Cuentos de guerra

Estoy terminando «Cuentos de guerra», uno de los pocos libros de León Bloy que no había leído. En realidad, es una selección de «Suer de sang» (1893) unos cuentos sobre la guerra franco-prusiana de 1870, en la cual él había participado.

No sé si la selección será representativa; el libro me parece bastante bien, dentro de lo que puede gustar Bloy como cuentista (poco, a la mayoría; no demasiado, a mí). Hay algo de las truculencias y ferocidades que preveía. Conociendo su odio a los alemanes, yo temía además (por eso me demoré tanto en leerlo) que tuviera algo de panfleto: ya saben, esos recuentos morosos de las crueldades enemigas, para indignar a la tropa. Pero no, —ya debería conocerlo mejor—, Bloy no tiene nada de nacionalista (adjetivo cuya interpretación dejo a cargo del lector ), y aunque le duele terriblemente la humillación de su patria, y aunque no ahorra apóstrofes contra los «prusianos sanguinarios», no son ellos los malos de la película, ni son sus maldades el tema.

Creo que mi preferido es «El obstáculo», un cuento casi sin trama, como una especie de fotografía de la derrota y la desolación; tal vez lo trascriba en la página algún día. La edición (ed. El Cobre, España, 2002) no es gran cosa. Traducción dudosa, algunos pocos errores de ortografía («rebentar» «y «rebienta», en el mismo cuento; raro, sobre todo en estos tiempos de correctores automáticos). Como prólogo metieron el viejo artículo de Rubén Darío (de «Los raros») —un desatino. Y la nota de contratapa termina con este párrafo, tan dudoso en la redacción como en el pensamiento:

Leer a Bloy, lo más políticamente incorrecto que puede haber en el dominio de la literatura, gran ironía del que se creía un ortodoxo a ultranza.
Pobre unión de dos pobres ideas: la etiqueta resobada de lo «políticamente incorrecto» para elogiar cualquier cosa que (en el fondo o la superficie; con o sin criterio estético, ético o intelectual) se salga de los carriles más transitados; y la gansada (borgiana) de que «Bloy pretendía ser ortodoxo pero al final fue todo un hereje». Y el tipo este la empeora, porque, incluso si tomáramos la calificación «PI» en el mejor sentido que sus usuarios quieren (trasgresión meritoria, audacia fructífera que denota libertad creativa y de pensamiento), incluso si aceptáramos que Bloy sólo «pretendió ser ortodoxo», aún así no habría ninguna ironía. ¡Como si, hoy día, el propósito de ser uno ortodoxo (en todos los aspectos; pero en religión particularmente) pudiera ser considerada políticamente correcta! Chesterton escribió un par de libros a propósito de esto (Herejes y Ortodoxia); o, tal vez, todos.

Deja un comentario

Para comentar en el blog hay que autenticarse con cuenta de Google (Gmail), Twitter, Facebook, Windows Live (Hotmail) (o Disqus, o wordpress.com). También recibo comentarios por mail, a hjg.com.ar@gmail.com.