Y todo el pueblo y los publicanos, que le oyeron, dieron gloria a Dios, bautizados con el bautismo de Juan. Mas los fariseos y los doctores de la ley, despreciaron el consejo de Dios, en daño de sí mismos, no siendo bautizados por él. Y dijo el Señor: "¿Pues a quién diré que se semejan los hombres de esta generación, y a quién se parecen? Semejantes son a los muchachos, que están sentados hablando entre sí, y diciendo: Os hemos tocado la flauta, y no bailasteis; os hemos endechado, y no llorasteis. Porque vino Juan Bautista que ni comía pan ni bebía vino, y decís: demonio tiene. Vino el Hijo del hombre que come y bebe, y decís: He aquí un hombre glotón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores. Mas la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos". (vv. 29-35)
Crisóstomo in Mat. hom. 38
Una vez terminada la alabanza del Bautista, se ocupa el Salvador de la culpabilidad grande de los fariseos y de los legistas que no recibieron el bautismo de San Juan, ni aun después de los publicanos. Por lo que añade: "Y todo el pueblo y los publicanos que le oyeron, dieron gloria a Dios".
San Ambrosio in Luc 1, 6
Dios es justificado por medio del bautismo, cuando los hombres se justifican confesando sus propios pecados. Porque todo aquel que peca y confiesa sus pecados delante de Dios, justifica a Dios, confesándolo como vencedor y esperando de El su perdón. Dios es justificado por medio del bautismo, en el cual se encuentran la confesión y el perdón de los pecados.
Eusebio in Lucam 1, 5 praefat
Porque creyeron, justificaron a Dios. Apareció ante ellos como justo en todo lo que hizo. Y los fariseos, menospreciando a San Juan como desobediente, discrepaban del profeta que dice: "Para que seas justificado en tus palabras" ( Sal 50,6). De donde prosigue: "Mas los fariseos y los doctores de la ley despreciaron los consejos de Dios", etc.
Beda
Estas palabras se referían a la persona del evangelista o a la del Salvador, como algunos creen, pues dice: "en daño de sí mismos" (o contra sí mismos), lo que significa que el que desprecia la gracia de Dios obra contra sí mismo. O los vitupera de insensatos o ingratos porque no quisieron recibir el consejo de Dios que les había sido enviado. El consejo de Dios es el decreto de salvarnos por la pasión y muerte de Cristo, que los fariseos y los doctores de la ley menospreciaron.
San Ambrosio
Nos guardamos de condenar (como los fariseos) el consejo de Dios, que está en el bautismo de Juan. Este es el consejo que halló el Angel del gran consejo. Nadie desprecia el consejo de San Juan. ¿Quién, pues, rechazará el consejo de Dios?
San Cirilo
Había cierto modo de entretenerse entre los hijos de los judíos. Se dividía una turba de niños en dos partes, para burlarse de las vicisitudes rápidas de la vida presente. Los unos cantaban y los otros se lamentaban. Los que lloraban no se alegraban con los que cantaban, ni los que se alegraban se conformaban con los que lloraban. Después se reprendían mutuamente y vituperaban su falta de simpatía. Que así obró la plebe de los judíos juntamente con sus príncipes, lo declara Cristo, cuando añade: "¿Pues a quién diré que se asemejan los hombres de esta generación, y a quién se parecen? Semejantes son a los muchachos que están sentados en la plaza", etc.
Beda
La generación de los judíos se compara con los niños, porque los doctores tenían antiguamente sus profetas, de quienes se dice: "En la boca de los niños y de los que maman, perfeccionaste la alabanza" ( Sal 8,3).
San Ambrosio
Cantaron, pues, los profetas, resultando de sus melodías espirituales los oráculos de la salvación del pueblo. Lloraron para enternecer con sus lamentaciones plañideras los corazones endurecidos de los judíos. Este cántico no se cantaba en el foro ni en las plazas, sino en Jerusalén. Ella es el foro del Señor en la que se publicaban las leyes divinas.
San Gregorio Niceno
El cántico y la lamentación no son otra cosa que un exceso, el uno de alegría, y el otro de tristeza. Sale de los instrumentos músicos cierta melodía simpática, la cual hace que el hombre manifieste sus disposiciones interiores con el movimiento cadencioso de su cuerpo. Por eso dice: "Os hemos cantado con flautas, y no habéis bailado: nos hemos lamentado y no llorasteis".
San Agustín, de quaest. evang. 2, 11
Todas estas cosas se refieren a San Juan y a Jesucristo. Cuando dice: "Nos hemos lamentado y no llorasteis", se refiere a San Juan, cuya abstinencia de comida y de bebida representaba la mortificación de su penitencia. Hablando de esto añade: "Porque vino Juan Bautista, que ni comía pan ni bebía vino; y decís: demonio tiene".
San Cirilo
Se atreven a recriminar a un hombre digno de toda admiración. Llaman poseído del demonio al que mortifica la ley del pecado oculta en sus miembros.
San Agustín, de quaest. evang. 2, 11
En cuanto se dijo: "Os hemos cantado con flautas y no bailasteis", se refiere al mismo Señor, que comiendo y bebiendo con sus apóstoles, prefigura la alegría del reino de Dios. Por lo que sigue: "Vino el hijo del hombre, que come y bebe", etc.
Tito Bostr
No quiso Jesucristo abstenerse de comer y de beber, para no dar ocasión a los herejes, que dicen que las criaturas son malas, y condenan el uso de la carne y el vino.
San Cirilo
¿Cuándo pudieron probar que Jesucristo era comilón? Jesucristo se encuentra en todas partes reprendiendo la intemperancia y aconsejando la modestia. Trataba con los publicanos y los pecadores. Y por esto decían contra El que era amigo de los publicanos y de los pecadores, no pudiendo decir que había caído en pecado, sino que trataba con ellos acerca de la salvación. No se mancha el sol cuando recorre toda la tierra y deja caer sus rayos constantemente sobre sus cuerpos inmundos. Ni tampoco el Sol de Justicia se ofende cuando trata con los malos. Sin embargo, ninguno trate de comparar su propia medida con las excelencias de Jesucristo, sino que cada uno, considerando su propia miseria, evite la compañía de los malos, porque las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.
Prosigue: "Mas la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos".
San Ambrosio
La sabiduría es el Hijo de Dios por naturaleza, y no por ascenso. Se justifica en el bautismo porque no es rechazada con contumacia, sino reconocida por la justicia como un don de Dios. He aquí, pues, en qué consiste la justificación de Dios: en que parece haber transferido sus dones, no a los indignos y a los culpables, sino a los inocentes y a los que son justos y santos por el bautismo.
Crisóstomo
Llama sabios a los hijos de la sabiduría, porque la Sagrada Escritura acostumbra a designar a los malos más por el pecado que por el nombre, y a los buenos hijos, por la virtud que los caracteriza.
San Ambrosio
Dice bien "Por todos", porque la justicia está reservada a todos, a fin de que los fieles sean recibidos y los infieles arrojados.
San Agustín, de quaest. evang. 2, 11
Cuando dice: "Mas la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos", da a entender que los hijos de la sabiduría comprenden que la justicia no consiste en abstenerse ni en comer, sino en tolerar con paciencia la pobreza. No el uso, sino la concupiscencia, es lo que debe reprenderse, con tal que convengas en las clases de alimentos con aquellos con quienes has de vivir.