en que os dará lo merecido".
Crisóstomo, ut sup
Me ha enviado el Padre no a que juzgue al mundo, sino a que salve al mundo. El Padre es veraz, por esto no juzgo ahora a ninguno, mas digo lo que afecta a vuestra salvación, y no lo que puede influir en vuestra condenación. Por esto sigue: "Y yo, lo que oí de El, eso hablo en el mundo".
Alcuino
Haber oído del Padre es tanto como ser del Padre; ha oído a Aquél de quien ha recibido la esencia.
San Agustín, ut sup
El Hijo, siendo igual al Padre, le da gloria, como lo insinúa cuando da a entender que da gloria a Aquél de quien es Hijo; ¿cómo tú te ensoberbeces contra Aquél de quien eres siervo?
Alcuino
Cuando los judíos le oyeron decir: "es veraz el que me ha enviado", no comprendieron de quién hablaba. Por esto sigue: "Y no entendieron que llamaba Padre a Dios". Aún no tenían bien abiertos los ojos de su alma, y por ello no podían comprender la igualdad que existe entre el Padre y el Hijo.