Artículo 1:
¿Es la verdad virtud?
lat
Objeciones por las que parece que la verdad no es
virtud.
1. La primera de las virtudes es la fe, cuyo objeto es la verdad.
Pero el objeto es anterior al hábito y al acto. Luego parece que la
verdad no es virtud, sino algo anterior a la virtud.
2. Como el Filósofo dice en IV Ethic.,
lo propio de la verdad es que uno diga de sí mismo lo que hay, ni
más ni menos. Pero esto no siempre es laudable: ni en los buenos,
porque se nos dice en Prov 27,2: Que te alaben los demás, y no tu
propia boca; ni en los malos, contra los cuales se dice en Is 3,9: Publicaron como Sodoma su pecado; no trataron de encubrirlo.
Luego la verdad no es virtud.
3. Toda virtud es teologal, intelectual o moral. Pero la
verdad no es virtud teologal, porque no tiene por objeto a Dios, sino
las cosas temporales, pues Tulio dice que la verdad
consiste en declarar sin deformación alguna lo que ha pasado, lo que
está pasando y lo que va a pasar. Tampoco es virtud intelectual,
sino que es el fin de esta clase de virtudes. Ni es virtud moral,
porque no consiste en el justo medio entre el exceso y el defecto;
pues cuanto mayor verdad diga uno, tanto mejor. Luego la verdad no es
virtud.
Contra esto: está el que el Filósofo en II y
IV Ethic. la enumera entre las
virtudes.
Respondo: La palabra verdad puede tomarse en
dos sentidos. Uno, en cuanto que por su verdad decimos que una cosa es
«verdadera». Y en este sentido la verdad no es un hábito —género de
la virtud—, sino cierta adecuación del entendimiento o del signo con
la cosa entendida y significada; o también de la cosa con su regla,
como se dijo en la
Primera Parte (
q.16 a.1.2;
q.21 a.2). En
otro sentido, puede llamarse verdad a aquello por lo que alguien la
dice y, según esto, por ella decimos que uno es «veraz». Tal verdad o
veracidad es necesariamente una virtud, porque el mismo hecho de decir
verdad es acto bueno. Ahora bien: la virtud es
la que hace bueno a
quien la tiene y también buenas sus obras.
A las objeciones:
1. Esta objeción procede del
concepto explicado en el primer sentido.
2. La confesión de lo que hay
acerca de uno mismo, en cuanto que es exposición de una verdad, es
cosa buena con bondad genérica; pero esto no basta para
constituir un acto de virtud. Para ello se requiere
que vaya además revestido de las debidas circunstancias: si éstas no
se observan, tal acto será vicioso. Y vicioso es, según esto, el
alabarse a sí mismo sin motivo, aunque no se falte a la verdad. Y
también el que uno publique sus pecados como gloriándose de ellos o
manifestándolos de cualquier manera sin ninguna utilidad.
3. El que dice la verdad se
sirve de algunos signos conformes con la realidad de las cosas; por
ejemplo, de palabras, de obras exteriores o de cualquier otra cosa
exterior. Ahora bien: de tales cosas se ocupan tan sólo las virtudes
morales, a las que compete asimismo el usar de los miembros
exteriores, en cuanto sometidos al imperio de la voluntad. Por lo
tanto, la verdad no es virtud teologal ni intelectual, sino
moral.
Ella ocupa el medio entre el exceso y el defecto de dos modos. Uno,
por parte del objeto; otro, por parte del acto. Por parte del objeto,
porque la verdad por su propia naturaleza implica cierta igualdad, y
lo igual es el medio entre lo mayor y lo menor. Así que, por el mismo
hecho de decir la verdad acerca de sí, uno se sitúa en el medio entre
el que exagera y aquel que se queda corto. Por parte del acto, ocupa
el medio en cuanto que dice la verdad cuando y como conviene. El
exceso se da en quien dice lo que hay, pero a destiempo; y el defecto
en quien lo oculta cuando conviene decirlo.
Artículo 2:
¿Es la verdad una virtud especial?
lat
Objeciones por las que parece que la verdad no es una virtud
especial.
1. La verdad y el bien son convertibles. Pero la bondad no es virtud
especial; antes bien, toda virtud es bondad, puesto que hace bueno
a quien la tiene. Luego tampoco la verdad es virtud
especial.
2. La manifestación por parte del hombre de lo que le
pertenece es un acto de esa verdad de la que estamos hablando. Pero
esto es propio de toda virtud, pues cualquier hábito virtuoso se
manifiesta por sus propios actos. Luego la verdad no es virtud
especial.
3. Se llama
verdad de vida a la que hace que se
viva rectamente, según estas palabras de Is 38,3:
Acuérdate, te
suplico, de que viví en tu presencia en verdad y con corazón
perfecto. Pero cualquier virtud hace que se viva rectamente, como
nos consta por la definición de virtud ya mencionada (
1-2 q.55). Por
tanto, la verdad no es una virtud especial.
4. La verdad parece sinónimo de sencillez, pues a ambas se
opone la simulación. Pero la sencillez no es virtud especial, porque su efecto es la recta intención, que se requiere en todas las
virtudes. Luego tampoco la verdad es virtud.
Contra esto: está el que en II Ethic. se la
enumera junto con otras virtudes.
Respondo: Lo propio de la virtud humana es hacer buenas las obras del hombre. De ahí el que donde aparece en
los actos una razón especial de bondad, necesite el hombre, como
preparación para ellos, de una virtud especial. Y puesto que el bien,
según San Agustín, en el libro De natura boni,
consiste en el orden, de ello se sigue que la razón especial de bien
debe pensarse que nace de un orden determinado. Ahora bien: hay un
orden especial por el que nuestros actos externos, palabras u obras,
guardan la debida relación con otras cosas: por ejemplo, el signo con
lo significado. Y para esto se dispone convenientemente al hombre
mediante la virtud de la verdad. Por tanto, ella es evidentemente
virtud especial.
A las objeciones:
1. La verdad y el bien en el
sujeto que los posee son convertibles: porque todo lo verdadero es
bueno, y lo bueno verdadero. Pero, en su aspecto formal, se superan
recíprocamente, lo mismo que el entendimiento y la voluntad se superan
entre sí, pues el entendimiento conoce la voluntad y muchas otras
cosas, y la voluntad apetece lo que tiene que ver con
el entendimiento y muchos otros bienes. Por tanto, la
verdad, según su naturaleza, y como perfección de la inteligencia, es
un bien particular, en cuanto que es algo apetecible. E igualmente el
bien, según su propia naturaleza como fin del apetito, una verdad
particular, en cuanto que es algo inteligible. Por eso, puesto que la
virtud incluye por definición el concepto de bondad, puede la verdad
ser virtud especial, del mismo modo que es un bien especial. Sin
embargo, no es posible que la bondad sea virtud especial, porque más
bien, según su definición, la bondad en la virtud es
género.
2. Los hábitos virtuosos y los
vicios se especifican por el objeto principal que se proponen, no por
lo ocasional y fortuito. Ahora bien: el que, al hablar de sí mismo,
diga uno las cosas como son, es el objeto que la verdad mira como
principal; mientras que en las otras virtudes esto puede considerarse
como consecuencia, al margen de la intención principal. Y así lo que
intenta el fuerte es obrar con la debida fortaleza; y el que, al
lograrlo, se ponga de manifiesto la fortaleza que tiene, esto es de
rebote y al margen de su intención principal.
3. La verdad de la vida es
aquella por la que una cosa es verdadera, no por la que uno dice la
verdad. De la vida, como de las otras cosas, decimos que son
verdaderas en tanto en cuanto se atienen a su regla o medida; en este
caso, a la ley divina, pues de su conformidad con ella le viene la
rectitud. Y esta verdad o rectitud es común a todas las
virtudes.
4. La sencillez, como su nombre
indica, es lo opuesto a la doblez, que consiste en pensar una cosa y
decir otra. Por tanto, la simplicidad pertenece a la virtud de la
veracidad. Y rectifica la intención, no directamente, pues esto es
propio de toda virtud, sino excluyendo la doblez por desacuerdo entre
lo que se intenta y lo que se manifiesta.
Artículo 3:
¿La verdad es parte de la justicia?
lat
Objeciones por las que parece que la verdad no es parte de la
justicia.
1. Parece propio de la justicia el dar a otro lo que se le debe.
Pero, porque uno diga la verdad, no parece que dé a otro lo que le es
debido, como hacen todas las partes de la justicia mencionadas. Luego
la verdad no es parte de la justicia.
2. La verdad pertenece al entendimiento. Pero la justicia
reside en la voluntad, como antes dijimos (
q.58 a.4). Por tanto, la
verdad no es parte de la justicia.
3. Hay tres clases de verdad según San
Jerónimo, a saber:
la verdad de la
vida, la de la justicia y
la de la doctrina. Pero ninguna
de ellas es parte de la justicia. Porque la primera engloba en sí toda
virtud, como acabamos de decir (
a.2 ad 3); la verdad de la justicia se
identifica con la justicia, por lo que no es parte de ella; y, por su
parte, la verdad de la doctrina pertenece más que todo a las virtudes
intelectuales. Luego de ningún modo la verdad es parte de la
justicia.
Contra esto: está el que Tulio menciona la verdad entre
las partes de la justicia.
Respondo: Como antes dijimos (
q.80), la razón
por la que una virtud se anexiona a la justicia como virtud secundaria
a la principal es porque en parte coincide con ella y en parte se
queda corta y no logra su perfección esencial. Ahora bien: la virtud
de la verdad coincide con la justicia en dos notas: una, en lo de
referirse a otro. Y, en efecto, manifestar —como dijimos (
a.2 ad 3)-es acto de la verdad dirigido a otro en cuanto que un hombre es a
otro a quien expone lo que lleva en sí. La segunda, en cuanto que la
justicia establece cierta igualdad entre las cosas, que es lo mismo
que hace la verdad al establecer una ecuación entre
los signos y la realidad de lo que hay en su interior.
En cambio, se queda corta en cuanto a la razón de débito, donde no
logra el rigor propio de la justicia. Pues de lo que se ocupa esta
virtud no es del débito legal, objeto de la justicia, sino más bien
del moral, según el cual un hombre a otro, por honradez, está obligado
a decirle la verdad. Por consiguiente, la verdad es parte de la
justicia en cuanto que, como virtud secundaria, va aneja a ella como a
virtud principal.
A las objeciones:
1. Por el hecho de ser animal
social, un hombre a otro naturalmente le debe todo aquello sin lo cual
la conservación de la sociedad sería imposible. Ahora bien: la
convivencia humana no sería posible si los unos no se fían de los
otros como de personas que en su trato mutuo dicen la verdad. Y, según
esto, la virtud de la verdad tiene en cuenta de algún modo la razón de
débito.
2. La verdad, en cuanto conocida,
pertenece al entendimiento. Pero el hombre, por su propia voluntad,
mediante la cual se sirve de sus hábitos y miembros, propone a los
demás signos externos para comunicarles la verdad. Por tanto, la
manifestación de la verdad es acto de la voluntad.
3. La verdad de que aquí
hablamos difiere de la verdad de la vida, como hemos visto (
a.2 ad 3).
Y que de la verdad de la justicia hablamos en dos sentidos. Primero,
en cuanto que la misma justicia es cierta rectitud por su conformidad
con la regla de la ley divina. Y, según esto, difiere la verdad de la
justicia de la verdad de la vida en que la verdad de la vida es por la
que el hombre vive su propia vida rectamente, mientras que la verdad
de la justicia es aquella por la que uno observa la rectitud de la ley
en los actos judiciales, actos que dicen relación a otros. Según esto,
la verdad de la justicia no pertenece a la verdad de que ahora
hablamos: como tampoco la verdad de la vida. En un segundo sentido,
puede entenderse por verdad de justicia el que uno por motivos de
justicia manifieste la verdad, como el que en un juicio confiesa la
verdad o da un testimonio verdadero. Se trata en este caso de un acto
particular de justicia; pero no pertenece directamente a la virtud de
que ahora hablamos, porque el objetivo principal que el hombre se
propone en esta declaración es dar a otro aquello a lo que tiene
derecho. De ahí el que el Filósofo, en IV Ethic., al hablar de esta verdad, se exprese en estos términos: No me
refiero aquí a la verdad en las declaraciones judiciales ni a
cualquier otra verdad que tenga algo que ver con la justicia o la
injusticia.
A su vez, la verdad de la doctrina no es otra cosa que cierta
manifestación de las verdades sobre las que versa la ciencia. Por lo
que la verdad que pertenece directamente a nuestra virtud no es ésta,
sino aquella solamente por la que uno se manifiesta en su vida y
de palabra tal cual es, sin que haya en la exposición cosas distintas,
mayores o menores, que las que uno lleva en su interior. Sin embargo, como las verdades morales, por el hecho de ser conocidas, se hallan dentro de nosotros y nos pertenecen, pueden, según esto, pertenecer a esta virtud, y otro tanto cabe decir de cualquier otra verdad por la que uno manifiesta de palabra o de hecho lo que conoce.
Artículo 4:
¿La virtud de la verdad propende a decir menos de lo que
hay?
lat
Objeciones por las que parece que la virtud de la verdad no propende
a decir menos.
1. Porque uno incurre en falsedad tanto cuando dice más como cuando
dice menos: pues no es más falso decir cuatro es igual a cinco que
cuatro es igual a tres. Pero toda falsedad es de suyo un mal del
que se debe huir, como dice el Filósofo en IV Ethic.. Luego la virtud de la verdad no propende
más a lo menor que a lo mayor.
2. El que una virtud se ladee más hacia un extremo que hacia
otro proviene de que el medio de la misma está más cerca del uno que
del otro, como, por ejemplo, la fortaleza se aproxima más a la audacia
que a la timidez. Pero el medio de la verdad no está más cerca de un
extremo que del otro, porque la verdad, por el hecho de ser cierta
igualdad, consiste en el punto medio. Luego la verdad no se inclina
más a decir menos.
3. Parece apartarse de la verdad hacia lo menos quien la
niega, y hacia lo más quien le añade algo. Pero se
opone más a la verdad quien la niega que quien le añade algo; porque
la verdad es incompatible con la negación de la verdad, aunque no con
la exageración. Luego parece que la verdad debe inclinarse más a lo
más que a lo menos.
Contra esto: está el que el Filósofo dice, en IV Ethic., que, según esta virtud, el hombre se
distancia más de la verdad propendiendo hacia lo menos.
Respondo: Puede uno por carta de menos
alejarse de la verdad de dos maneras. Una de ellas, por ejemplo,
cuando, aunque afirmando, no manifiesta íntegramente cuanto de bueno
hay en él, en ciencia, santidad, etc. Procediendo así no se falta a la
verdad, puesto que en lo más está también lo menos. Según esto, esta
virtud propende a aminorar. Dice, en efecto, allí mismo, el
Filósofo que
esto parece ser lo más prudente por lo
enojosas que resultan las fanfarronadas. Y lo cierto es que los
hombres que dicen de sí mismos más de lo que hay terminan molestando,
cual si con ello quisieran sobreponerse a los demás; mientras que a
quienes rebajan al hablar de sí se los escucha con gusto, como si
condescendieran con los otros por modestia. De ahí lo que dice el
Apóstol en 2 Cor 12,6:
Si quisiera gloriarme no haría el tonto,
pues diría verdad. Me abstengo, no obstante, para que nadie juzgue de
mí por encima de lo que ve en mí u oye de mí.
La segunda manera, también por carta de menos, como puede uno
alejarse de la verdad es negando tener lo que se tiene. Y, en este
caso, semejante propensión a empequeñecer no hay por qué atribuirla a
esta virtud; pues se incurre, obrando así, en falsedad. Y, a pesar de
todo, aun esto es menos opuesto a la virtud, no ciertamente por razón
de la verdad, sino por razón de la prudencia, que debe quedar a salvo
en todas las virtudes. En efecto, se opone más a la prudencia, porque
es más peligroso y causa mayor enojo a los demás, el que uno juzgue o
se jacte de tener lo que no tiene que el pensar o afirmar no tener lo
que se tiene.
A las objeciones: Y con esto quedan resueltas las
objeciones.