Artículo 1:
El hado, ¿es o no es algo?
lat
Objeciones por las que parece que el hado es nada:
1. Dice Gregorio en la homilía sobre la Epifanía: Lejos de los corazones de los fieles decir que el hado es algo
real.
2. Más aún. Lo que sucede casualmente, no es imprevisto,
porque, como dice Agustín en V De Civ. Dei,
entendemos que hado viene de fando, es decir hablar; de tal modo
que las cosas que se atribuyen al hado han sido habladas previamente
por alguien que las determina. Lo que ha sido previsto no es fortuito
ni casual. Así, pues, si las cosas se realizan por el hado, se excluye
de ellas la casualidad y la fortuna.
Contra esto: lo que no existe no se define. Pero Boecio, en IV De
Consol., define el hado diciendo: Es una
disposición inherente a las cosas mutables, por la que la Providencia
las coordina en un determinado orden. Por lo tanto, el hado es
algo.
Respondo: Vemos que en las cosas de este mundo
algunas suceden fortuitamente o por casualidad. Y a veces sucede que
un acontecimiento que por orden a las causas inferiores es fortuito o
casual, referido a otra causa superior se ve que es intencionado.
Ejemplo: Si dos siervos de un señor son enviados por él a un mismo
lugar sin saberlo uno del otro, encontrarse allí los dos es puramente
casual para ellos, puesto que sucede sin intentarlo ninguno de los
dos. Pero para el señor que los mandó, no es casual, sino conocido e
intencionado.
Así pues, hubo algunos que rechazaron reducir a una causa superior
estas cosas casuales y fortuitas que suceden en los seres de aquí
abajo. Estos negaron el hado y la Providencia, como Tulio, tal como
nos cuenta Agustín en V De Civ. Dei. Esto va
contra lo que dijimos anteriormente sobre la Providencia (q.22 a.2).
Otros, intentaron reducir a una causa superior, los
cuerpos celestes, todas las cosas fortuitas y casuales que acontecen
aquí abajo, sea en el orden natural o en el orden humano. Según esta
opinión, el hado no sería más que la disposición de los astros bajo
la cual cada uno fue concebido o nació. Pero esto no es aceptable
por dos razones. En primer lugar, en cuanto a las realidades humanas.
Ya quedó demostrado (q.115 a.4) que los actos humanos no están
sometidos a la acción de los cuerpos celestes a no ser de forma
accidental e indirecta, pero, como la causa de la fatalidad debe tener
una ordenación sobre lo que se efectúa por hado, tal causa
necesariamente ha de ser esencial y directa de lo que se hace. En
segundo lugar, en cuanto a lo que se hace accidentalmente. Se dijo
(q.115 a.6) que lo que es ser accidentalmente propiamente no es ser ni
uno. Pero toda acción de la naturaleza tiene por objetivo algo que es
determinadamente uno. Por lo tanto, es imposible que lo que es
accidentalmente, en sí mismo sea efecto de algún principio que sea
agente natural. Por lo tanto, ninguna causa natural puede hacer en
cuanto tal, por ejemplo, que el que intenta cavar un sepulcro
encuentre un tesoro. Es evidente que los cuerpos celestes obran a modo
de principio natural. De lo que se sigue que igualmente son naturales
sus efectos terrestres. Por lo tanto, es imposible
que virtud alguna activa de los cuerpos celestes sea la causa de las
cosas que aquí abajo suceden accidentalmente, bien por casualidad,
bien fortuitamente.
Por todo lo cual hay que decir: Las cosas que aquí suceden
accidentalmente, sea en el orden natural o en el orden humano, se
reducen a alguna causa que de antemano las ordena, y
que es la Providencia divina. No hay inconveniente para que aquello
que es ser accidentalmente, sea concebido por algún entendimiento como
un solo ser. En caso contrario, sería imposible que el entendimiento
formara la siguiente proposición: cavando un sepulcro encontró un
tesoro. Del mismo modo que el entendimiento puede hacer tal
concepción, se puede también realizar. Ejemplo: Si alguien, conocedor
del lugar en el que está escondido el tesoro, anima a un labriego, que
lo ignora, a que cave allí un sepulcro. Así, no hay inconveniente en
que las cosas que suceden accidentalmente, como fortuitas o casuales,
se reduzcan a alguna causa ordenadora que obre por el entendimiento, y
más si se trata del entendimiento divino, ya que sólo Dios puede mover
la voluntad, como se dijo (q.105 a.4; q.106 a.2, q.111 a.2). Por lo
tanto, la ordenación de los actos humanos cuyo principio es la
voluntad, sólo puede atribuirse a Dios.
Así, pues, podemos admitir el hado en el sentido de que todas las
cosas que suceden en este mundo están sujetas a la divina Providencia,
como ordenadas por ella y, si se puede decir, prehabladas. Sin
embargo, los santos doctores rechazaron el uso de esta palabra para no
favorecer a aquellos que abusaban de ella creyendo dar a entender
cierta capacidad de los astros. A este propósito dice Agustín en V
De Civ. Dei: Si alguien atribuye al hado las cosas
humanas, queriendo significar con la palabra hado la voluntad misma o
el poder de Dios, quédese con el modo de pensar y corrija el de
hablar. En este sentido Gregorio rechaza que haya
hado.
A las objeciones:
1. La respuesta está incluida en lo expuesto.
2. Nada impide que algo sea
fortuito o casual en relación con las causas próximas sin serlo en
relación con la Providencia divina. Así queda a salvo que nada
acontece en el mundo impensadamente, como dice Agustín en el libro Octoginta trium quaest..
Artículo 2:
El hado, ¿está o no está en las cosas creadas?
lat
Objeciones por las que parece que el hado no está en las cosas
creadas:
1. Dice Agustín en V De Civ. Dei: Lo que se indica
con el nombre de hado es la voluntad misma o poder de Dios. Pero
la voluntad y el poder de Dios no está en las criaturas, sino en Dios.
Por lo tanto, el hado no está en las cosas creadas, sino en
Dios.
2. La relación entre el hado y lo hecho por el hado es una
relación causal, como lo manifiesta el mismo modo de hablar. Pero la
causa universal que, en cuanto tal, causa lo que aquí sucede
accidentalmente, es sólo Dios, como dijimos (
a.1). Por lo tanto, el
hado está en Dios y no en las cosas creadas.
3. Si el hado está en las criaturas, será una sustancia
o un accidente. En cualquiera de estos casos es necesario que sea tan
múltiple como lo son las criaturas. Por lo tanto, como parece que el
hado es uno, parece que el hado no está en las criaturas, sino en
Dios.
Contra esto: está lo que dice Boecio en IV De Consol.: El hado es una disposición inherente a las cosas mudables.
Respondo: Como resulta claro por lo dicho (
q.22 a.3;
q.103 a.6), la Providencia divina ejecuta sus
acciones por medio de causas intermedias. La ordenación de estos
efectos puede ser vista en un doble aspecto. 1)
Uno, según está
en Dios, y, bajo este aspecto, la ordenación de los efectos es llamada
Providencia. 2)
La otra. Pero si se considera esta ordenación
de los efectos en cuanto está en las causas intermedias ordenadas por
Dios a producir tales efectos, así es como se entiende el hado. Esto
es lo que dice Boecio en IV
De Consol.:
Que
el hado se ejerza por ciertos ministros espirituales de la divina
Providencia, o por el alma, o por la cooperación de la naturajeza
entera, o por los movimientos celestes de los astros, o por virtud
angélica, o por las artimañas de los demonios, o por algunas de estas
cosas, o por todas ellas, así es como queda tejida la serie fatal.
De todo lo cual ya se ha tratado antes (a.1, q.104 a.2;
q.110 a.1; q.103.114). Por lo tanto, es evidente que el hado está en las mismas
causas creadas en cuanto que están ordenadas por Dios a producir sus
efectos.
A las objeciones:
1. La ordenación de las causas
segundas, que Agustín llama serie de causas, no tiene
razón de hado sino en cuanto que depende de Dios. Por eso, el poder o
la voluntad de Dios pueden llamarse causalmente hado, pero
esencialmente el hado es la misma disposición o serie, es decir, el
orden de las causas segundas.
2. El hado tiene razón de causa en
cuanto la tienen las mismas causas segundas, cuya disposición es
llamada hado.
3. La disposición llamada hado no
es tal que pertenezca al género de la cualidad, sino la disposición
entendida como un orden, que no es sustancia, sino relación. Este
orden, tomado en relación con su principio, es uno solo, y, en tal
sentido, el hado es también uno. Pero si es tomado en relación con sus
efectos o con las mismas causas intermedias, es múltiple. Así lo
entendió el poeta al decir: Tus destinos te arrastran.
Artículo 3:
El hado, ¿es o no es inmutable?
lat
Objeciones por las que parece que el hado no es inmóvil:
1. Dice Boecio en IV De Consol.: Lo que el
raciocinio es al entendimiento, lo engendrado a lo existente, el
tiempo a la eternidad, y al punto central el círculo, eso mismo es la
serie mutable del hado a la permanente simplicidad de la
Providencia.
2. Más aún. Como dice el Filósofo en II Topic.: Al cambiarnos nosotros, también se
cambia lo que hay en nosotros. Pero el hado es una disposición
inherente a lo mutable, como dice Boecio en el mismo lugar. Por lo
tanto, el hado es mutable.
3. Si el hado es inalterable, lo que está sujeto a él
sucederá de manera inmutable y necesaria. Pero lo sometido al hado
parece ser precisamente lo mayormente contingente. Por lo tanto, no
habrá nada contingente en las cosas, sino que todo sucederá
necesariamente.
Contra esto: está lo que dice Boecio: El hado es una
disposición inmutable.
Respondo: La disposición de las causas
segundas, que llamamos hado, puede considerarse bajo dos aspectos.
1)
Uno, atendiendo a las mismas causas segundas que están así
dispuestas y ordenadas. 2)
Otro, relacionando tal disposición
con el primer principio por el que son ordenadas, esto es, Dios.
Algunos sostuvieron que la serie misma o disposición de las causas en
cuanto tal es necesaria, de modo que todo sucede por necesidad,
debiéndose esto a que todo efecto tiene su causa, y, puesta ésta, es
necesario que se siga el efecto. Pero esto es evidentemente falso por
todo lo que ya dijimos anteriormente (
q.115 a.6).
Otros dijeron lo contrario, afirmando que el hado era mutable,
incluso en cuanto relacionado con la Providencia divina. Por eso, los
egipcios decían que podía cambiarse el destino mediante ciertos
sacrificios, tal como nos cuenta Gregorio de Nisa.
Pero esto ha sido rechazado ya (q.23 a.8) por ser
contrario a la inmutabilidad de la Providencia divina.
Hay que decir: El hado, respecto a las causas segundas es mutable.
Pero referido a la Providencia divina es inalterable, no por absoluta
necesidad, sino condicionalmente, es decir, en el
sentido en el que afirmamos que esta condicional es verdadera o
necesaria: Si Dios ha previsto tal cosa, sucederá. Por eso,
Boecio, después de haber dicho que la serie del
hado es alterable, poco después añade: La cual, por proceder
de los orígenes de la Providencia inmóvil, es necesario que ella misma
sea inmutable.
A las objeciones: Está incluida en lo dicho.
Artículo 4:
¿Está o no está todo sometido al hado?
lat
Objeciones por las que parece que todo está sometido al
hado:
1. Dice Boecio en IV De Consol.: La serie del hado
mueve el cielo y las estrellas, atempera entre sí los elementos y, por
un cambio alternado, los transforma. Todo lo que nace y muere lo
reproduce y renueva por la sucesión de gérmenes y fetos. Enlaza, en
una conexión indisoluble de causas, actos y fortunas de los
hombres. Por lo tanto, no parece exceptuarse cosa alguna de estar
contenida bajo la serie del hado.
2. Agustín en V De Civ. Dei dice que
el hado es algo en cuanto se refiere a la voluntad y poder de Dios.
Pero la voluntad de Dios es causa de todo lo hecho, como dice Agustín
en III De Trin. Por lo tanto, todo está sometido
al hado.
3. Según Boecio, el hado
es la
disposición inherente a todo lo mutable. Pero todas las criaturas
son mutables, y sólo Dios es verdaderamente inmutable, como dijimos
(
q.9 a.2). Por lo tanto, el hado está en todas las
criaturas.
Contra esto: está lo que dice Boecio en IV De Consol.: Algunas cosas que están bajo la Providencia, están por encima del hado.
Respondo: Como ya dijimos (
a.2), el hado es la
ordenación de las causas segundas a los efectos previstos por Dios.
Por lo tanto, todo lo sometido a las causas segundas está sometido
también al hado. Pero si hay algo que es hecho directamente por Dios,
al no estar sujeto a las causas segundas, tampoco lo está al hado.
Así, la creación de las cosas, la glorificación de las sustancias
espirituales. Por eso, dice Boecio:
Los seres que
están próximos a la primera divinidad, establemente fijos, están sobre
el orden de la mutabilidad fatal. De aquí resulta también que,
cuanto más alejada está una cosa de la Inteligencia, tanto más ligada
está al hado, ya que está más sometida a la necesidad de las
causas segundas.
A las objeciones:
1. Todo lo que se menciona en aquel
texto, es hecho por Dios mediante las causas segundas. Por lo tanto,
está sometido al hado. Pero no puede decirse lo mismo de todo lo
demás, como acabamos de decir.
2. El hado se refiere al poder y
la voluntad de Dios como a su primer principio. Por lo tanto, no es
necesario que todo lo que está sometido a la voluntad o al poder de
Dios, esté también sometido al hado, como acabamos de decir.
3. Aun cuando todas las criaturas
de alguna manera sean mutables, sin embargo, algunas de ellas no
proceden de causas creadas variables. Por eso no están sometidas al
hado, como acabamos de decir.