El miedo

… Acabo de ver un desgraciado país enteramente entregado a esa especie de demonio: el miedo. Erraríais grandemente si os lo representarais bajo las apariencias de un diablillo pálido, vacío a fuerza de cólicos. Es que vuestra imaginación toma los primeros síntomas del mal por el mal mismo. El miedo, el verdadero miedo, es un delirio furioso. Entre todas las locuras de que somos capaces, el miedo es seguramente la más cruel. Nada le iguala en impulso, nada puede resistir su choque. La cólera, que se le parece, no es más que un estado pasajero, una brusca disipación de las energías del alma; además, es ciega. El miedo, por el contrario, una vez superada la primer angustia, forma con el odio uno de los compuestos psíquicos más estables que existen. Hasta he llegado a preguntarme si el odio y el miedo, especies tan próximas, no habrán llegado ya al último término de una evolución recíproca; si no llegarán a confundirse mañana en un sentimiento nuevo, aun desconocido, que parece asomar a veces en una voz, en una mirada…

G. Bernanos, «Los grandes cementerios bajo la luna» (1938)

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