Y habiendo bajado del monte, le siguieron muchas turbas; y he aquí que, viniendo un leproso, le adoraba, diciendo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Y extendiendo la mano le tocó, diciendo: "Quiero, sé limpio", y al punto su lepra fue limpiada. Y Jesús le dijo: "Mira, que no se lo digas a nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote y ofrece la ofrenda que mandó Moisés en testimonio a ellos". (vv. 1-4)
San Jerónimo
Después de la predicación y de la enseñanza, se ofrece el momento de empezar a hacer milagros, para que cuanto se ha dicho reciba su confirmación en la virtud de los milagros.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
Como enseñaba demostrando que tenía poder, para que no se creyese que era ostentación esta manera especial de explicarse, hace por medio de las obras lo mismo que había hecho por medio de las palabras, como teniendo también el poder de curar. Por ello dice el evangelista: "Habiendo bajado Jesús del monte, le siguieron muchas turbas".
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
Cuando enseñaba Jesús en el monte sus discípulos estaban con El, y a ellos era permitido conocer los secretos de la enseñanza celestial. Ahora, cuando baja del monte, lo sigue una muchedumbre que no había podido subir al monte, porque aquellos a quienes oprime la maldad de la culpa no pueden subir al conocimiento de la sublimidad de los misterios. Bajando el Señor, esto es, inclinándose hacia la enfermedad e impotencia de los demás, cuando se ha compadecido de la imperfección o enfermedad de aquéllos, le siguió la muchedumbre. Algunos atraídos por la caridad, la mayor parte por la enseñanza, y algunos porque los curaba y cuidaba de ellos.
Haymo
Se entiende por el monte en que el Señor se sentó, el cielo, de quien se ha escrito: "El cielo es mi asiento" ( Is 66,1). Pero cuando el Señor se sienta en el monte sólo se acercan a El sus discípulos, porque antes de tomar nuestra carne mortal Dios sólo era conocido en la Judea ( Sal 75,2), pero cuando Dios bajó del monte de su divinidad y tomó las debilidades de nuestra humanidad, una gran multitud de naciones lo ha seguido. En ello se enseña a los maestros que se adecúen al auditorio en sus predicaciones, y según vean que cada uno puede comprender, así le expliquen la palabra de Dios. Suben al monte también los maestros cuando enseñan a los más perfectos preceptos más excelentes, y bajan de él cuando enseñan cosas sencillas a los más enfermos.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
Entre los que no subieron al monte se encuentra el leproso, que no puede subir a lo alto, abrumado bajo el peso de sus pecados. La lepra es el pecado de nuestras almas. El Señor bajó de la altura del cielo como de un alto monte, para limpiar la lepra de nuestros pecados. Y así, como si le aguardase, el leproso sale al encuentro del que baja. Por ello dice: "Y vino un leproso".
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
En el llano cura, y en el monte no hace nada, porque hay tiempo para todo debajo del cielo. Hay tiempo para enseñar y para curar. En el monte enseñó, curó las almas y sanó el corazón humano. Terminado lo cual, como había bajado de los montes celestiales a salvar a los pecadores, vino a El un leproso, y le adoraba. Antes de pedir empezó a adorarle, manifestando el culto que se debe a Dios.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
No le pedía el leproso como a un hombre poderoso, sino que le adoraba como a Dios. La oración perfecta es la fe y la confesión, de donde el leproso, adorando, llenó los deberes de la fe, y con las palabras llenó los de la confesión. He ahí por qué le adoraba, diciendo: "Señor, si quieres puedes limpiarme".
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
"Señor, por Ti han sido hechas todas las cosas, por lo tanto, si quieres puedes limpiarme. Tu voluntad es obra, y las obras obedecen a tu voluntad. Tú has limpiado primeramente de la lepra a Naamán Syro por medio de Eliseo, y ahora, si quieres, puedes limpiarme".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,1
No dijo: "Si lo pides a Dios", ni "si oras", sino: "Si quieres puedes limpiarme". Y no dijo tampoco: "Señor, límpiame", sino que todo lo deja a su arbitrio, y le reconoce como Dios, y le atribuye la potestad de hacerlo todo.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
Y ofrecía al Médico espiritual una merced espiritual. Porque así como se satisface a los médicos de la tierra con dinero, a éste con oraciones. Ninguna otra cosa más digna podemos ofrecer a Dios que una oración bien hecha. En cuanto a lo que dice: "Si quieres", no duda que la voluntad de Dios está inclinada a todo lo bueno, sino que, como no a todos conviene la perfección corporal, ignoraba si a él le convendría aquella curación. Dice, pues: "Si quieres", como si dijese: "Creo que quieres todo lo que es bueno, pero ignoro si es bueno para mí lo que pido".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,2
Aunque podía limpiarlo con la palabra y con la voluntad, le aplicó la mano y el tacto, como sigue: "Y extendiendo Jesús la mano, lo tocó", para manifestar que no estaba sujeto a ley alguna y que, estando limpio, nada había inmundo para El. Eliseo, observando lo que dice la ley, no salió y tocó a Naamán, sino que lo envió al Jordán para que allí se lavase. El Señor demuestra aquí que no obra como siervo, sino que, como Dios, cura y toca. La mano no se vuelve inmunda por haber tocado la lepra, sino que, por el contrario, el cuerpo leproso se vuelve limpio al simple contacto de la mano santa. El Señor no había venido sólo a curar los cuerpos, sino también a guiar las almas por el camino de la verdadera sabiduría. Así como ya no prohibía comer antes de lavarse las manos, así enseña aquí que conviene temer sólo la lepra del alma (que es el pecado), porque la lepra del cuerpo no sirve de impedimento a la práctica de la virtud.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
Aunque violó la letra de la ley, no violó su espíritu. Pues la ley mandó no tocar la lepra, por cuanto no podía hacer que la lepra no manchase al que la tocara. Luego la ley prohibió tocar la lepra, no para que los leprosos no sanaran, sino para que no se contaminasen los que los tocaban. Pues bien, El, que tocó en esta ocasión, no fue manchado por la lepra sino que limpió la misma lepra, tocándola. Por el hecho de tocar la lepra demuestra también que sólo debemos huir de la lepra del alma.
San Juan Damasceno, de fide orthodoxa, 3, 15
No era sólo Dios, sino también hombre, por eso obraba los milagros por medio de la palabra y del tacto, a fin de que sus actos divinos se perfeccionasen con el concurso del cuerpo, como órgano.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,2
Cuando toca al leproso ninguno le acusa todavía, porque los que lo escuchaban aún no se habían contaminado con la envidia.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
Si, por el contrario, lo hubiese curado a escondidas, ¿quién hubiera podido saber en virtud de quién lo había sanado? Luego la voluntad de limpiar la lepra fue para el leproso, pero la palabra para los demás que lo presenciaban. Por ello dijo el Salvador: "Quiero, sé limpio".
San Jerónimo
No debe leerse juntamente, como quieren algunos autores latinos: "Quiero limpiar", sino por separado. De tal modo, que primero diga: "Quiero", y después, mandando, diga: "Límpiate". El leproso había dicho: "Si quieres", el Señor le respondió: "Quiero". Aquél había dicho: "Me puedes limpiar", y el Señor le respondió: "Sé limpio".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,2
Nunca antes de ahora había dicho esta palabra, aunque había hecho cosas admirables. Pero aquí dijo: "Quiero", para confirmar la opinión de la muchedumbre y del leproso acerca de su poder.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,2
La naturaleza obedeció con prontitud al poder de quien mandaba y por ello sigue: "Y luego su lepra fue limpiada". Pero en cuanto a la palabra luego no expresa bien la prontitud con que el leproso quedó limpiado.
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
Como no tardó en creer, tampoco tardó en sanar, y como no dilató la confesión, tampoco se hizo esperar la curación.
San Agustín, de consensum evangelistarum 2, 19
También hace mención San Lucas de la curación de este leproso, aunque no bajo la misma forma, sino como suele hacer aquel que cuenta algo, que primero omite algunas cosas, y después que las recuerda las cita, aunque volviendo atrás, como sucede con frecuencia en las cosas inspiradas por Dios, que, conocidas primero, se escriben después, cuando se recuerdan.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.25,2
Cuando Jesús hubo curado el cuerpo del leproso, le ordena que no lo diga a nadie, y por ello sigue: "Y le dijo Jesús: Mira, que no lo digas a nadie". Algunos dicen que le mandó esto para que no hablasen en mal sentido de su curación, lo cual se dice sin fundamento. No lo curó de tal manera que quedase duda acerca de su curación. Pero lo manda que no lo diga a nadie, enseñando a no amar la ostentación ni el honor ( Mc 5,20). A otro que curó lo mandó que lo dijese, enseñándonos también a interpretar en buen sentido sus palabras, cual era el que no se divulgase el milagro, sino que se diese gloria a Dios. Por medio de este leproso nos enseñó a no ser vanagloriosos, y por medio del otro a no ser desagradecidos, sino referirlo todo a la alabanza de Dios.
San Jerónimo
Y en verdad, ¿qué necesidad había de que publicase con la palabra lo que constantemente mostraba con el cuerpo curado?
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
Como esta curación se busca más bien que ofrecerse, se manda el silencio.
Prosigue: "Pero ve y preséntate al sacerdote".
San Jerónimo
Lo envió a los sacerdotes primeramente por humildad, y para que se viese que guardaba deferencias a los sacerdotes. En segundo lugar para que, viendo éstos al leproso curado, se salvasen creyendo al Salvador, y si no creían, fuesen inexcusables. Y al mismo tiempo para que no se creyese que infringía la ley, como tantas veces le habían acriminado.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,2
Y en verdad que ni la violaba en todo ni en todo la guardaba, sino unas veces hacía esto, otras aquello. En lo uno, preparando el camino a la futura sabiduría, en lo otro, cohibiendo la lengua desvergonzada de los judíos y condescendiendo con la imbecilidad de ellos. De ahí el que los apóstoles aparezcan algunas veces observando la ley, y otras prescindiendo de ella.
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
Lo envió a los sacerdotes para que conociesen que no había sido curado por la costumbre de la ley, sino por la acción de la divina gracia.
San Jerónimo
Estaba mandado en la ley que los que fuesen curados de la lepra ofreciesen dones a los sacerdotes, y por ello prosigue: "Y ofrece tu ofrenda, que mandó Moisés en testimonio a ellos" ( Lev 14).
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
No se entienda aquí que mandó esto Moisés para dar testimonio a aquéllos. "Ve tú, ofrece en testimonio para ellos".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 25,3
Previendo Jesucristo que nada adelantarían con esto, no dijo: "Para enmienda de ellos", sino: "Para testimonio", esto es, para acusación y atestación, puesto que todo cuanto yo debía hacer ya lo he hecho. Y aun cuando previó que no habían de enmendarse, no dejó de hacer lo que convenía, mas ellos permanecieron en su propia malicia. No dijo, pues: "La ofrenda que yo mando", sino: "la que mandó Moisés", para relacionarlos con la ley, cerrar la boca a los malvados, y para que no dijesen que había usurpado la gloria de los sacerdotes, puesto que El hizo su obra, concediéndoles la prueba de ello al mismo tiempo.
Pseudo-Orígenes, hom. in liv. 5
"Ofrece tu ofrenda", para que todos los que vean que la llevas crean en el milagro.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 21
Manda al leproso presentar ofrendas para que, si después querían arrojarlo, pudiese decirles: "Habéis recibido mis ofrendas como limpio, ¿cómo, pues, me expulsáis como leproso?".
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
También puede leerse que Moisés mandó esto en testimonio para ellos, porque lo que Moisés mandó en la ley es testimonio, no efecto.
Beda, in hom. dom. 3 post Epiphania
Si llama la atención de alguno cómo es que el Señor parece que aprueba los sacrificios ordenados por Moisés, siendo así que la Iglesia no los acepta, tenga en cuenta que Jesucristo todavía no había ofrecido su Cuerpo en holocausto por medio de la pasión. No convenía suprimir los sacrificios prefigurativos antes que se verificase el que significaban, y fuese confirmado con el testimonio de la predicación de los apóstoles y la fe de los pueblos creyentes. Este varón, pues, significa al género humano que, no sólo era leproso, sino que también, según el Evangelio de San Lucas ( Lc 5,12), se dice que había estado lleno de lepra. Todos pecaron y necesitan de la gloria de Dios ( Rom 3,23), esto es, que el Salvador extienda hacia ellos la mano, y sean curados de la vanidad del antiguo error por el Verbo de Dios, unido a la naturaleza humana. Y los que por mucho tiempo hubieron aparecido como detestables y arrojados de los límites del pueblo de Dios, ahora, devueltos a su templo, puedan ofrecer al sacerdote por medio de sus cuerpos una ofrenda viva, esto es, a aquel sacerdote a quien se le ha dicho: "Tú eres Sacerdote eternamente" ( Sal 19,4).
Remigio
Se designa también de una manera moral, por medio del leproso, al pecador (porque el pecado hace aparecer al alma sucia e inconstante) que se postra delante de Jesucristo, conmovido a la vista de sus antiguos pecados, y que, sin embargo, debe confesarse y pedir el remedio de la penitencia. Porque el leproso manifiesta su herida y pide el remedio. El Señor extiende la mano cuando otorga el auxilio de la divina misericordia, e inmediatamente el leproso consigue el perdón de sus pecados. Ni puede reconciliarse con la Iglesia, sino por medio del juicio del sacerdote.