Deuda de sangre

Buck Grangerford, de los Grangerford que andaban enemistados con los Shepherdson, explica a Huckleberry Finn el concepto de la deuda de sangre. Esto vendría a ser en el sur de los EEUU, siglo XIX. Y el que escribe es Mark Twain. Que, a pesar de su gracia y su independencia, no es un tipo especialmente profundo que digamos, con demasiada tendencia al cinismo adolescente y la burla fácil y corta de vista ( en sus peores momentos, recuerda a Voltaire… o a algunos periodistas ideologizados y con pretensiones de agudeza que hay por acá). Y sin embargo, como se ve, no se limita al lado ridículo del asunto (familias peleadas a muerte -literalmente- sin que nadie se acuerde el motivo original); también ve una especie de grandeza, en los rivales que -en su plano- se admiran y respetan por su valentía reconocida.
En cuanto pude llevarme a Buck donde se guardaba el maíz y estábamos solos bajo los árboles le pregunté:
—¿Querías matarlo, Buck?
—Hombre, claro que sí.
—¿Qué te había hecho?
—¿Él? Nunca me ha hecho nada.
—Bueno, entonces, ¿por qué querías matarlo?
—Pues por nada, no es más que por la deuda de sangre.
—¿Qué es una deuda de sangre?
—Pero, ¿dónde te has criado? ¿No sabes lo que es una deuda de sangre?
—Nunca había oído hablar de eso… dime lo que es.
—Bueno —dijo Buck—, una deuda de sangre es algo así: un hombre se pelea con otro y le mata, entonces el hermano de ese otro lo mata a él; después los demás hermanos de cada familia se van buscando unos a otros, después entran los primos y al cabo de un tiempo han muerto todos y se acabó la deuda de sangre. Pero es como muy lento y lleva mucho tiempo.
—¿Y ésta dura desde hace mucho tiempo, Buck?
—¡Pues claro! Empezó hace treinta años o así. Hubo una pelea por algo y después un pleito para solucionarla, y el pleito lo ganó uno de los hombres, así que el otro fue y mató al que lo había ganado, que es naturalmente lo que tenía que hacer, por supuesto. Lo que haría cualquiera.
—Y, ¿cuál fue el problema, Buck? ¿Fue por tierras?
—Supongo que sería… no lo sé.
—Bueno, ¿quién mató a quién? ¿Fue un Grangerford o un Shepherdson?
—¿Cómo diablo voy a saberlo yo? Fue hace mucho tiempo.
—¿No lo sabe nadie?
—Ah, sí, padre lo sabe, supongo, y alguno de los otros viejos; pero ya no saben por qué fue la primera pelea.
—¿Ha habido muchos muertos, Buck?
—Sí; ha habido muchos funerales. Pero no siempre matan. Padre lleva algo de metralla dentro, pero no le importa porque de todos modos no pesa mucho. Bob tiene uno o dos tajos de cuchillo de caza y a Tom lo han herido una o dos veces.
—¿Ha muerto alguien ya este año, Buck?
—Sí; nosotros nos apuntamos uno y ellos otro. Hace unos tres meses mi primo Bud, que tenía catorce años. Iba por el bosque del otro lado del río y no llevaba armas, lo que es una estupidez, y cuando estaba en un sitio solitario oyó un caballo que venía por detrás y vio al viejo Baldy Shepherdson que le perseguía con la escopeta en la mano y el pelo blanco flotando al viento, y en lugar de saltar del caballo y echarse a correr, Bud se creyó que podía ir más rápido, así que la persecución continuó cinco millas o más y el viejo ganaba cada vez más terreno; al final Bud vio que no merecía la pena y se paró y le hizo cara para que las heridas fueran de frente, ya sabes, y el viejo lo alcanzó y lo mató. Pero no tuvo mucho tiempo para disfrutar con su suerte, porque en menos de una semana los nuestros lo mataron a él.
—Para mí que ese viejo era un cobarde, Buck.
—Pues para mí que no era un cobarde. Ni mucho menos. No hay ni un solo Shepherdson que sea un cobarde; ni uno. Ni tampoco hay un solo Grangerford que sea un cobarde. Pero si una vez aquel viejo aguantó solo una pelea de media hora contra tres Grangerford y venció él. Estaban todos a caballo; él se apeó y se parapetó tras unas maderas y puso el caballo delante para que le dieran a él las balas; pero los Grangerford siguieron a caballo dando vueltas al viejo y disparándole y él disparándolos a ellos. Él y su caballo volvieron a casa bastante fastidiados y agujereados, pero a los Grangerford hubo que llevarlos a casa, uno de ellos muerto, y otro murió al día siguiente. No, señor; si alguien anda buscando cobardes, que no pierda el tiempo con los Shepherdson, porque ellos no crían de eso.

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