fotos del apocalipsis
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¿ Ir a misa? ¿Para qué ?, Amy Welborn original en http://www.firstthings.com/ftissues/ft9808/opinion/welborn.html No figuraba en mi contrato: sin embargo, como profesora de teología en una universidad católica, paso buena parte del día contestando la misma eterna pregunta: "¿Para qué ir a misa ?"Al menos, deberían haberme advertido: una simple clásula habría bastado:
No es que me moleste. Tras ocho años de hacerlo -y ahora con dos adolescentes que viven bajo mi propio techo y preguntan lo mismo- ya tengo las respuestas preparadas y puedo despedir a mis alumnos, al final de la clase, sabiendo que al menos saldrán con el pensamiento de que acaso ir a misa el próximo domingo no será una completa pérdida de su tiempo. Lo único que quisiera, es que la Iglesia me ayudara un poco. Porque, por más que yo me esfuerce, por más que el viernes a la tarde yo resulte elocuente, convincente y (en momentos desesperados) atemorizadora, el lunes a la mañana mis argumentos se verán chatos y débiles; como palabrerío irreal que resulta barrido por una realidad deprimente que se impone: la misa del domingo en nuestra parroquia. Según leo, en los tonos bombásticos de la prensa católica, hay por ahí parroquias "vivas y vibrantes", unos míticos lugares donde los bancos están abarrotados de esos rostros jóvenes y jubilosos que son el Futuro de la Iglesia. Yo estoy empezando a dudar. Y si hago una encuesta entre los estudiantes de mi universidad católica un lunes, encontraré que, de los veinte de mi curso, acaso cinco habrán asistido a Misa la semana anterior. Hay muchas razones, que son muy estudiadas por los "expertos" de la pastoral:
Algo de todo eso habrá. Pero en el fondo de esa queja de los adolescentes que "no sacan nada de ir a misa", está la experiencia que también espanta a muchos adultos - incluyendo muchos amigos míos, muchos de los cuales han pasado períodos de mucha "actividad" religiosa, y después, pasada esa emoción post-conversión, post-cursillo, post-retiro o lo que sea, encuentran que les cuesta horrores empujarse a ir a Misa el domingo. El Rito Católico Latino, tal como se ofrece en la mayoría de las parroquias de fines de siglo XX en EEUU, está tan asombrosamente trivializado que, en verdad, considerado en su faz externa, resulta una experiencia idiotizante, que no inspira devoción y que hasta puede corroer la fe. Misa de Pascua, Domingo de Resurrección de este año, en mi parroquia. Un templo lindo y nuevo. Ambientación discreta pero inobjetable. No hay excusas para no tener una liturgia reverencial y gozosa aquí, aunque sean las 7:30 de la mañana. La iglesia está colmada. No dudo de que todos nosotros, aun los que han venido más que nada por cumplir la obligación del Domingo de Pascua, hemos traído los corazones abiertos, dispuestos a ser tocados por Dios. Hemos traído nuestras alegrías; hemos traído a nuestros niños, y estamos con personas que amamos. Estamos llenos de gratitud por los bienes recibidos, por la salud, el amor y nuestra propia vida. Hemos traído nuestras tristezas también. Estamos solos, por separaciones y muertes. Estamos dolidos por hijos metidos en caminos de autodestrucción. Estamos luchando con vicios, vicios que también golpean a los nuestros. Vemos que nuestra salud se va y la muerte se acerca. Junto a Jesús, también nosotros tenemos que afrontar el golpe de la muerte, y nos estamos preguntando -esperando- : si habrá resurrección también para nosotros, más allá de nuestros dolores y nuestra oscuridad.
Y ahora, estamos ansiando que alguien nos señale lo que hay en nuestra tiniebla,
y nos diga: Y que escuchamos?
Un sacerdote que se levanta a predicar. Nos dice que hoy es Pascua, que Jesús
murió por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos. Después nos pregunta
si creemos en Jesús ... Los fieles, un poco debilmente, respondemos : Sí.
Nos pregunta si lo aceptamos como nuestro salvador ... Sí, un poco más fuerte.
lo mismo sucede con el amor de Dios una vez que lo haz vivido, quieres pasarlo. Pásalo... ...
Termina la Misa, y el sacerdote hace una cosa bizarra. Nos hace poner de pie y
levantar nuesto brazo derecho como en un gesto de bendición (esta es una práctica
que se ha tornado popular en muchas parroquias; fea cosa, no sólo por su
teología cuestionable sino por el efecto visual de centenares de personas con el
brazo derecho levantado, resulta inquietante... por no decir nazi.).... El padre
entonces (recuerden, por favor, que estamos en Domingo de Pascua) se
para frente al altar y nos dice :
No es asombroso que mis estudiantes no tengan ganas de ir a misa. Este año, he comenzado a llevar a mis alumnos a un monasterio benedictino, a unas treinta millas, para los días de retiro. No es un gran monasterio, y es (en comparación con, digamos,Gethsemano) más bien informal. Algo de predicación, algunas actividades, algo de predicación, algo de "discusión"... y después misa de mediodía en la capilla del monasterio. Por lejos, esto es lo más memorable para ellos. Y no estamos hablando de liturgia tradicionalista, ni bizantina, ni nada. Una pequeña y bella iglesia de piedra, los monjes entran al llamado de las campanas; pocos cantos, pero cuando cantan sus voces son seguras, fuertes y claras. Después de comer, nos reunimos a hablar de la liturgia. Casi todos dicen preferir la misa que acaban de oir, a la misa de Pascua en su parroquia. "No hay todo ese montón de cosas raras", "Se puede rezar mejor", "Esta es música buena". Lo más increíble fue lo que me dijo un alumno el mes anterior: "En la iglesia, el domingo, todo se trata de nosotros... o de tal o cual cosa... Acá se trata de Dios". Sabemos lo que ha pasado: en los últimos treinta años, el fin de la celebración de la Iglesia -la Eucaristía- se ha perdido en un mar de preocupaciones sobre "fortalecimiento del sentido de comunidad", "ministerio laico", "lenguaje litúrgico", "música renovada", ... y más "fortalecimiento del sentido de comunidad".
Qué fue lo que mis estudiantes "experimentaron" en el monasterio ? La Eucaristía.
Me encanta visitar esos monasterios, donde los monjes, si bien son muy amables
con uno, realmente no les importa que uno está allí o no. No hay necesidad de
bienvenidas, de intentos de "hacerte sentir en tu casa", de "hacerte sentir involucrado";
porque no están allí para eso, y suponen que uno tampoco va para eso; así pueden
tratarte como un adulto que no necesita ser manipulado y metido a los empujones
dentro de una "experiencia religiosa". Si mis estudiantes no quieren ir a Misa, acaso será porque en verdad "no sacan nada de ella" ... en el sentido en que han sido enseñados a esperar. Se les ha enseñado -con palabras y más aún con silencios- que la religión es una respuesta emocional, sea a un tipo de música, a un discurso o a una "pertenencia a una comunidad". Y, por supuesto, esas cosas las pueden encontrar -y mejor- en otros lugares. Y no estoy hablando de liturgia tridentina, de latín, de estatuas de cera, etc. El problema es más que nada de ego. Las reformas litúrgicas, según evolucionaron en nuestro país, tuvieron el efecto de ponernos -al celebrante y a los fieles- en el centro de la liturgia, empujando alegremente a Dios a un costado. Y yo doy mi testimonio: eso no funcionó. Cuando empecé a escuchar la pregunta "Para qué ir a misa?", creía que se trataba de adolescentes provocadores buscando pelea. Pero ahora, tras años de docencia, conociendo mejor sus caminos espirituales y sus esfuerzos auténticos para encontrar a Dios, la escucho con otro ánimo. He llegado a ver que estos chicos son como todos nosotros. Preguntan simplemente porque quieren saber la razón para ir; están dispuestos a aceptar que hay una razón, pero no la encuentran en su experiencia de misas parroquiales. Y para el hambre desesperado de estos nietos del CVII, el alimento está muy cerca; pero trágicamente, los que están en el lugar para dárselos, están demasiado ocupados distribuyendo la comida basura que ellos han preparado por su propia cuenta. Es comida aparentemente más vistosa, y que entusiasma y gusta a los mismos que la distribuyen; pero que ha dejado vacía, hambrienta y vulnerable a toda una generación. El banquete está servido. Pero no dejamos que ellos vean la mesa; nos ponemos en medio, arrogantes, los "invitamos" a que nos bendigan a nosotros y a nuestra actividad insensata, en lugar de poner toda nuestra confianza en el regalo simple y profundo que el mismo Dios nos ha dado, para operar las obras de la gracia en las alegrías y las tristezas de la vida de nuestros hijos.
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