Todo inventado

Me dice un lector:
Por tu culpa, me alquilé «El viaje de Chihiro«, y no entendí absolutamente nada.
Y bien. No voy a decir que me arrepiento, siempre que recomiendo algo sé que corro ese riesgo. Me preocupa mucho más el otro riesgo: el de recomendar algo que no lo vale. Creo que este no es el caso. Y aunque lo fuera: esto es un mero blog, vamos.

Hablando de Chihiro.
Ayer pensaba algo sobre los padres, tan clase-media-moderna ellos… poco antes de caer bajo la maldición (por meterse en un lugar prohibido y ponerse a comer como cerdos, son transformados en …cerdos) el padre había tranquilizado a la hija (malcriada y apática) diciéndole «No hay por qué preocuparse, tengo efectivo y tarjetas de crédito». Y recién ahora me percato del evidente carácter «burgués» de esa seguridad, y del paralelo con la anterior frase tranquilizadora, cuando se meten con el auto por un camino abandonado: «No te preocupes, tenemos un gran automóvil» (en realidad, veo ahora, dice literalmente: «Tenemos un ‘4×4’«).
Nada demasiado sobrenatural que ellos se conviertan en cerdos, al fin y al cabo. Y que la niña alcance a salvarse (y salvarlos) «desmalcriandose», trabajando duro, rechazando el oro falso y compadeciéndose del que no tiene rostro.
No está mal (claro que estas interpretaciones no hacen ninguna falta para disfrutar la película; yo al menos no las necesité).
Pero la observación sobre el castigo que cae sobre la falsa seguridad burguesa de los padres no será un hallazgo mío, seguro… A ver, busquemos en Google… Claro. Acá, por ejemplo.

En fin, si uno quiere hacerse la ilusión de tener alguna pequeña idea original, lo mejor es no tener Internet.
Algunas otras grandes ideas que se me cruzaron estos días:

  • Pensando en ese espantoso y omnipresente adjetivo : mediático, y en el sustantivo original «medios» en esa nueva acepción, se me ocurrió una vuelta de tuerca ingeniosísima sobre la frase «El fin no justifica los medios»… muy fácil de imaginar (ahora que ya les expliqué por dónde venía la cosa!).
    No hace falta buscar demasiado en Google para encontrar miles de ingeniosos periodistas que tuvieron la misma brillante ocurrencia. Maldición.

  • Pensando adjetivos para calificar una determinada persona con pose de superado e impertubable, forjé el adjetivo «indespeinable«. Feo, pero al menos original, pensé. Bueno… no.

  • Más en el plano tecnológico, y volviendo a las películas de Miyazaki: mejor que verlas en el monitor de mi PC, sería poder proyectarlas, pensaba hace poco. Un proyector cuesta caro, sí… pero tal vez alguna especie de cámara oscura … (en mi adolescencia había armado una con unos Rasti y una lupa). Simple, barato y efectivo, pensé; y durante una fracción de minuto me imaginé, cual nuevo Edison argentino, patentando mi invento, ganando fama y riquezas (está bien, no hay por qué reírse; una fracción de minuto, dije… ponéle unos diez minutos ; bueno, un par de horas, no más; o no mucho más).
    Sí: claro que mi invento ya existe y al parecer no funciona del todo bien; demasiados avisos de «compre mi manual y mi kit por $40…» ; de esas cosas que dan alguna satisfacción a los vendedores poco escrupulosos y muy poca a los compradores ingenuos. Por ejemplo.

    Contemos pues, entre las virtudes de Internet, esta de matar -casi de raíz- esos berretines de originalidad, que son triste y moderna cosa. Y esto último que digo, tampoco es nada original.
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