Suma teológica - Parte II-IIae - Cuestión 113
La ironía
Vamos a tratar a continuación de la ironía (q.112 intr). Sobre ella planteamos dos interrogantes:
  1. ¿Es pecado la ironía?
  2. ¿Qué relación tiene con la jactancia?
Artículo 1: ¿Es pecado la ironía, por la que uno finge ser menos de lo que es en realidad? lat
Objeciones por las que parece que no es pecado la ironía, por la que uno finge ser menos de lo que es en realidad.
1. Ningún pecado procede de la ayuda divina. Pero ésta puede causar que uno se rebaje en sus cualidades, según las palabras de Prov 30,1-2: Oráculo del hombre que habló con Dios y que, ayudado por Dios, que moraba en él, dijo: Soy el más necio de los hombres. Y en el libro del profeta Amós (7,14) leemos: Respondió Amós: No soy profeta. Luego la ironía, por la que uno se desestima al hablar de sí, no es pecado.
2. San Gregorio dice en su carta Ad Augustinum Anglorum episcopum: Es propio de las almas buenas reconocer sus culpas allí donde no hubo culpa alguna. Pero todo pecado se opone a la bondad del alma. Luego la ironía no es pecado.
3. Huir de la soberbia no es pecado. Pero algunos, para huir de la soberbia, se rebajan a sí mismos, como dice el Filósofo en IV Ethic.. Luego la ironía no es pecado.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en su libro De verbis apost.: Cuando mientes por humildad, si no lo eras antes de mentir, tu mentira te convierte en pecador.
Respondo: El que uno se rebaje a sí mismo puede suceder de dos modos. Primero, respetando la verdad: por ejemplo, cuando se callan cualidades importantes que hay en uno y se descubren y manifiestan pequeños defectos cuya existencia se admite. El silenciar o rebajar las propias cualidades no implica ironía ni es en sí pecado, a no ser por la corrupción de alguna otra circunstancia.

Segundo, cuando se falsea la verdad: por ejemplo, cuando se afirma la existencia de un defecto que no se posee, o cuando se niega una cualidad sabiendo que se tiene. Entonces sí aparece la ironía, y siempre es pecado.

A las objeciones:
1. Hay una doble sabiduría y una doble necedad. En efecto, hay una sabiduría según Dios, que es necedad ante el mundo, según aquello de 1 Cor 3,18: Si alguno entre vosotros cree que es sabio según este siglo, hágase necio para llegar a ser sabio. Pero también hay una sabiduría mundana que, como allí mismo se dice (v. 19), es necedad ante Dios. Así, pues, el que es ayudado por Dios confiesa ser el más necio según la estimación del mundo: porque efectivamente desprecia lo que persigue la sabiduría de este mundo. Por esta razón se añade en Prov 30,2: Y no tengo la sabiduría de los hombres. Y más adelante (v.3): Y conocí la sabiduría de los santos. O también se puede decir que la sabiduría de los hombres es la que se adquiere por la razón humana, y, en cambio, sabiduría de los santos, la que se tiene por inspiración divina.

Por su parte, Amós negó ser profeta de nacimiento: porque no era de la raza de los profetas. Por eso añade allí mismo: Ni hijo de profeta (Am 7,14).

2. A la bondad del alma corresponde que el hombre tienda a la perfección de la justicia. Y por eso computa como culpa no sólo el apartarse de la justicia común —lo cual es verdadera culpa—, sino también el apartarse de la perfección de la justicia, lo cual no siempre lo es. En cambio, no llama culpa a lo que no reconoce como tal: esto sí daría lugar a la mentira que implica la ironía.
3. No se debe cometer un pecado para evitar otro. Y por eso no se debe mentir de ningún modo para evitar la soberbia. En tal sentido dice San Agustín en el comentario Super Io.: No debemos evitar la soberbia hasta el punto de abandonar la verdad. Y también San Gregorio dice: Son imprudentes los que tratando de ser humildes se exponen a la mentira.
Artículo 2: ¿La ironía es un pecado menor que la jactancia? lat
Objeciones por las que parece que la ironía no es un pecado menor que la jactancia.
1. Las dos son pecado en cuanto se apartan de la verdad, que consiste en una cierta igualdad. Ahora bien: de esta igualdad no se aparta más quien se excede que quien no llega. Por tanto, la ironía no es un pecado menor que la jactancia.
2. Según el Filósofo, la ironía es a veces jactancia, pero la jactancia no es ironía. Luego la ironía es un pecado más grave que la jactancia.
3. Leemos en Prov 26,25: Cuando su voz se hace afable, no confíes en él, pues siete abominaciones hay en su corazón. Pero bajar la voz afablemente es propio de la ironía. Luego en ella hay múltiple maldad.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IV Ethic.: los irónicos y los que se rebajan a sí mismos son más agradables en su conducta.
Respondo: Como queda probado (q.110 a.2.4), una mentira es más grave que otra, a veces por la materia sobre la que versa, como la mentira en la enseñanza religiosa es la más grave; y a veces por el motivo del pecado, y así la mentira perniciosa es más grave que la oficiosa o la jocosa. Ahora bien: la ironía y la jactancia mienten sobre la misma materia, ya sea de palabra o por cualquier signo exterior; es decir, no dicen la verdad sobre uno mismo. Por eso, desde este punto de vista, tienen la misma gravedad. Pero en la mayoría de los casos la jactancia procede de un motivo más innoble, como es el deseo del lucro o del honor; mientras que la ironía intenta evitar ser molesto a los demás por la exaltación de uno mismo. En este sentido dice el Filósofo que la jactancia es un pecado más grave que la ironía. Sin embargo, sucede a veces que uno finge ser menos de lo que es por otro motivo: por ejemplo, para engañar y sacar provecho del engaño. Entonces la ironía es más grave que la jactancia.
A las objeciones:
1. La objeción arguye en cuanto a la gravedad de la mentira en sí o de la materia, que es común a la jactancia y a la ironía. Bajo este aspecto ya hemos dicho que ambas son igualmente graves.
2. Hay una doble excelencia: en lo temporal y en lo espiritual. A veces sucede que uno, mediante signos externos o de palabra, pretende ser miserable en lo exterior, por ejemplo, llevando un vestido raído o cosas por el estilo, con lo cual intenta hacer ostentación de alguna excelencia espiritual: así dice el Señor (Mt 6,16) de algunos que demudan su rostro para que los hombres vean que ayunan. Por lo cual éstos incurren al mismo tiempo en el vicio de ironía y de jactancia (aunque por distinta razón), y por lo mismo pecan más gravemente. De ahí lo que dice el Filósofo en IV Ethic.: que es propio de los jactanciosos la sobreabundancia y la indigencia. Por esta razón se lee de San Agustín que no le gustaban los vestidos excesivamente lujosos ni excesivamente pobres, porque en ambos casos los hombres suelen buscar su propia gloria.
3., según se lee en Eclo 19,23, hay quien va encorvado y enlutado, pero en su interior está lleno de engaño. En este sentido habla Salomón del que baja la voz por una falsa humildad.