Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se llegó a El una mujer que traía un vaso de alabastro, de ungüento precioso, y lo derramó sobre la cabeza de El, estando recostado en la mesa. Y cuando lo vieron sus discípulos, se indignaron diciendo: "¿A qué fin este desperdicio? porque podía eso venderse en mucho precio y darse a los pobres". Mas entendiéndolo Jesús, les dijo: "¿por qué sois molestos a esa mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. Porque siempre tenéis pobres con vosotros: mas a mí no siempre me tenéis. Porque derramando ésta este ungüento sobre mi cuerpo, para sepultarme lo hizo. En verdad os digo, que en todo lugar, donde fuere predicado este Evangelio en todo el mundo, se contará también lo que ha hecho para memoria de ella". (vv. 6-13)
Glosa
Después de haber hablado del consejo que los príncipes tomaron para matar a Cristo, pasa el Evangelista a referirnos su cumplimiento, explicándonos la manera como Judas se convino con los judíos, para entregar a Cristo. Pero antes hace preceder la causa de la traición: se había lamentado Judas, porque el ungüento que la mujer había derramado sobre la cabeza de Cristo no se había vendido, para hurtar algo del precio, lo cual quiso él compensar vendiendo al maestro. Dice pues: "Estando, Jesús en Bethania, en casa de Simón el leproso".
San Jerónimo
No porque entonces lo fuese aun, sino porque antes lo había sido y curado después por el Señor, le quedaba aun el primer mote de leproso, para que constase la virtud del que le había curado.
Sigue: "Se acercó a El una mujer que llevaba un vaso de alabastro, de ungüento precioso".
Rábano
Este alabastro es una especie de mármol blanco, pintado de varios colores, que suele destinarse a vasos de perfumes, porque se dice que los conserva sin corrupción.
San Jerónimo
Otro Evangelista, en lugar de alabastro de ungüento precioso, dijo de nardo puro, esto es, verdadero y sin mezcla.
Rábano
Pisti( en griego, significa fe, de donde deriva pístico, esto es, fiel: pues aquel ungüento era entonces fiel, esto es, puro y no adulterado.
Sigue: "Y lo derramó sobre la cabeza de El que estaba recostado".
Orígenes, in Matthaeum, 35
Acaso hay quien diga que fueron cuatro las mujeres de quienes nos hablaron los evangelistas. Pero yo convengo mejor en que fueron tres, y tan sólo una la que citan San Mateo y San Marcos, otra de la que escribió San Lucas, y otra de la que habló San Juan.
San Jerónimo
No crea nadie que fuera la misma la que derramó el ungüento sobre la cabeza y sobre los pies. La primera fue aquélla que lavó con lágrimas, y las enjugó con su cabello y claramente es llamada mujer pública. De ésta, pues, no se ha escrito tal cosa, ni era posible que una meretriz llegara en un momento a ser digna de tocar la cabeza del Señor.
San Ambrosio, in Lucam, 7
Es posible que no fuese la misma, y que por consiguiente, el Evangelista no incurriera en contradicción. Esta cuestión puede resolverse teniendo presente la diversidad de méritos y de tiempos, pudiendo ser entonces pecadora, y ahora más perfecta.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 80,1
Este es el motivo por que los tres evangelistas, a saber: San Mateo, San Marcos y San Lucas, parece se refieren a una misma. Mas no sin razón el Evangelista recordó la lepra de Simón, para manifestar en qué fundó su confianza esta mujer para acercarse a Cristo: la lepra es un mal impuro, y esta mujer, viendo que Jesús había curado a aquel hombre, en cuya casa estaba, tomó confianza para creer que fácilmente limpiaría la inmundicia de su alma. Y así como otras mujeres se habían acercado a Jesús para la curación del cuerpo, ella sólo se acerca a Cristo para honrarle, y para curar su alma, no teniendo en su cuerpo enfermedad alguna, y es la razón por qué es digna de admiración. Según San Juan, no es la misma mujer, sino otra admirable hermana de Lázaro.
Orígenes, in Matthaeum, 35
San Mateo y también San Marcos, refieren que este hecho tuvo lugar en casa de Simón el leproso; mientras que San Juan dice que fue Jesús a donde estaba Lázaro. Y no era Simón quien le servía, sino María y Marta. Por otra parte, según San Juan, seis días antes de la Pascua fue a Bethania, cuando María y Marta dispusieron una cena; pero aquí cuando descansó en la casa de Simón, no quedaban más que dos días para la Pascua. Y según San Mateo y San Marcos, los discípulos se indignaron al ver el hecho; mas según San Juan, sólo fue Judas por la pasión de hurtar; pero según San Lucas, nadie murmuró.
San Gregorio Magno, homiliae In Evangelia, 33,1
O bien podrá decirse que ésta es la misma mujer que San Lucas llama pecadora y San Juan llama María.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,79
Aunque San Lucas cuenta un hecho semejante al que de aquí se habla, que ocurrió en la casa de un hombre, y convengan en el nombre de la persona en cuya casa era donde estaba el Señor convidado (pues dice que se llamaba Simón); sin embargo, como no es contra el uso y costumbre de los hombres el que dos tengan el mismo nombre, es más creíble que fuese otro Simón, no leproso, en cuya casa, en Bethania, sucedía esto. Yo pienso, pues, que no era sino la misma mujer, la pecadora que entonces se acercó a los pies de Jesús. Y que la misma María hizo esto dos veces; a saber: la primera la que cuenta San Lucas y conmemora también San Juan con el nombre de María, antes que el Salvador llegara a Betania, en estos términos: "había, dice, un enfermo en Bethania llamado Lázaro, en el castillo de María y Marta su hermana. María era la que ungió al Señor con ungüento y limpió sus pies con sus cabellos, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo" ( Lc 11,1-2). María había, por consiguiente, hecho ya esto, cuando otra vez lo hizo en Betania. Y este segundo hecho es el que no refiere San Lucas, y es referido por los tres evangelistas, a saber, Juan, Mateo y Marcos, con la diferencia empero que San Mateo y San Marcos dicen que derramó aquel ungüento en la cabeza del Señor, mas San Juan en los pies. Lo que no envuelve contradicción, si admitimos que no solamente ungió la cabeza del Señor, sino también los pies. A no ser que haya quien niegue que, como cuenta San Marcos, roto el vaso de alabastro y ungida la cabeza, pudo haber quedado lo bastante para perfumar los pies del Señor. Pero el que así calumnia, conceda que los pies del Señor fueron ungidos antes de romper el vaso, para que quedase entero, a fin de ungir la cabeza, derramándolo todo por la rotura.
San Agustín, de doctrina christiana, 3,12
Nunca un hombre de sano juicio se imaginaría que los pies del Salvador serían ungidos con este bálsamo precioso como suelen hacer los hombres mundanos y voluptuosos. Pues en tales cosas no está la culpa en el uso, sino en la maldad de la manera de usarlas: el que usa de una cosa traspasando los límites de las buenas costumbres de las personas con quienes vive, o quiere manifestar algo o es reprobable. Por lo tanto, lo que en otros es la más de las veces un crimen, en la divina y profética persona, es señal de algún gran misterio. Pues el buen olor significa la buena fama, la que adquirirá con la buena vida y obras, el que siguiendo los pasos de Cristo unge sus pies con precioso perfume.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,78
Pero esto puede parecer contradictorio, porque San Mateo y San Marcos dijeron que faltaban dos días para la Pascua y después dijeron que Jesús estaba en Betania, en donde se habla de aquel precioso ungüento; sin embargo el mismo hecho habrá de narrar San Juan cuando dice "seis días antes de la Pascua" ( Jn 12,1). Pero los que presentan esta objeción no comprenden que San Marcos y San Mateo refieren el acontecimiento del ungüento recapitulando, pues ninguno de ellos dice que sucedió dos días antes de la Pascua; así continuó diciendo: "después de esto hallándose en Betania".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 80,1
Como los discípulos habían oído decir a su maestro: "Misericordia quiero y no sacrificio" ( Mt 9,13), pensaban entre sí: si no acepta los sacrificios, con mayor razón rehusará el bálsamo. Por esto sigue: viendo esto los discípulos se indignaron diciendo: "¿por qué este desperdicio? pues pudo esto venderse", etc.
San Jerónimo
Sé que algunos critican este pasaje porque San Juan dijo que sólo Judas fue el que lo tomó a mal, porque era el depositario y ladrón desde el principio; y San Mateo dice que se indignaron todos los discípulos. Pero ignoran la figura que se llama silepsis por la que se toma a uno por muchos y a muchos por uno. Pues San Pablo en su epístola a los hebreos dice que los ancianos de la antigua ley fueron divididos ( Heb 11,37) cuando tan solamente lo fue Isaías.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,79
Puede también entenderse que igualmente los otros discípulos lo sintieron, o que Judas los persuadió con lo que dijo, y que San Marcos y San Mateo expresaron la impresión que les hicieron las palabras de Judas. Pero éste lo dijo movido del deseo de hurtar; y los otros de la caridad con los pobres: mas San Juan sólo cita aquél para hacer constar con este motivo su inclinación a hurtar.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 80,1
Los discípulos, pues, pensaban así; pero el Señor, conociendo la intención de la mujer, se lo permitió porque era mucha su piedad e inefable su amor; y por esto condescendiendo dejó derramar el ungüento sobre su cabeza. Así como el Padre aceptó con gusto el olor de la víctima, del mismo modo Cristo condescendió con esta mujer devota, cuya intención no conocían los discípulos que se quejaban. Por esto sigue: "Conociéndolo, pues, el Señor, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer?"
Remigio
Con lo que claramente manifestó que los discípulos habían dicho algo contra ella. Pero el Señor dijo esta notable expresión: "Ha hecho una obra buena conmigo", como si dijera: no es desperdicio del bálsamo como vosotros decís, sino una obra buena, esto es, homenaje de piedad y devoción.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 80,2
No se contentó el Señor con decir: "Ha hecho conmigo una buena obra", sino que primero dijo: "¿Por qué molestáis a esta mujer?" Enseñándonos, que cuando alguno hace alguna buena obra, aunque no sea perfecta se debe recibir y alentar, y no exigir desde el principio toda su perfección. Si alguno hubiera preguntado a esta mujer qué es lo que iba a hacer, no se lo hubiera permitido, pero después de derramado ya el ungüento era inoportuna la reprensión de los discípulos. Por lo mismo, para no defraudar el deseo de esta mujer, la consoló con sus palabras.
Sigue: "Pues siempre tendréis pobres con vosotros".
Remigio
El Señor manifestó con estas palabras en cierto modo, que no eran culpables los que le servían con alguno de sus bienes mientras vivía aún en el cuerpo mortal, porque pobres había de haber siempre en la Iglesia, mientras que El había de permanecer poco tiempo corporalmente entre ellos. Por esto añade: "Pero a mí no siempre me tendréis".
San Jerónimo
Surge aquí la dificultad de por qué el Señor dijo después de su resurrección a los discípulos: "He aquí que yo estoy con vosotros hasta la conclusión del mundo" ( Mt 28,20), y ahora diga: "A mí no siempre me tendréis". Pero a mí me parece que en este pasaje habla de su presencia corporal, de la que ellos de ninguna manera volverían a disfrutar después de la resurrección, del mismo modo y con la misma familiaridad que entonces.
Remigio
Puede también resolverse esta duda entendiendo que sólo fue dicho a Judas. Pero por esto no dijo "tendrás" sino "tendréis"; porque en la persona de Judas fue dicho a todos sus imitadores. Por eso dijo "no siempre" siendo así que ni con el tiempo pueden contar; porque los malos parece que tienen a Cristo cuando se mezclan con sus miembros en el presente siglo y se acercan a su mesa. Pero no siempre será así, cuando sólo a los elegidos les dirá: "Venid, benditos de mi Padre" ( Mt 25,34).
Sigue: "Derramando, pues, este ungüento", etc. Era costumbre de aquel pueblo embalsamar con diversos aromas los cuerpos de los muertos para que se conservasen sin corrupción mucho tiempo. Y porque había de suceder que esta mujer quisiese ungir el cuerpo muerto del Señor y no pudiera verificarlo, porque se anticipara la resurrección, por esto sucedió por disposición divina, que el cuerpo del Señor fuese ungido en vida. Y dice: "Derramando este ungüento sobre mi cuerpo, para enterrarme lo hizo". Esto es, ungiendo esta mujer mi cuerpo vivo, manifiesta que moriré y seré enterrado.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 80,2
Como había recordado su muerte y su sepulcro para no entristecer a la mujer, la consuela otra vez con estas palabras: "En verdad os digo, que en cualquier parte donde fuere predicado", etc.
Rábano
Esto es: por todos los lugares por los que se extenderá la Iglesia en todo el mundo se dirá lo que hizo esta mujer. Notemos la contraposición que así como Judas fue dominado de infame perfidia, ésta lo fue de gloriosa piedad y devoción.
San Jerónimo
Escucha, pues, la noticia anticipada, de que pasados dos días, padecerá y morirá y su Evangelio será conocido y celebrado en toda la tierra.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 80,2
Así como lo dijo ha sucedido, y por cualquier parte de la tierra que fueres oirás la celebridad de esta mujer debido al poder del Señor. Las victorias de muchos reyes y de grandes capitanes han sido olvidadas en la memoria de los hombres; así como la mayor parte de los que fundaron ciudades y redujeron a esclavitud muchas naciones, ni de palabra ni de nombre, han sido conocidos. Mientras que esta mujer que derramó este bálsamo en la casa de cierto leproso, en presencia de doce hombres, es celebrada por todo el orbe de la tierra, y la memoria de su hecho no se ha borrado a pesar de tanto tiempo como ha transcurrido. ¿Pero por qué nada especial prometió a esta mujer más que una memoria eterna? Porque de estas palabras claramente pudo entenderse que si había hecho una buena obra era evidente que recibiría buena recompensa.
San Jerónimo
En sentido místico está en Bethania la morada de la obediencia, que en otro tiempo fue de Simón el leproso, en donde vive el que ha de padecer por todo el mundo. Simón se interpreta también obediencia, que en otro sentido puede entenderse el mundo en cuya casa fue curada la Iglesia.
Orígenes, in Matthaeum, 35
En todas las Sagradas Escrituras, por aceite se entiende las obras de misericordia, con el cual se alimenta y luce la lámpara de la predicación. También significa la doctrina, con la cual se alimenta a los oyentes, con la fervorosa predicación de la fe. Generalmente se llama aceite todo lo que sirve para ungir. El bálsamo o perfume es diferente del aceite, pues es un ungüento precioso. Así, toda acción justa se llama buena obra, pero una cosa son las que se practican por respetos humanos para agradar a los hombres, y otra las que se hacen por Dios y según Dios. Y esto mismo que hacemos por Dios, o aprovecha para los hombres, o únicamente para la gloria de Dios. Por ejemplo, alguno hace bien al hombre por un sentimiento natural de justicia, no por Dios, como obraban a veces los gentiles; semejante buena obra es aceite común, no perfume. Y sin embargo, es agradable a Dios, porque, como dice San Pedro por boca de San Clemente, las buenas obras que hacen los infieles, les aprovechan en este siglo, no en el otro para conseguir la vida eterna; pero los que las hacen por Dios les aprovechan para el siglo venidero. Este es el ungüento de buen olor. Pero algunos se hacen para utilidad de los hombres, como por ejemplo las limosnas y las demás de su género: el que esto hace con los cristianos, unge los pies del Señor; porque éstos son los pies del Señor que es lo que principalmente suelen hacer los penitentes para el perdón de sus pecados. Pero el que observa castidad, persevera en los ayunos y oraciones y en las demás obras que tan sólo conciernen a la gloria de Dios, unge con perfume la cabeza del Señor, y éste es el ungüento precioso de cuyo olor se llena toda la Iglesia. Y ésta es la obra propia no de los penitentes, sino de los perfectos. También la doctrina que es necesaria a los hombres es el bálsamo con que son ungidos los pies del Señor. Pero el conocimiento de la fe que sólo pertenece a Dios, es el bálsamo con que se unge la cabeza de Cristo con el que nos enterramos con Cristo por el bautismo muriendo al mundo.
San Hilario, in Matth. can. 29
Esta mujer representa al pueblo gentil; es la que en la pasión de Cristo dio gloria a Dios, porque ella ungió la cabeza de Cristo que es Dios. Pues el ungüento es el fruto de las buenas obras. Pero los discípulos en su deseo de salvar a Israel, dicen que debía haberse vendido en provecho de los pobres: por instinto profético llaman pobres a los judíos necesitados de fe. Pero el Señor les responde que les quedará mucho tiempo para cuidar de estos pobres. Por otra parte, esto no es más que la orden expresa para que los apóstoles vayan por orden suya a llevar la salud a las naciones, que por la unción del bálsamo de esta mujer han sido enterradas con El y son regeneradas de entre los muertos en el sacramento del bautismo. Y esta es la razón porque su buena obra será publicada donde será publicado el Evangelio, pues desapareciendo Israel será predicada la gloria del Evangelio a la conversión de las naciones.