Archivo por meses: marzo 2005

El lenguaje según Orwell

Conozco mal a George Orwell (sólo leí 1984, si no me equivoco). Y sospecho que debería conocerlo mejor.
Como para aumentar esa sospecha, encuentro este artículo sobre la política y el lenguaje ; a pesar de lo que se pierde en la traducción (esmerada, de todos modos) y la distancia en el tiempo, me parece inteligente:

…El idioma inglés moderno, en especial el inglés escrito, está plagado de malos hábitos que se difunden por imitación y que podemos evitar si estamos dispuestos a tomarnos la molestia. Si nos liberamos de estos hábitos podemos pensar con más claridad, y pensar con claridad es un primer paso hacia la regeneración política: de modo que la lucha contra el mal inglés no es una preocupación frívola y exclusiva de los escritores profesionales….

…hay un enorme basurero de metáforas gastadas que han perdido todo poder evocador y que se usan tan sólo porque evitan a las personas el problema de inventar sus propias frases …

… extensiones verbales falsas. Éstas evitan el problema de elegir los verbos y sustantivos apropiados, y al mismo tiempo atiborran cada oración con sílabas adicionales que le dan una apariencia de simetría

… lo peor de la escritura moderna … consiste en pegar largas tiras de palabras cuyo orden ya fijó algún otro, y hacer presentables los resultados mediante una trampa. El atractivo de esta forma de escritura es que es fácil. Es más fácil —y aun más rápido, una vez que se tiene el hábito— decir «En mi opinión no es un supuesto injustificable» que decir «Pienso». Si usted usa frases hechas, no sólo no tiene que buscar las palabras; tampoco se debe preocupar por el ritmo de las oraciones, puesto que por lo general ya tienen un orden más o menos eufónico.

El ritmo que los lugares comunes traen consigo… y nos ahorran de crear. Casi todas las retóricas en uso: la adolescente, la periodística, (y la deportiva… la retórica del jugador de fútbol que es entrevistado!) y … la clerical (por no decir episcopal). Ay, esos sermones fáciles, esa sonoridad pomposa, vacía, adormecedora…

Cuando se redacta de prisa —cuando se dicta a un taquígrafo, por ejemplo, o se hace un discurso público— es natural caer en un estilo estereotipado y pretencioso. Muletillas como «una consideración que debemos tener en mente» o «una conclusión con la que todos estaríamos de acuerdo» ahorran a muchos una expresión cuya construcción les produciría un síncope. El empleo de metáforas, símiles y modismos trillados ahorra mucho esfuerzo mental, a costa de que el significado sea vago, no sólo para el lector sino también para el que escribe. […]

La gente que escribe de esta manera manifiesta un significado emocional general —detesta una cosa y quiere expresar solidaridad con otra— pero no está interesada en los detalles de lo que está diciendo.

Algo así pensaba yo cuando objetaba (con mucha menos solvencia que Orwell) el abuso del adjetivo-muletilla «patético».

En cada oración que escribe, un escritor cuidadoso se hace al menos cuatro preguntas, a saber:

¿Qué intento decir? ¿Qué palabras lo expresan? ¿Qué imagen o modismo lo hace más claro? ¿Esta imagen es suficientemente nueva para producir efecto?

Y quizá se haga dos más: ¿Puedo ser más breve? ¿Dije algo evitablemente feo?

Pero uno no está obligado a encarar todo este problema. Puede evadirlo dejando la mente abierta y permitiendo que las frases hechas lleguen y se agolpen. Ellas construirán las oraciones por sí mismas —y, hasta cierto punto, incluso pensarán en lugar de uno— y si es necesario prestarán el importante servicio de ocultar parcialmente su significado, aun para uno mismo.

Alguien me preguntaba por qué me fastidian tanto las revistas con posiciones tomadas … Página 12, Panorama Católico, Cabildo… si no se trataba de un fácil repudio contra los extremismos, una jactancia de equilibrio (o tibieza?). Pero no es cuestión de izquierdas, derechas o centros. Se trata de eso que dice Orwell: de estar en guardia, para evitar que otros (nuestras pasiones incluidas) piensen por nosotros.

Bien, pero no tenés por qué enojarse contra los que nos saben ponerse en guardia, me dirán. Así será, digo yo; pero cuando de militantes se trata… … Seguir leyendo

El usuario de Internet

En publicidades de proveedores de Internet suele aparecer el usuario modelo. Sentado frente al monitor, un joven entusiasta evidencia en la cara su disfrute ante la velocidad de su ISP y los éxitos amorosos que consigue chateando.

Lamentablemente, por más onda que los publicistas tratan de ponerle, siempre el tipo resulta un inconfundible estúpido. Siempre sentimos la íntima seguridad de que no debería estar ahí sentado, malgastando horas de su vida delante de una PC. No es algo natural. Es enfermo.
Por qué no apagás eso y salís a caminar por ahí, a hablar con un amigo, a leer un libro o hacer cualquier otra cosa… estúpido… dan ganas de decirle.

Quién sabe si esa mirada no es la justa. Quién sabe si los publicistas, sin querer, no nos están abriendo los ojos.

Lo que hace el hijo y lo que hace el padre

19. Entonces Jesús respondió y les dijo: «En verdad, en verdad, os digo, el Hijo no puede por Sí mismo hacer nada, sino lo que ve hacer al Padre; pero lo que Éste hace, el Hijo lo hace igualmente.
20. Pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que Él hace; y le mostrará aún cosas más grandes que éstas, para asombro vuestro.
21. Como el Padre resucita a los muertos y les devuelve la vida, así también el Hijo devuelve la vida a quien quiere.
22. Y el Padre no juzga a nadie, sino que ha dado todo el juicio al Hijo,
23. a fin de que todos honren al Hijo como honran al Padre. Quien no honra al Hijo, no honra al Padre que lo ha enviado.
24. En verdad, en verdad, os digo: El que escucha mi palabra y cree a Aquel que me envió, tiene vida eterna y no viene a juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
25. En verdad, en verdad, os digo, vendrá el tiempo, y ya estamos en él, en que lo muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y aquellos que la oyeren, revivirán.
26. Porque así como el Padre tiene la vida en Sí mismo, ha dado también al Hijo el tener la vida en Sí mismo.
27. Le ha dado también el poder de juzgar, porque es Hijo del hombre.
28. No os asombre esto, porque vendrá el tiempo en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz;
29. y saldrán los que hayan hecho el bien, para resurrección de vida; y los que hayan hecho el mal, para resurrección de juicio.
30. Por Mí mismo Yo no puedo hacer nada. Juzgo según lo que oigo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

(Jn 5)
Esto se leyó hoy en misa. No pega mal con lo que ando dando vueltas, sobre la Trinidad y la paternidad.
Pero por ahora me quedo con este breve asombro que me invadió cuando, al escuchar esos versículos («el Hijo no puede por Sí mismo hacer nada, sino lo que ve hacer al Padre«) se me ocurrió pensar, por primera vez, en el término base de la comparación: el hijo (con minúsculas) que hace lo que ve hacer al padre (idem). Asombro, digo, ante mi propia estupidez (me pasa a veces que me asombra mi estupidez; no muchas veces por día, pero me pasa), pues ese sentido humano debería ser el primero en venir a la mente …para después «saltar» al otro.
Tal vez, digo tratando de disculparme, culpa de las mayúsculas (al fin y al cabo, uno tiene mucha más familiaridad con las palabras escritas que con las habladas… lamentablemente). Y tal vez hoy haya sido la primera vez que simplemente escuché esos versículos, en lugar de intentar leerlos.

Música y electricidad

Algo de música; o mejor dicho, de física. Sucede que este domingo, hojeando un manual escolar de la primaria, encontré un texto sobre los instrumentos musicales. Decía que la guitarra eléctrica se caracteriza por tener micrófonos que amplifican el sonido.
Busco en Internet, y veo que unos cuantos dicen algo por el estilo. Si no me equivoco, es un error.
En una guitarra electroacústica (o cualquier guitarra con micrófonos adosados a la caja)… sí, los micrófonos amplifican el sonido. En una eléctrica propiamente dicha, no; lo que ocurre es algo totalmente diferente. No hay micrófonos sino pickups (pastillas) que transforman en electricidad, no el sonido (vibración del aire generado por la cuerda), sino la misma vibración de la cuerda, que -por ser metálica- genera una variación en el campo magnético.
Dos experimentos pensados que se me ocurren para ilustrar la diferencia:
  • Tocar la guitarra en el vacío. Una guitarra electroacústica no sonaría, al no haber aire para generar el sonido. Una eléctrica, sonaría igual. (Obvio: sólo la guitarra se supone en el vacío; los parlantes, no).
  • Cambiar las cuerdas metálicas por cuerdas de nylon. La electroacústica sonaría sin problemas (cambio de timbre o volumen nomás). La eléctrica no sonaría (en los parlantes) en absoluto.
  • Cosas que pasan, cosas que dicen

  • Ferrari -cuya fina inteligencia y buen sentido parecen haberle ganado un lugar en Pagina/12- denuncia el antisemitismo de la Iglesia católica. Y pide a la Defensora del Pueblo que pida a la Iglesia que borre de su liturgia algunos versículos de los evangelios que hieren la sensibilidad (de Ferrari).
    Entre varias citas infamantes, me hace gracia encontrar una del padre Castellani.

  • Dice la columna de «actividad religiosa» de La Nación que «Espigar en los tradicionales mensajes que los obispos argentinos dirigen a sus respectivas comunidades invita a percibir cierto afán de diálogo.»
    No sé si no me quedo con Página 12…

  • Hay monjas contemplativas y monjas activas. Si creemos lo que dice el diario, hay monjas muy activas : «Dos religiosas de la congregación «Pías Discípulas del Divino Maestro otorgan a los fieles que lo deseen indulgencias plenarias». A la flauta.

  • Hablando de monjas… (vía Camassia) Andi cuenta en su blog su decisión de hacerse monja… budista.

  • Fray Nelson (con blog mejorado), sobre los cuatro poderes que mueven la voluntad del hombre necesidad, placer, miedo, ira. Todo gobierno, todo grupo de poder, los usa; aunque los últimos dos, vergonzantemente. El miedo y el odio suelen ir juntos («el enemigo») [y cómo no recordar los Dos Minutos de Odio, de 1984]. Bajo distintas formas, según países, tiempos, ideologías y temperamentos: Terrorismo. Comunismo. Islam. Fascismo. Inmigración. Iglesia.
  • El fracaso de Frodo

    Lo que sigue trata de (un aspecto de) el desenlace de «El señor de los Anillos»; aquellos que no la hayan leído (o visto) y no quieran que «le cuenten el final», tal vez preferirán no seguir leyendo. Aunque personalmente creo que son contados los buenos relatos cuyo efecto resulte estropeado por conocer el final anticipadamente; acaso alguna novela policial; ciertamente, no el SDLA … pero esa es mi opinión.
    Queda el lector advertido.

    Siempre me ha llamado la atención que a tan pocos parezca llamarles la atención el comportamiento de Frodo en las Grietas del Monte del Destino.
    Como sabemos, al final de tanto esfuerzo, se abandona al poder del anillo, se niega a tirarlo al fuego y lo reclama para sí.
    Frodo, como también sabemos, es el héroe principal de la historia (imagen de Cristo, en algunos aspectos, dicen algunos). Y así es honrado por Aragorn, por Gandalf y por todos (lectores incluidos).

    ¿Por qué le dejamos pasar semejante traspié ? (O, si lo ponemos en otro plano: ¿qué necesidad tenía Tolkien de manchar así la foja de servicios de la figura principal, justo en el climax de la historia?)

    Es raro, siempre me digo, que a casi nadie se le ocurra reprochar esto a Frodo -o a Tolkien. Y no porque a mí me parezca reprochable (al revés, lo tengo por uno de los muchos signos inequívocos de la genialidad de Tolkien), sino porque, justamente, me parece que (un poco como dice Kierkegaard a propósito de Cristo) es necesario ver lo chocante, superar la ocasión de escándalo para así ver la grandeza.
    Quizás la mayoría de los lectores oscuramente vean esto, y es por eso que disculpan a Frodo. Quizás.

    Entre muchas otras cosas, el episodio tiene a mis ojos un sentido moral: el de mostrar que la bondad o maldad de los actos de mi prójimo debe medirse dentro del rango de libertad de elección y acción que las circunstancias imponen. Y como no podemos saber qué pesa sobre el alma de cada uno (algún anillo maléfico, cargado -quién sabe- para salvar a otros), no podemos -en ese plano absoluto- juzgar a nadie.

    En un par de cartas a sus lectores, el mismo Tolkien habla del tema. A él también le extrañaba que pocos se hubieran fijado en este aspecto.
    Aunque hubo más de un escandalizado:
    La Misión estaba condenada a fracasar como plan mundanal, y también estaba condenada a terminar en desastre como la historia del proceso por el que el humilde Frodo se dirigía al «ennoblecimiento», a su santificación. Fracasaría y fracasó en lo que a Frodo concierne, al menos considerado solo. «Apostató» -y he recibido una furiosa carta en la que se clamaba que debió haber sido ejecutado por traidor, no honrado. Créame, sólo cuando leí esto tuve idea de cuan «tópica» debía parecer esa situación. Surgió naturalmente del «plan» general concebido en lo fundamental en 1936. No preví que antes de que el cuento se publicara entraríamos en una era oscura en la que la técnica de la tortura y el quebrantamiento de la personalidad rivalizaría con la de Mordor y el Anillo y nos plantearía el problema concreto de hombres honestos de buena voluntad destruidos al punto de convertirse en apóstatas y traidores.
    Y por otro lado:
    Somos criaturas finitas con limitaciones absolutas con respecto al poder de acción o de resistencia de nuestra estructura anímico-corporal. El fracaso moral de un hombre sólo puede afirmarse, me parece, cuando su esfuerzo o su capacidad de resistencia quedan por debajo de sus límites, y la culpa decrece cuanto más cerca se está de dichos límites… […]

    Frodo, por cierto, fue «incapaz» como héroe tal como lo conciben las mentes simples: no soportó hasta el final; cedió, desertó.
    No digo «mentes simples» con desprecio: con frecuencia ven con claridad la verdad simple y el ideal absoluto al que dirigir el esfuerzo, aun cuando resulte inalcanzable. Su debilidad, sin embargo, es doble. No perciben la complejidad de una situación dada en el Tiempo, en el que un ideal absoluto está atrapado. Y tienden a olvidar ese extraño elemento del Mundo que llamamos Piedad o Misericordia, que es también un requerimiento absoluto en el juicio moral (puesto que está presente en la naturaleza divina). En su más alto ejercicio pertenece a Dios.
    En los jueces finitos de conocimiento imperfecto, el juicio debe emplear dos diferentes escalas de «moralidad». Ante nosotros mismos debemos presentarnos el ideal absoluto sin compromiso, pues no conocemos los límites de nuestra propia fuerza natural (más la gracia), y si no apuntamos a lo más alto, estaremos sin duda por debajo de lo que podríamos alcanzar. A los demás, a los que conocemos lo bastante como para emitir un juicio, debemos aplicar una escala atemperada por la «misericordia»: es decir, como con buena voluntad podemos hacer esto sin la tendencia inevitable en juicios acerca de nosotros mismos, debemos estimar los límites de la fortaleza de otro y sopesarla en relación con la fuerza de las particulares circunstancias.
    (Con frecuencia vemos que los santos utilizan esta doble escala cuando se juzgan a si mismos al sufrir duras pruebas o tentaciones y juzgan a los demás en parecidas situaciones.) […]

    Frodo emprendió su búsqueda por amor: para salvar del desastre, a sus propias expensas, si podía, al mundo que él conocía; y también con completa humildad, reconociendo que era del todo inadecuado para la tarea. Su verdadero compromiso consistía tan sólo en hacer lo que pudiera, tratar de hallar un camino y avanzar tanto por él como la fuerza de su mente y de su cuerpo lo permitía.
    Es lo que hizo.
    No veo que el quebrantamiento de su mente y su voluntad bajo demoníaca presión después del tormento sea más un fracaso moral mas que lo habría sido el quebrantamiento de su cuerpo, si hubiera sido estrangulado por Gollum o aplastado por la caída de una roca, por ejemplo.

    Las dos cartas en cuestión, tan largas como apasionantes, están completas acá.

    Padre… ¿de quién ? ( 2 )

    Sigue sin quedarme en claro esta cuestión.
    El Catecismo no me ha sido de mucha ayuda en esto. Y en general, parece más bien que en la mayoría de los casos en que se habla de «nuestro Padre» se hablara de la persona del Padre, más que de toda la Trinidad.

    Ignacio me recuerda algo importante, en apoyo de esto: que el sacrificio de la Misa se ofrece, «por Cristo, con Él y en Él«, a «Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo«. Parece claro, pues, que en este caso estamos dirigiéndonos a la primera persona de la Trinidad.
    También lo de la carta a los Efesios (Ef 1, 4-6), donde Pablo dice que somos hijos hijos adoptivos de Dios Padre de Jesucristo.

    Pero, del otro lado, Tamara me trae esto otro de la Suma:
    Y aunque, en Dios, el engendrar sea propio de la persona del Padre, producir cualquier efecto en las criaturas es, sin embargo, común a toda la Trinidad, a causa de la unidad de naturaleza, pues donde hay una sola naturaleza es necesario que haya un solo poder y una sola operación. Por eso dice el Señor en Jn 5,19: Lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Y, por lo tanto, adoptar a los hombres como hijos de Dios corresponde a toda la Trinidad.
    … o sea que al parecer, en la mente de Santo Tomás, «nuestro Padre» es toda la Trinidad. Y a lo mismo apunta la respuesta a la segunda objeción del mismo artículo:
    Nosotros, en virtud de la adopción, nos convertimos en hermanos de Cristo, como que tenemos el mismo Padre que El. Pero Dios es Padre de Cristo de una manera, y es Padre nuestro de otra manera distinta. Por eso, de forma clara, dijo el Señor en Jn 20,17: Mi Padre y, separadamente, vuestro Padre. Efectivamente, Dios es Padre de Cristo por generación natural, que es lo distintivo de éste; mientras que es Padre nuestro al hacer voluntariamente algo que le es común con el Hijo y con el Espíritu Santo. Y, por eso, Cristo no es hijo de toda la Trinidad, como lo somos nosotros.
    Esto de la distinción radical entre la paternidad Dios-Jesús y Dios-hombres, es aceptada por todos los católicos, aunque el sentimiento contemporáneo (que prefiere ver a Jesús sólo como hombre, «divinizado» por los desarrollos teológicos ulteriores de la Iglesia ) tiende a confundir los tantos.
    Pero, como bien apunta Santo Tomás, los evangelios no confunden: Jesús muchas veces dice «mi Padre»; y muchas otras dice «vuestro Padre». Pero nunca Jesús dice «nuestro Padre». Bien, claro que lo dice al enseñar el Padre Nuestro; pero como palabras a repetir por nosotros. No cabe (si no me equivoco) imaginar a Jesús rezando el Padre Nuestro junto con sus discípulos… no? (y un poco pensando en esto surgió la pregunta inicial).

    En fin, sigo sin entender mucho. Y, como decía Teresa, «no entenderlo me hace gran regalo». Y tratar de entenderlo también, claro está.

    Reportaje a Chesterton

    [TJ] Yo me siento a gusto con mis responsabilidades, me gusta regirme por un código de vida. Pero no me agrada su código de vida. Quiero tener el mío, con reglas que yo acepte como legítimas. Si usted me impone el suyo, está reemplazando mi consenso por su coerción, y ésa es la razón –le ruego que no se ofenda– por la cual usted es católico y yo protestante. El catolicismo promueve la obediencia, y el protestantismo la responsabilidad. Una responsabilidad verdadera, porque es elegida, no impuesta.

    [GKC] Como muchos de su generación, usted se complace en cultivar una presuntuosidad estridente. Usted, dice, es quien escribe su propio código. Ustedes han heredado las actitudes transmitidas por cuatro siglos de pensamiento reformador y están convencidos de que la verdad sólo se nos revelará si emprendemos nuestro propio camino y cometemos nuestros propios errores. “Escuchen el oráculo íntimo de Milton”, dicen, “y todo estará bien”. Como a los científicos del siglo XVII, a ustedes los entusiasma elaborar leyes a partir de la experimentación, de modo que tratándose de la moral personal consideran que el individuo es el único árbitro. Esa es la piedra fundamental de la modernidad. Yo disiento de este ardoroso humanismo porque es escéptico con respecto a lo que debería ser reverenciado (las escrituras, la iglesia, la tradición y la verdad) y demasiado reverente con lo que debería ser cuestionado (la naturaleza humana). Yo creo más en los siglos de sabiduría y revelación que en un instante de mi propia inspiración. Usted deposita su fe en un lugar equivocado: usted mismo. Usted piensa que puede escribir su propio código moral, pero eso es absurdo: es como decir que un jugador de fútbol puede ser al mismo tiempo el árbitro del partido. La moral, como la autoridad, reside fuera del individuo. Significa una restricción de lo individual, y la verdadera religión (como la verdadera felicidad) siempre ha propiciado el achicamiento del ego, no su agrandamiento. Estoy convencido de que la epidemia de depresión que azota a Occidente se debe más al exceso de individualismo que a la falta de él.
    De un reportaje apócrifo de Tobias Jones a G. K. Chesterton. Fragmento del original en inglés acá.

    El enemigo y la estrategia

    El post anterior —según cree «Sí, sí. No, no» — tiene algo que ver con este artículo. Yo también lo creo.
    Tengo la impresión de que, en los últimos años, estamos corriendo dos riesgos gravísimos: el de equivocarnos de enemigo y el de equivocarnos de estrategia.
    […]
    … el hermano mayor del hijo pródigo tomó a su padre y a su hermano como enemigos, cuando el único enemigo que tenía era el rencor que habitaba en su pecho.
    Este personaje, en nuestros días, no me deja dormir. Me da miedo.
    Escucho a católicos hablar con resentimiento de políticos, periodistas, cineastas y veo entonces alargarse la sombra del hermano mayor.
    «Estoy pidiendo» -decía hace treinta años una monja de clausura a una mujer devota- «por la conversión de Santiago Carrillo». Y la mujer devota dio un respingo y gritó: «¡Cómo! ¡Quiere usted que tengamos que aguantar a ése también en el Cielo!»
    […]
    Jamás se oiría a ese padre hablar de su hijo menor con rabia; con pena sí, pero la pena es eso, pena, y no mala leche. No he encontrado en los Hechos de los Apóstoles una sola palabra contra Nerón. Y, sin embargo, a nosotros nos da por hablar de «persecución», usando el término en circunstancias que harían sonrojar a San Vicente o al obispo de Barbastro que fue castrado en la Guerra Civil
    […]
    Sé que es más fácil escupir una filípica contra un ministro que hablar serena y alegremente de Cristo al compañero de trabajo. Pero también sé que estamos llamados a ser sal de la Tierra, y no un mejunje amargo que aumente el amargor de lo ya rancio…
    No está mal; nada mal.

    De paso, vía el mismo blog (y aunque tengo mis objeciones contra muchas estrategias anti-abortistas, entre ellas cierto exhibicionismo … también es cierto que en muchos casos, lo de «ojos que no ven, corazón que no siente» es una triste verdad): una galería de fotos y video prenatales por ultrasonido, de la National Geographic.

    Los admiradores del otro bando

    Me dice un amigo lector que no ha leído a Cioran y que, a juzgar por el tipo de gente que lo cita, no le dan muchas ganas de leerlo [*].
    Entiendo, y en cierta medida comparto.
    Pero no en gran medida. Más bien me parece una tendencia a resistir, esa de juzgar a un escritor por sus lectores.
    Primero, porque buenos escritores pueden tener malos lectores (incluso que lo admiran por malos motivos; por malentendidos, diría Dolina). Se me ocurren los ejemplos de Nietszche, S. Exupery, Tolkien… y tantos otros. (El caso de Tolkien es paradigmático para mí, porque por culpa de ese prejuicio casi me lo pierdo… )
    Segundo, porque siempre es triste que un escritor sea admirado en forma «grupal» (sectaria) por alguna bandera ideológica (la del ateísmo en este caso); y tomarle antipatía por eso (si el escritor en verdad no tiene la culpa), es empeorar las cosas. Para decirlo con cierta ingenuidad: si sentimos la necesidad (y yo la siento; y en España, ni hablar) de pelear contra los sectarismos y las pasiones partidarias, de dialogar para no envenar más el clima espiritual de la sociedad, uno de los primeros pasos es la buena disposición para disfrutar y admirar a los valiosos que son iconos del otro bando. En cualquier sentido de la palabra «bando» : izquierdas/derechas, ateos/creyentes, inteligentes/idiotas.

    Dicho lo cual, aclaro que yo tampoco he leído a Cioran. Pero sospecho -vagamente- que podría gustarme… al contrario que muchos iconos del bando escéptico. Sospecho que el tipo escribe bien; y en el sentido en que «escribir bien» significa «pensar bien», ser fiel a la verdad… aunque sea en alguna pequeña medida. Aunque también pudiera ser que mi leve simpatía se deba a su relación con Eliade, nomás.


    [* En realidad él dice «leerle» ; estos españoles hablan tan raro, vieron… aunque tal vez en este caso tenga razón]

    Eliade, Cioran y la ascesis

    Ayer, Cioran se refería a la «indignación» con que su amigo Eliade recibió su libro «De lágrimas y de santos». Casualmente, una de los artículos del libro de Eliade que vengo citando, tratando de «el asco y la maceración, como técnicas de ascesis», hace alusión a este libro (publicado pocos años antes que el artículo, al parecer). Juicio negativo sólo en cierto plano, como se ve:
    El último libro de Emil Cioran, Lacrimi si Sfinti [Lágrimas y santos], es un trágico ejemplo de lo que puede significar la maceración de sí mismo a través de la paradoja y la invectiva.
    ¡Hay tantos pasajes exasperantes en este libro melancólico, pasajes que han desorientado hasta a sus más fervientes defensores y que no pueden ser defendidos bajo ningún concepto! Podemos tomar nota de ellos y sufrir por el autor, pero nada más. No tienen ninguna excusa.
    Ofrecen la impresión de que Emil Cioran los ha escrito y publicado solamente para aislarse cada vez más, para volver más impenetrable su soledad, para desanimar hasta a sus más íntimos allegados. Un hombre alcanza la soledad absoluta cuando ya no puede ser defendido. Concedamos, pues, que Emil Cioran ha alcanzado su objetivo: ciertas páginas (muy pocas por cierto) de su libro destruyen cualquier comunión viva con el mundo exterior, con la gente que le quiere, le comprende o le «admira». […]

    Creo que el escándalo que provocan ciertas páginas de Lagrimas y santos cumple una función ascética no solamente para su autor (que logra así aislarse de una manera absoluta), sino también para el lector, que tendrá que pasar por la misma «maceración» real, aunque orientada en otro sentido.
    De paso, el artículo (muy interesante, para variar) pone los ejemplos adicionales de Baudelaire, Kierkegaard y Sócrates; todos amigos de la casa, si podemos decirlo. El texto completo, acá.

    Mononoke

    mononoke16.jpg
    Armé una galería de imágenes que capturé de la película La princesa Mononoke, animación japonesa a cargo de Hayao Miyazaki.
    Esta no alcanza, para mi gusto, el nivel de la estupenda «El viaje de Chihiro» (del mismo autor), pero igual me gustó.

    Intenciones de éxito

    La misa de domingo de mi parroquia no suele depararme mayores sorpresas en lo que al desempeño litúrgico se refiere (con perdón), ni para bien ni para mal. Tiemblo, sí, un poco, cuando llega el momento de «la oración de los fieles«; siempre me pregunto de dónde salen esas intenciones, quién las redacta o revisa… Por alguna razón, en mi parroquia casi siempre suele colarse alguna intención … «ideologizada» (uds me entienden; invocaciones a la deidad Latinoamérica y esas cosas).
    Las soporto como puedo (y me uno si puedo), pero una del domingo pasado («… para que la Madre Tierra llegue a pertenecer a los que la cuidan y la trabajan ….«) fue un poco demasiado para mí. Hasta amagué, más tarde, a acercarme a las lectoras, para preguntarles la fuente… pero supongo que ni hubieran entendido de qué les estaba hablando; me parece que a las lectoras de misa, muy entusiastas ellas, jamás se les ocurriría hacer un juicio de valor sobre lo que leen. Acaso sea una virtud, vaya a saber.

    Al irme, vi unas de esas nefastas hojitas de «El domingo» (editorial San Pablo) y me llevé una, con la vaga esperanza de encontrar ahí un listado de intenciones. Pero no, claro; no incluyen intenciones, sólo las lecturas y algunos textos olvidables. Menos olvidable, la propaganda de un libro (editorial San Pablo, claro) que encontré al final de la dichosa hojita: «El mito del éxito«, de un tal Ulrich Kohlmeier. «Mito»… en el buen sentido de la palabra, por lo que parece:
    El mito del éxito propone una amplia variedad de ideas y estrategias para alcanzar el anhelado bienestar, la felicidad, la paz interior, el equilibrio, la conciencia de sí… El lector puede extraer de este texto aquello que necesita y le resulte de utilidad para trabajar sobre su libertad personal.
    Este libro fue escrito para las personas que no están satisfechas con su situación actual y se preguntan qué pueden hacer para mejorarla de modo profundo y duradero, elevando su calidad de vida privada y profesional; y para todos aquéllos que estando satisfechos con su condición personal del momento, aspiran a obtener nuevos impulsos para avanzar hacia una meta futura.
    El autor, calificado en industria y comercio, diplomado en administración comercial, estudió economía de empresa en Gotinga y Economía en Adelaide, Australia. Después de desempeñar, durante varios años, cargos directivos en las esferas de estrategia y control en Chile, Ecuador y Alemania, actualmente, es asesor en administración, estrategia y desarrollo empresario.
    Edificante, en verdad.
    Ya quisiera uno -pobre cristiano, en plena cuaresma- sentirse «satisfecho con su condición personal del momento»; y aun así sentir tantas ansias de perfección como para «aspirar a obtener nuevos impulsos para avanzar hacia una meta futura».

    No hay nada que hacerle; esta gente la tiene clara. Yo no sabría combinar con tanta soltura la liturgia de misa, los reclamos de justicia social y la edición de empresarios alemanes exitosos.
    Me saco el sombrero.


    PS: Acabo de encontrar ahora más material ; otro libro del tal Ulrich … en la misma exitosa y católica editorial. Y aunque me cuesta horrores poner un link a ese sitio, esto no tiene desperdicio.
    «El libro es como un buen supermercado: Le ofrece un amplio surtido de valiosos y prácticos consejos en forma de destellos de pensamientos que usted puede seleccionar y utilizar según sus necesidades y deseos:
    – La vida es muy seria para ser tomada en serio. En serio!
    – No existe el fracaso, sólo los resultados inesperados.
    – El propósito de la vida es una vida de propósitos.
    – La emoción es como la electricidad; muy poco funciona sin ella… »

    Cioran: eruditos de rodillas

    Dice Emil Cioran —famoso escritor, ateo, compatriota y amigo de Mircea Eliade— en una entrevista:
    … Siempre hubo en mí una vocación religiosa, en realidad más mística que religiosa. Me es imposible tener fe, igual que me es imposible no pensar en la fe. Pero la negación siempre triunfa.

    Hay en mí una especie de placer negativo y perverso del rechazo. Me he movido toda la vida entre la necesidad de creer y la imposibilidad de creer.
    Esa es la razón de que me interesen tanto los seres religiosos, los santos, los que llegaron hasta el final de su tentación. Por mi parte, tuve que resignarme, porque decididamente no estoy hecho para creer. Mi temperamento es tal que en él la negación siempre ha sido más fuerte que la afirmación. Es mi lado demoníaco, si quiere.
    Y por eso tampoco conseguí nunca creer profundamente en nada. Me habría gustado, pero no pude.

    Sin embargo… Mire, le hablaba de la reacción indignada de Mircea Eliade tras la publicación de De lágrimas y de santos. Pues nunca dejé de pensar que yo era, religiosamente hablando, mucho más ponderado que él. Y desde el principio.
    Porque para él, la religión era un objeto, y no una lucha…digamos con Dios.
    En mi opinión, Eliade nunca fue un ser religioso. Si lo hubiera sido, no se habría ocupado de todos esos dioses. Quien posee una sensibilidad religiosa no se pasa la vida enumerando los dioses, haciendo inventario. No se imagina uno a un erudito arrodillándose.
    Siempre he visto en la historia de las religiones la negación misma de la religión. Es algo seguro, no creo equivocarme en ello.
    Interesante, toda la entrevista.
    Respecto de lo último, … yo no estoy seguro de que sea así. Ni tampoco de lo contrario. Ni aplicado a Eliade, ni en general.
    Acusación similar suele hacerse (desde el lado …espiritual) contra los teólogos… Suponen muchos que el hecho de andar todo el día razonando sobre los atributos de Dios y esas cosas tan técnicas (por ej), debería darse de patadas con la religiosidad verdadera, con la oración y la devoción … más cercana a la emoción que a la razón, dicen …
    Yo no no lo digo, ni lo pienso. Pero argüir sobre esto me llevaría demasiado espacio. Me quedo entonces, por ahora, con el ejemplo del mismo Santo Tomás. Teólogo de rodillas, si los hay.