"Y verán al Hijo del hombre que vendrá en las nubes del cielo con gran poder y majestad". (v. 30)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 76,3
Como habían oído mentar la cruz, para que no presumiesen que por segunda vez había de suceder algo cruel, añade: "Y verán al Hijo del hombre", etc.
San Agustín, epist. 80
El sentido más patente de este pasaje es que, al oír o leer cada cual esto, entienda que se trata de aquella misma venida en que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, en su cuerpo, en el cual está sentado a la diestra del Padre, y en el cual también murió y resucitó, y subió al cielo. Y así como en el libro de los Hechos de los Apóstoles ( Hch 1,9) se lee: "Y le recibió una nube que le ocultó a sus ojos" (de los apóstoles), y porque en el mismo lugar dijeron los ángeles: "Así vendrá, como le habéis visto ir al cielo" ( Hch 1,11). Con razón se ha de creer que ha de venir no solamente en el mismo cuerpo, sino que también en la nube.
Orígenes, in Matthaeum, 30
Verán, pues, con los ojos del cuerpo al Hijo del hombre en forma humana, que vendrá en las nubes del cielo, esto es, desde lo alto, porque así como cuando se transfiguró, la voz vino de una nube ( Mt 17), así sucederá también cuando vendrá otra vez en forma gloriosa; y no tan solamente sobre una nube, sino sobre muchas, que serán su vehículo. Y a la verdad, si cuando el Hijo de Dios subía a Jerusalén, los que le amaban tendieron sus vestiduras en el camino para que no tocase el suelo ( Mt 21), y ni aun querían que pisara la tierra el asnillo que le llevaba, ¿debe sorprendernos que el Padre y Dios de todas las cosas extienda las nubes celestes debajo del cuerpo de su Hijo, cuando descienda a la obra de la consumación del mundo? Mas podrá decirse: que así como en la creación del hombre tomó Dios el lodo de la tierra y formó al hombre, así también para revelar la gloria de Jesucristo, vistió el Señor del cielo un cuerpo celestial, primero en la transfiguración sobre una nube esplendorosa; y después en la consumación del mundo, lo exhibirá sobre nubes brillantes, por lo cual son llamadas nubes del cielo, de la misma manera que el barro es llamado de la tierra. Y es muy justo que el Padre conceda tales y tan admirables cosas a su Hijo que se humilló, y por esta causa le exaltó, no sólo según el espíritu, sino que también en cuanto al cuerpo, para que viniese sobre tales nubles. Y quizá sobre nubes dotadas de razón, para que no fuese irracional el vehículo del Hijo del hombre glorificado. Y ciertamente, vino Jesús primeramente con el poder, por el cual obraba los milagros y los prodigios en el pueblo. Mas todo aquel poder, en comparación de la gran majestad con que ha de venir en el fin del mundo, era pequeño, pues era el poder del que se anonada a sí mismo. Y es consiguiente que se transforme en mayor gloria que en la que se transformó en el monte, porque entonces se transformó en presencia de tres hombres tan solamente, mas en el fin del mundo, aparecerá rodeado de mucha gloria, para que todos le vean glorificado.
San Agustín, epist. 80
Mas, puesto que las Escrituras han de ser profundizadas y no debemos contentarnos con examinarlas superficialmente, se ha de fijar la consideración diligentemente en lo que sigue. Poco después añade: Cuando viereis todo esto, sabed que está cerca a las puertas. Entonces sabremos que está cerca, no cuando veamos que existe algo de lo que ha de preceder, sino todo esto (en lo cual está comprendido, que se verá venir al Hijo del hombre). Y enviará a sus ángeles de las cuatro partes del mundo (esto es, de toda la redondez de la tierra), para congregar a sus escogidos: todo lo cual hará en la hora última, cuando venga sobre los miembros de su Iglesia, como sobre las nubes. O sobre toda la misma Iglesia como sobre una gran nube, al modo que ahora no cesa de venir; y por tanto, vendrá con gran poder y majestad, porque su mayor poder y majestad se reflejará en los escogidos, a los cuales fortalecerá en gran manera para que no sean vencidos en tan grande persecución.
Orígenes, in Matthaeum, 30
O viene diariamente con gran poder al alma del hombre que cree en las nubes proféticas, esto es, en las Escrituras de los profetas y de los apóstoles, los cuales, según su modo de entender declaran al Verbo de Dios superior a la naturaleza humana. Así decimos también que se revela gran gloria a aquéllos que entienden; gloria que se verá por cierto en la segunda venida del Verbo: que es la de las almas perfectas. Todas las cosas que acerca de la venida de Jesucristo se dijeron por los tres evangelistas (cuidadosamente comparadas entre sí y bien discutidas), se hallará que van encaminadas a que todos los días viene a su cuerpo, que es la Iglesia, de cuya venida dijo en otro lugar: "Veréis desde aquí a poco al Hijo del hombre sentado a la derecha del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo" ( Mt 26,64). Omítense los lugares en donde Jesucristo promete aquella última venida en su persona misma.