Al llegar a donde estaban los (demás) discípulos, viólos rodeados de una gran multitud de gente, y a los escribas disputando con ellos. Y todo el pueblo, luego que vio a Jesús, se llenó de asombro y de pavor, y acudieron (todos) corriendo a saludarle. Y El les preguntó: "¿Sobre qué altercáis entre vosotros?" A lo que respondiendo uno de ellos, dijo: "Maestro: yo he traído a Ti un hijo mío, poseído de cierto espíritu (maligno que le hace quedar) mudo, el cual, donde quiera que le toma, le tira contra el suelo, y le hace echar espuma por la boca y crujir los dientes, y que se vaya secando: pedí a tus discípulos que le lanzasen, y no han podido". Jesús, dirigiendo (a todos) la palabra, les dijo: "¡Oh, generación incrédula! ¿Hasta cuándo habré de estar entre vosotros? ¿Hasta cuándo habré yo de sufriros? Traédmele a mí". Trajéronsele. Y apenas vio a Jesús, cuando el espíritu comenzó a agitarle con violencia; y tirándole contra el suelo, se revolcaba echando espumarajos. Jesús preguntó a su padre: "¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?" "Desde la niñez, respondió, y muchas veces le ha precipitado el demonio en el fuego, y en el agua, a fin de acabar con él; pero, si puedes algo, socórrenos, compadecido de nosotros". A lo que Jesús le dijo: "Si tú puedes creer, todo es posible para el que cree". Y luego el padre del muchacho, bañado en lágrimas, exclamó diciendo: "¡Oh Señor! yo creo; ayuda Tú mi incredulidad, fortalece mi confianza". Viendo Jesús el tropel de gente que iba acudiendo, amenazó al espíritu inmundo, diciéndole: "¡Oh espíritu sordo y mudo, yo te lo mando, sal de este mozo, y no vuelvas más a entrar en él". Y echando un gran grito, y atormentando horriblemente al joven, salió de él, dejándole como muerto, de suerte que muchos decían: "Está muerto". Pero Jesús, cogiéndole de la mano, le ayudó a alzarse y se levantó. Entrado que hubo el Señor en la casa donde moraba, sus discípulos le preguntaban a solas: "¿Por qué motivo nosotros no le hemos podido lanzar?" Respondióles: "Esta raza de demonios por ningún medio puede salir sino a fuerza de oración y de ayuno". (vv. 13-28)
Teofilacto
Después que mostró su gloria a los tres discípulos en el monte, volvió a los otros que no habían subido, según las siguientes palabras: "Al llegar a donde estaban los demás discípulos, viólos rodeados de una gran multitud", etc. Aprovechando los fariseos la ausencia de Cristo, trataron de atraer a la multitud.
Pseudo-Jerónimo
No hay reposo para el hombre bajo el sol: la envidia mata a los niños; el rayo hiere la cresta de los altos montes; y hay algunos que aprendiendo con la fe, como la gente común, u otros que envidiando con altanería, como los escribas, vienen juntos a la Iglesia.
"Y todo el pueblo, luego que vio a Jesús, se llenó de asombro", etc.
Beda,
in Marcum, 3, 38
Es de observar la diferencia que hay siempre y en todo entre el espíritu de los escribas y el de la multitud. Los escribas no manifiestan la menor devoción, ni fe, ni humildad, ni reverencia al Señor, mientras que la multitud estupefacta al verle, se precipita para saludarle. "Y acudieron todos corriendo a saludarle".
Teofilacto
Deseaba tanto verle la multitud, que le saludaba desde lejos cuando se presentaba. Y algunos dicen que, pareciendo más hermoso su aspecto desde la transfiguración atraía a la multitud a saludarle.
Pseudo-Jerónimo
Viéndolo el pueblo quedó estupefacto y espantado, pero no les sucedió así a sus discípulos porque en la caridad no hay el temor (
1Jn 4), que es propio de los siervos, como la estupefacción lo es de los necios. "Y El les preguntó: ¿Sobre qué altercáis entre vosotros?". El Señor interroga para que la confesión engendre la salvación y se resuelva en palabras piadosas el murmullo del corazón.
Beda,
in Marcum, 3, 38
Se puede creer, si no me engaño, que la cuestión promovida entre ellos tenía como causa el que, siendo discípulos del Salvador, no habían podido curar al poseído que estaba entre ellos. Así al menos se desprende de las siguientes palabras: "A lo que respondiendo uno de ellos, dijo: Maestro, yo he traído a ti un hijo mío", etc.
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum, hom., 58
La Escritura muestra la incredulidad de este hombre por la siguiente frase de Cristo: "¡Oh gente incrédula!" y por esta otra: "Si tú puedes creer". Sin embargo, aunque fuese su incredulidad un motivo para que el demonio no lo abandonase, acusa a sus discípulos: "Pedí a tus discípulos que le lanzasen, y no han podido", continúa. Observemos la necedad de este hombre, que acusa a los discípulos cuando ruega a Jesús en medio de las gentes, por lo que le reprocha el Señor delante del pueblo, haciendo extensivo este reproche a todos los judíos, puesto que es probable que muchos de los presentes encandalizados pensaran lo que no debían pensar de los discípulos. "Jesús, dirigiendo a todos la palabra, les dijo: ¡Oh gente incrédula! ¿Hasta cuándo habré de estar entre vosotros? ¿Hasta cuándo habré yo de sufriros?". En cuyas palabras expresa que desea la muerte, y que el trato con ellos le era pesado.
Beda,
in Marcum, 3, 38
Sin embargo, no se muestra airado contra el hombre, sino contra el vicio, y así es que añade en seguida: "Traédmelo a mí", etc.
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum, hom., 58
El Señor permitió esto a causa del padre del muchacho, a fin de que viendo los maltratos que sufría de parte del demonio, fuese atraído a la fe en virtud del milagro que iba a obrarse.
Teofilacto
El Señor permite estos maltratos para que conozcamos la malicia del demonio, el cual hubiera matado al muchacho si el Señor no le hubiese protegido. "Jesús preguntó a su padre: ¿Cuánto tiempo", etc.
Beda
Que esto sirva de humillación a los que creen, como se atrevió a decir Juliano, que todos los hombres nacen inocentes como Adán, sin la mancha del pecado original. ¿Qué hizo, pues, este muchacho para que desde la infancia el demonio le atormentase tan cruelmente, si no hubiese tenido la mancha del pecado original sobre sí? Porque es cierto que él no había podido cometer por su parte ningún pecado.
Glosa
Las palabras del padre declaran su falta de fe. "Si tú puedes algo", manifiesta que duda de su poder, porque había visto que sus discípulos no habían curado a su hijo. Y añade: "Socórrenos compadecido de nosotros", para expresar la desgracia del hijo que sufría y la aflicción del padre.
A lo que Jesús le dijo: "Si tú puedes creer", etc.
Pseudo-Jerónimo
Con las palabras "Si puedes", indica su libre albedrío. ¿Qué cosa hay imposible para el creyente, si lo pide con lágrimas en nombre de Jesús, esto es, de la salvación?
Beda,
in Marcum, 3, 38
Da el Señor la respuesta oportuna, porque el que pide dice: "Si puedes algo, ayúdanos", y el Señor contesta: "Si tú puedes creer". Por el contrario, al leproso que exclamó lleno de fe: "Señor, si tú quieres, puedes curarme" (
Mt 8,2-3), le contestó conforme a su fe: "Quiero; sé sano".
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum, hom., 58
Lo que dice el Señor puede interpretarse de este modo: Es tal la sobreabundancia de virtud que hay en mí, que no sólo puedo hacer esto, sino hacer que otros lo hagan. Porque si tienes la fe necesaria, no solamente podrás curar a éste, sino a otros muchos. De este modo traía a la fe al que hablaba todavía como incrédulo. Y luego el padre del muchacho bañado en lágrimas exclamó diciendo: "¡Oh Señor, yo creo, ayuda tú mi incredulidad!"
Víctor Antioqueno
Mas si creía al decir "yo creo", ¿cómo es que añade: "ayuda tú mi incredulidad?" Pero son dos las especies que hay de fe; la que introduce a la vida y la perfecta. Y este hombre que empezaba a creer rogaba al Salvador le concediese lo que faltaba a su fe.
Beda,
in Marcum, 3, 38
Nadie llega de repente a la perfección y todos por lo mismo debemos empezar en la vida de la virtud por lo pequeño para llegar a lo grande, porque lo primero es el principio de la virtud, después su utilización, y por último su perfección. Mas como la fe crece por secreta inspiración de la gracia por los grados de sus méritos, puede suceder que el que aún no cree bien llegue en un solo momento de ser incrédulo a ser creyente.
Pseudo-Jerónimo
Esto nos demuestra también que nuestra fe es débil si no se apoya en el socorro y ayuda de Dios. La fe, acompañada de las lágrimas, llega a lo que desea; y por esto dice: "Viendo el Señor el tropel de gente que iba acudiendo, amenazó al espíritu inmundo, diciéndole:¡ Oh espíritu sordo y mudo!"
Teofilacto
Viendo que acudía tanta gente, amenazó sólo al espíritu inmundo, puesto que no quería hacer la cura delante de todos para enseñarnos a huir de toda ostentación.
Pseudo-Crisóstomo
Su amenaza y las palabras:
Yo te lo mando, manifiestan el poder divino. Cuando dice no sólo
sal de él, sino
no vuelvas más a entrar en él, manifiesta que estaba pronto a volver a entrar, porque la fe de aquel hombre no era perfecta todavía, y el mandato del Señor se lo impedía. "Y echando un gran grito, continúa, y atormentando horriblemente al joven salió de él", etc. Porque no pudo el diablo matarle en presencia de la verdadera vida.
Beda,
in Marcum, 3, 38
Curó el Salvador con el tacto de su piadosa diestra al que había convertido semejante a un muerto el enemigo impío. "Pero Jesús, cogiéndole de la mano, le ayudó a alzarse", etc. De este modo, mostrando ser el verdadero Dios por su poder para salvar, mostró asimismo que tenía verdadera naturaleza humana por su manera de tocarle. El insensato Manes niega que el Salvador hubiera asumido verdaderamente la carne. Pero el mismo Salvador, volviendo a la vida a tantos enfermos y purificando e iluminando a tantos otros, condenó su herejía antes que apareciese.
"Entrado que hubo en la casa, sus discípulos le preguntaban a solas: ¿Por qué motivo nosotros no hemos podido expulsarle, etc."
San Juan Crisóstomo,
homilia in Matthaeum, hom., 58
Temían, pues, si acaso habían perdido el poder que sobre los espíritus inmundos habían recibido de la gracia. "Respondióles, continúa: Esta raza de
demonios ", etc.
Teofilacto
Es decir, de los poseídos, o simplemente de toda especie de demonios. Es necesario, pues, que ayune el que cura y aquél a quien cura; porque es perfecta la oración cuando se le añade el ayuno, es decir, cuando la sobriedad del que ora le libra del entorpecimiento que causan los alimentos.
Beda,
in Marcum, 3, 38
En sentido místico, el Señor, que descubre sus misterios a los discípulos en las alturas y reprende al pie del monte a las gentes por sus pecados de infidelidad, lanza a los malos espíritus de aquéllos a quienes atormentan y conforta a los que son ignorantes y carnales todavía, les enseña, y los corrige; e instruye con más libertad a los perfectos sobre las cosas eternas.
Teofilacto
Este demonio es sordo y mudo. Sordo en cuanto que no quiere oír la palabra de Dios. Mudo en cuanto que no quiere enseñar a los otros lo que convendría enseñarles.
Pseudo-Jerónimo
El pecador en su necedad echa espuma por la boca, rechina los dientes en su ira, y se seca en su flojedad. El espíritu impuro despedaza al que se acerca a la salvación, y también despedaza con el terror y con los daños que causa a los que desea devorar, como hizo con Job.
Beda,
in Marcum, 3, 38
Muchas veces, pues, cuando nos esforzamos después de nuestros pecados por convertirnos a Dios, el antiguo enemigo nos tienta con nuevas y mayores insidias para hacernos aborrecible la virtud o para vengarse de la afrenta de haber sido expulsado.
an Gregorio Magno,
Moralia, 10, 30
Se ve como muerto al que acaba de librarse del poder del espíritu maligno porque quien sujeta los deseos terrenos extingue en sí la vida en su trato carnal y aparece muerto para el mundo, y tal llaman los que no saben vivir espiritualmente al que no solicita los bienes carnales.
Pseudo-Jerónimo
Este hombre poseído desde la infancia representa al pueblo gentil, en el cual se desarrolló desde el principio el culto inútil de los ídolos hasta el extremo de inmolar en su locura sus hijos a los demonios. Decía el padre que el mal espíritu precipitaba muchas veces al muchacho en el fuego y en el agua lo cual significa la veneración en que tenían a estos elementos los gentiles.
Beda,
in Marcum, 3, 38
O bien se representan en este poseído los que vienen al mundo sujetos con el lazo del pecado original y a los cuales ha de salvar la fe de Cristo y su gracia. El fuego debe referirse a la ira y el agua a la voluptuosidad de la carne que suele disipar el espíritu en las delicias. No fue el muchacho, que sufría a su pesar, el amenazado, sino el demonio que estaba en él, porque el que desea corregir al pecador debe exterminar el vicio de las imprecaciones y del odio, pero confortando al hombre con el amor.
Pseudo-Jerónimo
El Señor imputa al espíritu lo que ha hecho en el hombre diciendo: "Espíritu sordo y mudo", porque nunca oirá ni hablará lo que oye y habla el pecador penitente. El demonio que sale de un hombre no vuelve más a él, si éste cierra su corazón con las llaves de la humildad y de la caridad y si ha obtenido que se le selle la puerta de la protección. El hombre curado se convierte como en muerto, porque se dice de la salvación: Sois muertos, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios (
Col 3,3).
Teofilacto
Que Jesús, esto es, la palabra evangélica, nos de su mano, es decir, la virtud activa, y entonces nos veremos libres del demonio. Y es de observar que Dios nos ayuda al principio, pero que después debemos nosotros obrar el bien. Por esto levantó Jesús al poseído, con lo cual se manifestó el auxilio de Dios, así como el concurso del hombre se manifestó levantándose éste.
Beda,
in Marcum, 3, 38
Enseñando el Señor a los Apóstoles de qué modo debe ser lanzado este cruelísimo demonio, nos enseña a todos cómo hemos de vivir y que el ayuno y la oración son los medios de que hemos de valernos para salir triunfantes hasta de las mayores pruebas que nos ofrezcan los espíritus inmundos o los hombres. Este ayuno es general y no comprende sólo la abstinencia de los alimentos, sino de todo gusto carnal y principalmente de toda pasión viciosa. La oración general igualmente no consiste sólo en las palabras con que invocamos la clemencia divina, sino en todo lo que hacemos en obsequio de nuestro creador movidos por la fe: testigo es el Apóstol que dice: "Orad sin cesar" (
1Tes 5,7).
Pseudo-Jerónimo
O bien: es la locura de la lujuria de la carne la que se cura con el ayuno, como se sacude la pereza con la oración. Según la enfermedad, así debe ser el remedio. No se cura la vista con lo que se cura el talón, las pasiones del cuerpo han de curarse con el ayuno y las enfermedades del espíritu con la oración.