Discutible mejoría – 2

Sobre el tema de las consecuencias históricas del cristianismo, me han llegado varios mensaje, que tal vez después recopilaré. Por ahora, puede decirnos algo esto de Kierkegaard:
… que Dios haya vivido aquí en la tierra como un hombre particular, es infinitamente admirable. Aunque esto no haya tenido ninguna consecuencia, es lo mismo; permanece tan admirable, infinitamente admirable, infinitamente más admirable que todas las consecuencias.
Intenta ahora resaltar la admirabilidad en otro sitio y podrás ver fácilmente lo demente : ¿Qué tendría de admirable que la vida de Dios haya tenido consecuencias admirables? Hablar de este modo es delirar. […]

…¡notable! Se pretende, con ayuda de la historia, con la consideración de las consecuencias de su vida, alcanzar concluyente aquel ergo : «ergo era Dios», mientras la fe hace cabalmente la afirmación contraria: que , en general, quien comienza con este silogismo, comienza con una blasfemia. […]

…»La historia», dice la fe, no tiene nada que hacer con Jesucristo; con relación a El solamente se posee la historia sagrada (la cual es cualitativamente distinta de la historia en general), que relata el palmarés de su vida en la situación de la humillación y que, a la par, El dijo ser Dios.
El es la paradoja, que la historia jamás podrá condimentar o transmutar en un silogismo corriente. El es en su humillación el mismo que en su elevación – pero los 1800 años, y aunque se convirtieran en 18000, no tienen nada que hacer en ello. Las brillantes consecuencias de la historia mundial, que casi llegan a convencer -incluso a un profesor de historia- de que El era Dios, no son de ninguna manera, a pesar de lo brillantes, su vuelta en majestad. Sin embargo, esta es la opinìón corriente; lo cual demuestra que se está haciendo de Cristo un hombre, cuya «vuelta en majestad» no sería otra cosa que las consecuencias de su vida en la historia -cuando la vuelta de Cristo en majestad es algo totalmente distinto de eso, es algo que se cree.
Y también esto, en la prosa menos intrincada pero no menos potente de Simone Weil:
Puede afirmarse sin temor a exagerar que hoy el espíritu de verdad está casi ausente de la vida religiosa.

Esto se echa de ver, entre otras cosas, por la naturaleza de los argumentos aportados en favor del cristianismo. Algunos de ellos son del tipo de la publicidad de las pastillas Pink. Así ocurre con Bergson y con todo lo que se inspira en él. La fe aparece en Bergson como una pastilla Pink de tipo superior, que proporciona un grado prodigioso de vitalidad.

Lo mismo ocurre con la argumentación histórica.
Consiste en decir: «¡Vean qué mediocres eran los hombres antes de Cristo! Vino Cristo, y ya veis que los hombres, pese a sus debilidades, han sido luego en su conjunto algo bueno».
Esto es absolutamente contrario a la verdad. Pero, aunque fuera verdadero, en todo caso es llevar la apologética al nivel de los anuncios de especialidades farmacéuticas que muestran al enfermo antes y después. Eso es medir la eficacia de la Pasión de Cristo -que si no es ficticia es necesariamente infinita– según una consecuencia histórica, temporal y humana que, aunque fuera real –lo que no es el caso-, sería algo necesariamente finito.

Simone Weil
Bastante en común, ¿no?. Veremos, veremos.
Por otro lado, Ignacio me menta «El hombre eterno«, de Chesterton, en el cual el inglés católico diría (si me permiten por una vez usar el potencial de los periodistas) algo bastante distinto a estos, y más bien en la línea del «argumento 3» del post pasado. ¿Será así?
Veremos, veremos, qué sé yo… (quién me manda a mí a meterme acá!…).

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