Un poquito de desprecio

Ducadelia (cura argentino, hecho Papa) discute con Miradamescua (obispo andaluz). Ambos con sus berretines literarios, y otras rarezas comunes.
— … Vengan esos versos.
— Los perdí —exclamó Duca—. En el Cerrillo.
— ¿Dónde queda eso?
— En Chile. Hermoso país. En el eródromo. No tengo copia.
— ¡Que me mate Dios! ¡Después a mí me dicen distraído!
— Me dio el desgano. Desprecio ya la literatura. Hay que despreciarla un poco, Mira. Queme esos tercetos suyos y le perdono yo.
— Es una poesía mística. Y es buena. Es mía.
— ¡Mística un cuerno! Es una declaración de amor. Mística bastante patuda. Esas que dice San Jerónimo que empiezan en espíritu y acaban en carne…
— Todos los poetas místicos, empezando por el Cantar de los Cantares, han usado comparaciones del amor profano, y aun carnal. Bueno, me voy.
— Espere, no huya. Con un tono distinto. Juan de la Cruz y Angelus Silesius…
— El tono poco importa. Cada cual tiene el suyo, pispajo.
El tono es el que hace la música, caro amigo…
Es de una novela, no hace falta decirlo.
De Castellani (hace falta decirlo?).

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