"En cualquier ciudad o villa en que entrareis, preguntad qué persona digna se encuentra en ella, y permaneced en ella hasta vuestra marcha. Saludad, al entrar en la casa, con las palabras: La paz sea en esta casa. Y si efectivamente fuere digna aquella casa, vuestra paz vendrá sobre ella, y si no lo fuera, vuestra paz se volverá a vosotros. Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, sacudid el polvo de vuestros pies, y marchaos de la casa o de la ciudad. Os digo en verdad, que Sodoma y Gomorra serán tratadas en el día del juicio con menos rigor que esta ciudad". (vv. 11-15)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,5
No debe creerse de que por las anteriores palabras del Señor: "Digno es el operario de su sustento", ya todas las puertas quedaban abiertas a los discípulos. Les manda, por el contrario, que tengan mucha prudencia en la elección de la hospitalidad, por las palabras: "En cualquier ciudad o aldea en que entrareis, informáos primero de quién habita en ella".
San Jerónimo
No podían los Apóstoles al entrar en una ciudad nueva para ellos, saber lo que esa ciudad era; por esta razón debían fijarse para la elección de la hospitalidad en la opinión del pueblo y en el juicio de los vecinos, a fin de que no fuese comprometida la dignidad apostólica, por parte de aquel que los recibía.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,5
¿Por qué razón, pues, permaneció el Señor en casa de un publicano? Sin duda, porque lo merecía el publicano por su conversión. Y no sólo cedió en utilidad de los Apóstoles esta determinación del Señor, sino que contribuyó hasta en el modo de ser tratados. Porque si es digno del Evangelio el dueño de la casa, indudablemente dará a los Apóstoles cuanto necesiten, especialmente si éstos no exigen más que lo puramente necesario. Observemos, pues, cómo al mismo tiempo que Jesús despoja a sus discípulos de todas las cosas se las da todas, permitiéndoles la estancia en la casa de aquellos a quienes enseñaban. De esta manera quedaban los Apóstoles libres de todo cuidado y persuadían a los demás de que el objeto de su venida a sus casas era su salvación, puesto que si ellos nada llevaban consigo, tampoco exigían más que lo necesario, ni entraban indistintamente en todas las casas: quería el Señor que se distinguiesen sus discípulos más bien por la virtud, que por el poder de hacer milagros y no hay cosa en que más brille la virtud, que en no usar de lo superfluo.
San Jerónimo
El que recibe en su casa como huésped a una persona, no le hace favor alguno, sino que lo recibe porque es considerado como persona digna y porque crece más la dignidad que recibe, que la gracia que da.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,5
Es digno de observación el no haber dado Jesús todas las cosas a sus discípulos, puesto que no les dio el conocimiento de las personas dignas, sino que les manda las examinen. Y no sólo les manda que las examinen, sino que, una vez hecha la elección, les prohibe el cambiar de casa, por aquellas palabras: "Y permaneced allí hasta vuestra marcha", a fin de no entristecer al que os recibe y de que no os tengan por ligeros y aficionados a la gula.
San Ambrosio,
in Lucam, 6,66
Los apóstoles no deben cambiar la casa a la que han ingresado y que ha de ser elegida discerniendo, para que no haya suficiente motivo para cambiar de hospedaje. Sin embargo esta misma prudencia (la de elegir quien los hospede) no es mandada al que recibe, a fin de que no pierda la hospitalidad todo su valor por las dudas de su elección.
Sigue: Saludad al entrar en una casa con las palabras: "La paz sea a esta casa".
Glosa
Como si dijera: pedid la paz para vuestro huésped, a fin de adormecer toda repugnancia en contra de la verdad.
San Jerónimo
Estas palabras son las que usaban los griegos y los sirios al saludar, porque la palabra hebrea y siríaca a la vez
salamalach o
salemalach, esto es, la paz sea contigo, corresponde a la griega
Chaere
(Caire)
y a la latina
Ave. Este es el precepto del Señor: al entrar en una casa pedid la paz para esta casa y (en cuanto está de vuestra parte), calmad las luchas y las discordias. Si sufrís alguna contradicción, vosotros tendréis la recompensa por la paz que habéis ofrecido, mientras que los que rehusaron la paz, tendrán la guerra, según las palabras: "Y si la casa fuere ciertamente digna, la paz vendrá sobre ella y si no lo fuere, la paz volverá a vosotros.
Remigio
Porque indudablemente será predestinado para la vida aquel que escucha y sigue al Verbo Divino y si ninguno quisiere oírle, no por eso la palabra del predicador será inútil; porque volverá a éste la paz, cuando le recompense el Señor por su trabajo.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,5
Les enseña el Señor que no esperen, fundados en que son los predicadores, que se adelanten otros a saludarlos, sino que ellos para honrarlos deben adelantarse. Les hace ver en seguida que su saludo es una verdadera bendición, según aquellas palabras: "Y si no fuere digna".
Remigio
Manda el Señor a sus discípulos que hagan primero el saludo de paz al entrar en una casa, a fin de que conozcan por este saludo si la casa o el hospedaje es digno de ellos: que es como si dijera claramente: ofreced la paz porque los que la reciban manifestarán que son dignos de ella, e indignos los que la rehusaren. Debe hacerse este saludo siempre a la entrada de la casa, aun cuando se haya hecho una elección digna según la opinión general, a fin de que parezca que los predicadores son más bien llamados por su dignidad, que recibidos, por haberse metido ellos. Basta decir la palabra paz, para comprender si la casa es un hospedaje digno.
San Hilario,
in Matthaeum, 10
Los Apóstoles saludan la casa con el deseo de la paz; pero no la dan, sino más bien la expresan. Es ciertamente propio de las entrañas misericordiosas del Señor, el que no vaya la paz, sino a aquella casa que es digna de ella. Pero si la casa no merece recibirla, el ministerio de la paz divina quedará encerrado dentro de la conciencia de los Apóstoles y sobre aquellos que despreciaron los mandatos divinos de Cristo, caerá la maldición eterna, significada por la salida de los Apóstoles y por el acto de sacudir el polvo de sus pies, de donde sigue: "Y si alguno no os recibiere y no oyere vuestras palabras, salid fuera de su casa y de su ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies". Porque continuando en el mismo lugar, parecerá que conserváis relaciones con los que viven en él y sacudiendo el polvo de los pies, todo su pecado queda en su casa y ningún resultado tendrá para su salvación el seguir habitando en ella los Apóstoles.
San Jerónimo
El polvo que se sacude de los pies es un testimonio de celo apostólico, de su entrada en la ciudad y de que la predicación ha llegado hasta ellos.
Rábano
O de otro modo: los pies de los Apóstoles señalan la obra y marcha de la predicación. El polvo de que se manchan, es una figura de la ligereza del pensamiento humano, de la que no están exentos los más grandes sabios, puesto que están continuamente preocupados e intranquilos del modo de dirigir convenientemente a sus oyentes y marchando por todas las sendas del mundo, no hacen más que recoger con sólo los pies el polvo de la tierra. Y aquellos que desprecian la enseñanza de los Apóstoles, convierten en testimonio de su propia condenación, sus trabajos, sus peligros y sus preocupaciones. Lo contrario sucede a los que reciben la palabra: sacan lecciones de humildad de las aflicciones y cuidados que sufren por ellos, quienes les evangelizan. Y para que no piensen, de que es una falta ligera el no recibir a los Apóstoles, añade: "En verdad os digo, que Sodoma y Gomorra, serán tratadas con menos rigor en el día del juicio, que esa ciudad".
San Jerónimo
Porque no se predicó a Sodoma y Gomorra y a esta ciudad se predicó y no quiso recibir el Evangelio.
Remigio
O también: porque los Sodomitas y los de Gomorra a pesar de que eran viciosos, tenían hospitalidad (
Gén 19), según se dice, aun cuando los huéspedes, que se cuenta haber ellos recibido, no fueron Apóstoles.
San Jerónimo
Si los Sodomitas han de ser tratados con menor rigor que esa ciudad, que no recibió el Evangelio, síguese de aquí, que los castigos no son iguales para todos los pecadores.
Remigio
Pone especialmente el ejemplo de los habitantes de Sodoma y de Gomorra, para darnos a entender que los pecados más detestables a los ojos de Dios, son los pecados contra la naturaleza, pecados que motivaron la destrucción del mundo entero (
Gén 6), mediante las aguas del diluvio (
Gén 19) y de los cuales proceden diferentes males que afligen el mundo todos los días.
San Hilario,
in Matthaeum, 10
Nos enseña el Señor en sentido místico, que no debemos tener intimidad entrando en las casas de aquellos que, o se declaran contra Cristo, o le ignoran y. Y debemos preguntar en todas las ciudades, qué personas hay en ellas dignas de recibirnos, esto es, si hay en ellas alguna iglesia y si en esta iglesia habita Cristo, a fin de no ir a otra; porque merece ésta el que os detengáis en ella, pues su dueño es justo. Encontraréis muchos entre los judíos, cuyo respeto a la ley será tal, que a pesar de creer en Cristo a causa de la admiración que produce en ellos la grandeza de los milagros, continuarán, sin embargo, practicando las obras de la ley. Otros, por el contrario, atraídos por la curiosidad de la libertad que les promete Cristo, simularán que abrazan la ley del Evangelio. Finalmente, habrá otros muchos que, guiados por la perversidad de su inteligencia, caerán en el error. Y como casi todos éstos presumen que en ellos está la verdad católica, es preciso tener mucha prudencia hasta en esta misma casa, esto es, en esta Iglesia católica.