Y al cabo de ocho días, estaban otra vez sus discípulos dentro, y Tomás con ellos: vino Jesús, cerradas las puertas, y se puso en medio, y dijo: "Paz a vosotros". Y después dijo a Tomás: "Mete aquí tu dedo, y mira mis manos, y da acá tu mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino fiel". Respondió Tomás, y le dijo: "Señor mío, y Dios mío". Jesús le dijo: "Porque me has visto, Tomás, has creído. Bienaventurados los que no vieron y creyeron". Otros muchos milagros hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro. Mas éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios: y para que creyendo, tengáis vida en su nombre. (vv. 26-31)
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 86
Considera la clemencia del Creador, que por salvar su alma se aparece y se acerca, enseñando sus heridas. Sin duda que los discípulos que lo anunciaban, y el mismo Jesús que lo había prometido, eran dignos de fe. Pero, sin embargo, porque Tomás lo exigía, el Señor no le desoyó. No se le aparece al momento, sino pasados ocho días, para que, advertido entre tanto por los discípulos, se inflamara más su deseo y fuera más fiel en adelante. Así dice: "Pasados ocho días, estaban otra vez sus discípulos dentro, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas, y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros".
San Agustín, in serm. Pass.
¿Me preguntas en qué consiste la extensión del cuerpo de Jesús, habiendo entrado cerradas las puertas? Yo te respondo: Si anduvo sobre el mar, ¿dónde está el peso de su cuerpo? El Señor lo hizo como Señor. ¿Acaso porque resucitó dejó de serlo?
Crisóstomo, ut supra
Presentóse, pues, Jesús y no esperó a que Tomás preguntase, sino que para hacerle ver que cuando hablaba a sus condiscípulos le estaba oyendo, usa de sus mismas palabras, y en primer lugar lo reprende y lo corrige. Así sigue: "Después dice a Tomás: Mete aquí tu dedo y toca mis manos y alarga la tuya, e introdúcela en mi costado". Luego le instruye, diciendo: "No quieras ser incrédulo, sino fiel". Ved aquí la duda de la incredulidad antes de que recibieran el Espíritu Santo, pero no después, que permanecieron firmes. Digno es de averiguarse por qué el cuerpo incorruptible conservaba las llagas de los clavos, pero no te admires, pues era por condescendencia, para demostrarles que era el mismo que había sido crucificado.
San Agustín, De Symbolo
Podía, si hubiera querido, haber hecho desaparecer de su cuerpo resucitado y glorificado todas las señales de sus heridas; pero El sabía por qué las conservaba. Pues así como convenció a Tomás, que no creyó sin haber tocado y visto, así las enseñará a sus enemigos, no para decirles como a Tomás: "Porque viste, creíste", sino para que, reprendiéndolos con la verdad les diga: He aquí al hombre a quien crucificasteis; ved las heridas que le inferisteis; reconoced el costado que alanceasteis; que por vosotros, y para vosotros fue abierto, y sin embargo no quisisteis entrar.
San Agustín, De civ. Dei., 22, 20
No sé cómo nos atrae de tal manera el amor a los bienaventurados mártires, que desearíamos ver en el cielo las cicatrices que por el nombre de Cristo recibieron en sus cuerpos, y quizá las veremos, pues no serán en ellos deformidad, sino dignidad. Y aunque recibidas en sus cuerpos, brillarán en ellos, no como hermosura corporal, sino como de heroísmo. Pero ni aunque haya sido amputado algún miembro, aparecerán sin él en la resurrección, pues se les tiene ofrecido que ni un cabello de su cabeza perecerá ( Lc 21,18). Y aun será debido que en aquel nuevo reino aparezca la carne mortal con las señales de las heridas de los miembros que, si bien cortados, no fueron perdidos, sino restituidos, porque cualquier deformidad causada en el cuerpo, no será entonces defecto, sino prueba de virtud.
San Gregorio, In Evang. hom. 26
El Señor ofreció su cuerpo, que introdujo por puertas cerradas, para que le tocara. Con lo cual probó dos milagros contrarios entre sí, si humanamente se considera: demostrar después de su resurrección, que era incorruptible y palpable, pues lo que se toca es necesariamente corruptible, y no es palpable lo que no se corrompe. Incorruptible, pues, y palpable se mostró el Señor para probarnos que El conservaba después de su resurrección la misma naturaleza que nosotros, y una gloria diferente.
San Gregorio, Moralium, 13, 31
Nuestro cuerpo en la gloria de nuestra resurrección será sutil por efecto de la espiritualidad de la persona divina, pero palpable por la realidad de la naturaleza corporal (y no como dijo Eutyches), impalpable y más sutil que el aire y los vientos.
San Agustín, in Ioannem, tract., 121
Tomás, viendo y tocando al hombre, le confesaba Dios, a quien no veía ni tocaba. Pero por lo que veía y tocaba, depuesta toda duda, creía; por eso sigue: "Respondió Tomás y le dijo: Señor mío y Dios mío".
Teofilacto
Aquel que primero se había mostrado infiel, después de tocar el costado del Señor se convierte en el mejor teólogo, pues disertó sobre las dos naturalezas de Cristo en una sola persona porque diciendo "Señor mío", confesó la naturaleza humana y diciendo "Dios mío" confesó la divina y un solo Dios y Señor.
Sigue: "Porque me viste, creíste".
San Agustín, ut supra
No dice me tocaste, sino me viste, porque el sentido de la vista se generaliza en los otros cuatro sentidos; como cuando decimos: Oye, y verás qué bien suena; huele, y verás qué bien sabe; toca, y verás qué buen temple. Por esto, al decir el Señor "Pon tu dedo aquí, y mira mis manos" ¿qué otra cosa quiere decir sino toca y mira? Y esto que él no tenía ojos en el dedo, pero bien sea mirando, bien tocando, le dice: "Porque me viste, creíste". Aunque pudiera decirse que el discípulo no se hubiera atrevido a tocarle, cuando el Señor se ofreciera a ello.
San Gregorio, In Evang. hom. 26
Pero como diga el Apóstol que la fe es la sustancia de cosas que se esperan ( Heb 11,1), pero que no se ven evidentemente, se deduce que, en las que están a la vista, no cabe fe, sino conocimiento. Si, pues, Tomás vio y tocó, ¿por qué se le dice "Porque me viste, creíste"? Pero una cosa vio y otra creyó; vio al hombre, y confesó a Dios. Mucho alegra lo que sigue: "Bienaventurados los que no vieron y creyeron". En esta sentencia estamos especialmente comprendidos, porque Aquel a quien no hemos visto en carne lo vemos por la fe, si la acompañamos con las obras, pues aquel cree verdaderamente que ejecuta obrando lo que cree.
San Agustín, ut supra
Usó en sus palabras el tiempo de pretérito, como si fuera ya hecho lo que conocía en su predestinación que había de suceder.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 86
Si alguno dijera, ojalá hubiese vivido en aquellos tiempos, y hubiese visto al Señor haciendo milagros, que se acoja a esta palabra: "Bienaventurados los que no vieron y creyeron".
Teofilacto
Esto se refiere a aquellos discípulos que sin tocar las llagas de los clavos ni del costado creyeron.
Crisóstomo, ut supra
Como Juan había referido menos que los otros evangelistas, añadió: "Otros muchos milagros hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro", pero no se ha dicho más que lo suficiente para atraer a los oyentes a la fe. Pero me parece que se refiere aquí los milagros que acontecieron después de su resurrección y por esto dice: "En presencia de sus discípulos", con los cuales solamente trató después de su resurrección. En seguida, para que sepas que no sólo se hacían estos milagros en gracia de sus discípulos, añade: "Esto está escrito, para que creáis que Jesús es Cristo Hijo de Dios", cuyas palabras están dirigidas generalmente a todos los hombres. Y para demostrar que la fe, no sólo es útil a aquel que cree, sino también a nosotros mismos, añade: "Y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre", esto es, en Jesucristo, porque El es la vida.