EL CUERVO

Edgar A. Poe

Versión en español de Carlos Obligado

 

Cierta vez que promediaba,
triste noche, yo evocaba,
fatigado, en viejos libros,
las leyendas de otra edad.
Ya cejaba, dormitando,
cuando allá, con toque blando,
con un roce incierto, débil,
a mi puerta oí llamar.
"- A mi puerta un visitante
- murmuré - siento llamar;
eso es todo, y nada más".

Ah, es fatal que le remembre!
Fue en un tétrico diciembre;
rojo espectro enviaba al suelo
cada brasa del hogar.
Yo, leyendo, combatía
mi mortal melancolía
por la virgen clara y única
que ya en vano he de nombrar,
la que se oye "Leonora"
por los ángeles nombrar,
ah, por ellos nada más!

Y al rumor vago, afelpado,
del purpúreo cortinado,
de fantásticos terrores
sentí el alma rebosar.
Mas, mi angustia reprimiendo,
confortéme repitiendo:
"- Es sin duda un visitante
quien, llamando, busca entrar;
un tardío visitante
que a mi cuarto busca entrar:
eso es todo, y nada más".

Vuelto en mí, no más vacilo;
y en voz alta, ya tranquilo:
"- Caballero - dije- o dama,
mi retardo perdonad;
pero, de hecho, dormitaba,
y a mi puerta se llamaba
con tan fino miramiento,
noble y tímido a la par,
que aun dudaba si era un golpe",
dije; abrí de par en par:
sombras fuera, y nada más.

Largo tiempo, ante la sombra,
duda el ánima, y se asombra,
y medita, y sueña sueños
que jamás osó un mortal.
Todo calla, taciturno;
todo abísmase, nocturno.
Pude allí quizás un nombre:
"Leonora", murmurar,
y, en retorno, supo el eco:
"Leonora", murmurar;
esto solo y nada más.

A mi cuarto volví luego.
Mas, el alma toda en fuego,
sentí un golpe, ya más fuerte,
batir claro el ventanal.
"- De seguro, de seguro
- dije- hay algo, allí en lo oscuro,
que ha tocado a mi persiana.
y el enigma aclare ya:
- corazón, quieto un instante!
y el enigma aclare ya:
es el viento, y nada más".

Dejo francos los batientes,
y batiendo alas crujientes,
entra un cuervo majestuoso
de la sacra, antigua edad.
Ni aun de paso me saluda,
ni detiénese, ni duda;
pero a un busto que en lo alto
de mi puerta fijo está;
sobre aquel busto de Palas,
que en mi puerta fijo está,
va y se posa, y nada más.

Frente al ave, calva y negra,
mi triste ánimo se alegra,
sonreído ante su porte,
su decoro y gravedad.
"- No eres - dije- algun menguado,
cuervo antiguo que has dejado
las riberas de la Noche,
fantasmal y señorial!
En plutónicas riberas,
cuál tu nombre señorial?"
Dijo el Cuervo: "- Nunca más".

Me admiró, por cierto, mucho
que así hablara el avechucho.
No era aguda la respuesta,
ni el sentido muy cabal;
pero en fin, pensar es llano
que jamás viviente humano
vio, por gracia, a bestia o pájaro,
quieto allá en el cabezal
de su puerta, sobre un busto
que adornara el cabezal,
con tal nombre: Nunca más.

Pero, inmóvil sobre el busto
venerable, el Cuervo adusto
supo sólo en esa frase
su alma oscura derramar.
Y no dijo más en suma,
ni movió una sola pluma.
Y yo, al fin: "-Cual muchos otros
tú tambien me dejarás.
Perdí amigos y esperanzas:
tú tambien me dejarás..."
Dijo el Cuervo: "- Nunca más".

Conturbado al oír esta
cabalísima respuesta:
"Aprendió - pensé- las sílabas
que repite sin cesar,
de algún amo miserable
que el Desastre inexorable
persiguió ya tanto, tanto,
que, por treno funeral,
por responso a sus ensueños,
su estribillo funeral
era: "- Nunca, nunca más".

Y, del Cuervo reverendo,
mi tristeza aun sonriendo,
ante puerta y busto y pájaro
rodé luego mi sitial;
y, al amor del terciopelo,
fue enlazando mi desvelo
mil ficciones, indagando
qué buscaba, inmemorial,
aquel flaco, torpe, lúgubre,
rancio cuervo inmemorial
con su eterno: "Nunca más".

Mudo ahora esto inquiría;
mudo ante él, porque sentía
que hasta lo íntimo del pecho
me abrasaba su mirar;
esto y más fui meditando,
reposándome en lo blando
del cojín violeta oscuro
que ya nunca oprimirás,
el cojín - junto a mi lámpara-
que ya nunca oprimirás,
oh Leonora, nunca más!

Y ensoñé que en el ambiente
columpiaban dulcemente,
emisarios invisibles,
incensario inmaterial.
Y exclamé: "- Triste alma mía:
por tus ángeles te envía
el Senor, tregua, y nepente
con que al fin olvidarás!
Bebe, bebe ese nepente,
y a Leonora olvidarás!"
Dijo el Cuervo: "- Nunca más".

"- Ya te enviara aquí el Maldito,
ya, indomable aunque proscrito,
oh profeta o ave o diablo
- dije- Espíritu del mal,
a este páramo embrujado
y a este hogar de horror colmado
te empujara la tormenta:
dime, oh, dime con verdad:
En Galaad, ¿existe un bálsamo ?
Dime, imploro la verdad !"
Dijo el Cuervo: "- Nunca más".

"- Por el Cielo que miramos,
por el Dios en que adoramos,
oh profeta, ave o demonio
- dije- Espíritu del mal:
di si esta alma dolorida
podrá nunca, en otra vida,
abrazar a la áurea virgen
que aquí en vano he de nombrar.
La que se oye "Leonora"
por los angeles nombrar!"
Dijo el Cuervo: "- Nunca más".

"- Partirás, pues has mentido,
o ave, o diablo !" , clamé, erguido.
"Ve a la noche plutoniana!
Goza allí la tempestad!
Ni una pluma aquí, sombría ,
me recuerde tu falsía !
Abandona ya este busto,
deja en paz mi soledad !
Quita el pico de mi pecho,
deja a mi alma en soledad!"
Dijo el Cuervo: "- Nunca más".

Y aun el Cuervo, inmóvil, calla:
quieto se halla, mudo se halla
en tu busto, oh Palas pálida
que en mi puerta fija estás;
y en sus ojos, torvo abismo,
sueña, sueña el Diablo mismo
y mi lumbre arroja al suelo
su ancha sombra pertinaz,
y mi alma, de esa sombra
que allí tiembla pertinaz,
no ha de alzarse, nunca más !