Y habiendo entrado Jesús, paseaba por Jericó. Y he aquí un hombre, llamado Zaqueo; y éste era uno de los principales entre los publicanos, y rico. Y procuraba ver a Jesús quién fuese; y no podía por la mucha gente, porque era pequeño de estatura. Y corriendo delante, se subió en un árbol cabrahigo para verle, porque por allí había de pasar. Y cuando llegó Jesús a aquel lugar, alzando los ojos le vio, y le dijo: "Zaqueo, desciende presto, porque es menester hoy hospedarme en tu casa". Y él descendió apresurado y le recibió gozoso. Y viendo esto, todos murmuraban, diciendo que había ido a posar a casa de un pecador. Mas Zaqueo, presentándose al Señor, le dijo: "Señor, la mitad de cuanto tengo doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, le vuelvo cuatro tantos más". Y Jesús le dijo: "Hoy ha venido la salud a esta casa; porque él también es hijo de Abraham. Pues el Hijo del hombre vino a buscar, y a salvar lo que había perecido". (vv. 1-10)
San Ambrosio
Zaqueo se encuentra sobre un sicómoro y el ciego en el camino; el Señor espera a uno de ellos para curarle y honra al otro penetrando en su casa. Acerca de esto se dice: "Y habiendo entrado Jesús, pasaba por Jericó", etc. Y con razón elige a un jefe de los publicanos, porque ¿quién desesperará de sí cuando éste alcanzó la gracia, siendo así que recaudaba los tributos con engaño? Y en verdad que era rico, para que conozcas que no todos los ricos son avaros.
San Cirilo
Pero Zaqueo no se detuvo por este obstáculo (su riqueza), por lo que se hizo acreedor a la gracia de Dios que ilumina a los ciegos y llama a los que están lejos.
Tito Bostrense
Había germinado en él la semilla de la salvación, porque deseaba ver al Salvador. Por esto sigue: "Y procuraba ver a Jesús, quien quiera que fuese" a pesar de que nunca le había visto, porque si le hubiera visto sin duda se hubiese apartado de la mala vida de publicano. Por tanto, si alguno ve a Jesús ya no puede continuar con mala vida. Dos obstáculos le habían impedido verle: la muchedumbre, no tanto de los hombres como de sus pecados (o crímenes) y el ser pequeño de estatura; por eso sigue: "Y no podía por la mucha gente, porque era pequeño de estatura".
San Ambrosio
¿Qué significa que no se hable de la estatura de ningún otro? Véase si es que era pequeño por su malicia, o pequeño por su fe, porque aún no estaba dispuesto cuando subió al árbol y todavía no había visto al Salvador.
Tito Bostrense
Pero se le ocurrió una buena idea. Porque apresurándose subió a un sicómoro, y entonces pudo ver, como deseaba, a Jesús que pasaba. Por esto sigue: "Y corriendo delante, se subió a un sicómoro para verle, porque había de pasar por allí". El solamente deseaba verlo; pero el que hace por nosotros más de lo que pedimos, le concedió más de lo que esperaba. Continúa, pues: "Y cuando Jesús llegó a aquel lugar, le vio".
San Cirilo
Vio, en verdad, que aquel hombre hacía los mayores esfuerzos por vivir santamente y lo convirtió a la piedad.
San Ambrosio
No habiendo sido invitado por él, se invita a sí mismo. Por esto dice: "Y le dijo: Zaqueo, desciende pronto, porque", etc. Sabía, pues, que su hospitalidad obtendría una gran recompensa, aun cuando no había oído todavía la voz del que le había de convidar; pero ya conocía su deseo.
Beda
He aquí cómo el camello, dejando la carga de su jiba, pasa por el ojo de la aguja; esto es, el publicano siendo rico, habiendo dejado el amor de las riquezas y menospreciando el fraude, recibe la bendición de hospedar al Señor en su casa. Sigue pues: "Y él descendió apresurado, y le recibió gozoso", etc.
San Ambrosio
Aprendan los ricos que no consiste el crimen en las riquezas, sino en no saber usar de ellas; porque así como las riquezas son impedimentos para los malos, son también un medio de virtud para los buenos.
Crisóstomo
Pero considera la excesiva bondad del Salvador. El inocente trata con los culpables, la fuente de la justicia con la avaricia, que es fundamento de perversidad; cuando ha entrado en la casa del publicano, no sufre ofensa alguna por la nebulosidad de la avaricia; antes al contrario hace desaparecer la avaricia con el brillo de su justicia. Pero los murmuradores y los amantes de censurar, empiezan a tentarle acerca de lo que hacía. Sigue, pues: "Y como todos vieron esto, murmuraban diciendo que había ido a hospedarse a la casa de un pecador", etc. Pero El, acusado como convidado y amigo de los publicanos, despreciaba todas estas cosas, con el fin de llevar adelante su propósito; porque no cura el médico si no soporta la hediondez de las llagas de los enfermos y sigue adelante en su propósito de curarle. Esto mismo sucedió entonces: el publicano se había convertido y se hizo mejor que antes. Prosigue: "Mas Zaqueo, presentándose al Señor, le dijo: Señor, la mitad de cuanto tengo doy a los pobres", etc. Cosa admirable. Todavía no se le habla y ya obedece. Y como el sol no ilumina una casa con palabras, sino con hechos, así el Salvador con los rayos de su justicia hace huir la niebla de la torpeza; porque la luz brilla en las tinieblas. Todo lo que está unido es fuerte, pero lo que está dividido es débil, por eso Zaqueo dividió su fortuna. Debe considerarse con atención que no todas las riquezas de Zaqueo eran injustas, sino que también las había reunido por lo que había heredado de sus padres. De otro modo, ¿cómo hubiera podido restituir el cuádruplo de lo que se había adquirido mal? Sabía muy bien que la ley mandaba restituir el cuádruplo de lo que se había adquirido mal para que se mitiguen los castigos por no haber temido la ley. Pero Zaqueo no espera el castigo de la ley y se constituye en juez de sí mismo.
Teofiactus
Pero si se examina con más atención, nada le quedaba de su propia fortuna. Si daba la mitad de sus bienes a los pobres, con lo que quedaba cedía a los perjudicados el cuádruplo, y no sólo prometía esto sino que también lo hacía, porque no dice: "daré la mitad y restituiré el cuádruplo", sino: doy y restituyo. Entonces el Salvador le ofrece la salvación. Sigue pues: "Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa" dando a conocer que el mismo Zaqueo había recibido la salvación, significando por casa al que la habita. Sigue pues: "Porque él también es hijo de Abraham". Y no habría llamado hijo de Abraham a una cosa inanimada.
Beda
Se dice que Zaqueo es hijo de Abraham, no porque hubiese nacido de su estirpe, sino porque le imitó en su fe, y así como aquél abandonó su país y la casa de su padre, así éste abandonaba también sus bienes distribuyéndolos a los pobres. Muy oportunamente dice: "Porque él también", por cuanto declara que no sólo aquellos que viven bien, sino aquellos que dejan la mala vida, pertenecen a los hijos de la promesa.
Teofiactus
No dijo tampoco que era hijo de Abraham sino que ahora lo es; porque primeramente cuando era jefe de publicanos, como no tenía semejanza alguna con el justo Abraham, no era hijo de Abraham; pero como murmuraban algunos porque habitaba con un hombre pecador, añadió para hacerles callar: "Pues el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar", etc.
Crisóstomo
¿Por qué me recrimináis si encamino bien a los pecadores? Tan distante está de mí el odio a los pecadores, que si he venido al mundo ha sido por ellos; porque he venido como médico y no como juez; por esto me convido en casa de los enfermos, sufro el mal olor que despiden y les aplico los remedios. Dirá alguno: ¿cómo es que San Pablo manda que si uno de nuestros hermanos es lascivo o avaro no comamos siquiera con él, y Jesucristo se convida en casa de los publicanos? (
1Cor 5,11). Pero éstos todavía no habían llegado a ser hermanos, y San Pablo mandó que no se tratase con los hermanos cuando obran mal; pero ahora todos habían cambiado.
Beda
En sentido espiritual puede decirse que Zaqueo, cuya palabra quiere decir justificado, significa al pueblo creyente que nacería de los gentiles, a pesar de que por las preocupaciones que tenía por las cosas temporales vivía como oprimido y empequeñecido, pero fue santificado por Dios; deseó ver al Salvador cuando entró en Jericó queriendo participar de la fe que trajo al mundo.
San Cirilo
La turba es la confusión de la multitud ignorante, que no pudo alcanzar la altura de la sabiduría; por esto Zaqueo no vio al Señor mientras andaba entre las turbas; pero sobreponiéndose a la ignorancia de la plebe mereció tener a su mesa a quien había deseado ver.
Beda
La turba, esto es, la costumbre de los vicios, que era la que increpaba al ciego para que no pidiese la luz, es también la que impide que éste vea a Jesús; pero así como el ciego gritando más venció a la turba, así este pequeño, dejando las cosas de la tierra y subiendo al árbol de la cruz, se levanta sobre la turba. El sicómoro, pues, que es un árbol de hojas semejantes al moral, pero de más altura (por lo que los latinos le llaman celsa), se llama higuera salvaje o sin fruto; también la cruz del Salvador alimenta, como la higuera, a los que creen en El; pero los incrédulos se burlan de la cruz creyéndola estéril. A este árbol (de la cruz) se sube el pequeño Zaqueo para elevarse; y dice, como todo humilde y que conoce su propia debilidad: "No quiero gloriarme en otra cosa más que en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo" (
Gál 6,14).
San Ambrosio
Muy oportunamente añade que el Señor había de pasar por donde estaba el sicómoro, o cerca de Zaqueo, para que conociese el misterio y difundiese la gracia; porque había venido así para venir a los gentiles por medio de los judíos. Así vio a Zaqueo en lo alto; porque brillaba ya la sublimidad de su fe entre los frutos de las buenas obras, y en la altura de la fecundidad del árbol. Zaqueo está sobre el árbol porque se sobrepone a la ley.
Beda
Adelantándose el Señor, llegó al sitio en donde Zaqueo se encontraba subido al sicómoro; porque enviando sus predicadores por todo el mundo, por los cuales hablaba y marchaba El, vino al pueblo gentil que se había elevado ya por la fe de su pasión; a quien levantando la vista vio, porque le eligió por la gracia. Alguna vez se detenía el Señor en la casa del principal de los fariseos, pero mientras El hacía cosas dignas de Dios ellos le mortificaban con su lengua. Por lo que el Salvador, detestando su proceder, se salió diciendo: "Quedará vuestra casa desierta" (
Mt 23,38). Pero hoy conviene que permanezca en la casa del pequeño Zaqueo, esto es, que descanse en el corazón de las naciones humildes, resplandeciendo la gracia de la ley nueva. Respecto a que se le manda bajar del árbol y preparar un lugar en su casa, ya lo explica el Apóstol cuando dice: "Y si hemos visto a Jesucristo según la carne, ahora ya no le vemos" (
2Cor 5,16); y otra vez dice en otro lugar: "Y si ha muerto según la debilidad (de la carne), vive según la fuerza de Dios". Con esto se da a entender que los judíos habían detestado siempre la salud de los gentiles; pero la salud que en otros tiempos llenaba las casas de los judíos, hoy brilla en el pueblo pagano, porque El también era hijo de Abraham, creyendo en Dios.
Teofiactus
Es fácil traducir todo esto en una enseñanza moral: todo el que aventaja a los demás en malicia es pequeño en su estatura espiritual, y no puede ver a Jesús en medio de la turba; porque, aturdido por las pasiones y por los cuidados del siglo, no ve a Jesús cuando pasa, esto es, cuando obra sobre nosotros, no conociendo su proceder. Subió sobre un sicómoro, esto es, la dulzura de la voluptuosidad representada por el higo, y abatiéndole, es elevado, ve y es visto por Jesucristo.
San Gregorio Moraluim 27,
26
Pero como el sicómoro es una higuera que no produce higos, el pequeño Zaqueo subió a él y vio al Señor; porque los que eligen humildemente la necedad del mundo contemplan el brillo de la sabiduría del Señor. ¿Qué cosa hay más necia en este mundo que no buscar lo que se ha perdido, dejar lo que se tiene para que lo roben y no pagar injurias con injurias? Por esta sabia necedad, aun cuando todavía no se haya adquirido de una manera sólida tal y como es, llegamos a ver la sabiduría de Dios por la luz de la contemplación.
Teofiactus
Y el Señor le dice: "Desciende presto"; esto es, has subido por la penitencia a ese elevado lugar, baja por la humildad para que no te sorprenda el orgullo, porque me conviene descansar en la casa del humilde. En nosotros existen dos especies de bienes (a saber: los corporales y los espirituales); el justo deja todo lo corporal para los pobres, pero no abandona los bienes espirituales; mas si tomó algo de alguno le devuelve cuatro veces más; dando a conocer por esto que si alguno por la penitencia marcha por el camino contrario al de su maldad primitiva, enmienda por sus muchas virtudes todas sus antiguas faltas; y así es como merece la salvación y ser llamado hijo de Abraham, porque renuncia a su propia estirpe, es decir, a la antigua maldad.