"Mas este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo hombre que obra mal, aborrece la luz, y no viene a la luz para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que obra verdad, viene a la luz para que parezcan sus obras, porque son hechas en Dios". (vv. 19-21)
Alcuino
Explica por qué no creyeron y por qué fueron condenados con justicia, diciendo: "Mas éste es el juicio: que la luz vino al mundo", etc.
Crisóstomo,
ut supra
Como diciendo: ¿acaso ellos la buscaron o trabajaron para encontrarla? Esta luz vino a ellos, pero no la recibieron. Por eso sigue: "Y los hombres amaron más las tinieblas que la luz". Ahora los priva de toda excusa, porque vino a sacarlos de las tinieblas y a llevarlos a la luz. ¿Y quién merecerá el perdón de aquellos que no aceptaron esta luz?
Beda
Se llama a sí mismo luz Aquél de quien antes dijo el Evangelista: "Era la luz verdadera" (
Jn 1,9), llamando a la vez tinieblas a los pecados.
Crisóstomo
Además, como creían algunos que era imposible lo que se había dicho y que ninguno que está en tinieblas honra a la luz, añade la causa porque sufren estas cosas, diciendo: "porque sus obras eran malas". Y si hubiese venido a juicio, esto tendría alguna razón de ser, porque el que conoce sus malas acciones acostumbra a huir del juez; pero los que faltaron deben buscar al que puede perdonarlos: era muy justo que todos aquellos que se reconocían reos de grandes pecados salieran al encuentro de Cristo, que venía a perdonar, como sucedió en muchos, porque los publicanos y los pecadores venían y se ponían a la mesa con Jesús. Pero como algunos son tan perezosos para trabajar en adquirir la virtud que quieren vivir en su malicia hasta el fin, para reprensión de éstos añade: "Porque todo hombre que obra mal, aborrece la luz", lo que se ha dicho especialmente de aquellos que prefieren vivir en la mala fe.
Alcuino
"Porque todo hombre que obra mal aborrece la luz", esto es, el que permanece en el propósito de pecar. Porque a quien le agrada el pecado aborrece la luz que descubre el pecado.
San Agustín,
Confess. 10, 23
Y como no quieren engañarse y sí engañar a los demás, estiman la luz cuando se presenta por sí misma y la aborrecen cuando la luz los pone a ellos de manifiesto. Por tanto los recompensa poniéndolos de manifiesto aun cuando ellos no quieran y sin que ellos la vean. También estiman la verdad cuando brilla, y la aborrecen cuando les arguye. Por esto sigue: "Y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas", etc.
Crisóstomo,
ut supra
Ninguno reprende a aquel que vive en el paganismo porque adora a sus dioses y obra según sus creencias. Pero los que son de Jesucristo y viven mal son acusados por todos los que viven bien. Mas si son gentiles y viven bien, yo no lo he visto claramente; y no se me hable de aquellos que son humildes y buenos por naturaleza (porque esto no es virtud) sino de los que sostienen la lucha contra sus pasiones y viven sabiamente; pero no se encuentran tales. Y si el anuncio de la gloria y la amenaza del infierno y otras tantas razones, con dificultad sostienen a los hombres en la virtud, es difícil que la practiquen quienes no creen en nada de esto. Y si algunos aparentan ser virtuosos, esto lo hacen únicamente con el objeto de obtener popularidad. Por esta razón, cuando pueden ocultarse, no prescinden de sus malos deseos. ¿Y qué utilidad obtienen cuando alguno que es sobrio y no roba se hace esclavo de la vanagloria? Esto no es vivir bien. Y no obra mejor, sino mucho peor, el que fornica. Y si hay alguno que viva bien entre los gentiles, ello no obsta a lo que venimos diciendo, porque esto no sucede con frecuencia sino rara vez.
Beda
Moralmente hablando, prefieren mejor las tinieblas que la luz aquellos que persiguen y calumnian a sus predicadores, que les enseñan la verdad.
Prosigue: "Mas el que obra la verdad, viene a la luz", etc.
Crisóstomo,
ut supra
Esto no lo dice refiriéndose a los primeros cristianos, sino únicamente a aquellos que, procedentes de los gentiles o de los judíos, se estaban preparando para merecer la fe. Manifiesta también que ninguno puede elegir entre el error y la verdad si antes no se marca a sí mismo el camino recto que ha de seguir.
San Agustín,
De peccat. mer. et remiss. cap. 1, 53
Aquél que viene al verdadero conocimiento dice que todas sus obras han sido hechas en Dios, porque conoce que su propia justificación no debe atribuirse a sus méritos, sino a la gracia de Dios.
San Agustín,
In Ioannem tract., 12
Mas si Dios encuentra todas las obras malas, ¿cómo es que algunos han conocido la verdad y han venido a la luz, esto es, a Cristo? Pero ya había dicho antes el Salvador que amaban más las tinieblas que la luz; allí es donde se encuentra la fuerza del argumento. Muchos estiman sus pecados, muchos otros lo confiesan. Dios acusa tus pecados, mas si tú los acusas, te unirás con Dios. Conviene que aborrezcas en ti tus malas acciones y ames en ti la gracia de Dios. El principio de las buenas obras consiste en la confesión de las malas, y obras bien en verdad porque no te halagas ni te complaces a ti mismo. Mas vienes a la luz porque el pecado mismo que te desagradó no te hubiera desagradado si Dios no te lo hubiese dado a conocer, y su verdad no hubiera brillado en ti. Alguno obra bien cuando hace una verdadera confesión. Y viene a la luz por medio de sus buenas obras cuando observa que disminuyen los pecados de su lengua, o de sus pensamientos, o de su inmoderación, respecto de las gracias concedidas. Porque muchos pecados leves, si se toman con descuido, matan. Pequeñas son las gotas que aumentan el caudal de un río, pequeños son los granos de arena; mas si se amontonan muchos granos, la arena comprime y oprime. Esto hace el descuido prolongado, porque da lugar a que los arroyos se desborden. Poco a poco entran por el agujero descuidado, pero entrando por mucho tiempo y no sacando el agua, ésta sumerge la nave. ¿Y qué quiere decir sacar fuera, sino hacer que desaparezcan los pecados por medio de las buenas obras, llorando, ayudando y perdonando?