Artículo 1:
La bondad de la voluntad, ¿depende del objeto?
lat
Objeciones por las que parece que la bondad de la voluntad no depende
del objeto.
1. Sólo puede haber voluntad del bien, porque el mal está fuera de
la voluntad, como dice Dionisio en el capítulo 4 del De div.
nom. Por tanto, si la bondad de la voluntad se
juzgara a partir del objeto, se seguiría que toda voluntad era buena y
ninguna mala.
2. Además, el bien se encuentra en primer lugar en el fin; por eso la
bondad del fin, en cuanto tal, no depende de otra cosa. Pero, según el
Filósofo en el VI Ethic., la buena acción es
fin, aunque el modo de hacer nunca es fin, pues se ordena siempre
a algún resultado como a su fin. Luego la bondad del acto de la
voluntad no depende de objeto alguno.
3. Además, según es cada cosa, así hace a las demás. Pero el objeto
de la voluntad es un bien con bondad de naturaleza. Luego no puede dar
a la voluntad bondad moral. Por consiguiente, la bondad de la voluntad
no depende del objeto.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en el V Ethic., que la justicia es aquello por lo que
algunos quieren lo que es justo; y, por la misma razón, virtud es
aquello por lo que algunos quieren el bien. Pero una voluntad buena es
la que se ajusta a la virtud. Luego la bondad de la voluntad viene de
que uno quiere el bien.
Respondo: El bien y el mal son de por sí
diferencias del acto de la voluntad, porque el bien y el mal de por sí
pertenecen a la voluntad, como lo verdadero y lo falso a la razón,
cuyo acto se distingue de por sí con las diferencias de verdadero y
falso; así decimos que una opinión es verdadera o falsa. Por eso la
voluntad buena y la mala son diferentes según la especie. Ahora bien,
la diferencia de especie en los actos se establece por los objetos,
como se dijo (
q.18 a.5). Por consiguiente, el bien y el mal en los
actos de la voluntad se aprecian propiamente por los
objetos.
A las objeciones:
1. No siempre hay voluntad de un
bien verdadero, sino que a veces la hay de un bien aparente, que,
ciertamente, tiene alguna razón de bien, pero que no es conveniente
para ser deseado. Por eso el acto de la voluntad no es
siempre bueno, sino que algunas veces es malo.
2. Aunque un acto pueda ser el
último fin del hombre de algún modo, no obstante, ese acto no es acto
de la voluntad, como ya se dijo (
q.1 a.1 ad 2).
3. El bien se presenta como objeto
a la voluntad mediante la razón y, en cuanto está incluido en el orden
de la razón, pertenece al género moral y causa bondad moral en el acto
de la voluntad. La razón, en efecto, es el principio de los actos
humanos y morales, como se dijo (
q.18 a.5).
Artículo 2:
La bondad de la voluntad, ¿depende sólo del objeto?
lat
Objeciones por las que parece que la bondad de la voluntad no depende
sólo del objeto.
1. El fin es más afín a la voluntad que a cualquier otra potencia.
Pero los actos de las otras potencias reciben la bondad no sólo del
objeto, sino también del fin, como se desprende de lo dicho (
q.18 a.4). Luego también el acto de la voluntad recibe la bondad no sólo
del objeto, sino también del fin.
2. Además, la bondad de un acto no procede sólo del objeto, sino
también de las circunstancias, como ya se dijo (
q.18 a.4). Pero sucede
que la diversidad de bondad y de malicia en el acto de la voluntad es
según la diversidad de las circunstancias: como que uno quiera cuando
debe, donde debe, cuanto debe y como debe o como no debe. Luego la
bondad de la voluntad no sólo depende del objeto, sino también de las
circunstancias.
3. Además, la ignorancia de las circunstancias disculpa la malicia de
la voluntad, como ya se trató (
q.6 a.8). Pero esto no ocurriría si la
bondad y la malicia de la voluntad no dependiera de las
circunstancias. Luego la bondad y la malicia de la voluntad depende de
las circunstancias y no sólo del objeto.
Contra esto: un acto no recibe la especie de las circunstancias en
cuanto tales, como ya se dijo (
q.18 a.10 ad 2). Pero el bien y el mal
son diferencias específicas del acto de la voluntad, como se dijo
(
a.1). Luego la bondad y la malicia de la voluntad no dependen de las
circunstancias, sino sólo del objeto.
Respondo: En cualquier género, cuanto más
anterior es algo, tanto más simple es y consiste en menos cosas; así
los primeros cuerpos son simples. Por eso encontramos que las cosas
que son primeras en cualquier género, son de algún modo simples y
consisten en una sola cosa. Ahora bien, el principio de la bondad y de
la malicia de los actos humanos procede del acto de la voluntad. Por
eso la bondad y la malicia de la voluntad se observa por una sola
cosa; en cambio, la bondad y la malicia de los demás actos puede
observarse por cosas diversas.
Por otra parte, la unidad que es principio en cualquier género no es
por accidente, sino de por sí, porque todo lo que es por accidente se
reduce a lo que es de por sí como a su principio. Por eso la bondad de
la voluntad depende de esta única cosa, de la que hace de por sí la
bondad en un acto, es decir, del objeto; y no de las circunstancias,
que son accidentes del acto.
A las objeciones:
1. El fin es el objeto de la
voluntad, pero no de las otras fuerzas. Por eso, en cuanto al acto de
la voluntad, no es diferente la bondad que procede del objeto, de la
bondad que procede del fin, como en los actos de las otras fuerzas; a
no ser quizá por accidente, en cuanto que un fin depende de otro fin,
y una voluntad de otra voluntad.
2. Supuesto que haya voluntad de
bien, ninguna circunstancia puede hacerla mala. Por consiguiente,
decir que alguien quiere un bien cuando no debe o donde no debe, puede
entenderse de dos modos. Uno, de modo que esa circunstancia se refiera
a lo querido, y así no hay voluntad de bien, porque querer hacer algo
cuando no debe hacerse, no es querer el bien. El otro modo, si se
refiere al acto de querer; y así es imposible que alguien quiera el
bien cuando no debe, porque el hombre debe querer siempre el bien; a
no ser acaso por accidente, por cuanto que, si se quiere este bien, se
impide querer un bien debido: entonces no viene el mal de que uno
quiera aquel bien, sino de que no quiere el otro. Y lo
mismo hay que decir de las otras circunstancias.
3. La ignorancia de las
circunstancias disculpa la malicia de la voluntad, en la medida que
condiciona lo querido, es decir, en cuanto que ignora las
circunstancias del acto que quiere.
Artículo 3:
La bondad de la voluntad, ¿depende de la razón?
lat
Objeciones por las que parece que la bondad de la voluntad no depende
de la razón.
1. Lo primero no depende de lo posterior. Pero el bien pertenece
antes a la voluntad que a la razón, como se desprende de lo dicho (
q.9 a.1). Luego el bien de la voluntad no depende de la
razón.
2. Además, dice el Filósofo en el VI Ethic. que
la bondad del entendimiento práctico es lo verdadero conforme con
el apetito recto. Pero el apetito recto es voluntad buena. Luego
la bondad de la razón práctica depende más de la bondad de la voluntad
que al contrario.
3. Además, lo que mueve no depende de lo que es movido, sino al
revés. Pero la voluntad mueve a la razón y a las otras fuerzas, como
se dijo (
q.9 a.1). Luego la bondad de la voluntad no depende de la
razón.
Contra esto: está lo que dice Hilario en el X De Trin.: Es inmoderada toda pertinacia en decisiones tomadas cuando la voluntad no está sometida a la razón. Pero la bondad de la voluntad consiste precisamente en no ser inmoderada. Luego la bondad de la voluntad depende de que esté sometida a la razón.
Respondo: La bondad de la voluntad depende
propiamente del objeto, como se dijo (
a.1.2). Pero el objeto de la
voluntad le es presentado a ella por la razón, pues el bien entendido
es el objeto de la voluntad que le es proporcionado; en cambio, el
bien sensible o imaginario no es proporcionado a la voluntad, sino al
apetito sensitivo, porque la voluntad puede tender al bien universal,
que aprehende la razón, mientras que el apetito sensitivo sólo tiende
a un bien particular, que aprehende la fuerza sensitiva. Por eso la
bondad de la voluntad depende de la razón del mismo modo que depende
del objeto.
A las objeciones:
1. El bien, bajo la razón de bien,
esto es, de apetecible, pertenece antes a la voluntad que a la razón.
Pero bajo la razón de verdadero pertenece antes a la razón que a la
voluntad bajo razón de apetecible, porque el apetito de la voluntad no
puede referirse al bien si antes no es aprehendido por la
razón.
2. El Filósofo habla ahí del
entendimiento práctico, en cuanto que es aconsejador y razonador
acerca de lo que es para el fin, pues así se perfecciona mediante la
prudencia. Ahora bien, en lo que es para el fin, la rectitud de la
razón consiste en su conformidad con el apetito del fin debido. No
obstante, el mismo apetito del fin debido presupone una recta
aprehensión del fin, que realiza la razón.
3. La voluntad mueve a la razón de
algún modo, y la razón de algún modo mueve a la
voluntad: desde el objeto, como ya se dijo (
q.9 a.1).
Artículo 4:
La bondad de la voluntad, ¿depende de la ley eterna?
lat
Objeciones por las que parece que la bondad de la voluntad humana no
depende de la ley eterna.
1. A una sola cosa sólo pertenece una sola regla y medida. Pero la
regla de la voluntad humana, de la que depende su bondad, es la recta
razón. Luego la bondad de la voluntad no depende de la ley
eterna.
2. Además, la medida es del mismo género que lo medido, como
se dice en X Metaphys. Pero la ley eterna no es
del mismo género que la voluntad humana. Luego la ley eterna no puede
ser medida de la voluntad humana, de modo que de ella dependa su
bondad.
3. Además, la medida debe ser muy cierta. Pero la ley eterna nos es
desconocida. Luego no puede ser medida de nuestra voluntad hasta el
punto de que la bondad de nuestra voluntad dependa de
ella.
Contra esto: está lo que dice Agustín, en el libro XXII Contra
Faustum, que el pecado es algo hecho, dicho o
deseado en contra de la ley eterna. Pero la malicia de la voluntad
es la raíz del pecado. Luego, como la malicia se opone a la bondad, la
bondad de la voluntad depende de la ley eterna.
Respondo: En todas las causas ordenadas, el
efecto depende más de la causa primera que de la causa segunda, porque
la causa segunda sólo actúa en virtud de la causa primera. Ahora
bien, que la razón humana sea la regla de la voluntad humana, a partir
de la cual se mide su bondad, se debe a la ley eterna, que es la razón
divina. Por eso se dice en Sal 4,6-7: Muchos dicen: «¿Quién nos
mostrará el bien? Sobre nosotros ha sido impresa como un sello la luz
de tu rostro, Señor». Como si dijera: «La luz de la razón que
hay en nosotros puede mostrarnos el bien y regular nuestra voluntad,
en la medida que es la luz de tu rostro, esto es, procedente de tu
rostro». Por consiguiente, es claro que la bondad de la voluntad
humana depende mucho más de la ley eterna que de la razón humana, y,
cuando falla la razón humana, se debe recurrir a la ley
eterna.
A las objeciones:
1. Una sola cosa no tiene muchas
medidas próximas; sin embargo, puede tener muchas medidas subordinadas
entre sí.
2. La medida próxima es del mismo
género que lo medido, pero no una medida remota.
3. Aunque la ley eterna nos es
desconocida como está en la mente divina, no obstante, se nos da a
conocer de algún modo mediante la razón natural que procede de ella
como su propia imagen, o mediante alguna revelación
sobreañadida.
Artículo 5:
¿La voluntad que está en desacuerdo con la razón errónea es
mala?
lat
Objeciones por las que parece que la voluntad que está en desacuerdo
con la razón errónea no es mala.
1. La razón es la regla de la voluntad humana en cuanto que
deriva de la ley eterna, como se dijo (
a.4). Pero la razón errónea no
deriva de la ley eterna. Luego la razón errónea no es regla de la
voluntad humana. Por consiguiente, la voluntad que está en desacuerdo
con la razón errónea no es mala.
2. Además, según Agustín, el precepto de una potestad
inferior no obliga si contraría el precepto de una potestad superior;
por ejemplo, si un procónsul manda algo que prohibe el emperador. Pero
la razón errónea a veces propone algo que es contrario a un precepto
del superior, de Dios, que tiene la suprema potestad. Luego el
dictamen de la razón errónea no obliga. Luego la voluntad no es mala
si está en desacuerdo con la razón errónea.
3. Además, toda voluntad mala se reduce a alguna especie de malicia.
Pero la voluntad que está en desacuerdo con la razón errónea no puede
reducirse a ninguna especie de malicia; por ejemplo, si la razón
errónea se equivoca en esto, en que hay que fornicar, la voluntad de
quien no quiere fornicar no puede reducirse a ninguna malicia. Luego
la voluntad que está en desacuerdo con la razón errónea no es
mala.
Contra esto: como se dijo en la primera parte (
q.79 a.13), la
conciencia no es otra cosa que la aplicación de la ciencia a un acto.
Ahora bien, la ciencia está en la razón. Luego la voluntad que está en
desacuerdo con la razón errónea, es contraria a la conciencia. Pero
una voluntad así es mala, pues se dice en Rom 14,23:
Todo lo que no
nace de la fe, es pecado, es decir, todo lo que es contrario a la
conciencia. Luego la voluntad que está en desacuerdo con la razón
errónea es mala.
Respondo: Como la conciencia es en cierto modo
un dictamen de la razón (pues es una aplicación de la ciencia al acto,
como se dijo en la primera parte, q.79 a.13), es lo mismo preguntar si
la voluntad que está en desacuerdo con la razón es mala, que preguntar
si la conciencia errónea obliga. Acerca de esto algunos
distinguieron tres géneros de actos: unos son buenos por género, otros
son indiferentes y otros son malos por género. En consecuencia, dicen
que, si la razón o la conciencia determina que hay que hacer algo que
es bueno por su género, no hay error. Igualmente, si determina que no
hay que hacer algo que es malo por su género, pues la misma razón
ordena el bien y prohibe el mal. Pero si la razón o la conciencia le
dice a uno que el hombre está obligado a realizar por precepto lo que
es de por sí malo, o que está prohibido lo que es de por sí bueno, la
razón o conciencia será errónea. Igualmente, si la razón o conciencia
le dice a uno que lo que es de por sí indiferente, como levantar una
brizna del suelo, está prohibido o mandado, la razón o conciencia será
errónea. Dicen, según esto, que la razón errónea acerca de cosas
indiferentes, mandando o prohibiendo, obliga; de modo que la voluntad
que esté en desacuerdo con esta conciencia errónea, será mala y
pecado. Pero la razón o conciencia que yerra mandando lo que es de por
sí malo, o prohibiendo lo que es de por sí bueno y necesario para la
salvación, no obliga; por eso, en estos casos, la voluntad que está en
desacuerdo con la razón o conciencia errónea, no es
mala.
Pero esto se dice sin razón, pues en lo indiferente la voluntad que
no está de acuerdo con la razón o conciencia errónea, es mala de algún modo por su objeto, del que depende la bondad o
malicia de la voluntad; pero no del objeto según su propia naturaleza,
sino en cuanto que por accidente la razón lo aprehende como mal que
hay que realizar o evitar. Y porque el objeto de la voluntad es lo que
propone la razón, como se dijo (a.3), la voluntad toma razón de mal de
lo que la razón propone como mal, si es llevada a ello. Ahora bien,
esto sucede no sólo en lo indiferente, sino también en lo que es de
por sí bueno o malo, porque no sólo lo indiferente puede recibir razón
de bien o de mal por accidente, sino también lo que es bueno puede
recibir razón de mal, y lo que es malo, razón de bien. Por ejemplo:
abstenerse de la fornicación es un bien, pero la voluntad no se dirige
a este bien si no se lo propone la razón; por consiguiente, si la
razón errónea lo propone como mal, se dirigirá a ello bajo razón de
mal. Por eso la voluntad será mala, porque quiere el mal; no,
ciertamente, lo que es malo de por sí, sino lo que es malo por
accidente, por la aprehensión de la razón. Igualmente, creer en Cristo
es de por sí bueno y necesario para la salvación, pero la voluntad
sólo se dirige a ello en la medida que la razón lo propone. Por tanto,
si la razón lo propone como malo, la voluntad se dirigirá a ello como
mal, no porque lo sea de por sí, sino porque es mal por accidente a
consecuencia de la aprehensión de la razón. Y por eso dice el Filósofo
en VII Ethic. que, hablando con propiedad, es
incontinente quien no sigue la razón recta; pero, por accidente, quien
no sigue la razón falsa. En consecuencia, hay que decir sin
reservas que toda voluntad que está en desacuerdo con la razón, sea
ésta recta o errónea, siempre es mala.
A las objeciones:
1. El juicio de la razón errónea,
aunque no proceda de Dios, la razón errónea lo propone como verdadero
y, por consiguiente, como derivado de Dios, de quien procede toda
verdad.
2. La expresión de Agustín ha
lugar cuando se sabe que la potestad inferior manda algo en contra del
mandato de la potestad superior. Pero si alguno creyera que el mandato
del procónsul era mandato del emperador, despreciaría el precepto de
éste al despreciar el del procónsul. Y, de igual modo, si un hombre
conociera que la razón humana dictaba algo contra un precepto de Dios,
no estaría obligado a seguir a la razón, pues entonces la razón no
sería totalmente errónea. Pero, cuando la razón errónea propone algo
como precepto de Dios, entonces es lo mismo despreciar el dictamen de
la razón que el precepto de Dios.
3. Cuando la razón aprehende algo
malo, siempre lo aprehende bajo alguna razón de mal; por ejemplo,
porque se opone a un principio divino, o porque es escándalo, o por
algo semejante. Y, entonces, esta mala voluntad se reduce a esa clase
de malicia.
Artículo 6:
¿La voluntad acorde con la razón errónea es buena?
lat
Objeciones por las que parece que la voluntad que está de acuerdo con
la razón errónea, es buena.
1. Igual que la voluntad que está en desacuerdo con la razón, tiende
hacia lo que la razón juzga como malo, la voluntad que está de acuerdo
con la razón tiende a lo que la razón juzga como bueno. Pero la
voluntad que no está de acuerdo con la razón, incluso con la errónea,
es mala. Luego la voluntad concorde con la razón, incluso errónea, es
buena.
2. Además, la voluntad concorde con el precepto de Dios y la ley
eterna es siempre buena. Pero la ley eterna y el precepto de Dios se
nos proponen mediante la aprehensión de la razón, incluso de la
errónea. Luego la voluntad concorde incluso con la razón errónea, es
buena.
3. Además, la voluntad que no está de acuerdo con la razón errónea,
es mala. Por tanto, si la voluntad que está de acuerdo con la razón
errónea es también mala, parece que toda voluntad de
quien tiene razón errónea es mala. Y, así, este hombre estará perplejo
y pecará necesariamente, lo que es inconveniente. Luego la voluntad
acorde con la razón errónea es buena.
Contra esto: la voluntad de quienes mataban a los apóstoles era mala.
Pero concordaba con su razón errónea, según Jn 16,2: Llega la hora
en que todo el que os mate, pensará que sirve a Dios. Luego la
voluntad acorde con la razón errónea puede ser mala.
Respondo: Igual que la cuestión anterior es la
misma que la pregunta sobre si la conciencia errónea vincula, ésta es
la misma que la pregunta sobre si la conciencia errónea disculpa.
Ahora bien, esta cuestión depende de lo que ya se dijo de la
ignorancia, pues se dijo (
q.6 a.8) que la ignorancia causa
involuntario unas veces y otras no. Y porque el bien y el mal moral se
dan en un acto en cuanto que es voluntario, como se desprende de lo
dicho (
q.2), es claro que la ignorancia que causa involuntario, quita
la razón de bien o de mal moral; pero no la que no causa involuntario.
También se dijo (
q.6 a.8) que la ignorancia que es de algún modo
querida, sea directa sea indirectamente, no causa involuntario. Y
llamo ignorancia directamente voluntaria a aquella a la que se dirige
un acto de la voluntad, e indirectamente, por negligencia, porque uno
no quiere saber lo que está obligado a saber, como ya se dijo (
q.6 a.8).
Por consiguiente, si la razón o conciencia yerra con error
voluntario, sea directamente, sea por negligencia, porque es error
acerca de lo que uno está obligado a saber, entonces este error no
evita que la voluntad concordante con la razón o conciencia que yerra
así, sea mala. Por ejemplo: si una razón errónea dice que el hombre
está obligado a llegar a la esposa de otro, la voluntad concorde con
esta razón errónea es mala, porque este error proviene de la
ignorancia de la ley de Dios, que está obligado a conocer. Pero, si la
razón yerra al creer que una mujer escondida fraudulentamente es su
esposa y, cuando ella pide el débito, quiere conocerla; su voluntad
queda disculpada hasta no ser mala, porque este error proviene de la
ignorancia de una circunstancia, que disculpa y causa
involuntario.
A las objeciones:
1. Como señala Dionisio en el
capítulo 4 del De div. nom., el bien se
produce de una causa íntegra; en cambio, el mal de defectos
singulares. Por eso, para llamar malo aquello hacia lo que se
dirige la voluntad, basta que sea malo por su propia naturaleza, o que
sea aprehendido como malo. Pero para que esto sea bueno se requiere
que lo sea de ambos modos.
2. La ley eterna no puede errar,
pero la razón humana sí. Por eso la voluntad que está de acuerdo con
la razón humana no siempre es recta, ni siempre es concorde con la ley
eterna.
3. Así como en los asuntos
silogísticos, dado un inconveniente es necesario que se sigan otros;
en los morales, puesto un inconveniente, por necesidad se siguen
otros. Por ejemplo, supuesto que uno busque la vanagloria, tanto si
hace lo que tiene que hacer por vanagloria, como si no, pecará. Y, sin
embargo, no está perplejo, porque puede desechar la mala intención.
Del mismo modo, supuesto un error de la razón o de la conciencia, que
proceda de una ignorancia que no disculpe, es necesario que se siga un
mal en la voluntad. Y, no obstante, el hombre no está perplejo, porque
puede salir del error, ya que la ignorancia es vencible y
voluntaria.
Artículo 7:
La bondad de la voluntad en lo que es para el fin, ¿depende de la
intención del fin?
lat
Objeciones por las que parece que la bondad de la voluntad no depende
de la intención del fin.
1. Se ha dicho ya (
a.2) que la bondad de la voluntad depende sólo del
objeto. Pero en las cosas que son para el fin, el objeto de la
voluntad es distinto del fin intentado. Luego en estas
cosas la bondad de la voluntad no depende de la
intención del fin.
2. Además, querer cumplir el mandato de Dios pertenece a una voluntad
buena. Pero esto puede relacionarse con un fin malo, por ejemplo con
la vanagloria o la codicia, cuando uno quiere obedecer a Dios para
conseguir bienes temporales. Luego la bondad de la voluntad no depende
de la intención del fin.
3. Además, el bien y el mal diversifican la voluntad igual que
diversifican el fin. Pero la malicia de la voluntad no depende de la
malicia del fin intentado, porque quien quiere robar para dar limosna,
tiene mala voluntad, aunque intente un fin bueno. Luego tampoco la
bondad de la voluntad depende de la bondad del fin
intentado.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el IX Confess. que Dios premia la intención. Pero Dios premia algo precisamente porque es bueno. Luego la bondad de la voluntad depende de la intención del fin.
Respondo: La intención puede relacionarse de
dos modos con la voluntad: como precedente y como concomitante. La intención precede causalmente a la voluntad cuando queremos algo por la intención de un fin. Entonces el orden al fin es considerado como razón de la bondad de la misma cosa querida; por ejemplo, cuando uno quiere ayunar por Dios, pues el ayuno tiene razón de bien precisamente porque se hace por Dios. Por eso, como la bondad de la voluntad depende de la bondad de la cosa querida, como ya se dijo (
a.1.2), es necesario que dependa de la intención del fin.
La intención es consiguiente a la voluntad cuando se añade a una
voluntad preexistente, por ejemplo, si uno quiere hacer algo, y
después lo refiere a Dios. Entonces la bondad de la primera voluntad
no depende de la intención siguiente, a no ser en cuanto que se
reitera el acto de la voluntad con la intención siguiente.
A las objeciones:
1. Cuando la intención es causa de
querer, el orden al fin se toma como razón de bondad en el objeto,
como se dijo (
a.7).
2. No puede llamarse buena una
voluntad si una intención mala es causa del querer, pues quien quiera
dar limosna por conseguir gloria vana, quiere lo que de por sí es
bueno bajo razón de mal y, por eso, según es querido por él, es malo.
Por tanto, su voluntad es mala. Pero si la intención es consiguiente,
entonces la voluntad pudo ser buena, y por la intención siguiente no
queda desvirtuado el acto de voluntad que precedió, sino el acto de
voluntad que se repite.
3. Como ya se señaló (
a.6),
el
mal proviene de defectos singulares, pero el bien de una causa
completa e íntegra. Por eso, tanto si hay voluntad de lo que es de
por sí malo, incluso bajo razón de bueno, como si la hay de bien bajo
razón de mal, la voluntad será siempre mala. Por el contrario, para
que la voluntad sea buena, se requiere que sea de bien bajo razón de
bien; es decir, que quiera el bien y por el bien.
Artículo 8:
La cantidad de bondad o de malicia que hay en la voluntad, ¿es
consecuencia de la cantidad de bien o de mal que hay en la
intención?
lat
Objeciones por las que parece que la cantidad de bondad que hay en la
voluntad depende de la cantidad de bondad que hay en la
intención.
1. Acerca de Mt 12,35: El hombre bueno saca cosas buenas del buen
tesoro de su corazón, dice la Glossa (interl.): Uno hace
tanto bien cuanto intenta. Pero la intención no sólo da bondad al
acto exterior, sino también a la voluntad. Luego uno tiene tanto de
buena voluntad cuanto intenta.
2. Además, si se aumenta la causa, se aumenta el efecto. Pero la
bondad de la intención es causa de la voluntad buena. Luego cuanto más
bien intenta uno, mejor es la voluntad.
3. Además, en las cosas malas, cuanto más intenta uno, más peca, pues
si uno, al lanzar una piedra, intentara cometer un
homicidio, sería reo de homicidio. Luego, por igual razón, en las
cosas buenas hay tanto más buena voluntad cuanto más bien
intenta.
Contra esto: puede haber una intención buena y una voluntad mala. Luego,
por la misma razón, puede haber una intención más buena y una voluntad
menos buena.
Respondo: Acerca del acto y de la intención del
fin puede apreciarse una cantidad doble: una por parte del objeto,
porque quiere o hace un bien mayor; otra por parte de la intensidad
del acto, porque quiere o hace intensamente, y esto es mayor por parte
del agente. Por consiguiente, si hablamos de la cantidad de ambos en
cuanto al objeto, es claro que la cantidad del acto no es consecuencia
de la cantidad de la intención. Y esto, por lo que se refiere al acto
exterior, puede ocurrir de dos modos. Uno, porque el objeto que se
ordena al fin intentado no es proporcionado a ese fin; por ejemplo, si
uno diera diez libras, no podría conseguir su intención si intentase
comprar una cosa que valiera cien libras. Otro modo, por los
impedimentos que pueden sobrevenir al acto exterior y que no está en
nuestra potestad quitarlos; por ejemplo, uno intenta ir hasta Roma y
le surgen inconvenientes que le imposibilitan hacerlo. Pero en cuanto
al acto interior de la voluntad sólo hay un modo, porque los actos
interiores de la voluntad están en nuestra potestad, mientras que no
lo están los exteriores. Pero la voluntad puede querer algún objeto no
proporcionado con el fin intentado y, así, la voluntad que se dirige a
ese objeto considerado absolutamente, no es tan buena como la
intención. No obstante, porque también la intención misma a veces
pertenece al acto de la voluntad, en cuanto que es su razón, por eso
la cantidad de buena intención redunda en la voluntad, por cuanto la
voluntad quiere un gran bien como fin, aunque el medio con que quiere
conseguir tan gran bien no sea digno de ese fin.
Pero si se considera la cantidad de la intención y la del acto según
su intensidad, entonces la intensidad de la intención redunda en el
acto interior y en el acto exterior de la voluntad, porque la
intención misma de algún modo se relaciona formalmente con los dos,
como se desprende de lo dicho (q.12 a.4; q.18 a.6). Aunque, si hay
una intención intensa, materialmente es posible que el acto interior o
el exterior no sean tan intensos, hablando materialmente; por ejemplo,
cuando uno no quiere tomar una medicina tan intensamente como quiere
la salud. Sin embargo, el mismo intentar intensamente la salud,
redunda formalmente en querer intensamente la medicina.
No obstante, hay que tener en cuenta que la intensidad de un acto
interior o exterior puede referirse a la intención como objeto; por
ejemplo, cuando intenta intensamente querer, o hacer algo
intensamente. Sin embargo, no por eso quiere u obra intensamente,
porque la bondad de un acto interior o exterior no es consecuencia de
la cantidad de bien intentado, como se dijo. De ahí que uno no merezca
cuanto intenta merecer, porque la cantidad de mérito reside en la
intensidad del acto, como se dirá más adelante (q.20 a.4; q.114 a.4).
A las objeciones:
1. Esa
Glossa se refiere a
la consideración de Dios, que tiene en cuenta sobre todo la intención
del fin. Por eso la otra
Glossa dice en el mismo
lugar que
el tesoro del corazón es la intención, con la cual juzga
Dios las obras; pues, como se dijo (
a.8), la bondad de la
intención redunda de algún modo en la bondad de la voluntad, que hace
también meritorio ante Dios el acto exterior.
2. La bondad de la intención no es
causa completa de una voluntad buena. Por lo cual el argumento no se
sigue.
3. La malicia de la intención sola
es suficiente para la malicia de la voluntad y, por eso, también la
voluntad es tan mala como la intención. Pero no vale el mismo
argumento en cuanto a la bondad, como se dijo (ad 2).
Artículo 9:
La bondad de la voluntad, ¿depende de su conformidad con la voluntad
divina?
lat
Objeciones por las que parece que la bondad de la voluntad humana no
depende de la conformidad con la voluntad divina.
1. Es imposible que la voluntad del hombre se conforme con la
voluntad divina, como demuestra lo que se dice en Is 55,9: Como se
elevan los cielos sobre la tierra, se elevan mis caminos de vuestros
caminos y mis pensamientos, de vuestros pensamientos. Por tanto,
si para la bondad de la voluntad se requiriera la conformidad con la
voluntad divina, se seguiría que era imposible que la voluntad del
hombre fuera buena. Y esto es inconveniente.
2. Además, nuestra voluntad deriva de la voluntad divina, como
nuestra ciencia, de la ciencia divina. Pero no se requiere para
nuestra ciencia que sea conforme con la ciencia divina, pues Dios sabe
muchas cosas que nosotros ignoramos. Luego no se requiere que nuestra
voluntad sea conforme con la voluntad divina.
3. Además, la voluntad es el principio de la acción. Pero nuestra
acción no puede ser conforme con la acción divina. Luego tampoco
nuestra voluntad con su voluntad.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 26,39: No como yo quiero, sino
como quieres Tú, que significa que quiere ser un hombre recto y
dirigirse a Dios, como explica Agustín en Enchirid. Ahora bien, la rectitud de la voluntad es su bondad. Luego la bondad de la voluntad depende de su conformidad con la voluntad divina.
Respondo: La bondad de la voluntad depende de
la intención del fin, como se ha dicho (
a.7). Ahora bien, el fin
último de la voluntad humana es el sumo bien, que es Dios, como ya se
dijo (
q.1 a.8;
q.3 a.1). Por consiguiente, se requiere para la bondad
de la voluntad humana que se ordene al sumo bien, que es
Dios.
Por otra parte, este bien se relaciona en primer lugar y de por sí
con la voluntad divina como con su objeto propio. Ahora bien, lo que
es primero en cualquier género, es medida y razón de todas las cosas
que son de ese género. Pero cada cosa es recta y buena en cuanto que
alcanza la propia medida. Luego, para que la voluntad del hombre sea
buena, se requiere que se conforme con la voluntad
divina.
A las objeciones:
1. La voluntad del hombre no puede
conformarse con la voluntad divina por equiparación, sino por
imitación. Y del mismo modo que la ciencia del hombre se conforma con
la ciencia divina porque conoce lo verdadero; también la acción del
hombre se conforma con la acción divina porque es conveniente para el
agente. Y esto ocurre por imitación, no por equiparación.
Por tanto, quedan respondidas las objeciones segunda y tercera.
Artículo 10:
¿Es necesario que la voluntad humana se conforme con la voluntad
divina en lo que quiere, para ser buena?
lat
Objeciones por las que parece que la voluntad del hombre no debe
conformarse siempre con la voluntad divina en lo que
quiere.
1. No podemos querer lo que desconocemos, pues el objeto de la
voluntad es el bien aprehendido. Pero, en la mayoría de los casos,
ignoramos lo que Dios quiere. Luego la voluntad humana no puede
conformarse con la voluntad divina en lo que quiere.
2. Además, Dios quiere castigar al que sabe por su presciencia que va
a morir en pecado mortal. Luego, si el hombre tuviera que conformar su
voluntad con la voluntad divina en lo que quiere, se seguiría que el
hombre tendría que querer su condenación. Y esto es
inconveniente.
3. Además, nadie está obligado a querer algo que sea contrario a la
piedad. Pero si el hombre quisiera lo que Dios quiere, esto sería
alguna vez contrario a la piedad; por ejemplo, cuando
Dios quiere que muera el padre de uno, si el hijo quisiera esto mismo,
sería contrario a la piedad. Luego el hombre no está obligado a
conformar su voluntad con la voluntad divina en lo que
quiere.
Contra esto: está lo que acerca de Sal 32,1:
A los rectos se debe
alabanza, dice la
Glossa:
Tiene corazón
recto quien quiere lo que Dios quiere. Pero todos están obligados
a tener corazón recto. Luego todos están obligados a querer lo que
Dios quiere.
2. Además, la forma de la voluntad procede del objeto, como la de
cualquier acto. Luego, si el hombre está obligado a conformar su
voluntad con la voluntad divina, se sigue que tiene que conformarla en
lo querido.
3. Además, el enfrentamiento de voluntades consiste en esto, en que
los hombres quieren cosas diversas. Pero quienquiera que tenga
voluntad opuesta a la voluntad divina, tiene mala voluntad. Luego
quienquiera que no conforme su voluntad con la divina en lo que
quiere, tiene mala voluntad.
Respondo: La voluntad se dirige a un objeto
según lo que le propone la razón, como se demostró (
a.3.5). Ahora
bien, puede suceder que la razón considere una cosa de diversas
maneras, de modo que, bajo una razón sea buena, y bajo otra no lo sea.
Por eso la voluntad de uno que quiere que suceda algo, en la medida
que tiene razón de bien, es buena; y la voluntad de otro que quiere
que eso mismo no suceda, en la medida que tiene razón de mal, es una
voluntad buena también. Por ejemplo: un juez tiene voluntad buena
cuando quiere la ejecución de un ladrón, porque es justa; pero también
es buena la voluntad de la esposa o del hijo que no quiere que ese
mismo sea ejecutado, por cuanto la ejecución es mala según la
naturaleza.
Por otra parte, como la voluntad es consecuencia de la aprehensión de
la razón o entendimiento, en la medida que la razón del bien
aprehendido sea más común, también la voluntad se dirigirá a un bien
más común. Como se ve en el ejemplo anterior: pues el juez tiene
cuidado del bien común, que es la justicia y, por eso, quiere la
ejecución del ladrón, que tiene razón de bien por relación con el
estado común; en cambio, la esposa del ladrón tiene que considerar el
bien privado de la familia y, de acuerdo con esto, quiere que su
marido ladrón no sea ejecutado. Ahora bien, Dios, que es el hacedor y
gobernador del universo, aprehende el bien de todo el universo; por
eso todo lo que quiere, lo quiere bajo razón de bien común, que es su
bondad, que es el bien del todo el universo. En cambio, la aprehensión
de la criatura, según su naturaleza, se refiere a un bien particular
proporcionado a su naturaleza. Pero puede suceder que algo sea bueno
según una razón particular y no lo sea según una razón universal, o al
revés, como se ha dicho. Y, por tanto, sucede que una voluntad es
buena por querer algo considerado según una razón particular, que, sin
embargo, Dios no quiere según una razón universal, o al contrario. Por
eso sucede también que diversas voluntades de diversos hombres,
referentes a cosas opuestas, pueden ser buenas, por cuanto quieren que
algo ocurra o no ocurra por diversas razones particulares.
Pero no es recta la de quien quiere un bien particular si no lo
refiere al bien común como a fin, porque incluso el apetito natural de
una parte se ordena al bien común del todo. Ahora bien, la razón cuasi
formal de querer lo que se ordena a un fin, se toma del fin. Por eso,
para que uno quiera con voluntad recta un bien particular, es
necesario que el bien particular sea querido materialmente, pero que
el bien común divino sea querido formalmente. Por consiguiente, la
voluntad humana tiene que conformarse con la divina en lo que quiere
formalmente, pues está obligada a querer el bien divino y común; pero
no materialmente, por la razón ya señalada. Sin embargo, en cuanto a
ambos bienes, la voluntad humana se conforma con la divina de algún
modo. Porque se conforma con la voluntad divina en el fin último, en
la medida que se conforma con ella en la razón común de lo querido.
Cuando, en cambio, no se conforma con ella en lo
querido materialmente, se conforma por razón de causa eficiente,
porque las cosas concretas tienen de Dios, como de su causa efectiva,
esta inclinación propia que sigue a su naturaleza o aprehensión
natural. Por eso se acostumbró decir, en cuanto a esto, que la
voluntad del hombre se conforma con la divina, porque quiere lo que
Dios quiere que quiera.
Hay también otro modo de conformidad según la razón de causa formal:
que uno quiera algo por caridad, como Dios quiere. Esta conformidad se
reduce a la conformidad formal que se aprecia por el orden al fin
último, que es el objeto propio de la caridad.
A las objeciones:
1. Podemos saber qué es lo que
quiere Dios según razón común, pues sabemos que lo que Dios quiere, lo
quiere bajo razón de bien. Por eso, quien quiere algo bajo alguna
razón de bien, tiene voluntad conforme con la voluntad divina, en
cuanto a la razón de lo querido. Pero no sabemos qué quiere Dios en
particular. Y, en cuanto a esto, no estamos obligados a conformar
nuestra voluntad con la divina. Sin embargo, en el estado de gloria
todos verán, en cada cosa que quieran, su orden hacia lo que Dios
quiere acerca de eso. Por ello todos conformarán en todo su voluntad
con Dios materialmente y no sólo formalmente.
2. Dios no quiere la condenación
de nadie bajo razón de condenación, ni la muerte de nadie en cuanto
que es muerte, porque
quiere que todos los hombres se salven (1
Tim 2,4); pero lo quiere bajo razón de justicia. Por eso basta, con
respecto a esto, que el hombre quiera la justicia de Dios y que se
guarde el orden de la naturaleza.
Con eso queda respondida la objeción tercera.
Respuesta a las objeciones en contra:
1. A la primera hay que
decir: Quiere más lo que Dios quiere quien conforma su voluntad
con la divina en cuanto a la razón de lo querido, que quien la
conforma en cuanto a la cosa misma querida, porque la voluntad se
dirige más principalmente al fin que a lo que es para el
fin.
2. La especie y la forma de un
acto se aprecian mejor según la razón del objeto que según lo que es
material en el objeto.
3. No hay enfrentamiento de
voluntades cuando algunos quieren cosas diversas según distinta razón.
Pero si, bajo una misma razón, uno quisiera algo que otro no quiera,
se induciría enfrentamiento de voluntades. Pero esto no está en lo
propuesto.