Y venida la tarde se llegaron a El sus discípulos y le dijeron: "Desierto es este lugar y la hora ya pasada: despacha las gentes para que pasando a las aldeas se compren qué comer". Y les dijo Jesús: "No tienen necesidad de irse: dadles vosotros de comer". Le respondieron: "No tenemos aquí, sino cinco panes y dos peces". Jesús les dijo: "Traédmelos aquí". Y habiendo mandado a la gente que se recostase sobre el heno, tomó los cinco panes y los dos peces, y alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes, y los dio a los discípulos y los discípulos a las gentes. Y comieron todos y se saciaron. Y alzaron las sobras, doce cestos llenos de pedazos. Y el número de los que comieron fue cinco mil hombres sin contar mujeres y niños. (vv. 15-21)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,1-2
Lo que demuestra la fe del pueblo es que a pesar de sufrir las incomodidades del hambre aguardaban al Señor hasta la tarde. Por eso sigue: "Y venida la tarde, se llegaron a El sus discípulos y le dijeron: Desierto es este lugar". El Señor esperaba para darles de comer el que se lo suplicaran, para darnos a entender que no hace El primero los milagros, sino después que ha sido llamado. Y por esta razón no se le acerca ninguno de la multitud; le respetaban demasiado y su presencia les hacía olvidar los estímulos del hambre. Ni al acercarse los discípulos dijeron: dales de comer (porque aún no estaban dispuestos con toda perfección) sino que le dicen: "Desierto es este lugar". Porque parecía a los judíos como un milagro en el desierto, cuando ellos dijeron: "¿Acaso puede preparar una mesa en el desierto?" ( Sal 77,19). Esto es lo que opera Jesús: El los lleva al desierto a fin de que no puedan dudar del milagro y ninguno pueda creer que se había traído la comida de alguna aldea vecina. Pero aun cuando esté desierto el lugar, sin embargo, está presente el que alimenta al mundo. Y si ha pasado la hora de comer, como le dicen, sin embargo, El que no está sujeto a hora, les habla. Y aunque previniendo el Señor a sus discípulos, curó muchos enfermos; sin embargo, eran entonces tan imperfectos los discípulos, que no podían comprender cómo iba a dar de comer a tanta gente con tan pocos panes. Por eso dicen: "Despacha a la gente", etc. Mirad la sagacidad del Maestro: no les dijo en seguida: Yo les daré de comer (porque ni aun esto hubieran creído fácilmente), sino que se añade: "Y les dijo Jesús: no tienen necesidad de irse: dadles vosotros de comer".
San Jerónimo
El incita a los apóstoles a que partan el pan, a fin de hacer más patente a aquellos que atestiguaban que no tenían qué comer, la grandeza del milagro.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,46
Mas se puede hacer aquí esta objeción. Si el Señor, según la narración de Juan ( Jn 6), después de mirar a la multitud preguntó a Felipe la manera de alimentarla, ¿cómo puede ser verdad lo que sobre esto refiere San Mateo, que los discípulos dijeron primero al Señor que despachara la gente a fin de que pudiesen comprar sus alimentos en los lugares vecinos? Debe entenderse esto en el sentido de que el Señor después de esas palabras miró a la multitud, y dijo a Felipe lo que refiere Juan pero que omiten Mateo y otros; y no debe nadie inquietarse ni mirar como una dificultad el que un evangelista refiera lo que otro pasa en silencio.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,1
Las palabras anteriores no dieron más acierto a los discípulos, que aún hablan al Señor como a un hombre. Por eso sigue: "Le respondieron: No tenemos aquí sino cinco panes", etc. Vemos por estas palabras la cordura de los discípulos, que les hace despreciar la comida, porque siendo ellos doce, tenían cinco panes y dos peces. Miraban, efectivamente, con desprecio las cosas materiales, y estaban poseídos de las espirituales. Pero como sus pensamientos aún eran terrenales, el Señor principia a enseñarles lo que era propio de su poder. Por eso sigue: "Jesús les dijo: traédmelos aquí", etc. ¿Por qué para alimentar a la multitud no saca los panes de la nada? Sin duda para cerrar la boca a Marción y a los maniqueos, que miran a las criaturas como cosas extrañas a Dios, y para manifestar por sus obras que todo lo visible es obra y creación suya, y hacernos ver de este modo que El es el que da los frutos y el que dijo al principio del mundo: "Que la tierra germine hierba verde" ( Gén 1,11). Porque no es menor obra que ésta la que ahora va a hacer, porque indudablemente no es operación más pequeña el alimentar con cinco panes y dos peces a tan numerosa multitud, que el hacer que la tierra produzca frutos, y las aguas reptiles y otros seres animados; todo lo cual nos prueba que El es Señor de la tierra y del mar. El ejemplo de los discípulos debe enseñarnos que aunque sea poco lo que poseamos, conviene que lo distribuyamos entre los necesitados; porque al mandar el Señor a sus discípulos que trajeran los cinco panes, no dicen éstos: Y nosotros, ¿con qué apagaremos nuestra hambre? Y por eso sigue: "Y habiendo mandado a la gente que se recostase sobre el heno, tomó los cinco panes y los dos peces, y alzando los ojos al cielo, bendijo", etc. ¿Y por qué alzó los ojos al cielo y bendijo? Porque quiso hacernos ver que El venía del Padre y era igual a El, demostraba que era igual al Padre por el poder, y que venía del Padre refiriéndolo todo a El e invocándolo en todas sus obras. Y para demostrar las dos cosas, unas veces obra los milagros con poder y otras con súplicas. Es de advertir, que para las cosas pequeñas alza los ojos al cielo, y en las cosas mayores obra con su poder; así cuando perdonó pecados, resucitó muertos, dio vista a ciegos de nacimiento (obras todas propias de Dios), no lo hizo con súplicas; pero en la multiplicación de los panes (obra menor que todas las anteriores) alzó los ojos al cielo, a fin de enseñarnos que su poder, aun en las cosas pequeñas, le viene únicamente del Padre. También nos enseña que antes de ponernos a comer debemos dar gracias a Dios que nos da la comida, y por esta razón levantó los ojos al cielo. Los discípulos tenían ejemplos de otra multitud de milagros, pero de éste no tenían ninguno.
San Jerónimo
Con la partición de los panes, hizo el Señor una porción de comida, porque si hubieran estado enteros, y no los hubiera partido en pedazos, ni los hubiera multiplicado en tantísima abundancia, no hubiera podido alimentar a una multitud tan grande. Mas las gentes reciben del Señor, por manos de los Apóstoles, los alimentos; y por esta razón sigue: "Y los dio a los discípulos".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,2-3
En lo cual no sólo honró el Señor a sus discípulos, sino que quiso que no fueran incrédulos a la vista de este milagro, que no debían olvidar aun después de verificado, puesto que tenían por testigos de él a sus mismas manos. Y por tanto deja que las gentes sientan, primeramente, la necesidad del hambre, se le acerquen sus discípulos y le pregunten. Y recibió los panes de sus mismas manos para que fuesen muchas las pruebas del milagro que hacía y tuviesen muchos motivos para recordarlo. Y no les dio más que los panes y los peces, y de todo esto hizo participar a todos igualmente, para enseñarnos la humildad, la economía y la caridad, que mira todas las cosas como comunes a todos. Y los panes y los peces aumentaban en las manos de los discípulos. Por eso sigue: "Y comieron todos", etc. Mas no consistió sólo en esto el milagro, sino que hizo que sobraran no panes, sino pedazos de pan, a fin de hacer ver que estos restos eran de los panes, que debían anunciar a los ausentes la realidad del milagro y convencer a todos de que no era una quimera este prodigio. Por eso sigue: "Y alzaron las sobras, doce cestos llenos de pedazos".
San Jerónimo
Cada uno de los Apóstoles llenó un cesto con las sobras que quedaron del milagro del Salvador, con el objeto de hacer ver por las sobras, que realmente eran panes los que fueron multiplicados.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,3
E hizo que sobraran doce cestos, para que Judas se llevase también el suyo. Entregó los fragmentos sobrantes a los discípulos y no a las gentes, porque las disposiciones de éstas eran aun más imperfectas que las de los discípulos.
San Jerónimo
Los panes eran cinco y los convidados cinco mil. Por eso sigue: "Y el número de los que comieron fue cinco mil, sin contar las mujeres y los niños".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 49,3
La mayor gloria del pueblo fue el que estuvieran presentes, cuando quedaron estas sobras, las mujeres y los niños.
San Hilario, in Matthaeum, 14
No fueron multiplicados los cinco panes en multitud de panes, sino que se sucedieron los pedazos a los pedazos. Fue la materia del pan la que aumentó, pero ignoro si lo fue en el lugar que servía de mesa o en las mismas manos de los convidados.
Rábano
San Juan nos dice, antes de referirnos este milagro ( Jn 6), que la Pascua estaba próxima, y San Mateo y San Marcos colocan este hecho inmediatamente después de la muerte de Juan, de donde resulta, que fue decapitado Juan en los días próximos a la Pascua. Y al año siguiente, a la proximidad de la Pascua, fue consumado el misterio de la Pasión del Señor.
San Jerónimo
Todas estas cosas están llenas de misterios. El Señor hizo este milagro, no por la mañana ni al mediodía, sino por la tarde, cuando murió el sol de justicia.
Remigio
Por la tarde, nos designa el evangelista la muerte del Salvador, porque después que aquel sol de la verdad murió en la cruz, todos sus servidores recibieron el alimento. O también, por la palabra tarde, se significa la última edad del mundo, en la que vendrá el Hijo de Dios a saciar a todos los que creen en El.
Rábano
En la súplica de los discípulos al Señor para que despache la gente, a fin de que compren lo que habían de comer, se expresa el disgusto de los judíos hacia los gentiles, a quienes los discípulos juzgaban más aptos para buscar su alimento en las escuelas de los filósofos, que en los libros sagrados.
San Hilario, in Matthaeum, 14
Pero les respondió el Señor: "No tienen necesidad de marcharse", manifestando de esta manera, que no tenían necesidad aquéllos a quienes había curado, ni de alimentarse de una comida venal, ni de volver a Judea para comprarla; y manda a los Apóstoles, que les den de comer. Mas ¿ignoraba acaso, que no había cosa alguna que se les pudiese dar? Pero todo esto debía tener una aplicación típica: los Apóstoles no habían recibido aún el don de confeccionar el pan del cielo y distribuirlo, y su respuesta debe entenderse completamente en un sentido espiritual. Ellos no tenían para alimentarse más que cinco panes, es decir, los cinco libros de la ley, y dos peces, esto es, las predicaciones de los profetas y de Juan.
Rábano
Puede entenderse también por los dos peces, las profecías y los salmos, porque todo el Antiguo Testamento está comprendido en la ley, los profetas y los salmos.
San Hilario, in Matthaeum, 14
Los Apóstoles, pues, ofrecieron primeramente lo que aún poseían, pero la predicación del Evangelio desenvolvió en ellos con abundancia lo que antes poseían. Después de esto, hace sentar al pueblo, que ya no está arrojado en tierra, sino apoyado en la ley, sobre el heno. Cada uno se sienta sobre el fruto de sus obras, como sobre la hierba del suelo.
San Jerónimo
O también los manda sentar sobre el heno, y según otro evangelista ( Mc 6), en grupos de cincuenta y ciento, a fin de que, después de haber pisado su carne y los placeres del mundo, como si fueran heno seco, ascendieran por la penitencia desde el número cincuenta al de ciento. Y mira al cielo para enseñarles a dónde deben dirigir sus ojos. Rompe la ley y los profetas, y les pone delante los misterios, a fin de que lo que no les alimentaba cuando estaba entero, alimente dividido en partes a multitud de gentes.
San Hilario, in Matthaeum, 14
Y se entregan los panes a los Apóstoles, porque mediante ellos debían de ser dados los dones de la gracia divina. El número de los convidados es el de los futuros creyentes. Porque se dice en el libro de los Hechos de los Apóstoles ( Hch 4,4), que del gran número del pueblo de Israel, que se hallaba presente, sólo creyeron cinco mil hombres.
San Jerónimo
Mas comieron cinco mil hombres, que habían llegado a la edad madura; y las mujeres y los niños, el sexo débil y los pequeños no eran dignos de ser contados en este número, por eso en el libro de los Números ( Núm 1) no se cuentan los siervos, las mujeres, los niños y el pueblo bajo.
Rábano
No crea nuevos alimentos para las gentes hambrientas, sino que después de recibir los que tenían los Apóstoles, los bendijo, porque viniendo El en la carne no predicaba otra cosa más que lo que ya había sido anunciado, y más bien enseñaba que la Ley y los Profetas estaban llenos de misterios. Los discípulos retiran lo que había sobrado a las gentes, porque los misterios más secretos, incomprensibles al vulgo, no deben ser despreciados, sino que deben ser objeto de un estudio serio de parte de los doce Apóstoles, figurados en los doce cestos, y de sus sucesores. Los cestos sirven para usos manuales, y Dios eligió lo que es vil a los ojos del mundo para confundir a los fuertes ( 1Cor 1). También se pueden tomar los cinco mil convidados por los cinco sentidos del cuerpo humano, empleados con utilidad durante la vida en las cosas materiales.