"Pero cuando viniere el Consolador que yo os enviaré del Padre, el Espíritu de Verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí. Y vosotros daréis testimonio porque estáis conmigo desde el principio". (vv. 26-27)
Crisóstomo In Ioannem hom., 76.
Podrían los discípulos decirle al Señor: Si oyeron de ti palabras que nadie dijo, si vieron en ti milagros que ningún otro hizo, y sin embargo, no creyeron; si aborrecieron a tu Padre y a ti con El, ¿cómo nos envías y cómo nos han de creer? Para que, pues, no se turben con este pensamiento, los consuela diciéndoles: "Cuando viniere el Paráclito que yo enviaré, etc., El dará testimonio de mi.
San Agustín In Ioannem tract., 92.
Como si dijera: Me aborrecieron y mataron a los que dieron testimonio de mí; pero será tal el testimonio que de mí dará el Paráclito, que hará creer en mí a los que no me vieron. Así como El dará testimonio de mí, así vosotros lo daréis en vuestros corazones y en vuestra predicación. El, inspirando y vosotros haciendo oír vuestra voz. Porque vosotros, que habéis estado conmigo desde el principio, podréis predicar lo que conocéis, lo cual no hacéis ahora porque no tenéis aún la plenitud de aquel Espíritu. La caridad de Dios, difundida en vuestros corazones por el Espíritu Santo, os dará valor para dar testimonio. El Espíritu Santo, dando testimonio y mucho valor a los testigos, libró del temor a los amigos de Cristo, y convirtió en amor el odio de sus enemigos.
Dídimo De Spiritu sancto.
El Espíritu Santo, que cuando viene se llama Consolador, tomando el nombre de los efectos que produce. Porque no sólo libra de toda perturbación a aquellos que encuentra dignos de sí, sino que les infunde un gozo increíble; porque se apodera la alegría celestial del corazón de aquellos en quien se alberga. Este Espíritu consolador, es enviado por el Hijo, no por ministerio de los ángeles, ni de los profetas, ni de los apóstoles, sino que es enviado por la sabiduría y verdad de Dios, como conviene que sea enviado el Espíritu de Dios, que posee una naturaleza indivisa con la misma sabiduría y verdad. En efecto, el Hijo enviado por el Padre no se separa ni divide de El, permaneciendo en El y teniéndolo en sí mismo, sin que el Espíritu Santo, enviado por el Hijo de la manera antes dicha, salga del Padre ni cambie de uno en otro lugar. Porque así como el Padre no se detiene en parte alguna, porque es sobre toda naturaleza corporal, del mismo modo el Espíritu de verdad no se encierra en extensión de lugar, porque es incorpóreo y superior a toda criatura racional.
Crisóstomo ut supra.
No dijo Espíritu Santo, sino Espíritu de verdad, para demostrar que es digno de fe. Dice también que procede del Padre, es decir, que conoce con toda certeza todas las cosas, del mismo modo que hablando de sí mismo: "Porque conocí de dónde vengo y a dónde voy".
Dídimo Lib. 2 tomo 9 inter. Op. Hieron.
El pudo decir de Dios o del Todopoderoso, pero nada de esto citó, sino que dijo del Padre; no porque el Padre sea otro que el Dios Omnipotente, sino porque el Espíritu de verdad, según la propiedad e inteligencia del Padre, procede de El. Enviando, pues, el Hijo al Espíritu de verdad, lo envía juntamente el Padre, viniendo el Espíritu por la misma voluntad del Padre y del Hijo.
Teofilacto.
Por otra parte se dice "en verdad que el Padre envía al Espíritu" y cuando dice "ahora" el Hijo que lo enviará, demuestra la igualdad de poder. Pero no se crea que significa resistencia con el Padre como enviando al Espíritu Santo en virtud de otro poder, y por eso añade: "Del Padre", para expresar que El recibe del Padre y da con El mismo la misión. Cuando oyes que procede, no creas que la procesión sea aquella misión extrínseca, por la cual son enviados los espíritus administradores, sino que llama procesión una propiedad diferente, excelente y reservada, atribuida sólo al Espíritu principal. La procesión del Espíritu no es otra que el origen de Aquel que le da el ser; y así no es necesario entender que la palabra proceder es enviar, sino lo mismo que recibir la esencia de la naturaleza del Padre.
San Agustín In Ioannem tract., 99.
Tal vez se le ocurra a alguno preguntar si también el Espíritu Santo procede del Hijo. El Hijo es sólo del Padre, y el Padre lo es sólo del Hijo, pero el Espíritu Santo no es Espíritu de sólo uno, sino de los dos. Alguna vez dice Jesucristo: "Espíritu de vuestro Padre, que habla en vosotros" ( Mt 10,20), y dice el Apóstol: "Envió Dios al Espíritu del Hijo a vuestros corazones" (Gal 4,6). Creo que, por esto mismo, se llama propiamente Espíritu, porque si se nos pregunta acerca de cada una de las Personas, no podemos sino llamar espíritu tanto al Padre como al Hijo. Este nombre, pues, que corresponde a cada una de las Personas y a todos en común, convino que fuera dado a Aquel que no es ni el Padre ni el Hijo, sino la mancomunidad de los dos.¿Por qué, pues, no hemos de creer que también del Hijo procede el Espíritu Santo siendo también Espíritu del Hijo? Si no procediera de El no hubiera soplado sobre sus discípulos después de la resurrección, diciéndoles: "Recibid el Espíritu Santo" ( Jn 20,22). Es necesario creer que ésta es la virtud de que habló el evangelista: "Salía de El una virtud que a todos curaba" ( Lc 6,19). Si, pues, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, ¿por qué dijo el Hijo: "del Padre procede", sino porque acostumbraba a referir incluso lo que es de sí mismo a Aquél de quién El mismo procede? Por esto dijo: "Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me envió" ( Jn 7,16). Si, pues, se entiende como doctrina suya la que, sin embargo, dijo no ser suya, sino de su Padre, con cuánta mayor razón debe entenderse que el Espíritu Santo procede de El mismo, cuando dice "Del Padre procede" y no añade: 'no procede de mí'. De allí le viene al Hijo el ser Dios; de donde le viene el proceder de El el Espíritu Santo. Así se entiende por qué no se dice que el Espíritu Santo nace, sino que procede; porque si fuese también Hijo, sería forzoso considerarlo como Hijo de los dos, lo cual sería absurdísimo. No hay hijo que no nazca sino de dos seres, padre y madre. Pero lejos de nosotros el suponer semejante cosa entre Dios Padre y Dios Hijo. Porque ningún hijo de padres humanos procede al mismo tiempo de padre y de madre; porque en el instante en que procede del padre al seno materno, no procede entonces de la madre. El Espíritu Santo no procede del Padre al Hijo, y luego del Hijo para santificar las criaturas, sino que procede a un mismo tiempo del uno y del otro. Y tampoco podemos decir que el Espíritu Santo no sea vida, siendo vida el Padre y vida el Hijo. Y por esto, así como el Padre tiene vida en sí mismo, y dio al Hijo que tuviera vida en sí mismo, así dio que la vida procediera del Hijo, como procede también de El mismo.