Confesión de parte

Tres observaciones triviales, notas puramente empíricas, fruto del demasiado tiempo gastado en blogs, foros, páginas de opinión, artículos, panfletos y ensayos.

1. Cuando alguien dice: «Ladran, Sancho, señal que cabalgamos», además del absurdo más notorio (la frase no existe, no está en el Quijote ni en ninguna fuente digna de mención), aparte de la objeción gramatical (debería ser «de que», ¿no?), la probabilidad de que el presunto sentido del dicho se aplique al caso en cuestión (es decir: que el hecho de despertar oposición ruidosa en los malos es muestra de que uno está haciendo algo bueno) es cercana a cero.

2. No mucho más alta es la probabilidad de que venga a cuento la sentencia leguleya: «A confesión de parte, relevo de prueba».
Yo, al menos, no recuerdo un sólo caso, de los muchos en los que la he topado (de todos los bandos; frecuentemente con puntos suspensivos en reemplazo del segundo miembro), de uso oportuno y concluyente. Casi siempre la confesión traída es una cita inexacta, o equívoca, o fuera de contexto, o que no es atribuible a ninguna parte. Y todo lo que alcanza a probar, casi siempre, es la deshonestidad intelectual o simple estupidez del que la emplea. Casi siempre, dije.

3. El mundo de los blogs personales puede segmentarse en variados mundillos, según temática, idioma, ideología, nacionalidad… He paseado por unos cuantos. En ninguno encontré tanto anonimato como en el de los blogs católicos de derecha hispanos; argentinos, sobre todo. No sé por qué, pero ese es el hecho, curioso —no pasa con los blogs católicos yanquis, por ejemplo.
Y no negaremos que puede haber buenas razones para el pseudónimo. Pero cuando leo, por ejemplo, a un blogger argentino dedicado a los trapitos sucios católicos -sacerdotales y monjiles- y afecto a agitar esas pequeñas polémicas entre correligionarios (de las variadas gradaciones de la derecha; y frecuentemente tan celosos del anonimato como el dueño de casa) advertir que no puede revelar su identidad porque tendría problemas en su parroquia, en su trabajo y hasta en su matrimonio… qué quieren que les diga, me da una impresión un poquito penosa.
Pero bueno, ni el ejemplo ni mi impresión importan mucho; lo que yo quería era anotar el hecho.

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