"Ahora mi alma está turbada. ¿Y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. Mas por eso he venido a esta hora. Padre, glorifica tu nombre". Entonces vino una voz del cielo que dijo: "Yo lo he glorificado, y otra vez lo glorificaré". Las gentes que estaban allí, cuando oyeron la voz, decían que había sido un trueno. Otros decían: "Un ángel le ha hablado". Respondió Jesús, y dijo: "No ha venido esta voz por mi causa, sino por causa de vosotros. Ahora es el juicio del mundo; ahora será lanzado fuera el príncipe de este mundo. Y si yo fuere alzado de la tierra, todo lo atraeré a mí mismo". (Y decía esto para mostrar de qué muerte había de morir). (vv. 27-33)
Crisóstomo In Ioannem hom., 66.
Como el Señor había exhortado a sus discípulos a la muerte, a fin de que no se diga que viendo de lejos los sufrimientos, como hombre le es fácil filosofar sobre este punto y darnos consejos, quedándose El seguro de todo peligro, se nos manifiesta en su agonía, y no temiendo la muerte por los bienes inmensos que de ella había de reportar. Por eso dice: "Ahora mi alma está turbada".
San Agustín In Ioannem tract.,.
Yo creo escuchar: el que aborrece su alma en este mundo, para la vida eterna la guarda, y arde en deseos de menospreciar al mundo, y ante mi vista nada son los bienes de este mundo por muy duraderos que sean. Todas las cosas temporales me parecen viles y despreciables por amor a las eternas. Y otra vez vuelvo a escuchar al Señor, que dice: "Ahora mi alma está turbada". Me mandas que acompañe a tu alma y veo que tu alma está turbada; ¿cuál será mi fundamento si la piedra sucumbe? Reconozco, Señor, vuestra misericordia, porque turbándoos por un exceso de caridad, consoláis así a muchos que forman parte de vuestro cuerpo y que no pueden menos de turbarse a causa de debilidad. Vos les consoláis a fin de que no perezcan por la desesperación. Sobre sí, pues, quiso nuestra cabeza tomar todas las enfermedades de sus miembros, y por eso no ha sido turbado por nadie, sino que, como se indica, "se turbó a sí mismo" ( Jn 11,33).
Crisóstomo ut supra.
Al aproximarse a la cruz, hace ver lo que en El hay de humano, y a la naturaleza que no quiere morir, porque está apegada a la vida actual, enseñando que El no está libre de las pasiones humanas, y que no es un crimen desear la vida presente, como tampoco lo es el tener hambre. Cristo tenía su cuerpo limpio de pecado, pero no estaba exento de las necesidades de la naturaleza. Esto era efecto de la economía de su encarnación y no pertenecía a la divinidad.
San Agustín ut supra.
Por último, el hombre que quiera seguir, oiga en qué hora debe hacerlo. La hora terrible se acerca quizá; se presenta la ocasión, o de cometer la iniquidad, o de soportar el sufrimiento. El alma débil se turba. Oye, pues, lo que añade: "¿Y qué diré?".
Beda.
¿Qué otra cosa es esto, sino instruir a mis seguidores? "Padre, sálvame de esta hora".
San Agustín ut supra.
Te he enseñado a quién debes invocar, y a cuya voluntad debes someter la tuya; y no te parezca que El se halla rebajado de su inefable alteza porque te eleva de lo profundo de tu bajeza, sino que tomó sobre sí las enfermedades humanas, a fin de poder enseñar al desgraciado a que exclame ( Mc 14,36): "No lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres". Y luego añade: "Por eso vine en esta hora".
Crisóstomo ut supra.
Como si dijera: nada tengo que decir para sustraerme a vuestras súplicas, dado que para eso vine en esta hora; palabras que pueden interpretarse: aunque nuestra alma se vea turbada y tengamos que padecer muchos males, no nos es lícito huir la muerte; porque yo, turbado también ahora, no la evito, sino que estoy presto a sufrir lo que venga. No digo, líbrame de esta hora, sino al contrario: "Glorifica tu nombre". Enseñó también cómo se muere por la verdad, llamando a esto gloria de Dios, y así fue, en efecto; pues que había de suceder que después de la cruz todo el orbe se convertiría, y conocido el nombre del verdadero Dios, le adoraría. Esto redundaba en gloria, no sólo para su Padre Eterno, sino también para el Hijo, si bien El lo calla.
Y sigue: "Una voz se oyó que desde el cielo decía: Le he glorificado y de nuevo le glorificaré".
San Gregorio Moralium 28, 2
En estas palabras, Dios habla por ministerio de un ángel, de modo que si los ojos nada ven de su inefable esencia, los oídos escuchan las divinas palabras. Sin embargo, hablando de cosas celestiales, quiere que sus palabras sean escuchadas por todos, sirviéndose del intermedio de una creatura racional.
San Agustín In Ioannem tract., 52.
Glorifiqué, se refiere a una época anterior a la creación, y de nuevo le glorificaré, cuando resucite de entre los muertos. O, según otra interpretación: le glorifiqué, cuando nació del seno de una Virgen; cuando ejerció estupendos milagros; cuando el Espíritu Santo descendió sobre El, tomando forma de paloma. Y de nuevo le glorificaré, cuando resucite de entre los muertos; cuando suba a los cielos a manera de Dios que es, y cuando su gloria se esparza por los ámbitos del mundo.
"La turba que rodeaba, escuchando, decía que era un trueno".
Crisóstomo In Ioannem hom., 66.
La voz era bastante clara y significativa, pero pasó como un relámpago sobre aquellos hombres groseros, presa de la molicie y de la pereza. Estos escucharon tan sólo el sonido de la voz; otros pudieron entender que era voz articulada, a pesar de no comprender su significación, y a éstos se refiere cuando añade: "Otros decían: Un ángel le ha hablado".
"Respondió Jesús, y dijo: No por mí se ha dejado oír esa voz, sino por vosotros".
San Agustín ut supra.
Con estas palabras se manifiesta que esta voz no se dirigía a indicar a Jesús lo que ya sabía, sino a aquellos que tenían necesidad de que se les indicase. Y así es como la voz había hablado, no a causa de El, sino por ellos.
Crisóstomo ut supra.
La voz del Padre se dirigía a destruir la afirmación de los que decían que Jesús no procedía de Dios. ¿Cómo no ha de proceder de Dios Aquel que es glorificado por Dios? Considera que estas cosas humildes fueron hechas a causa de ellos, pero no porque el Hijo necesitase de tal auxilio. Dice "glorificaré", y manifiesta en seguida el modo de la glorificación. Y prosigue diciendo: "Ahora es el juicio del mundo".
San Agustín ut supra.
El juicio que se espera para el fin, será de premios y de penas eternas, y así hay dos clases de juicios: el de condenación y el de separación, y a éste se aludía; porque Jesús había segregado a los redimidos por El del poder del demonio. Tal es el sentido de lo que sigue: "Ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera". No vayamos a creer que el diablo sea llamado príncipe del mundo porque se le haya concedido poder alguno sobre el cielo o la tierra, sino que aquí se entiende por mundo las almas de los perversos que llenaban el mundo. Las palabras príncipe de este mundo, quieren, pues, decir de los hombres malos que habitan en el mundo. También se llama mundo con relación a los buenos, que asimismo llenan el mundo, y en este sentido dice el Apóstol ( 2Cor 5,19): "Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo". Estos son aquellos de cuyos corazones ha de desalojarse el príncipe del mundo; porque el Señor preveía que después de su pasión y glorificación habían de creer en El todos los pueblos de la tierra, en cuyos corazones el diablo tenía a la sazón alojamiento, y que sería arrojado de ellos cuando los hombres, renunciando al diablo, abrazaran la fe. Mas, ¿por ventura, no fue arrojado fuera de los corazones de los antiguos justos? ¿Cómo, pues, se dice que ahora se arrojará, sino en el sentido de que lo que antes se había hecho con pocos, ahora se predice que se hará con muchos y grandes pueblos? ¿Acaso, dirá alguno, porque el diablo sea arrojado fuera, ya no tienta a ninguno de los fieles? Antes al contrario, no cesa de tentarlos; pero una cosa es reinar dentro del alma, y otra sitiarla exteriormente.
Crisóstomo ut supra.
Cuál sea este juicio por el que el diablo es arrojado fuera, lo hará manifiesto con un ejemplo: Si un acreedor apalea y mete en la cárcel a sus deudores, usa de un derecho. Pero si impulsado por ciego furor hace lo mismo con otras personas que nada le deben, en ese caso tendrá que responder no sólo de éstos, sino de aquellos. Del mismo modo, el diablo será castigado de las cosas hechas contra nosotros, por haberse atrevido contra Cristo. Pero ¿cómo, dirá alguno, será arrojado fuera, si te ha vencido? Por eso continúa: "Cuando yo fuere elevado sobre la tierra, atraeré todas las cosas a mí". ¿Cómo ha de considerarse vencido el que lo atrae todo a sí? El decir esto es más que decir resucitaré, porque esto último no supone el atraer a los pueblos a sí; pero diciendo atraeré supone ambas cosas.
San Agustín ut supra.
¿Mas qué cosas son éstas que debe atraer sino las personas de quienes ha sido desalojado el diablo? Y adviértase que no dice todos, sino todas las cosas, porque no todos estarán en posesión de la fe, y porque no se refiere a todo el conjunto de los hombres, sino a la integridad de su naturaleza, esto es, al espíritu, al alma y al cuerpo; a aquello por cuyo medio entendemos, a aquello por cuyo medio vivimos, y a la parte física sujeta a los sentidos externos. Y si por la palabra todos hubiéremos de entender los mismos hombres, diremos que son los predestinados a la salvación, o aquella especie de hombres que, estando exentos de pecado, se distinguen de los demás hombres por innumerables diferencias específicas
Crisóstomo ut supra.
¿Y cómo dice Jesucristo en otra parte que el Padre atrae? Porque en realidad, el Padre atrae cuando atrae el Hijo. Dice atraeré, como si los hombres, aherrojados por un tirano, no pudiesen por sí mismos librarse del cautiverio para ir a El.
San Agustín ut supra.
Mas, "si yo fuere, dice, levantado de la tierra", esto es, cuando sea levantado. Puesto que Jesús no puede dudar de que se han de cumplir las cosas que ha venido a realizar, y su exaltación no es otra cosa que su muerte en la cruz. De aquí las palabras del evangelista, que añade: "Esto lo dijo, porque había de morir de muerte violenta".