Entonces salía hacia él Jerusalén y toda la Judea, y toda la región cercana a las márgenes del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados. (vv. 5-6)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Habiendo expuesto la predicación de San Juan, añade oportunamente: "Entonces salía Jerusalén a buscarle, etc". Más resonaba la fama de su vida en el desierto que la atención a su clamor.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 10
Era admirable ver tanta paciencia en un ser humano; y esto es lo que más atraía a los judíos, que veían en él al gran Elías. Hubo también de contribuir a su admiración el que apareciera un profeta después de tanto tiempo. El modo singular de predicar contribuía a ello. No oían de Juan nada de lo que acostumbraban oír a otros profetas, como eran las batallas y las victorias de acá abajo, sobre Babilonia y Persia, sino que hablaba de los cielos, de cuanto conduce a ellos y de los castigos del infierno.
Dice, pues: "Entonces salía a él Jerusalén, y eran bautizados por él en el Jordán".
La glosa
Ofrecía el bautismo, pero no el perdón de los pecados.
Remigio
El bautismo de San Juan prefiguraba a los catecúmenos, porque así como son catequizados los niños para que se hagan dignos del sacramento del bautismo, así bautizaba San Juan, para que bautizados por él, después, viviendo piadosamente, se hiciesen dignos de recibir el bautismo de Cristo. Bautizaba en el Jordán, para que allí se abriese la puerta del reino de los cielos, donde a los hijos de Israel se les dio facilidad de entrar como a tierra de promisión.
Sigue: "Confesando sus pecados".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3
Comparándose con la santidad del Bautista, ¿quién puede considerarse justo? Así como un vestido blanco, si se coloca junto a la nieve, aparece sucio y oscuro, así todo hombre comparado con San Juan parece inmundo, y por ello confesaba sus pecados. La confesión de los pecados es el testimonio de la conciencia que teme a Dios. El temor perfecto hace desaparecer toda vergüenza. Se encuentra la deformidad de la confesión allí donde no se da crédito a los rigores del juicio. Y por lo mismo que es una pena grande avergonzarse a sí mismo, nos manda Dios confesar nuestros pecados para que se sufra la vergüenza en vez de la pena, y esto ya se considera como parte del juicio.
Rábano
Bien se decía que los que iban a bautizarse salían a encontrarse con el profeta, porque si alguno no se alejaba de la ligereza y si no renunciaba a las pompas del diablo y a los halagos del mundo, no podía obtener un bautismo de salvación. Y bien se decía que aquellos que en el Jordán eran bautizados bajaban, porque descendían de la soberbia de la vida a la humildad de la verdadera confesión. Ya entonces los que habían de bautizarse daban el ejemplo de confesar los pecados y de prometer una vida mejor.