Y aconteció que un día entró El con sus discípulos en un barco, y les dijo: "Pasemos a la otra ribera del lago". Y se partieron. Y mientras ellos navegaban, El se durmió, y sobrevino una tempestad de vientos en el lago, y se henchían de agua, y peligraban. Y llegándose a El, le despertaron, diciendo: "Maestro, que perecemos". Y levantándose, increpó al viento, y a la tempestad del agua y cesó, y fue hecha bonanza. Y les dijo: "¿Dónde está vuestra fe?": Y ellos, llenos de temor se maravillaban y decían los unos a los otros: "¿Quién piensas es éste, que así manda a los vientos, y al mar, y le obedecen?" (vv. 22-25)
San Cirilo
Como los discípulos veían que todos recibían beneficios de Cristo, convenía también que ellos se deleitasen con los que recibieran a su vez; porque ninguno considera igualmente las cosas que se hacen en los cuerpos ajenos, como las que se hacen en el suyo propio. Por eso el Señor expuso a sus discípulos a los peligros del mar y de la tempestad. De donde sigue: "Y aconteció que un día entró El y sus discípulos en un barco, y les dijo: pasemos a la otra ribera; y partieron".
Crisóstomo in Mat. hom. 29
Queriendo San Lucas evitar cuestiones que podrían suscitarse respecto del orden de los sucesos, dijo que Jesús entró cierto día en la nave.
San Cirilo
Si hubiese ocurrido la tempestad cuando el Señor estaba despierto, o sus discípulos no hubiesen tenido miedo, o no hubiesen creído que Jesús podía hacer tales prodigios. Por eso duerme, dando ocasión al miedo. Sigue, pues: "Y mientras ellos navegaban, El se durmió, y sobrevino una tempestad de viento en el lago".
San Ambrosio
Arriba se dice que pasaba la noche en oración. ¿Cómo es que aquí se duerme durante la tempestad? Para expresar la seguridad del poder, durmiendo solo, intrépido, mientras todos temían; pero descansaba con el sueño del cuerpo, atento al misterio de la divinidad, pues nada se hace sin el Verbo.
San Cirilo
Aconteció por su providencia que los discípulos no le pidiesen socorro apenas la tempestad empezó a empujar la barca, sino cuando el peligro fue mayor, a fin de que el poder de la Divina Majestad se hiciese más manifiesto. De donde se dice: "Y eran empujados y peligraban". Lo cual permitió el Señor para probarlos, a fin de que, después de haber confesado el peligro, reconociesen la grandeza del milagro. Así, cuando la gravedad del peligro les produjese un miedo intolerable, no teniendo otra esperanza de salvación, sino sólo el Señor Todopoderoso, lo despertasen.
Prosigue: "Y llegándose a El le despertaron, diciendo: Maestro, que perecemos".
San Agustín de cons Evang. 2, 24
San Mateo dice: "Señor, sálvanos, que perecemos" ( Mt 8,25). Y San Marcos dice: "Maestro, ¿no te apuras porque sucumbimos?" ( Mc 4,38). Pero dicen lo mismo los que despiertan al Señor, que los que quieren salvarse. No es necesario averiguar cuál de estas cosas fue la que se dijo al Señor. Ya hayan dicho algunas de estas tres cosas, ya otras palabras que ninguno de los Evangelistas refirió, significando lo mismo, ¿qué más da en el asunto de que se trata? Por otra parte, pudo muy bien suceder que muchos, queriéndole despertar, dijesen todas esas cosas, cada uno de distinta manera.
San Cirilo
No era posible que los discípulos se ahogaran, estando con ellos el Omnipotente; por eso Cristo, que tiene poder sobre todas las cosas, se levanta al punto y apacigua súbitamente la tempestad y el furor de los vientos. "Y la tempestad cesó, y se hizo la calma". Con lo cual demostró que era aquel Dios a quien se dice en el Salmo: "Tú dominas el poder del mar, y calmas la agitación de sus olas" ( Sal 88,10).
Beda
Así, en esta navegación, el Señor demuestra las dos naturalezas en una sola persona, puesto que El, que duerme como hombre, apacigua como Dios el furor del mar con la palabra.
San Cirilo
A la vez que calmó la tempestad de las aguas, calmó también la tempestad de las almas. Por esto sigue: "Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe?". En cuya palabra manifiesta que no es la tentación la que produce el terror, sino la imbecilidad del alma. Pues como el oro se prueba con el fuego, la fe se prueba con las tentaciones.
San Agustín de cons Evang. 2, 24
Los demás evangelistas dijeron esto mismo, pero con diferentes palabras. San Mateo hace decir al Señor (8,26): "¿Por qué teméis, hombres de poca fe?" San Marcos dice (4,40): "¿Qué teméis?, ¿no tenéis fe todavía?", esto es, aquella fe perfecta semejante al grano de mostaza. Esto, pues, dice también aquél: "Hombres de poca fe"; y San Lucas dice: "¿Dónde está vuestra fe?". Y todo esto pudo decirse a la vez: "¿Por qué tenéis miedo? ¿Dónde está vuestra fe? Hombres de poca fe". De donde cada uno refiere una de estas cosas.
Ambrosio
Calmada la tempestad ante el mandato de Jesucristo, los discípulos, asombrados, hablaban unos con otros acerca de aquel milagro. Por esto sigue: "Y ellos, llenos de terror, se maravillaron", etc. No decían esto sus discípulos como desconociendo al Salvador, pues habían conocido que Jesús era Dios e Hijo de Dios. Lo que admiraron fue la abundancia de su poder eterno y la gloria de su divinidad, aunque era semejante a nosotros y visible según la carne. Por esto decían: "¿Quién piensas es éste?". Esto es, ¡cuán grande y cuán admirable es, y cuánto es su poder y su majestad! Porque la obra es hecha con poder, el precepto dominador, no una súplica de siervo.
Beda
Puede ser también que no sean los discípulos, sino los otros que estaban en la barca, los que se admiraron.
En sentido alegórico el mar o el lago representa la agitación tenebrosa y amarga de este mundo. La barca representa el árbol de la cruz, por cuyo medio los fieles pueden ganar la orilla de la patria celestial, surcando las olas de este mundo.
San Ambrosio
Y así el Señor, que sabía perfectamente que El había venido a la tierra a causa de un misterio divino, dejando a los parientes, se subió a la barca.
Beda
Advertidos sus discípulos, suben también con El. De donde dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" ( Mt 16,24). Mientras que los discípulos navegan, esto es, mientras que los fieles pisotean el mundo y meditan en su alma el reposo del siglo futuro, mientras que, empujados por el soplo del Espíritu Santo o por los esfuerzos de sus almas, atraviesan a porfía las vanidades inconstantes del mundo, el Señor duerme. Es decir, el tiempo de la pasión del Señor llega y la tempestad avanza, porque durante el sueño de la muerte que el Señor sufrió en la cruz, las olas de las persecuciones se levantan excitadas por el soplo del demonio. La paciencia del Señor no se altera por las olas; pero la imbecilidad de sus discípulos se agita y tiembla. Despiertan al Señor, temerosos de perecer durante su sueño; es decir, que habiendo visto su muerte, aguardaban su resurrección, la cual, si se difiriese, perecerían para siempre. Por esto, levantándose, increpa al viento, porque con su pronta resurrección de la muerte destruyó la soberbia del diablo que tenía el imperio de la muerte. Calmó la tempestad del agua, porque resucitando destruyó la rabia de los judíos que insultaban su muerte.
San Ambrosio
Para que comprendas que nadie puede vivir en el mundo sin tentaciones, porque la prueba de la fe es la tentación. Estamos expuestos a los peligros de la tormenta espiritual; pero, como marinos vigilantes, procuremos despertar al Piloto no para que sirva, sino que mande a los vientos; el cual, aunque ya no duerme con el sueño de su cuerpo, cuidemos de que no duerma ni descanse para nosotros, a causa del sueño de nuestro cuerpo. Con razón eran reprendidos los que temían, estando Jesucristo presente, porque los que están unidos a El no pueden sucumbir.
Beda
Una cosa parecida tiene lugar después de su muerte, cuando, apareciéndose a sus discípulos, les reprendió su incredulidad ( Mc 15). Finalmente, calmadas así las hinchadas olas, manifestó a todos el poder de su Divinidad.