Después que se marcharon ellos comenzó Jesús a hablar a las turbas acerca de Juan. "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿A una caña agitada por el viento? ¿A un hombre vestido de ropas delicadas? Mirad, los que visten ropas delicadas están en las casas de los reyes; ¿pero qué fuisteis a ver? ¿A un Profeta? Aun os digo y más que a un Profeta, porque éste es de quien está escrito: Mira: Yo envío a un ángel mío ante tu rostro, y éste preparará tu camino delante de ti". (vv. 7-10)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,1
Había hecho lo suficiente con respecto a los discípulos de Juan, quienes se marcharon completamente convencidos acerca de Cristo por los milagros que habían visto. Pero convenía instruir a las turbas, que desconociendo las intenciones de Juan, podrían tener algunas dificultades sobre las preguntas de los discípulos de Juan. Podían efectivamente decir: ¿Quien tanto ha testimoniado sobre Cristo, piensa de otra manera y duda que el mismo sea otro? ¿A qué vienen tantos testimonios en favor de Cristo? ¿Ahora piensa de una manera diferente y duda si realmente es el mismo? ¿Es por espíritu de oposición por lo que él hace estas preguntas a Jesús mediante sus discípulos? ¿Es que la prisión había causado tanta debilidad en su alma? ¿Es que lo que dijo antes no tenía solidez ni razón de ser?
San Hilario, in Matthaeum, 11
A fin de que no se puedan achacar a Juan cosas distintas de las que antes había dicho, ni suponerle escandalizado de Cristo, añade el evangelista: "Después que se marcharon ellos comenzó Jesús a hablar a las turbas acerca de Juan".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,1
En seguida que se marcharon, para que no se creyera que adulaba al hombre, corrige al pueblo, pero no de manera que pudiera abrirle el camino de la sospecha, sino conduciéndolo por el de la solución de todas sus dudas. Al manifestar Jesús que conocía hasta los secretos, comenzaron a dudar, por eso no les dijo como a los judíos: "¿Por qué pensáis mal?" ( Mt 9,4). Porque si pensaban alguna cosa mala, era esto resultado de su ignorancia y no de su malicia, por eso no les habla con dureza, sino que les responde en favor de Juan, haciéndoles ver que éste no se separó de su primera opinión. Y les enseña esto, no sólo con su palabra, sino con el testimonio de ellos mismos y no sólo por lo que ellos dijeron, sino por lo que practicaron y. Por eso dice: "¿Qué fuisteis a ver en el desierto?" Como si dijera: ¿Por qué os reunisteis en el desierto abandonando las ciudades? Porque no se hubiera reunido con tan gran deseo en el desierto una multitud tan numerosa si no hubiera juzgado que iba a ver a un hombre grande, maravilloso y más fuerte que una roca.
Glosa
Y no es ahora cuando fue al desierto a ver a Juan, porque no estaba entonces en el desierto, sino en la cárcel. Refiere el Salvador lo que ya había pasado en otro tiempo, porque el pueblo salía en esa época con frecuencia al desierto a ver a Juan, cuando aún estaba en el desierto.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,1
Y ved aquí, cómo pasando en silencio toda otra mala intención, quita de Juan la nota de ligereza, de que empezaban a dudar las turbas, diciendo: "¿Una caña agitada al viento?"
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,2
No es esto ciertamente una afirmación, sino una negación. La caña, cuando es azotada por el viento, se doblega hacia cualquier lado, imagen fiel del alma carnal que apenas es tocada por el favor o por la calumnia, se inclina a cualquier sentido. No era, pues, Juan a quien no podía doblegar de su rectitud la fluctuación de las cosas, la caña agitada por el viento. Y es como si dijera el Señor:
San Jerónimo
"¿Por ventura para esto salisteis al desierto para ver a un hombre parecido a una caña, que es llevada por todos los vientos y que por la ligereza del espíritu dudaría de lo que antes predicaba?" ¿Podrá ser que estimulado por la envidia venga contra mí y que su predicación alcance una gloria vana que le dé algunas ganancias? ¿Por qué desearía las riquezas? ¿Para abundar en delicias? ¿Se alimenta de langosta y de miel silvestre para vestir elegantemente? Los pelos de los camellos son su vestido y por eso añade: "¿Pero qué fuisteis a ver?" ¿A un hombre vestido elegantemente?
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,1
O de otra manera. Vosotros mismos, con ir al desierto, dais a entender que no era Juan semejante a una caña movible. No puede ninguno decir que Juan era constante, pero que después, bajo el influjo de las pasiones, se hizo inconstante. Porque así como algunos son iracundos por naturaleza y otros por una enfermedad larga, así también unos son inconstantes por naturaleza y otros por la esclavitud a las pasiones. Pero Juan no era inconstante por naturaleza y por eso dice el Señor: "¿Por ventura fuisteis a ver una caña agitada por el viento?" Ni tampoco perdió su dignidad entregándose a las pasiones. Que no fue esclavo de las pasiones lo demuestra su soledad y su prisión, porque si él hubiera querido vestir con comodidad, no hubiera habitado un desierto, sino los palacios de los reyes. Por eso sigue: "Ved aquí cómo están en los palacios de los reyes los que visten con molicie".
San Jerónimo
Todo esto demuestra, que la vida rígida y la predicación austera deben evitar las habitaciones de los reyes y huir de los palacios de los hombres voluptuosos.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,3
Y no juzgue alguno que en la suntuosidad de los vestidos y en la riqueza de las habitaciones no hay pecado, porque si efectivamente no lo hubiera, jamás el Salvador hubiera aplaudido a Juan por sus vestidos groseros. Y jamás Pedro hubiera disuadido del deseo de tener vestidos preciosos a las mujeres, cuando dijo: "No en el vestido precioso" ( 1Pe 3,3).
San Agustín, de doctrine christiana, 3,12
Sin embargo, no está el pecado en el uso de las cosas, sino en el desarreglo del que las usa: aquel que usa de las cosas de una manera más estricta de la que permiten las costumbres del país en que vive, es intemperante o supersticioso y aquel que las usa de tal manera que excede el límite de la costumbre de los buenos entre quienes vive, o quiere demostrar algo, o es malvado.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2
Por el lugar y los vestidos y sus marcadas costumbres y la reunión de los hombres, concluye presentándole como Profeta, cuando dice: "¿Pero qué fuisteis a ver?" ¿A un Profeta? Yo os digo y más que a un Profeta.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,5
El ministerio de los Profetas es predecir lo venidero, no el demostrarlo: Juan, pues, es más que Profeta, porque había profetizado como precursor a Jesús y le anunciaba presentándole.
San Jerónimo
En eso supera a los demás Profetas y además, porque a los privilegios proféticos se añadió al Bautista el premio de bautizar a su Señor.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2
Demuestra en seguida en qué es mayor a los otros Profetas, diciendo: "Este es de quien está escrito: mirad, yo os envío a un Angel mío delante de tu rostro".
San Jerónimo
Alega el testimonio de Malaquías ( Mal 3), que había sido profetizado como ángel, para expresar la grandeza de los merecimientos de Juan. Y se llama aquí a Juan ángel, no porque creamos que es ángel por la comunión de naturaleza de los ángeles, sino a causa de la dignidad de su ministerio: ángel significa mensajero y él anunció la venida del Señor.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,5
La palabra griega ángel corresponde a la latina nuntius, mensajero. Con razón, pues, se llama ángel aquel que había venido a traer un mensaje de los cielos y que debía conservar en el nombre la dignidad que desempeñó en sus obras.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 37,2
Demuestra en qué es Juan mayor que los otros Profetas, a saber: en que está junto a Cristo y por eso dice: "Lo envío delante de tu rostro", esto es, cerca de ti. Así como los que marchan junto a la carroza del rey son los más distinguidos, de esta manera Juan estaba cerca de Cristo.
Glosa
Además, fueron enviados otros Profetas para anunciar la venida de Cristo, pero éste para preparar su camino. Por esta razón sigue: "El cual preparará tu camino delante de Ti", esto es, hará accesibles los corazones de los oyentes predicando la penitencia y bautizando.
San Hilario, in Matthaeum, 11
Y en sentido místico, el desierto es el lugar vacío del Espíritu Santo, en el cual bajo ningún concepto habita Dios. La caña figura al hombre dichoso con la gloria del siglo, que está vacío de su propia vida, que no ofrece en sí fruto alguno de verdad, agradable al exterior y nulo en el interior, movible a todo viento, es decir, al soplo de los espíritus inmundos, que no tiene firmeza alguna para sostenerse y es orgulloso hasta la médula de su alma: el vestido significa el cuerpo de que está revestida el alma, el cual se vuelve muelle con el lujo y la lascivia. Los reyes son los ángeles prevaricadores, porque ellos son poderosos en el siglo y dominan al mundo y por esta razón habitan en sus casas los que visten con molicie, es decir aquellos cuyos cuerpos han perdido su fuerza por la disolución y el lujo, son habitación de los demonios.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 6,5
Juan no vistió con molicie, porque no fomentó con halagos la conducta de los pecadores, sino que les reprendió con la severidad de su palabra recta, llamándoles raza de víboras ( Mt 3,7).