Y recorría Jesús todas las ciudades y castillos enseñando en las sinagogas, y predicando el Evangelio del reino, y curando todo género de dolencias y de enfermedades. Y al ver a las muchedumbres, se compadeció de ellas por lo maltratadas y agobiadas de males en que estaban; estaban como las ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "Ciertamente la mies es mucha; pero los operarios pocos. Rogad al Señor de la mies, que envíe operarios a su mies". (vv. 35-38)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,2
El Señor quiso refutar con sus acciones la acusación de los fariseos cuando decían: "En nombre del príncipe de los demonios, arroja a los demonios", pues el demonio no se venga haciendo bien a los que le ultrajan, sino haciéndoles daño. Y el Señor hace lo contrario; puesto que no castiga, ni aun increpa a los que le afrentan y ultrajan, sino que los colma de beneficios, por eso se dice: "Y recorría Jesús todas las ciudades y castillos": en cuyo proceder nos enseña, no a devolver a una acusación otra acusación, sino a responder con beneficios. Aquel que después de ser acusado, deja de hacer el bien, da a entender que hace el bien por el aplauso de los hombres, pero si hiciéremos constantemente el bien a nuestros semejantes, sean quienes quieran, tendremos una grandísima recompensa.
San Jerónimo
Vemos cómo el Señor predica el Evangelio indistintamente en las aldeas, en las ciudades y en los pueblos, es decir, en los grandes y pequeños centros de población. Porque El no mira el poderío de los nobles sino a la salvación de los creyentes, así se dice: que enseñaba en la sinagoga, es decir, llenaba la misión que le había encomendado el Padre y satisfacía su sed de salvar por medio de su palabra a los infieles.
Glosa
Y enseñaba en la sinagoga el reino de Dios y por eso dice: "y predica el Evangelio del Reino".
Remigio
Debe entenderse de Dios; porque aunque habla de las promesas temporales, esto no constituye el Evangelio. De aquí es, que a la ley no se la llama Evangelio; porque no prometía bienes celestiales sino temporales, a los que la observaban.
San Jerónimo
Después de predicar y de enseñar curaba todas las tristezas y enfermedades, con el objeto de persuadir con las obras a los que no había convencido con la palabra y por esta razón se dice: "Curaba todo abatimiento y enfermedad"; con razón se dice de El: nada le es imposible.
Glosa
Llama abatimiento a toda enfermedad duradera y enfermedad a todo achaque ligero.
Remigio
Debe tenerse presente, que a los que curaba exteriormente en el cuerpo, los curaba también interiormente en el alma: cosa que no podía hacer nadie por su propio poder, sino por consentimiento de Dios.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,2
No consiste en esto solamente la bondad de Cristo, sino que abriendo las entrañas de su misericordia para con aquel pueblo, les manifiesta la solicitud que tiene para con ellos, según aquellas palabras: "Y al ver las turbas se compadeció de ellas".
Remigio
Se mostró en esto el Señor como un buen pastor y no como un pastor contratado. Esta es la razón que tenía para compadecerse de ellos: "Porque eran atropellados y agobiados de males, como las ovejas que no tienen pastor". Eran maltratados por los demonios y por las diversas enfermedades y abatimientos que los consumían.
Rábano
O también eran maltratados por los distintos errores que profesaban y estaban agobiados, esto es, entorpecidos e incapaces de levantarse porque aunque tenían pastores, era como si no los tuviesen.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,2
Esta es la condenación de los príncipes de los judíos, pues siendo ellos pastores se portaban como lobos, porque no sólo no corregían al pueblo, sino además le perjudicaban cuanto podían para utilidad propia, por eso el pueblo decía con admiración: "Jamás ha sucedido en Israel una cosa parecida" y los fariseos, por el contrario: "arroja al demonio en nombre del príncipe de los demonios".
Remigio
Desde el momento en que el Hijo de Dios miró desde el Cielo a la tierra, a fin de escuchar los lamentos de los que estaban encadenados ( Sal 101), comenzó a tomar incremento la mucha mies que había; porque si no hubiera puesto sus ojos en la tierra el autor de la salvación de los hombres, no se hubieran acercado éstos a la fe, por eso dijo a sus discípulos: "Ciertamente hay mucha mies; pero los operarios son pocos":
Glosa
La mies son todos aquellos hombres a quienes pueden segar los predicadores y separar del montón de los hombres perdidos, como se separan las semillas de la paja, a fin de colocarlas en los graneros.
San Jerónimo
La mucha mies significa la multitud de pueblos y los pocos operarios la escasez de maestros.
Remigio
Pequeño era el número de los Apóstoles en comparación de mies tan extensa. Y el Salvador por esta razón exhorta a sus predicadores (esto es, a los Apóstoles y a sus discípulos), a que todos los días pidan se aumente su número, por eso añade: "Rogad, pues, al Señor de la mies que mande sus operarios a su mies".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,3
Jesús se declara abiertamente Señor de la mies. Si bien es cierto que manda a los Apóstoles a segar la mies que ellos no sembraron, no los manda, sin embargo, a segar mieses ajenas, sino a aquellas cuyas semillas sembró El mismo por medio de los profetas. Pero no siendo más que doce los Apóstoles, exclamó: "Rogad al Señor de la mies, que mande operarios a su mies". Y aun cuando El no aumentó el personal, lo multiplicó, sin embargo, no en cuanto al número, sino en cuanto al poder que les dio.
Remigio
O también los aumentó cuando designó otros 72, o cuando el Espíritu Santo descendió sobre los creyentes y formó multitud de predicadores.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,3
El nos manifiesta cuán grande es la gracia, esto es, la de ser llamado a predicar convenientemente la palabra de Dios, diciéndonos que a este fin debemos dirigir nuestras súplicas. Nos hace mención en este pasaje de las palabras de Juan sobre el arca, el bieldo, la paja y el grano.
San Hilario, in Matthaeum, 10
Una vez concedida en sentido místico la salud a las naciones, todas las ciudades y castillos quedan iluminados por el poder y presencia de Cristo y limpios de todas las enfermedades dependientes de su antigua postración. Tuvo el Señor compasión del pueblo atormentado por la violencia del espíritu inmundo y agobiado por el peso de la Ley, porque aun no tenía pastor que le volviera a la vigilancia del Espíritu Santo. El fruto de esta gracia era muy abundante y su abundancia supera a las necesidades de todos los que lo desean, porque por grande que sea la cantidad que cada uno tome, es aun mucha la que queda para dar y como hay necesidad de gran número de operarios que lo distribuyan, nos manda que pidamos al Señor de la mies que nos envíe gran número de distribuidores de este don del Espíritu Santo, porque mediante la oración nos concede el Señor esta gracia.