Luego que les lavó los pies, tomó sus vestidos; y cuando se hubo sentado, díjoles de nuevo: "¿Sabéis lo que he hecho con vosotros?; vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien: lo soy, en efecto: si pues yo, el Señor y Maestro he lavado vuestros pies, también vosotros debéis lavaros mutuamente los pies: os he dado el ejemplo, para que así como yo hice a vosotros, así también vosotros lo hagáis. En verdad, en verdad, os digo: no es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que aquél que le envió. Si sabéis estas cosas, seréis bienaventurados practicándolas. No digo de todos vosotros: Yo sé a quiénes he elegido; sino que ha de cumplirse la Escritura. El que come pan conmigo, pondrá su pie sobre mí. Desde ahora os lo digo, antes de que suceda; para que cuando haya sucedido, creáis quien soy yo. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a aquél que yo enviaré, a mí me recibe, y quien me recibe, recibe a Aquel que me ha enviado". (vv. 12-20)
San Agustín ut supra.
Acordándose el Señor de que había prometido a Pedro la explicación del hecho realizado, diciendo "después sabrás" (qué es lo que yo he hecho), empieza ya a enseñarlo. Por esto se dice: "Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, y habiéndose sentado empezó a hablarles de nuevo en esta forma: Sabéis lo que he hecho con vosotros".
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Profiere estas palabras, o bien en tono interrogativo para encomiar la grandeza de su acción, o bien imperativamente para elevar sus entendimientos.
Alcuino.
En sentido espiritual, hecha la purificación de nuestra redención al derramar su sangre, tomó sus vestiduras cuando resucitó del sepulcro al tercer día, vestido ya con su mismo cuerpo inmortal, y al sentarse significó su ascensión al cielo para sentarse a la derecha del Padre, de donde ha de venir a juzgar.
Crisóstomo In Ioannem hom., 70.
Hasta ahora no ha hablado sólo a Pedro, sino a todos. Como diciendo: "Vosotros me llamáis Maestro y Señor". Aquí aduce sus palabras propias, y después, para que no crean que se las aplican por favor especial, añade: "Y decís bien: lo soy en verdad".
San Agustín ut supra.
Se ha mandado al hombre ( Prov 27,2): "No te alabe tu propia boca, sino que te alabe la boca de tu prójimo", porque es peligroso que se complazca en sí mismo el que quiere evitar la soberbia. Mas aquel que está sobre todas las cosas, por mucho que se alabe, no se ensalzará demasiado, ni puede decirse rectamente que en Dios haya arrogancia. Porque el conocer a Dios aprovecha únicamente a nosotros, no a El; ni nadie lo conoce si El mismo no se da a conocer. Luego, si por huir de la arrogancia no se hubiese alabado, nos hubiera privado de su conocimiento. ¿Y cómo la verdad ha de temer incurrir en arrogancia? Nadie puede reprender el que se considere Maestro, aun el que sólo lo mire bajo el concepto del hombre, porque hay que conceder que aun los mismos hombres son llamados maestros, y toleran la denominación sin arrogancia en las artes que profesan. ¿Y podrá reprochársele el que se considere Señor de sus discípulos, tratándose de hombres que en el concepto vulgar carecían de ilustración? Porque cuando es Dios el que habla, nunca hay arrogancia en tanta excelsitud; nunca mentira en la verdad. El estar sometidos a tanta grandeza, el servir a la verdad, es para beneficio nuestro. Y así, "decís bien al llamarme Maestro y Señor, porque lo soy". Y si no lo fuera, diríais mal en lo que decís.
Orígenes ut supra.
No hacen bien en decir ( Mt 7,23): "Señor", aquellos a quienes se ha dicho: "Apartaos de mí, vosotros que obráis la iniquidad". Pero los apóstoles decían rectamente: Maestro y Señor. No dominaba en ellos la maldad, sino el Verbo de Dios.
"Si, pues, yo que soy Señor y Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavároslos mutuamente".
Crisóstomo ut supra.
Toma el ejemplo de cosas mayores, para que nosotros obremos en las menores. Porque ciertamente El es el Señor, y nosotros lo haremos con nuestros consiervos, si lo hiciéremos. Por eso añade: "Os he dado ejemplo, para que, así como yo lo he hecho con vosotros, vosotros también hagáis".
Beda.
Primeramente el Señor realizó en sus hechos lo que después enseñó con palabras, según aquello ( Hch 1,1): "El Señor empezó por obra".
San Agustín In Ioannem tract., 58.
Esto es, oh bienaventurado Pedro, lo que ignorabas; esto que prometió que después sabrías.
Orígenes ut supra.
Hay que considerar ahora si es de absoluta necesidad, para perfeccionarse en la doctrina de Jesús, el tomar como precepto absoluto el lavatorio sensible de los pies. Por esto dice: "Debéis lavaros mutuamente los pies". Pero esta costumbre, o no se practica, o se practica raras veces.
San Agustín ut supra.
Existe entre muchos esta costumbre de humildad, cuando mutuamente se reciben en hospedaje. Y hacen esto los hermanos unos con otros aun de una manera visible. Y así será mejor, y sin género de controversia más conforme a la verdad, el que se haga de mano propia, para que ningún cristiano se desdeñe en hacer lo que practicó Cristo. Porque al inclinar la cerviz delante de un hermano, despertamos en su corazón los efectos de humildad, o si ya los tenía los hacemos más fervorosos. Pero, prescindiendo de este sentido moral, ¿podrá, acaso, alguien librar a su hermano del contagio del pecado? De esta manera, confesémonos mutuamente nuestros pecados; perdonémonos los unos las faltas de los otros; oremos mutuamente para que nos sean perdonados, y así mutuamente nos lavemos los pies.
Orígenes ut supra.
Este lavatorio espiritual de pies (del cual se ha hablado), no puede realizarse con perfección sino por el mismo Jesucristo, y de una manera secundaria por sus discípulos, a los cuales dijo: "Vosotros debéis lavaros mutuamente los pies". Jesús lavó los pies de sus discípulos como Maestro, y de sus siervos como Señor, porque el fin del Maestro es hacer a sus discípulos semejantes a El. Lo cual se ve en el Salvador con más claridad que en ningún otro maestro o señor, pues quiere que sus discípulos sean como su Maestro y Señor, no teniendo un espíritu de servidumbre, sino un espíritu de la filiación con el que claman: "Abba, Padre" ( Rom 8,15). Mas antes de hacerse semejantes a su Maestro y Señor, necesitan del lavatorio de pies, como discípulos imperfectos que conservan resabios del espíritu de servidumbre. Cuando, pues, alguno de ellos llegare al grado de maestro y señor, podrá entonces imitar al que lavó los pies de sus discípulos, y lavar los pies con la doctrina, como maestro.
Crisóstomo ut supra.
Aún los exhortaba a que lavasen los pies, cuando añadió: "En verdad, en verdad os digo: no es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol mayor que el que le envió", como diciendo: "Luego, si yo he hecho estas cosas, con mayor razón conviene que vosotros las hagáis".
Teofilacto.
Aconseja aquí a los discípulos por necesidad, dado que ellos habían de llegar a las dignidades, unos en un grado, otros en otro. Y para que no se encelen mutuamente, les serena las conciencias.
Beda.
Porque el conocer el bien y no ejercerlo, no es cosa que pertenece a la felicidad, sino a la condenación, según aquello ( Stgo 4,17): "Al que conoce el bien y no lo practica, el pecado está con él", y añade: "Si sabéis estas cosas, seréis bienaventurados al ejecutarlas".
Crisóstomo ut supra.
Porque el saber es propio de todos, pero el obrar no es de todos. Después reprendió al traidor, no de una manera clara, sino velando las palabras, cuando añadió: "No hablo de todos vosotros".
San Agustín In Ioannem tract., 59.
Como diciendo: entre vosotros hay quien no será bienaventurado, ni obrará aquellas cosas. Yo sé a quiénes he elegido. ¿A quiénes sino a aquellos que serán bienaventurados haciendo lo que El manda? Luego Judas no es de los elegidos. Cómo, pues, dice en otro lugar ( Jn 6,71): "¿Acaso yo no os he elegido a los doce?". Es porque él fue elegido, para otra cosa necesaria, pero no para la bienaventuranza acerca de lo que se dice: "Bienaventurados seréis si hacéis estas cosas".
Orígenes In Ioannem tract., 32.
No creo que pueda rectamente referirse la frase "No lo digo de todos vosotros", a aquella otra de "Seréis bienaventurados si hacéis estas cosas", porque todo esto puede aplicarse a Judas como a cualquier otra persona, al decir "Bienaventurado será el que haga estas cosas". Así esta frase debe relacionarse con aquella otra ( Jn 13,16): "No es el siervo mayor que su señor, ni el apóstol mayor que el que le envió"; porque Judas como era siervo del pecado, no lo era del Verbo de Dios; ni apóstol, pues el diablo había penetrado en su corazón. Y así, conociendo el Señor a los suyos, no conoce a los que no lo son. Por esto no dice yo conozco a todos los presentes, sino "Yo conozco a los que he elegido", como diciendo: conozco a mis elegidos.
Crisóstomo In Ioannem hom., 70.
Después, para no llenar de tristeza a muchos con sus palabras, añade: "Pero para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantará su pie contra mí", manifestando que no era entregado ignorantemente, cosa que era muy suficiente para retener a Judas. Y no dijo me entregará, sino "levantará contra mí su pie", queriendo desfigurar el engaño y el ocultamiento de las asechanzas.
San Agustín ut supra.
¿Qué otra cosa significa "levantará su pie sobre mí", sino me pisoteará? En lo cual se alude a Judas traidor.
Crisóstomo ut supra.
Y dijo: "Quien come conmigo pan", esto es, quien ha sido alimentado por mí, el que comió en mi mesa; para que no nos escandalicemos jamás si sufrimos alguna injuria de los criados o de personas de inferior calidad, atendiendo al ejemplo de Judas que, habiendo gozado de bienes infinitos, pagó tan mal a su bienhechor.
San Agustín ut supra.
Los que habían sido elegidos comían al Señor, y él comía el pan del Señor contra el Señor; aquéllos la vida, éste la pena: "Porque el que come indignamente come su propio juicio" ( 1Cor 11,29).
"Os lo digo, prosigue, antes de que suceda, para que, cuando se realice, creáis que yo soy", a saber, de quien predijo la Escritura.
Orígenes ut supra.
Y no se dijo a los apóstoles para que creáis, como si ellos no creyesen, sino que esta locución equivale a decir para que, creyendo, obréis. Perseverando en vuestra creencia, no toméis ningún pretexto para la repulsa, porque entre todas las cosas que fortalecían en la fe a los discípulos, consideraba en primer término el cumplimiento de las profecías.
Crisóstomo In Ioannem hom., 71.
Y como los discípulos habían de salir a predicar y sufrir muchos martirios, los consuela de dos maneras. De una manera, por sí mismo, diciendo ( Jn 13,17): "Seréis bienaventurados, si hacéis estas cosas". Por otro lado, los consuela con el ejemplo de los demás, hablándoles de los muchos medios con que serían ayudados por los hombres, y por esto añade: "En verdad, en verdad os digo, que el que os recibiere a vosotros a mí me recibirá".
Orígenes ut supra.
Porque el que recibe al que envía Jesús, recibe al mismo Jesús, que existe en su enviado. Mas el que recibe a Jesús, recibe al Padre. Luego, el que recibe al que envía Jesús, recibe al Padre que envía. También puede entenderse de este otro modo: El que recibe a quien yo enviare, se hace digno de recibirme a mí. Mas el que me recibe no por intermediación del apóstol que yo enviaré, sino que me recibe a mí cuando me dirijo a las almas, recibe también al Padre, de tal modo, que no sólo yo moro en él, sino también el Padre.
San Agustín In Ioannem tract., 59.
Pero los arrianos, cuando oyen esto, recurren a los dogmas de su fe, que no los conducen a la salvación, sino que los precipitan en la perdición, diciendo: "Tanto dista el Hijo del Padre, cuanto el apóstol difiere del Señor". Pero donde Este dijo: "Mi Padre y yo somos una sola cosa" ( Jn 10,30), no deja ninguna idea de distancia. Y al aceptar ahora estas palabras del Señor, "Quien me recibe a mí recibe al que me envió", al entender que una misma es la naturaleza del Padre y del Hijo, sería lógico que en la locución "Si recibe al que yo enviare me recibe a mí", se entendiera también que una misma es la naturaleza del Hijo y la del apóstol. Y así, parece que debió decir: "Quien recibe al que yo enviare, me recibe a mí como a hombre, y el que me recibe como Dios, recibe al que me ha enviado". Mas cuando esto decía, no hacía alusión a la unidad de naturaleza, sino que recomendaba su propia autoridad, residente en el enviado. Si, pues, atiendes en Pedro a Cristo, verás al Maestro en el discípulo; y si miras en el Hijo al Padre, verás al Padre en el Unigénito.