Se me vienen días complicados, por trabajo sobre todo, así que me tomo unas minivacaciones. No creo que durante esta semana aporte (por así decirlo) nada.
Dejo una paginita de Unamuno, de la "Vida de Don Quijote y Sancho (1905)".
Salud.
Capítulo 64 del Quijote (segunda parte, cerca del final). Don Quijote es derrotado por el Caballero de la Blanca Luna (Sansón Carrasco), en Barcelona. Caído en tierra, lo intiman a confesar la primacía de Casilda por sobre Dulcinea, y el caballero ...
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«...como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma dijo:
— Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad; aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra. »
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Hace algunos años que en un semanario que en nuestra España alcanzó
autoridad y renombre, lancé contra tí, generoso hidalgo, este grito de
guerra: Muera Don Quijote!
Resonó el grito, sobre todo en Barcelona donde fuiste vencido, y donde me lo tradujeron al catalán; resonó el grito y tuvo eco y me lo corearon y aplaudieron muchos.
Pedí que murieras para que resucitara en ti Alonso el Bueno, el enamorado de Aldonza, como si su bondad se hubiera nunca mostrado más espléndida que en tus locas hazañas.
Y hoy te confieso, señor mío, que aquel mi grito que tanto gusto dió en esa Barcelona, donde fuiste vencido y donde me lo tradujeron al catalán, fué un grito que me lo inspiró tu vencedor Sansón Carrasco, bachiller por Salamanca. Porque si es en esa Barcelona, faro y como centro de la nueva vida industrial de España, si es en esa ciudad donde más se grita contra el quijotismo, es el espíritu bachilleresco, espíritu de socarronería y de envidia, el que lo anima.
Fuiste, sí,
vencido en Barcelona, pero lo fuiste por un manchego, bachiller por
Salamanca. Es, sí, en Barcelona donde más se denigra tu espíritu, pero
es lo bajo del espíritu bachilleresco y salmantino lo que a esas
denigraciones les lleva. Porque allí, en Barcelona, es donde vence el
bachiller Sansón Carrasco.
[...]
Yo lancé contra ti, mi señor Don Quijote, aquel muera. Perdónamelo;
perdónamelo, porque lo lancé lleno de sana y buena, aunque equivocada,
intención, y por amor a ti; pero los espíritus menguados, a los que su
mengua les pervierte las entendederas, tomaron al revés de como yo lo
tomaba, y queriendo servirte te ofendí acaso. Triste caso este de que no
hayan de entender cosa alguna a derechas, y nos por defecto de cabeza
que por vicio de corazón.
Perdóname, pues, Don Quijote mío, el daño que
pude hacerte queriendo hacerte bien; tú me has convencido de cuán
peligroso es predicar cordura entre estos espíritus alcornoqueños; tú me
has enseñado el mal que sigue de amonestar a que sean prácticos a
hombres que propenden al más grosero materialismo, aunque se disfrace de
espiritualismo cristiano.
Pégame tu locura, Don Quijote mío, pégamela por entero. Y luego que me
llamen soberbio o lo que quieran. No quiero buscar el provecho que
ellos buscan. Que digan: ¿qué querrá, qué busca?, y conjeturando por los
suyos, no encuentren mis caminos.
Ellos buscan el provecho de esta vida
perecedera y se aduermen en la rutinera creencia de la otra; a mí, Don
Quijote, déjame luchar conmigo mismo, ¡déjame sufrir!
Guárdense para sí
aspiraciones de diputado provincial; a mí dame tu Clavileño, y aunque no
me mueva del suelo, sueñe en él subir a los cielos del aire y del
fuego imperecederos. ¡Alma de mi alma, corazón de mi vida, insaciable sed
de eternidad e infinitud!, sé mi pan de cada día.
¡Hábil! No, hábil, no;
no quiero ser hábil. No quiero ser razonable según esa miserable raza que
da de comer a los vividores; ¡enloquéceme: mi Don Quijote!
¡Viva Don Quijote!, ¡viva Don Quijote vencido y maltrecho!,
¡viva Don Quijote muerto!. ¡viva Don Quijote!
¡Regálanos tu locura y deja que en
tu regazo me desahogue!
Si supieras lo que sufro, Don Quijote mío, entre
estos tus paisanos, cuyo repuesto todo de locura heroica te llevaste tú,
dejándoles sólo la petulante presunción que te perdía ...
¡Si supieras
cómo desdeñan desde su estúpida e insultante sanidad todo hervor de
espíritu y todo anhelo de vida íntima! ¡Si supieras con qué asnal gravedad
ríen las gracias de la que creen locura y toman gusto de lo que estiman
desvaríos!
Oh, Don Quijote mío, qué soberbia, qué estúpida soberbia la soberbia
silenciosa de estos brutos que llaman paradoja a lo que no estaba
etiquetado en su mollera y afán de originalidad a todo revuelo del
espíritu! Para ellos no hay quemantes lágrimas vertidas en el silencio,
en el silencio del misterio, porque estos bárbaros se los creen tener
todo resuelto; para ellos no hay inquietud del alma, pues se creen
nacidos en posesión de la verdad absoluta; para ellos no hay sino dogmas
y fórmulas y recetas.
Todos ellos tienen alma de bachilleres. Y aunque
odian a Barcelona, van a Barcelona y allí te vencen...