Oyó Jesús que le habían echado fuera: y cuando le halló, le dijo: "¿Crees tú en el Hijo de Dios?" Respondió él y dijo: "¿Quién es, Señor, para que crea en El?" Y Jesús le dijo: "Y lo has visto, y el que habla contigo, ése mismo es". Y él dijo: "Creo, Señor", y postrándose en tierra, le adoró. Y dijo Jesús: "Yo vine a este mundo para juicio: para que vean los que no ven, y los que ven sean hechos ciegos". Y lo oyeron algunos de los fariseos que estaban con él, y le dijeron: "¿Pues qué, nosotros somos también ciegos?" Jesús les dijo: "Si fuéseis ciegos no tendríais pecado: mas ahora, porque decís vemos, por eso permanece vuestro pecado". (vv. 35-41)
Crisóstomo, in Joanem hom 58
El mayor de los honores está reservado para aquellos que sufren injurias en defensa de la verdad y por confesar a Jesucristo. Esto es lo que vemos confirmado en el ciego. Los judíos lo arrojan del Templo, y el Señor del Templo, encontrándolo, lo recibe, de la misma manera que el que preside los juegos recibe al atleta que ha peleado legítimamente y ha merecido la corona. "Oyó Jesús que le habían echado fuera y cuando lo halló le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?" El Evangelista manifiesta que Jesús había venido para hablarle. Cuando el Salvador le pregunta, lo hace no porque ignora cosa alguna, sino queriendo darse a conocer a sí mismo y manifestar en cuánto estimaba su fidelidad, como queriendo decir: la turba me ha ultrajado, pero no me da cuidado alguno. Una sola cosa quiero, y es que tú creas en mí; más vale un hombre que hace la voluntad de Dios, que diez mil inicuos.
San Hilario, De Trin. 1, 6
Si hubiera bastado una confesión cualquiera para la perfección de la fe, entonces se le habría dicho: ¿Crees tú en Cristo? Pero como casi todos los herejes habían de tener constantemente en sus labios este nombre para confesarlo como Cristo y sin embargo negarlo como Hijo de Dios, se exige para la fe lo que es característico de Cristo, a saber: que se crea en Cristo como Hijo de Dios. ¿De qué sirve creer en el Hijo de Dios, si se le cree como criatura, cuando la fe en Cristo exige de nosotros que creamos en Cristo no como criatura de Dios, sino en Cristo como Hijo de Dios?
Crisóstomo, ut supra
Todavía el ciego no había conocido a Cristo, porque era ciego antes de venir a Cristo y después de su curación había sido llevado aquí y allí por los judíos. "Respondió él y dijo: ¿quién es, Señor, para que crea en El?" Palabra de un alma llena de deseo y ansia de conocer a Aquel de quien tanto ha hablado y por quien con tanto ardor y entusiasmo ha disputado. Ella no le conoce. Aprende en El el amor a la verdad. El Señor no le ha dicho aún: "Yo te he curado"; solamente le ha hablado a medias: "Y lo has visto".
Teófilacto
El le habla así para traerle a la memoria su curación, pues de El había recibido la vista. Observad que el que habla ha nacido de María. El mismo es el Hijo de Dios, no es otro ni diferente, según el error de Nestorio. "Y el que habla contigo, ése mismo es".
San Agustín, in Joanem tract 44
Ahora purifica su corazón. Por último, purificado el corazón y limpia la conciencia, lo reconoce, no ya como Hijo del hombre solamente (como antes lo había creído), sino como Hijo de Dios, que había tomado la forma humana. "Y él dijo: Creo, Señor". Poco es creer. ¿Quieres ver de qué manera cree? "Y postrándose le adoró".
Beda
Ejemplo que nos enseña que nadie debe rogar al Señor con la cabeza erguida, sino implorar su misericordia postrado en tierra.
Crisóstomo, ut supra
Así el ciego, juntando su actitud a sus palabras, confesó el poder divino. Pero el Señor hizo su fe más ferviente y alentó a los que le seguían. Y dijo Jesús: "Yo vine a este mundo para juicio".
San Agustín, ut supra
Porque El era el día, amanecido entre la luz y las tinieblas. Con razón, pues, añade: "Para que vean los que no ven", porque El disipa las tinieblas. ¿Pero qué significan las palabras que siguen: "Y los que ven sean hechos ciegos?" Escuchad lo que sigue: "Y lo oyeron algunos de los fariseos que estaban con El y le dijeron: ¿Pues qué, nosotros somos también ciegos?" Las palabras que a ellos perturbaban eran éstas: "Y los que ven sean hechos ciegos". Jesús les dijo: "Si fuereis ciegos, no tendríais pecado"; es decir, si conocieseis vuestra ceguedad, recurriríais a Aquel que puede curarla. "Mas por cuanto decís: vemos, vuestro pecado permanece", porque juzgándoos con vista, no buscáis al médico que os pudiera curar. Por eso permanecéis en vuestra ceguedad. Esto es lo que significa lo que poco antes he dicho: Yo he venido para que vean los que no ven (esto es, para que vean los que confiesan que no ven y buscan al médico) y los que ven sean hechos ciegos (esto es, los que creen que ven y por lo tanto no buscan al médico) permanezcan en la ceguedad. A esta separación es a la que El llamó juicio cuando dijo: "Yo vine a este mundo para juicio", pero no que trajo al mundo el verdadero juicio Aquel que juzgará a los vivos y a los muertos en el fin de los siglos.
Crisóstomo, ut supra
Puede también entenderse de este otro modo: "Para juicio", esto es, para mayor castigo, manifestando que los mismos que lo condenaron se han condenado a sí mismos. Las palabras: "Para que vean los que no ven, y los que ven sean hechos ciegos", tienen el mismo sentido que aquellas de San Pablo ( Rom 9,30): "Porque las naciones que no buscaban la justicia, encontraron la justicia que procede de la fe de Cristo; pero Israel persiguiendo la Ley de la justicia se separó de ella".
Teófilacto
Como si dijera: He aquí que el que era ciego de nacimiento ya tiene abiertos los ojos del cuerpo y los del alma; mas los que creían ver, ésos han sido cegados en su entendimiento.
Crisóstomo, ut supra
Porque hay dos especies de vista y dos de ceguera: la de los sentidos y la de la inteligencia. Ellos suspiraban únicamente por las cosas sensibles y sólo se avergonzaban de la ceguera de los sentidos; de aquí el manifestarles que era preferible que fueran ciegos, y no que viesen de esta manera. Así les dice: "Si fueseis ciegos no tendríais pecado", porque vuestra condenación sería menos terrible; mas ahora decís que veis.
Teófilacto
No habiéndoos detenido a considerar el milagro hecho al ciego, no sois dignos de perdón, por no haber sido atraídos a la fe por tales milagros.
Crisóstomo, ut supra
El les demuestra como su mayor pecado lo que ellos creían que era su mayor gloria; y al mismo tiempo consoló al que había sido ciego desde su nacimiento, pero ciego corporalmente. No sin razón dice el Evangelista que: "Lo oyeron algunos de los fariseos que estaban con El"; pero para recordarnos que esos mismos eran los que en otra ocasión habían resistido a Cristo y después habían querido apedrearlo. Al parecer eran de los que le seguían, pero con la mayor facilidad se cambiaban en enemigos.
Teófilacto
"Si fueseis ciegos" (esto es, desconocedores de las Escrituras) no seríais responsables de tan grande pecado, porque pecabais por ignorancia; mas por cuanto ahora os tenéis por prudentes, sabios y peritos en la Ley, os condenáis vosotros mismos.