"Esto os mando, que os améis los unos a los otros. Si el mundo os aborrece, sabed que me aborreció a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que era suyo: mas porque no sois del mundo, antes yo os escogí del mundo, por eso os aborrece el mundo. Acordaos de mi palabra, que yo os lo he dicho: El siervo no es mayor que su Señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros: si mi palabra han guardado, también guardarán la vuestra. Mas todas estas cosas os harán por causa de mi nombre: porque no conocen a Aquél que me ha enviado". (vv. 17-21)
San Agustín In Ioannem tract., 86.
Había dicho el Señor: "Os puse para que vayáis y recojáis el fruto" ( Jn 15,16). Nuestro fruto es la caridad y el precepto de este fruto nos dice: "Esto os mando: que os améis mutuamente". Por lo que dice el Apóstol: "El fruto del espíritu es la caridad" ( Gál 5,22), y todo lo demás lo presenta como consecuencia de este principio. Con razón, pues, recomienda respectivamente el amor como la única virtud, sin la cual de nada pueden aprovechar las demás, ni puede adquirirse sin las demás obras con las que el hombre se hace bueno.
Crisóstomo In Ioannem hom., 76.
O de otro modo: Yo he dicho que sacrifico mi vida por vosotros, y que yo os he elegido primero. Esto no lo he dicho reprendiéndoos, sino para atraeros al amor de unos a otros. Y después, como era difícil sufrir la persecución y los ultrajes de la muchedumbre, les enseñó que no conviene lamentarse, sino alegrarse, por lo que añade: "Si el mundo os aborrece, sabed que primero me aborreció a mí". Como si dijera: Sé que esto es duro, pero por mí lo soportaréis.
San Agustín In Ioannem tract., 87.
¿Por qué los miembros se han de encumbrar sobre la cabeza? Rehusas pertenecer al cuerpo, si te niegas a sufrir el odio del mundo con el que es tu cabeza. Por el amor, pues, debemos padecer el aborrecimiento del mundo, pues es necesario que nos aborrezca a los que ve que no queremos lo que él ama. Por esto dice: "Si fuerais del mundo, éste amaría lo que era suyo".
Crisóstomo ut supra.
Como el padecer por Cristo no era para ellos bastante consuelo, dejando este motivo añadió otro, enseñándoles que es una prueba de santidad el ser aborrecido del mundo; y es de lamentar el ser amado de él, porque sería prueba de nuestra perversidad.
San Agustín ut supra.
Esto lo dice a toda la Iglesia, a la que con frecuencia llama mundo, según aquel pasaje de San Pablo a los de Corinto ( 2Cor 5,19): "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo". Todo el mundo, pues, es la Iglesia, y todo el mundo aborrece a la Iglesia. El mundo detesta al mundo: el mundo enemigo, al mundo convertido; el mundo condenado, al mundo salvado; el mundo corrompido, al mundo purificado. Es, pues, de preguntar, si los malos persiguen también a los malos, como cuando los reyes y jueces impíos, a pesar de ser perseguidores de los buenos, castigan también a los homicidas y adúlteros. Y ¿cómo debe entenderse lo que el Señor dice: "Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo que es suyo", sino porque el mundo está en aquellos que castigan los delitos y en los que los cometen? El mundo, pues, aborrece lo que es suyo en la parte que castiga a los delincuentes. Y aun lo que es suyo en aquella que favorece a los crímenes. Si se quiere saber cómo se ama a sí mismo el mundo de perdición que aborrece la redención: amando con falso, no con verdadero amor, porque ama lo que le perjudica. Aborrece la naturaleza y ama el vicio. Esta es la razón por qué se nos prohibe amar lo que él ama y se nos manda amar lo que él aborrece. En fin, debemos detestar en él el vicio y amar lo natural. Y para que no perteneciesen a este mundo reprobado, fueron por lo mismo los discípulos elegidos; no por sus méritos (porque ninguna obra buena había precedido de parte suya) ni tampoco por naturaleza (la cual enteramente había sido viciada en su misma raíz) sino por gracia. Y así dice: Pero como no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.
San Gregorio Super Ezech hom. 9.
La censura, pues, de los malos es la aprobación de nuestra vida, porque ya se deja ver que algo participamos de la justificación, cuando empezamos a ser desagradables a aquellos que no agradan a Dios, pues nadie agrada en una misma cosa a Dios y a sus enemigos. Porque niega ser amigo de Dios aquel que complace a su enemigo, y es considerado como un adversario por los enemigos de la verdad, aquel que somete su razón a la misma verdad.
San Agustín ut supra.
Exhortando, pues, el Señor a los discípulos a llevar con paciencia el aborrecimiento del mundo, no podía presentarles ejemplo mayor ni más perfecto que el de sí mismo, y por esto dice: "Acordaos de la palabra que os dije: No es el siervo mayor que su señor: si a mí me persiguen, también a vosotros os perseguirán", etc.
Glosa.
Los mismos los observaron para calumniarlos, conforme aquello del salmo: "El pecador observó al justo" ( Sal 36,12).
Teofilacto.
O de otro modo: si persiguieron al Señor, mucho más perseguirán a sus siervos. Si no lo hubieran perseguido, sino que hubiesen guardado su palabra, también guardarían la vuestra.
Crisóstomo In Ioannem hom., 76.
Como si dijera: Conviene que no os turbéis, si participáis de mis sufrimientos, porque no sois vosotros más que yo.
San Agustín ut supra.
En donde dice "No es el siervo mayor que su Señor" ( Sal 18) se refiere al siervo temeroso y honesto o santo, que permanece constante en este siglo.
Crisóstomo ut supra.
Después dulcifica la pena añadiendo que el Padre sufre con ellos desprecio cuando ellos son injuriados. Y por esto añade: "Pero todas estas cosas harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió".
San Agustín ut supra.
¿Qué es lo que significa todo esto, si las palabras que dijo, a saber, "Tendrán odio, perseguirán y despreciarán mi doctrina" expresan otra cosa? ¿Qué quiere decir sino que por mi nombre tendrán odio contra vosotros, me perseguirán en vuestras personas, y menospreciarán vuestra palabra porque es doctrina mía? Tanto, pues, serán más desgraciados los que por odio a este santo nombre obran así, cuanto más bienaventurados son los que por este nombre padecen. Los malos observan también la misma conducta con los malos, pero unos y otros son réprobos: los que castigan y los castigados. ¿Cómo, pues, pueden ser verídicas estas palabras: "Todo esto harán con vosotros por causa de mi nombre", siendo así que ellos no obran así por el nombre de Cristo, esto es, por la justicia, sino por su propia perversidad? Esta cuestión se resuelve del modo siguiente: Si se refiere todo a los justos, como se haya dicho: "Todo esto padeceréis por mi nombre"; las palabras por mi nombre, se han de entender como si dijera: "Por mi nombre", que en vosotros aborrecieron, y por la justicia que odiaron en vosotros. Del mismo modo, bien puede aplicarse a los buenos, cuando persiguen a los malos por amor de la justicia y odio a la iniquidad de los mismos malos. Y por eso añadió: "Porque no conocen al que me envió", según aquella ciencia que dice: En conocerte a ti consiste la sabiduría perfecta.