"¿O cómo puede alguno entrar en la casa del fuerte y saquear sus alhajas, si primero no hubiere atado al fuerte, y entonces saqueará su casa?" (v. 29)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 41,2
Después de esta segunda contestación, da la tercera diciendo: "O cómo puede entrar alguno en la casa del fuerte?, etc." Por estas palabras se ve bien claro que Satanás no puede lanzar a Satanás, pero es evidente que nadie puede lanzar a otro, como no le sea superior. Esto que dice ahora el Salvador es una continuación de lo que ha dicho antes, pero añadiéndole más fuerza, porque dice: Estoy tan distante de servirme del diablo, como coadjutor mío, que, por el contrario, lo combato y lo tengo atado; la prueba de ello es que yo le quito sus armas. De esta manera viene a demostrar lo contrario de lo que ellos querían decir de El, puesto que el objeto de ellos era demostrar que no lanzaba los demonios por su propio poder, y El les demuestra que no sólo ató a los demonios, sino al príncipe de los demonios, cosa que está bien clara por las obras que hizo; porque, ¿cómo pudo derrotar a los demonios, si no venció al príncipe de ellos? A mí me parece ser una profecía todo esto, porque no sólo lanza los demonios, sino que disipará el error de toda la faz de la tierra, y hará inútiles todos los esfuerzos del diablo. Y no dice: "quitará", sino "arrebatará", indicando con esta palabra que lo hará con fuerza.
San Jerónimo
Su casa es el mundo, que tiene por fundamento la malicia ( 1Jn 5), no por la dignidad del que lo hizo, sino por la grandeza de los que delinquen. El fuerte está atado, y relegado al infierno, y pulverizado por el Señor. Mas no debemos estar seguros, porque nuestro enemigo es llamado fuerte por boca del mismo vencedor.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 41,3
Y lo llama fuerte, para manifestar su antigua tiranía, hija de nuestra desidia.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,5
Es decir, aquellos hombres, a quienes él tenía apresados, no podían sacudir su yugo por sus propias fuerzas, sino mediante la gracia de Dios. Da el nombre de alhajas del demonio a todos los infieles. Y El ha atado al demonio, porque le ha quitado el poder de impedir a los fieles seguir a Cristo, y obtener el reino de Dios.
Rábano
Ha despojado su casa, porque ha unido a la Iglesia a todos los que El ha previsto que eran suyos, y que habían sido arrebatados de los lazos del demonio. O también porque distribuyó por todo el mundo a sus Apóstoles y a sus sucesores, para que convirtiesen a todos los hombres. De esta manera, mediante una parábola irresistible, demuestra el Señor que el demonio no tiene parte en sus obras, según querían calumniarle los fariseos, sino que ha salvado al hombre del poder de los demonios por la virtud de Dios.