Y los que pasaban le blasfemaban, moviendo sus cabezas y diciendo: "¡Ay! tú el que destruyes el templo de Dios y lo reedificas en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz". Asimismo insultándole también los príncipes de los sacerdotes con los escribas y ancianos, decían: "A otros salvó, y a sí mismo no puede salvarse: si es el rey de Israel, descienda ahora de la cruz y le creemos: Confió en Dios, líbrelo ahora si le ama, pues dijo: Hijo soy de Dios". Y los ladrones que estaban crucificados con El le improperaban. (vv. 39-44)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 87,1
Habiendo desnudado y crucificado a Jesucristo, van todavía más lejos y le insultan viéndole clavado en la cruz. Por esto dice: "Y los que pasaban le blasfemaban moviendo sus cabezas", etc.
San Jerónimo
Blasfemaban, en verdad, porque pasaban más allá del camino, y no querían andar por el justo sendero de las Sagradas Escrituras; y movían sus cabezas, porque ya antes habían movido sus pies, y no se encontraban fijos sobre la verdadera piedra.
Remigio
El pueblo insultándole, se llama a sí mismo fatuo, porque los testigos falsos eran los que habían provocado aquella escena. Por esto sigue: "Y diciendo: ¡Ay! Tú el que destruyes el templo de Dios", etc.
San Hilario,
in Matthaeum, 33
¿Qué esperanza les quedaría, pues, del perdón cuando vieran la resurrección del cuerpo del Señor reedificando el templo de Dios después de tres días?
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 87,2
Y queriendo continuar en vituperarle, añaden: "Sálvate a ti mismo: Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz".
San Juan Crisóstomo,
in serm. de Passione
Pero muy al contrario; como es Hijo de Dios no baja de la cruz, porque había venido a ser crucificado por nosotros.
Sigue: "Asimismo insultándole los príncipes de los sacerdotes, burlándose decían: a otros salvó", etc.
San Jerónimo
Los escribas y los fariseos, aun sin querer, confiesan que había salvado a otros. Por esta razón, vuestra misma sentencia os condena; el que salvó a otros, también podía salvarse a sí mismo (si quisiese). Sigue: "Si es el rey de Israel, baje ahora de la cruz y le creeremos".
San Juan Crisóstomo,
in serm. de Passione
Considera, pues, que esto no es otra cosa más que la voz de los hijos del diablo, que imitan en cierto sentido el eco de su padre. Porque el diablo decía: "Si eres el Hijo de Dios, arrójate abajo" (
Mt 4,6); y los judíos dicen: "Si eres el Hijo de Dios baja de la cruz".
San León Magno,
sermones, 55,2
¿De qué fuente de error habéis bebido, oh judíos, el veneno de tales blasfemias? ¿Quién os sirvió de maestro? ¿Qué doctrina os ha persuadido que debíais admitir por rey de Israel e Hijo de Dios, a aquél podía, o no dejarse crucificar, o desprender su cuerpo librándole de la sujeción de los clavos? Esto no os lo dijeron, ni los secretos de la ley, ni las bocas de los profetas, sino que verdaderamente lo habéis leído en Isaías: "No separé mi rostro de la ignominia de las salivas" (
Is 50,6); y en otro lugar: "Taladraron mis manos y mis pies, y contaron todos mis huesos" (
Sal 21,17). Acaso habéis leído: ¿el Señor bajó de la cruz? Lo que habéis leído es: "El Señor reinó desde ella" (
Sal 92,1; 96,1; 98,1; etc.).
Rábano
Pero si entonces hubiese bajado de la cruz, accediendo a los que le insultaban, no nos hubiese demostrado el valor de su paciencia. Mas esperó un poco, y sufrió las burlas. Y el que no quiso separarse de la cruz, resucitó del sepulcro.
San Jerónimo
La oferta que hacen es engañosa, cuando añaden: "Y le creeremos". ¿Qué es más, bajar de la cruz cuando todavía estaba vivo, o resucitar del sepulcro después de muerto? Resucitó y no le creísteis; luego tampoco le hubieseis creído si hubiese bajado de la cruz. Pero me parece que imitan a los demonios. Inmediatamente que fue crucificado el Señor, experimentaron éstos los efectos de la cruz, y comprendieron que sus fuerzas se habían quebrantado. Por esto desean que baje de la cruz. Pero nuestro Señor, conociendo las asechanzas de sus enemigos continúa en la cruz, para destruir al demonio. Sigue: "Confió en Dios, que lo libre ahora si quiere".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 87,2
¡Oh malvados en extremo! ¿Acaso no eran profetas y justos aquéllos a quienes Dios no sacó de los peligros? Y si no pereció la gloria de aquéllos a quienes llevasteis a los peligros, con mucha más razón no debíais escandalizaros de lo que ahora padece el Salvador. Porque siempre salió al paso toda duda en vosotros por las palabras que os había dicho. "Pues dijo: Hijo soy de Dios". Por medio de esto querían dar a conocer, que padecía por culpa del seductor y del falsario, del mismo modo que por el soberbio y por el que se gloriaba en las palabras que decía. Así, pues, no sólo se burlaban de El los judíos y los soldados que estaban debajo, sino también los ladrones que estaban en lo alto, y crucificados a la vez con el Señor. Por esto sigue: "Y asimismo los ladrones que estaban crucificados con El le improperaban".
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 3,16
Puede creerse que San Lucas contradice lo que se dice aquí, porque refiere que uno de los ladrones blasfemaba a Nuestro Señor, y era reprendido por el otro. A no ser que entendamos que San Mateo quiso referir esto con la mayor brevedad posible, y que por eso habló en plural y no en singular, como leemos en la Epístola a los Hebreos, en que se habla en plural: Cerraron las bocas de los leones (
Heb 11,33), siendo así que sólo Daniel fue quien las cerró. ¿Qué cosa más natural que alguno diga: los ignorantes me insultan, aun cuando sea uno solo? El relato de San Mateo sería contrario al de San Lucas, si hubiese dicho que ambos ladrones insultaban al Señor, pero como está escrito
los ladrones, y no se añadió
ambos, pudo entenderse que, según el modo usual de hablar, el número plural significa uno solo.
San Jerónimo
Puede decirse también que primero blasfemaron los dos, pero que después, cuando el sol se oscureció, la tierra tembló, las piedras se chocaron y aparecieron las tinieblas, uno de ellos creyó en Jesús, enmendando su primera negación por una subsiguiente confesión.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 87,2
Para que no se crea que en esto medió alguna connivencia o que no fuese ladrón el que lo parecía, nos lo prueba por la afrenta. Puesto que el ladrón que pendía en la cruz también era enemigo, y de repente se convirtió.
San Hilario,
in Matthaeum, 33
Que los ladrones insultaban al Señor en su pasión, quiere decir que todos los fieles habían de escandalizarse por el acto de la crucifixión.
San Jerónimo
También se representan en los dos ladrones los dos pueblos (el de los gentiles y el de los judíos). El primero blasfemó del Señor y después, aterrado por la multitud de prodigios, hizo penitencia, y hasta hoy increpa a los judíos que siguen blasfemando.
Orígenes,
in Matthaeum, 35
Pero el ladrón que se salvó puede representar el misterio de aquéllos que después de muchos pecados creyeron en Jesucristo.