"Y cuando ayunéis, no os pongáis tristes como los hipócritas. Desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que recibieron su galardón". (v. 16)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Como la oración es fuerte cuando se hace con un espíritu humilde y con un corazón contrito, y como no puede decirse que el que disfruta de las delicias de esta vida tenga un corazón humilde y un corazón contrito -bien sabido es que la oración sin el ayuno es flaca y enferma- por lo tanto, todos aquéllos que han querido rogar por alguna necesidad, han juntado siempre el ayuno con la oración, porque el ayuno es el apoyo de la oración. Por esto, nuestro Señor después de habernos enseñado a orar nos habla del ayuno, diciendo: "Cuando ayunéis, no os pongáis tristes como los hipócritas". Sabía, pues, el Señor, que la vanagloria ataca a todo lo bueno, y por eso manda cortar la espina de la vanagloria que nace en buena tierra, para que no sofoque el fruto del ayuno. No puede suceder que no sufra el que ayuna; pero mejor es que el ayuno te manifieste a ti, que no tú al ayuno. No puede suceder que el que ayuna esté contento y por lo tanto no dijo: "No queráis aparecer tristes". Los que aparecen pálidos en virtud de algunas imposturas, éstos no están tristes, pero se fingen como tales. Por el contrario, el que está triste en virtud de un ayuno prolongado no aparece triste, sino que en realidad lo está. Y por esto añade: "Exterminan sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan".
San Jerónimo
La palabra exterminan, que en las Escrituras Sagradas ha perdido su vigor por equivocación de los intérpretes, significa mucho más que lo que de común se comprende. Son exterminados aquellos a quienes se destierra, porque son enviados fuera de los términos. En vez de esta palabra exterminan, debemos usar siempre la palabra descomponen. Descompone el hipócrita su rostro, para manifestar tristeza, y cuando está alegre en su alma lleva el luto en su cara.
San Gregorio, Moralia, 8, 30
Porque unas veces se presentan pálidos, su cuerpo como que se cae de debilidad, el pecho se levanta por los suspiros que lo agitan, y nada buscan con tanto trabajo sino el conseguir la humana estimación.
San LeónMagno, in sermone 4 de Epiphania, 5
No son buenos los ayunos que no provienen del convencimiento de la conciencia, sino del arte de engañar.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 15
Si el que ayuna aparece triste, es un hipócrita, pero ¿cuánto peor es el que no ayuna, pero que pinta en su rostro, por medio de invenciones de su imaginación, cierta palidez en señal de que ayuna?
San Agustín, de sermone Domini, 2, 12
Debe advertirse especialmente en este capítulo que puede haber jactancia, no sólo en el brillo y en la apariencia de las cosas corporales, sino también en las mismas miserias dignas de lamentarse. Esto es tanto más peligroso en cuanto engaña, porque se hace aparecer con el nombre de servicio de Dios. El que brilla por el cuidado excesivo de su cuerpo, y por el brillo de su vestido y de las demás cosas que le adornan, fácilmente puede comprenderse que es amigo de seguir las pompas y vanidades del mundo, y no engaña a los demás con la apariencia de una santidad engañosa. Pero el que profesando la imitación de Cristo hace que se fijen los ojos de los demás hombres en su extraordinaria tristeza, en los harapos con que se viste a este fin -cuando haga esto por su propia voluntad, y no lo sufra por necesidad-, puede muy bien ser conocido por las demás obras que practique, si esto lo hace por desprecio del lujo superfluo o por algún mal fin.
Remigio
El fruto del ayuno de los hipócritas se manifiesta en las palabras que a continuación dice el Salvador: "Para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que recibieron su galardón".