"Por tanto, os digo: Todo pecado y blasfemia serán perdonados a los hombres; mas la blasfemia del Espíritu no será perdonada. Y todo el que dijere palabra contra el Hijo del hombre, perdonada le será; mas el que la dijere contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el otro". (vv. 31-32)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 41,3
Después de haber respondido el Señor a los fariseos excusándolos, ahora los atemoriza. En efecto, es parte importante en la corrección responder excusando, pero también lo es conminar.
San Hilario, in Matthaeum, 12
Condena el Señor de una manera severísima las palabras de los fariseos y la perversidad de todos aquellos que están conformes con ellos, prometiendo el perdón a los pecados y negándoselo a todo el que blasfemare contra el Espíritu Santo: "Por tanto, os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado".
Remigio
Pero es necesario tener presente que no serán perdonados a cada momento todos los que pecaren, sino sólo los que hicieren una penitencia en relación con sus pecados. Estas palabras echan por tierra el error de los novacianos, que sostenían que, una vez caído el hombre fiel, era impotente para levantarse por medio de la penitencia para merecer el perdón de los pecados, y especialmente el de la negación de la fe en la persecución.
Sigue: "Mas la blasfemia del Espíritu no será perdonada".
San Agustín, sermones, 71,13
No hay diferencia entre las palabras: "La blasfemia del Espíritu no será perdonada", y las que pone San Lucas: "No será perdonado aquél que blasfemare contra el Espíritu Santo" ( Lc 12,10). Los dos Evangelios dicen lo mismo, con la sola diferencia de que el último lo pone en sentido más claro, y por consiguiente, no hace más que explicar al primero, mas no por eso lo destruye. En el primero se dice "el Espíritu y la blasfemia", sin indicar siquiera de quién es ese Espíritu de que se trata, y por eso, para mejor inteligencia, se añade: "Y cualquiera que dijere una palabra contra el Hijo del hombre", etc. Por lo tanto, después de haber condenado toda clase de blasfemias, habla de la blasfemia contra el Hijo del hombre, blasfemia que en el Evangelio de San Juan está presentada como un pecado gravísimo, cuando dice del Espíritu Santo: "El argüirá al mundo del pecado, de la justicia y del juicio; del pecado, porque no creen en Mí" ( Jn 16,8). Y sigue: "Y el que pecare contra el Espíritu Santo no será perdonado". No se dice esto porque en la Santísima Trinidad sea el Espíritu Santo mayor que el Hijo, error que jamás ha sostenido hereje alguno.
San Hilario, in Matthaeum, 12
¿Qué cosa hay tan imperdonable como el negar en Cristo lo que es de Dios y quitarle la sustancia del Espíritu de su Padre, habiendo El consumado todas sus obras en el Espíritu de Dios, y habiéndose reconciliado en El el mundo con Dios?
San Jerónimo
O también puede entenderse este pasaje en este sentido: el que dijere una palabra contra el Hijo del hombre escandalizándose de mi carne, me tendrá como un puro hombre. Semejante error, aunque es una blasfemia y error culpable, sin embargo será perdonable, a causa de que mi humanidad se presenta a su vista como una cosa baja. Pero el que a la vista de mis obras divinas, cuyo poder no puede negar, me calumnia llevado de la envidia, y dice que Cristo, Verbo de Dios, y las obras del Espíritu Santo son el mismo Beelzebub, éste no conseguirá el perdón ni en este mundo ni en el otro.
San Agustín, sermones 71
Mas si se hubiera dicho en este sentido, se hubiera omitido la palabra blasfemia y todo se reduciría a decir que todo cuanto se diga contra el Hijo del hombre, considerado tan sólo como hombre, es perdonable; pero como se lee: "Que todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres", está fuera de duda que la blasfemia que se dijera contra el Padre está contenida en esa máxima general, y sólo es imperdonable la que se dijere contra el Espíritu Santo. ¿Acaso el Padre tomó forma de siervo, para que sea bajo este concepto superior el Espíritu Santo? 1.
San Agustín, sermones 71,3
¿Y quién no está convicto de haber dicho alguna palabra contra el Espíritu Santo antes de ser cristiano católico? Primeramente los mismos paganos cuando dicen que Cristo hizo los milagros por la magia, ¿no son por ventura semejantes a los que dijeron que lanzó El los demonios en hombre de Beelzebub? Y los mismos judíos y todos los herejes que confiesan al Espíritu Santo, pero que niegan su presencia en el Cuerpo de Cristo (que es la Iglesia católica), son semejantes a los fariseos, que negaban que el Espíritu Santo estaba en Cristo. Y ciertos herejes, como los arrianos, eunomianos y macedonianos, que, o sostienen que el Espíritu Santo es una criatura, o niegan la Trinidad de Dios, diciendo que sólo el Padre era Dios, el cual era llamado unas veces Hijo y otras Espíritu Santo, como los sabelianos. Y los fotinianos, diciendo que sólo el Padre es Dios y el Hijo un puro hombre, niegan que el Espíritu Santo sea la tercera persona de la Trinidad. Es, pues, evidente que los paganos, los judíos y los herejes blasfeman contra el Espíritu Santo. ¿No deben, pues, ser abandonados y considerados como incapaces de salvación? Porque si no puede ser perdonada la palabra que dijeron contra el Espíritu Santo, en vano es el que se les prometa su salvación por el bautismo o por su entrada en la Iglesia. Porque no se ha dicho: "No será perdonado por el bautismo", sino: "No será perdonado ni en este mundo ni en el otro". De esta manera solamente están exentos de ese pecado gravísimo aquellos que son católicos desde su infancia.
San Agustín, sermones 71,15
Piensan algunos que no se imputa como pecado contra el Espíritu Santo más que el que cometen todos aquellos que después de haber sido lavados en la Iglesia por el agua regeneradora, y después de haber recibido el Espíritu Santo, han correspondido con ingratitud a este don tan grandísimo del Salvador, metiéndose en el abismo de algún pecado mortal, como los adúlteros, los homicidas y los que no se tienen por cristianos o se separan de la Iglesia Católica. Pero no sé dónde podrán apoyar los que así piensan esa doctrina, puesto que no se niega a nadie en la Iglesia católica la penitencia de toda clase de crimen, y el mismo Apóstol nos dice ( 2Tim 2,25) que admitamos a los herejes para que se corrijan, y a fin de que Dios les dé mediante la penitencia el conocimiento de la verdad. Finalmente, no dice el Señor: "El fiel católico que dijere una palabra contra el Espíritu Santo", sino "el que dijere", esto es, cualquiera que dijere, no será perdonado ni en este mundo ni en el otro.
San Agustín, de sermone Domini, 1,22
Dice el Apóstol San Juan: "Hay un pecado que engendra la muerte" ( 1Jn 5,16). Y no digo que no se pida por el que lo cometiere, sólo digo que el pecado del hermano que engendra la muerte es el pecado de aquel que, después de haber conocido a Dios por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, ataca su fraternidad; o que después de haberse reconciliado con Dios mediante su gracia, devorado por el fuego de la envidia ataca a esa misma gracia. Es tan grande el efecto de este pecado, que no deja lugar a la humildad de la súplica, aunque obliguen a reconocer y a confesar ese pecado los remordimientos de la conciencia. Es creíble que la grandeza de este pecado produce en las almas una especie de condenación, y sin duda este sentimiento del réprobo no es más que el pecado contra el Espíritu Santo. Este sentimiento de condenación consiste en atacar por malicia o por envidia la caridad fraternal después de haber recibido la gracia del Espíritu Santo, pecado que, como dice el Señor, "no será perdonado ni en este mundo ni en el otro". De donde podemos preguntar: cuando los judíos dijeron que el Señor lanzaba los demonios en nombre de Beelzebub, príncipe de los demonios, ¿pecaron contra el Espíritu Santo, o sólo debemos tomar esa blasfemia como dicha tan sólo contra el Señor? Porque en otro lugar dice de sí mismo: "Si llamaron Beelzebub al padre de familia, ¿con cuánta más razón puede darse este nombre a sus servidores?" ( Mt 10,25) ¿Es preciso creer que ellos, no correspondiendo a los beneficios del Señor y estando poseídos de envidia, pecaron contra el Espíritu Santo, a causa de su grandísima envidia, aun cuando no fueran aún cristianos? Esto, sin embargo, no se deduce de las palabras del Señor, y parece que el Señor quiso aconsejarles que se aproximasen a la gracia, a fin de que no cayesen en este pecado después de haberla recibido. Ellos dijeron una palabra mala contra el Hijo del hombre, y hubieran sido perdonados si se hubieran convertido y hubieran creído; pero si después de recibido el Espíritu Santo hubieran ellos continuado siendo hostiles a la fraternidad y a la gracia que habían recibido, no hubieran sido perdonados ni en este mundo ni en el otro. Porque si El los hubiera considerado como condenados y sin esperanza alguna de salvación, no les hubiera dado consejos, como cuando les dijo: "O haced a un árbol bueno", etc.
San Agustín, retractationes, 1,19
Yo no he afirmado esto, y dije esto por así parecerme, pero también hube de añadir: Si terminare su vida en esta infame perversidad del alma; porque no debe perderse la esperanza de nadie, por criminal que sea, mientras viviere, y no es una imprudencia el rogar por aquél de quien no se desespera.
San Agustín, sermones, 71,8
Contiene un gran misterio este pasaje. Pidamos para su solución la luz divina. Yo digo a vuestra caridad: quizá en todas las Escrituras no haya otra cuestión tan difícil e importante como ésta, etc. Os aconsejo primeramente que observéis que no dijo el Señor: No será perdonada toda blasfemia del Espíritu, ni tampoco dijo: El que dijere cualquier palabra contra el Espíritu Santo, sino el que dijere palabra; y
San Agustín, sermones, 71
por consiguiente, no es necesario creer que toda palabra contra el Espíritu Santo ya no puede ser perdonada, sino que es preciso que la palabra sea evidentemente tal, que si se dice contra el Espíritu Santo no será perdonada. Suelen expresarse las Escrituras de una manera tal, que cuando alguna cosa no está expresada ni desde lo general ni desde lo particular, no es necesario que se la entienda en sentido general excluyendo el particular. Como cuando dijo el Señor a los judíos: "Si Yo no hubiese venido, y si Yo no les hubiese hablado, no tendrían pecado" ( Jn 15,22); no quiso decir por estas palabras que los judíos no hubieran cometido absolutamente pecado alguno, sino que hay un pecado en que los judíos no hubieran caído si Cristo no hubiera venido.
San Agustín, sermones, 71
Y el orden de las ideas nos obliga a decir en qué consiste la manera de blasfemar contra el Espíritu Santo. Se nos da a entender efectivamente que la paternidad reside en el Padre, la Encarnación en el Hijo y la comunicación del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Quieren, pues, que lo que es común al Padre y al Hijo nos pusiese también a nosotros en comunicación, no sólo entre nosotros mismos, sino también entre nosotros y Ellos: "Porque se difundió la caridad en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" ( Rom 5,5). Y porque los pecados nos separaban de la posesión de los verdaderos bienes, la caridad cubre la multitud de nuestros pecados ( 1Pe 4,8). Que Cristo nos perdona en nombre del Espíritu Santo, se comprende fácilmente por las palabras que el Señor dijo a sus discípulos: "Recibid el Espíritu Santo" ( Jn 20,23), y en seguida añadió: "Si perdonareis a algunos sus pecados, ellos quedarán perdonados", etc. El primer beneficio que reciben los fieles es el perdón de sus pecados en nombre del Espíritu Santo. Contra este don de la gracia es contra quien protesta el corazón impenitente: esta impenitencia es la blasfemia del Espíritu, la cual no será perdonada ni en este mundo ni en el otro, porque dice contra el Espíritu Santo, en quien se perdonan los pecados, una palabra malísima -o por el pensamiento o por su lenguaje-, y acumula por la dureza de su corazón y por su corazón impenitente, para el día de la venganza, la cólera divina ( Rom 2). Esta impenitencia completa no tiene perdón ni en este mundo ni en el otro, porque la penitencia alcanza en esta vida el perdón, para que sirva en la otra. Pero esta impenitencia no puede ser juzgada mientras se vive sobre la tierra, porque no debe desesperarse con respecto a nadie el que la paciencia de Dios lo lleve a la penitencia ( Rom 2) ¿Y quién sabe si ésos que veis envueltos en el error y que los tenéis por condenados como si realmente ya lo estuvieran, harán penitencia y encontrarán en el otro mundo la verdadera vida? Ciertamente, esta blasfemia puede ser grande y estar dicha con muchas palabras. La Escritura, sin embargo, suele decir "una palabra" refiriéndose a muchas palabras. Es por eso, por ejemplo, que a ningún profeta le ha dicho Dios solamente una palabra y sin embargo se lee: "La palabra que vino a tal o tal profeta".
San Agustín, sermones, 71
Quizás pudiere preguntar alguno si es el Espíritu Santo solo el que perdona los pecados, o si es el Padre o el Hijo. Contestaremos a esta pregunta, diciendo que también es el Padre y el Hijo el que perdona; porque dice el Hijo acerca del Padre: "Vuestro Padre os perdonará vuestros pecados" ( Mt 6,14); y de sí mismo dice: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar en la tierra los pecados" ( Mt 9,6). ¿Por qué razón, pues, la impenitencia, que nunca se perdona, se dice que es una blasfemia que pertenece sólo al Espíritu Santo? Es porque el que es culpable del pecado de la impenitencia se muestra rebelde al don del Espíritu Santo, por cuyo don se opera el perdón de los pecados.
San Agustín, sermones, 71
Es decir, que los pecados, porque no se perdonan fuera de la Iglesia, deben ser perdonados en ese Espíritu, que constituye la unidad de la Iglesia. Luego el perdón de los pecados que se opera por toda la Trinidad, se dice con toda propiedad que pertenece al Espíritu Santo. El es, en efecto, el Espíritu de adopción de los hijos, en cuyo nombre exclamamos: "Mi Padre, mi Padre" ( Rom 8,15), a fin de que podamos decir: "Perdónanos nuestras deudas" ( Mt 6,12). Y en esto conoceremos, como dice San Juan ( 1Jn 4,13), que Cristo permanece en nosotros por la participación de su Espíritu que nos concedió.
San Agustín, sermones, 71
Cualquiera que fuera culpable del pecado de impenitencia contra el Espíritu Santo, en quien constituye la Iglesia su unidad, su sociedad, y su comunión, jamás alcanzará el perdón.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 41,3
O de otra manera, según la primera interpretación, ignoraban los judíos quién era Cristo; pero sabían por experiencia quién era el Espíritu Santo, puesto que los profetas habían hablado de El. Por consiguiente dice: Admito que pequéis contra Mí, a causa de esta carne que me rodea; ¿pero podréis decir del Espíritu Santo que no le conocéis? Por esta razón no se os perdonará vuestra blasfemia, y recibiréis aquí y allí el castigo. Porque el lanzar los demonios y dar la salud son obras del Espíritu Santo. No me afrentáis, pues, a Mí solo, sino al Espíritu Santo, y por lo mismo vuestra condenación aquí y allí será inevitable. Porque hay hombres que sólo pagan por sus pecados en esta vida, como aquellos de quienes habla San Pablo en una primera carta a los corintios ( 1Cor 11), que profanan los misterios cristianos, pero hay otros que son castigados en el otro mundo, como el rico condenado de que habla San Lucas ( Lc 16). Y hay otros, en fin, como los judíos, que llevan una vida intolerable en este mundo desde la toma de Jerusalén, y a quienes están reservados en el otro otros castigos más severos.
Rábano
La autoridad de este pasaje destruye el error de Orígenes, quien sostenía que todos los pecadores alcanzarían después de muchos siglos el perdón de sus pecados; doctrina que queda completamente refutada con las palabras: "No será perdonado ni en este mundo ni en el otro".
San Gregorio, dialogorum libri, 4,34
Nos da a entender con esas palabras que hay pecados que se perdonan en esta vida, y otros en la otra; porque lo que se niega sobre un punto se concede sobre los demás. Sin embargo, este perdón de los pecados en el otro mundo debe entenderse de los pecados veniales, como las palabras ociosas, las risas inmoderadas o la falta de cuidado en los deberes ordinarios, que apenas pueden practicarse sin culpa, o los que no saben como encaminarse o el extravío en culpas graves por ignorancia. Hay también algunas cosas que agravan nuestra suerte futura si en esta vida no hemos obtenido el perdón de ellas, etc. Pero es necesario tener presente que no será castigado en el purgatorio sino aquel que por su conducta hubiere merecido en esta vida esta indulgencia.
Notas
1. San Agustín ilustra su exposición presentando una "blasfemia" contra el Padre: una afirmación de tipo patripasiano, en la que, al asumir forma de siervo, el Padre representa el papel del Hijo, y por lo tanto, sería inferior al Espíritu. Indudablemente, no es éste el pensamiento de San Agustín, sino una caricatura para explicar este denso pasaje.