Y le traían también niños para que los tocase. Y cuando lo vieron los discípulos los reñían. Mas Jesús los llamó, y dijo: "Dejad que vengan a mí los niños, y no lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. Y en verdad os digo, que el que no recibiere el reino de Dios, como niño, no entrará en él". (vv. 15-17)
Teofilacto,
super Iesus convocans
Después de lo dicho, el Señor enseña la humildad con sus actos, no rechazando a los pequeñuelos, sino recibiéndolos con gusto. Por esto dice: "Y le traían también niños", etc.
San Agustín,
De verb. Dom. serm. 36
¿A quién son presentados para que los toque, sino al Salvador? Pero si El es el Salvador, son presentados para que los salve a Aquel que había venido a salvar lo que había perecido. ¿En dónde habían perecido éstos siendo así que eran inocentes en cuanto de ellos dependía? Pero según el Apóstol (
Rom 5,12), "Por medio de un hombre había entrado el pecado en el mundo". Vengan, pues, los niños, como enfermos, al médico; como pecadores, al Redentor.
San Ambrosio
A algunos puede parecer duro que los discípulos no quisieran que los niños se acercasen al Salvador; sigue, pues: "Y cuando lo vieron los discípulos los reñían". En esto puede verse, o misterio o afecto; porque no hacían esto por envidia o por aspereza respecto de los niños, sino que así creían tener gran celo por agradar al Señor, deseando evitar que fuese atropellado por las turbas. Debe menospreciarse nuestra propia utilidad cuando en ello se hace injusticia a la Divinidad. El misterio consiste en que ellos deseaban que se salvara primero el pueblo judío del cual habían nacido según la carne. Conocían muy bien el misterio de la vocación de uno y otro pueblo, puesto que ya antes habían rogado por la mujer cananea; pero acaso desconocían el orden. Por esto sigue: "Mas Jesús los llamó y dijo: Dejad que vengan a mí los niños", etc. La edad no es preferida a otra edad; de otro modo sería desagradable el crecer en años. ¿Por qué dice, pues, que los niños son a propósito para el reino de los cielos? Acaso porque no tienen malicia, no saben engañar, no se atreven a vengarse; desconocen la lujuria, no apetecen las riquezas y los honores y desconocen la ambición. Pero la virtud de todo esto no consiste en desconocerlo, sino en menospreciarlo; no consiste en no poder pecar, sino en no querer. Por tanto, no es de la niñez, sino de la inocencia, émula de la sencillez de los niños, de la que aquí se trata.
Beda
Por esto dice terminantemente: "De tales" y no de éstos, para dar a conocer que no se refería a la edad, sino a las costumbres; y por esto debían prometerse premios únicamente a los que tuviesen tal inocencia y sencillez.
San Ambrosio
El Salvador expresó esto, por último, diciendo: "En verdad os digo, que el que no recibiere el reino de Dios como niño", etc. ¿Qué niño han de imitar los apóstoles del Señor sino aquel de quien dice Isaías (
Is 9,6): "Un niño nos ha nacido", "Aquél que cuando es maldecido no maldice"? (
1Pe 2,23). Así, pues, hay en la niñez la venerable ancianidad de las costumbres y en la ancianidad la inocencia de la niñez.
San Basilio
Recibiremos, pues, el reino de Dios, como un niño, si seguimos las enseñanzas de Jesucristo como el niño que aprende la buena doctrina, que nunca contradice ni disputa con los maestros, sino que estudia lo que le dicen, creyendo y obedeciendo.
Teofilacto
Los sabios de los gentiles, buscando la sabiduría en un misterio, que es el reino de Dios y no queriendo admitirlo sin pruebas silogísticas, con razón son excluidos de tal reino.