"Y no andéis cuidadosos por el día de mañana. Porque el día de mañana a sí mismo se traerá su cuidado: le basta al día su propia malicia". (v. 34)
Glosa
Había prohibido la preocupación de las cosas presentes, y ahora prohíbe la preocupación vana de las cosas futuras, que proviene de la malicia de los hombres, cuando dice: "No andéis solícitos por el día de mañana".
San Jerónimo
Mañana, en los sagrados Libros, se entiende la vida futura, como dice Jacob: "Mi justicia me oirá mañana" (
Gén 30,33); y en aparición de Samuel, la pitonisa dice a Saúl: "Mañana estarás conmigo" (
1Sam 28,19). Concede, pues, que debamos andar preocupados por las cosas presentes, pero nos prohíbe pensar en las cosas futuras. Nos basta el pensar en las cosas presentes; las futuras, como inciertas que son, dejémoslas a Dios. Y esto es lo que indica cuando añade: "Porque el día de mañana, a sí mismo se traerá su cuidado". Esto es, traerá consigo su propia preocupación: "Bastante tiene el día de hoy con su malicia". Aquí no debe interpretarse la palabra
malicia como contraria a la virtud, sino que debe entenderse el trabajo, la aflicción, y las penas de la vida.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom., 22,4
Ninguna cosa hace tanto daño al alma, como la preocupación y los cuidados. Cuando dice que el día de mañana tendrá bastante con su propia preocupación quiere decir con más claridad lo que ya ha enseñado, y por ello habla, como muchos acostumbran, al pueblo sencillo. Para animarlos mejor, les cita los días en vez de los cuidados superfluos. ¿Acaso el día no tiene su carga, esto es, su propio cuidado? ¿Por qué lo gravas más, imponiéndole también el cuidado del otro día?
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 16
O de otro modo. Por
hoy se designan las cosas que son necesarias a la vida, y cuando dice
mañana se refiere a lo que ahora es superfluo. Dice, pues: "No queráis andar preocupados por lo que es propio del día de mañana", esto es, no cuidéis de las cosas que mañana necesitaréis para la vida, sino sólo del alimento necesario para hoy. Lo que es superfluo, como lo es lo del día de mañana, ya se cuidará a su tiempo. Y éste es el sentido: "El día de mañana, ya tendrá buen cuidado de buscarse lo necesario". Como si dijese: cuando reúnas cosas superfluas ellas mismas se cuidarán de sí, no pudiendo tú disfrutarlas, encontrarán muchos dueños que cuiden de ellas. ¿Por qué te cuidas tanto de las cosas que has de dejar a otro? Es suficiente para cada día su propio afán, esto es, te basta el trabajo que empleas para conseguir las cosas necesarias, no quieras, pues, andar solícito acerca de las cosas superfluas.
San Agustín,
de sermone Domini, 2,17
O de otro modo, no se dice el día de mañana sino refiriéndose al tiempo, el cual pasado, será sustituido por el futuro. Luego cuando hagamos algo de bueno, no pensemos en las cosas temporales, sino en las eternas. "El día de mañana, a sí mismo se traerá su cuidado". O en otros términos: "Cuando convenga, cuando la necesidad se deje sentir", tomad el alimento y otras cosas parecidas: "Basta a cada día su malicia", esto es, basta tomar lo que la necesidad exija (llamando a la necesidad malicia, porque es una pena que se nos ha impuesto; pertenece, pues, a la mortalidad, que hemos merecido pecando): "No quieras, por lo tanto, añadir a la pena de la necesidad temporal algo más grave, de suerte que no solamente la sufras, sino que para satisfacerla sirvas a Dios". Debemos guardarnos de considerar como desobediente a los preceptos de Dios, y de preocupado por el día de mañana, al siervo de Dios que viéremos proveer que estas cosas necesarias no le falten, ni a los que le están confiados a su cuidado, pues el mismo Dios, a quien servían los ángeles, se dignó tener bolsa a causa de la necesidad de este ejemplo. Y en los Hechos de los Apóstoles está escrito que se había procurado no faltase lo necesario para el porvenir, porque el hambre era inminente. No prohíbe el Señor que uno se procure estas cosas según costumbre humana, sino que se hagan el objeto del servicio de Dios.
San Hilario,
homiliae in Matthaeum, 5
El significado de esas palabras celestiales se reduce, pues, a que no nos preocupemos del porvenir. La malicia de nuestra vida y los pecados de todos los días bastan para que toda nuestra meditación y todos nuestros esfuerzos no se empleen en otra cosa que en purificarnos de ellos. Cesando nuestro cuidado, el porvenir queda con su propia preocupación, mientras Dios nos obtiene el adelanto de la eterna claridad.