Y en aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de la Judea, y diciendo: "Haced penitencia, porque se ha acercado el reino de los cielos". Pues éste es de quien habló el Profeta Isaías diciendo: Voz del que clama en el desierto. Aparejad el camino del Señor: haced derechas sus veredas. (vv. 1-3)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3
Cuando el sol nace, envía antes de aparecer sobre el horizonte sus rayos que hermosean el oriente, dando la aurora como precursora del día. Así el Señor, al nacer en el mundo, antes que aparezca con los resplandores de su doctrina, ilumina a Juan y le trasmite la gloria de su espíritu a fin de que, precediéndole, anuncie su venida. Por ello el evangelista, después del nacimiento de Jesucristo y antes de exponer su doctrina, refiere el bautismo de Cristo, que fue acompañado del testimonio de San Juan su precursor, expresándose de esta manera: "Por estos días vino Juan Bautista predicando en el desierto".
Remigio
Por estas palabras San Mateo designa, no sólo el tiempo y el lugar de la predicación de Juan, y lo concerniente a su persona, sino también su misión y el celo en cumplirla. Designa el tiempo en términos generales diciendo: "En aquellos días".
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,6
Tiempo que determina San Lucas de una manera más precisa refiriéndose a los poderes humanos, cuando escribe: "En el año decimoquinto". Pero debemos entender que Mateo cuando dice: "en aquellos días", quiso expresar un espacio más largo de tiempo, porque después de haber referido el regreso del Salvador de Egipto -hecho que debió tener lugar durante su infancia, para que pueda combinarse con lo que refiere San Lucas de Jesucristo cuando tenía doce años-, añade inmediatamente: "Y en aquellos días", queriendo designar así, no solamente los días de la infancia del Salvador, sino todos los que transcurrieron desde su nacimiento hasta la predicación de San Juan.
Remigio
El evangelista designa a la persona de quien se trata por estas palabras: "Vino Juan", es decir, se descubrió el que por tan largo tiempo había estado oculto.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 9
Y ¿por qué fue necesario que Juan predicase a Jesucristo y apoyase con sus propias obras la misión del Redentor? En primer lugar, para enseñarnos la dignidad de Cristo, que como su Padre Eterno, también El tiene sus profetas, según aquellas palabras dichas a Juan por Zacarías: "Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo" ( Lc 1). En segundo lugar, para que no quede a los judíos ninguna causa de falsa vergüenza, lo cual el mismo evangelista da a entender cuando dice ( Mt 11): "Vino Juan sin comer y sin beber y dijeron: Tiene el demonio. Vino el hijo del hombre, come y bebe, y dijeron: He ahí un hombre glotón". Por otra parte era también necesario que fuese anunciado por otro, y no por el mismo Jesucristo, lo que de El había de decirse, para que los judíos no pudiesen alegar lo que en cierta ocasión expresaban ( Jn 8): "Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero".
Remigio
El evangelista da a conocer el ministerio de Juan, cuando añade al nombre de éste la palabra Bautista. De este modo prepara los caminos al Señor, porque los hombres hubiesen rechazado su bautismo si no hubieran sido preparados antes por otros. Denota el celo de Juan cuando dice predicando.
Rábano
También Jesucristo había de predicar. Es por ello que cuando el tiempo fue oportuno, a saber, cerca de los treinta años, Juan empezando su predicación, preparó el camino al Señor.
Remigio
El evangelista añade el nombre del lugar: en el desierto de la Judea.
San Máximo de Turín, hom. in Ioannem Baptistam, nat. 1
Allí donde su predicación no estuviese expuesta a la murmuración de una multitud insolente o a las sonrisas de un público impío, sino donde únicamente pudieran oírle los que buscaban la palabra de Dios por ella misma.
San Jerónimo, in Isaiam, 40,3
Puede considerarse también en esto, que la salvación y la gloria de Dios no se predican en la bulliciosa Jerusalén, sino en la soledad de la Iglesia y en el vasto desierto de la multitud de los gentiles.
San Hilario, in Matthaeum, 2
O vino a la Judea desierta del trato de Dios, no de la frecuencia de los hombres, para que el lugar de la predicación sea testigo de aquéllos a quienes estaba confiada esta predicación.
La glosa
En sentido figurado, el desierto representa el camino que sigue el penitente lejos de los halagos seductores del mundo.
San Agustín
El que no se arrepiente de su vida pasada, no puede emprender otra nueva.
San Hilario, in Matthaeum, 2
Por ello compara la vuelta a la penitencia con el reino del cielo que se acerca, porque la penitencia es retroceso del error, una huida del mal que hace seguir a la vergüenza del pecado la declaración de un buen propósito. Tal es el sentido que se encierra en estas palabras: "Haced penitencia".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3
El Bautista se presenta desde el primer momento como el embajador de un rey benigno, prometiendo el perdón sin proferir amenazas. Los reyes suelen conceder indulgencia en todo su reino cuando les nace un hijo, pero antes envían pregoneros. Dios en cambio, después del nacimiento de su Hijo, queriendo otorgar el perdón de los pecados, envió primero a Juan como heraldo que exige y dice: "Haced penitencia". ¡Oh tributo admirable, que lejos de empobrecer enriquece! Pues cuando alguien retribuye lo que debe de justicia, no otorga nada a Dios, sino que más bien adquiere para sí la ganancia de su salvación; porque la penitencia purifica el corazón, ilumina nuestros sentidos y prepara nuestras facultades todas para recibir a Jesucristo.
Por esto añade el evangelista: "Y el reino de Dios está cerca".
San Jerónimo
San Juan Bautista es el primero que anuncia el reino de Dios, porque este honor era debido al precursor de Jesucristo.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 10
De este modo anuncia a los judíos lo que ellos no habían escuchado ni siquiera de boca de los mismos profetas, y sin hablarles de la tierra hace que sus miradas se levanten a las alturas del cielo, alentándolos por la novedad de la predicación, a buscar a Aquél a quien predican.
Remigio
La frase reino de los cielos, tiene cuatro sentidos. Significa a Jesucristo según aquel pasaje de San Lucas: "El reino de Dios está dentro de vosotros" ( Lc 17,21). Significa también a la Santa Escritura, según las palabras de San Mateo: "Os será quitado el reino de los cielos, y será dado a otra gente que dé fruto" ( Mt 21,43). Significa a la Santa Iglesia, según las palabras de San Mateo: "Es semejante el reino de los cielos a diez vírgenes" ( Mt 25). Finalmente significa al trono celestial, según aquellas palabras: "Muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y descansarán en el reino de los cielos" ( Mt 8,11). Y todo esto puede entenderse aquí.
La glosa
Dice, pues: "Se acerca el reino de los cielos", porque si no se acercase, ninguno podría ir; los enfermos y los ciegos carecían de camino, que es Cristo.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,12
Los otros evangelistas omiten estas palabras de San Juan. Sigue el Evangelio: "Este es de quien habló el Profeta Isaías diciendo: Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor: haced derechas vuestras sendas". Esto se dice de una manera ambigua, y no se sabe si el evangelista dijo esto aludiendo a sí mismo o si continuando las palabras añadió, para que se entienda que San Juan dijo todo esto: "Haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos: Esto es pues, etc". Y no debe extrañar que no diga: "Yo soy", sino "Este es", porque San Mateo dice: "Encontró a un hombre sentado en la oficina de impuestos", y no dijo: "Me encontró". Porque si así fuera, no llamaría la atención, si preguntado qué era lo que decía de sí mismo, como dice San Juan evangelista, respondiera: "Yo soy la voz del que clama en el desierto".
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 7
Se sabe que el Hijo unigénito se llama Verbo del Padre, según aquellas palabras: "En el principio era el Verbo". Según nuestro mismo modo de entender, sabemos que la voz suena para que la palabra se pueda oír. San Juan, al ser precursor de Nuestro Señor, se llama voz, porque por su mediación el Verbo del Padre, esto es la voz del Padre, es oída por los hombres.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3
La voz es un sonido confuso, que no manifiesta ningún secreto del corazón, sino que significa solamente que el que clama quiere decir algo. La palabra, pues, es una locución que manifiesta el misterio del corazón, pero la voz es común a los hombres y a los animales; la palabra es sólo propia de los hombres. Por eso San Juan se llama voz y no palabra, porque por su medio Dios no manifestó sus disposiciones sino tan sólo su intención de hacer algo en beneficio de los hombres. Después manifestó por medio de su Hijo, de una manera clara, el misterio de su voluntad.
Rábano
El que con verdad se llama la voz del que clama, se llama así por la fuerza de su predicación. El clamor tiene lugar de tres modos: si está lejos aquél a quien se habla, si está sordo, o si, indignado, no quiere oír. Y estas tres circunstancias sucedieron respecto del género humano.
La glosa
Es, pues, San Juan como la voz de la palabra que clama. La palabra clama en la voz, es decir, Jesucristo en San Juan.
Beda
Así también clamó en todos aquellos que desde el principio dijeron algo, divinamente inspirados. Sin embargo solamente éste es voz, porque por su medio se manifiesta presente el Verbo que otros anunciaron a lo lejos.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 7
San Juan es el que clama en el desierto, porque anuncia el consuelo de su Redentor a la Judea abandonada y perdida.
Remigio
En cuanto a la historia, clamaba en el desierto porque estaba separado de las turbas de los judíos.
Qué es lo que clama, lo dice cuando añade: "Preparad los caminos del Señor".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3
Así como preceden a un gran rey que ha de emprender una expedición, los que hacen preparativos, los que quitan las cosas poco decentes, los que componen lo deteriorado, así San Juan precedió a Nuestro Señor, quitando de los corazones, con las mortificaciones de la penitencia, las inmundicias de los pecados, y organizando, en cuanto a los preceptos del espíritu, todas las cosas que habían quedado desordenadas.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 20
Todo aquél que predica la recta fe y las buenas obras, prepara, a los corazones de los que lo oyen, el camino para ir al Señor. Ordena las sendas que conducen al Señor, cuando, por medio de la palabra y de la buena predicación, forma los deseos perfectos en el alma.
La glosa
La fe es el camino por donde la palabra llega al corazón: cuando se mejoran las costumbres, se enderezan las sendas.